Al servicio de qué y de quién está la política monetaria
José Castillo
La Arena
El mercado de cambios se recalienta peligrosamente. En medio de denuncias de
bicicletas financieras y operadores que hacen su negocio, la política del Banco
Central revela no estar a la altura de las circunstancias.
Hace un par de semanas, cuando estábamos en el pico de la minicorrida cambiaria
que terminó llevando el dólar a 3,20 pesos, trascendió que un pequeño puñado de
bancos (en su mayoría extranjeros) habían liderado de lejos esas compras. Una
vez más, los pulpos financieros volvían a mostrar su poder de influencia sobre
la política económica.
Hoy los bancos privados que operan en la Argentina están pasando por su mejor
momento desde la salida de la convertibilidad, con la rentabilidad más alta de
los últimos diez años. Sin embargo, se encienden las luces rojas: las tasas de
interés para préstamos suben hasta valores increíbles, desaparece el crédito a
tasa fija (reemplazada por una inestable y peligrosa 'tasa variable') e incluso
ya se observa cada vez con más frecuencia la directa desaparición del crédito.
Sucede que estas instituciones priorizan hacer ganancias fáciles en el circuito
especulativo, en vez de cumplir con su rol de canalizar los depósitos en
préstamos. Incluso los 'auxilios' del Banco Central (dinero supuestamente para
ayudar a los bancos ante situaciones de iliquidez) termina siendo volcado a la
bicicleta financiera. Los bancos extranjeros en particular, siguiendo órdenes de
sus casas matrices, directamente compran divisas y 'se sientan' sobre ellas, a
la espera de nuevas indicaciones.
Todo este movimiento especulativo, que tiene como excusa el actual sube y baja
de la crisis económica mundial, en realidad juega su propio partido en el mucho
más reducido mercado financiero local. Alguien podría tentarse a simplificar y
pensar todo en términos de banca transnacionalizada perversa frente a bancos
nacionales y autoridad monetaria que se le enfrentan. Nada más lejos de la
realidad.
Cómo opera la 'bicicleta'.
Comencemos por el título repetido de las noticias financieras de esta semana:
las tasas de interés ya están por las nubes; y en ascenso. El 'call money'
(tasas de préstamos entre bancos, para cubrir operaciones de cortísimo plazo)
trepa al 13%. Pero sucede que el que fija esa tasa es el propio Banco Nación. El
resto de las entidades toman el dinero a ese interés y luego lo prestan a las
empresas con un promedio de 5 puntos de interés más caro. Y eso a las empresas
líderes; si hablamos de préstamos a pymes y particulares, hay que decir que se
está exigiendo tasas que van del 20% al 25%.
Analicemos las consecuencias: es obvio que a estos valores es infinitamente más
rentable quedarse a ver reproducirse el dinero en un plazo fijo, o en alguno de
los cientos de instrumentos financieros ofrecidos por los bancos antes que
meterse en el riesgo de una operación productiva. Y además fomenta lo que
algunos economistas denominan las cuasi-rentas: sólo son rentables los negocios
que, apoyándose en alguna particularidad monopólica (natural o generada por el
propio Estado) son capaces de generar superganancias (ya que de esto estamos
hablando si decimos que un horizonte viable de ganancia que supere a la
'inversión' financiera debe estar arriba del 25%). Todos los que recurren al
financiamiento bancario se encuentran frente a este panorama: aumentos siderales
de los intereses por descubiertos en cuenta corriente, descuento de cheques,
reducción de los límites de financiamiento. Y, cada vez más, desaparecen los
créditos a tasa fija, quedando sólo a disposición préstamos a tasa variable,
camino a las nubes.
¿Qué hace el Banco Central?
El responsable de la política monetaria en nuestro país es el Banco Central de
la República Argentina. Con su autonomía fijada por ley, su presidente, Martín
Redrado, tiene un poder semejante al del ministro de Economía. Sucede que sus
acciones son, cuanto menos contradictorias. Por un lado define que sus objetivos
son el sostenimiento del tipo de cambio (en un techo que no baje de los 3 pesos
ni suba más allá de los 3,20) y por el otro es un supuesto custodio de la
inflación, mediante un denominado 'programa monetario' donde se autolimita en la
inyección de dinero al mercado. Vemos entonces que su centro esté en estas
cuestiones y no en la obsesión de preguntarse cómo lograr que el ahorro de los
argentinos (depositados en miles de cuentas corrientes, cajas de ahorro, cuentas
sueldos o plazos fijos) se vehiculice con facilidad hacia préstamos que
financien inversiones productivas, crédito hipotecario o de consumo popular.
Este Banco Central autolimitado, encima inyecta liquidez al sistema bancario sin
ninguna herramienta para poder definir adónde va ese dinero. Veamos un par de
ejemplos: en las últimas dos semanas ha aprobado normas (llamadas
'comunicaciones' del Banco Central) donde autoriza a los bancos comerciales a no
registrar a precios de mercado sus tenencias en bonos, ya que éstos cotizan
fuertemente en baja, pudiendo en cambio contabilizarlos a su valor nominal.
Blanco sobre negro: se esconde una pérdida y 'se hace' como si los bancos
tuvieran más dinero a disposición. No estamos hablando de poca plata: se calcula
que se evita mostrar un quebranto superior a los 6.000 millones de pesos. La
otra medida es inyectar liquidez directamente vía lo que se llama técnicamente
operaciones de 'pases': usualmente el Central le presta a los bancos a cambio de
que éstos le entreguen en garantía los bonos emitidos por este organismo que
tienen en su poder (llamados Lebac y Nobac). Ahora se permite entregar en
garantía cualquier tipo de bono que los bancos tengan en su haber. En las
últimas semanas estas operaciones le facilitaron a los bancos más de 1.000
millones de pesos. Pero el fracaso de la política monetaria se trasluce cuando
descubrimos qué han hecho los bancos comerciales con esos fondos: los han
volcado a la bicicleta del circuito financiero. Es evidente que el Banco Central
tira con balines en una selva donde los demás participan con perdigones para
matar elefantes.
El negocio lo siguen haciendo los bancos, que prestan en un rango que va
mayoritariamente entre el 20 y el 25%. A cambio, ofrecen pagar a plazo fijo un
13,5%. La diferencia, enorme, increíble en cualquier país (puede llegar al 12%)
es el 'spread' que se quedan los bancos. Así, durante el primer semestre del año
ganaron por este concepto 1.731 millones de pesos (30% más que en igual período
del 2006), a lo que hay que sumarle 2.713 millones por 'servicios cobrados' (34%
más que en el 2006).
Bonos que van y vuelven
Un viejo profesor de economía solía empezar sus cursos dando una regla básica:
una buena política económica es aquella donde a cada instrumento le corresponde
cumplir un objetivo. ¿Cuál es el objetivo del Banco Central? ¿Garantizar la
canalización del ahorro hacia la inversión? ¿La seguridad de los depositantes en
el sistema bancario? Lamentablemente no. Su centro hoy está en mantener el tipo
de cambio. Así durante dos años se la pasó comprando dólares para evitar que
bajara la cotización. Esto hubiera permitido inyectar dinero al mercado. Pero
ahí aparecía el otro 'objetivo' (contradictorio con el anterior), cumplir con el
'programa monetario' evitando lanzar dinero al mercado. Para hacerlo emitía
bonos -Lebac y Nobac- al mercado para recapturar esos pesos. En las últimas
semanas, la operación se invirtió: para evitar que el dólar se vaya más allá de
los 3,20 pesos salió a vender, perdiendo en pocos días más de 1.000 millones de
reservas. Y ahora acepta bonos que le dan los bancos, a cambio de proveerlos de
dinero, que éstos vuelcan al circuito especulativo. Mientras tanto, el hombre de
a pie ve como el crédito escasea y cuando aparece tiene tasas de interés
siderales.
Cambiar de raíz
No hay salida con estas herramientas de política monetaria. La Argentina
industrialista de otras épocas supo tener una banca nacionalizada, donde todo el
ahorro argentino era canalizado por una única ventanilla y volcado luego vía
préstamos a tasas bajas (incluso menores a la inflación) a la actividad
productiva. En los tiempos 'setentistas', de los que tanto se habla ahora, no se
llegó a tanto. Pero al menos existió una 'nacionalización de los depósitos' que
puso coto al manejo discrecional de operaciones por parte de la banca
extranjera. Luego vino el auge de la denominada 'patria financiera'. Pero lo
increíble es que hoy seguimos regidos por una normativa ideada por Martínez de
Hoz hace exactamente treinta años: se trata de la ley 21.526 de Entidades
Financieras, promulgada en 1977.
En estos días preelectorales llueven los anuncios de futuras líneas de créditos
hipotecarios y para las microfinanzas. Incluso se anuncia pomposamente la
posibilidad de que aparezca un nuevo Banco Industrial ¿No sería más importante
apuntar al centro del problema y debatir cómo cambiar de raíz el sistema
financiero? Lo que está en discusión no es si se va a crear uno o dos
instrumentos financieros específicos para fomentar la inversión productiva. El
eje es qué se va a hacer con todo el ahorro de los argentinos.