Argentina: La lucha continúa
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Vacuna, ¿bien de mercado?
Francisco Galeano
Rio Negro on line
El de cuello de útero es el segundo tipo de cáncer más común entre las mujeres a
nivel mundial. El 80% de los casos de este tipo de mal se da en mujeres en
países en desarrollo. Mata más que nada a quienes son pobres.
De acuerdo con los registros de la OMS, cada año se diagnostican aproximadamente
500.000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero y 288.000 mujeres mueren en el
mundo a causa de esta enfermedad. Africa y la India son los más afectados,
siendo decenas de miles las víctimas que mueren por año.
En América Latina, 90.000 mujeres desarrollan cáncer de cuello de útero y 37.000
mueren anualmente a causa de él. En la Argentina, 10 de cada 100.000 mujeres
mueren por año.
La relación entre la infección por el virus del papiloma humano o HPV (siglas en
inglés) y el cáncer de cuello de útero ha sido estudiada extensamente. Según
registros de la Organización Mundial de la Salud, al menos el 99% de los
cánceres de cuello de útero contiene el ADN del virus del papiloma humano; es
decir que el contagio por el HPV está directamente vinculado con la posibilidad
de desarrollar cáncer de cuello.
De acuerdo con distintos estudios, a la edad de 25 años entre el 20 y el 45% de
las mujeres sexualmente activas ha estado en contacto con variedades
cancerígenas del virus del paliloma humano.
Se ha desarrollado una vacuna contra el virus del HPV llamada Gardasil®, la que
administrada a mujeres de entre 11 y 26 años previene la mayoría de los cánceres
de cuello de útero. En la Argentina el producto cuesta 927 pesos y para que sea
efectivo se deben aplicar tres dosis, por lo que el costo total asciende a casi
2.880 pesos. La vacuna fue desarrollada mediante el esfuerzo de años de
investigación y cuantiosas inversiones por parte de Merck Sharp & Dohme, un
laboratorio privado.
Merck y algunos grupos dicen que trabajan para que esta vacuna llegue a los más
pobres. Mientras tanto, la OMS sigue luchando para conseguir vacunas para las
cinco causas de muerte infantil prevenibles más importantes en el mundo, cuyo
costo total no supera los cinco dólares.
Preguntas
1. ¿Es ético que accedan a la prevención del cáncer de cuello sólo aquellas
personas que pueden pagar la vacuna, más aún sabiendo que la mayor incidencia de
esta enfermedad se da en las mujeres más pobres del planeta?
2. ¿Es ético que una vacuna que salva vidas sea un bien de mercado?
3. Teniendo en cuenta que tal descubrimiento es producto del esfuerzo en tiempo
y dinero que un laboratorio privado destinó al desarrollo de una vacuna para un
mal tan extendido, ¿es válido que un esta empresa desee maximizar las ganancias
de tamaño logro?
4. Por otra parte, el descubrimiento de una nueva vacuna, que salva vidas, es un
logro de tal magnitud que seguramente se apoya en previos avances científicos de
la humanidad. Por lo tanto, ¿puede ser válido que la humanidad quiera apropiarse
del descubrimiento y maximizar sus beneficios?
5. ¿Pueden convivir los justos deseos de maximizar ganancias de una empresa con
los de maximizar los beneficios de su descubrimiento? (Sabiendo que estos
últimos son vidas y que este objetivo no se puede lograr si el acceso depende de
las posibilidades de pago de la gente).
Prólogo a mis respuestas
Hace unos meses asistí a la presentación ante la sociedad médica de la nueva
vacuna en un hotel 5 estrellas, en Buenos Aires. En esa ocasión se cuantificaron
las muertes anuales y aun diarias por cáncer de cuello en el mundo. Los
disertantes mostraron la desproporción de esta mortalidad entre países pobres y
ricos. Uno de sus presentadores auguró, emocionado, el advenimiento de una nueva
era en la prevención del cáncer de cuello y anticipó la aparición de nuevas
vacunas como ésta, a la que calificó de 'quimérica', entusiasmando a los
concurrentes al llamarla 'terapia quimérica', supongo que queriendo significarla
como utópica.
Después nos dijeron el precio de la terapia quimérica. Nos anunciaron, sin que
les temblara nada, que las tres vacunas salen casi 3.000 pesos. No pudieron o
quisieron explicar por qué en la Argentina sale tres veces más que en Estados
Unidos. (En ese momento me vino otra acepción para quimera, que según la Real
Academia Española es 'aquello que se propone a la imaginación como posible o
verdadero no siéndolo').
No hubo mucho tiempo para preguntar a los tres disertantes. Rápidamente
aparecieron las bebidas, comida de la mejor, mujeres acróbatas, músicos en
vivo...
¿Existe una nueva moral que permite que el ser humano no sienta vergüenza de
saber que diariamente pueden morir miles de personas por algo evitable?
¿Se ha impuesto un nuevo paradigma sanitario que tolera calladamente que el
desarrollo y el avance científico sólo lleguen a los privilegiados?
A mi entender, si la humanidad no se apropia de estos descubrimientos y se
esfuerza en su distribución gratuita entre los más desfavorecidos, esta vacuna,
las descubiertas en años recientes que tampoco llegan a todos y las que vengan
no harán otra cosa que generar más diferencias, más iniquidad entre pobres y no
pobres.
Muchas voces se alzaron en contra de esta profundización de la iniquidad, entre
ellas la de John Schiller, investigador senior del National Cáncer Institute,
quien dijo que 'Esta vacuna es más cara que todas las vacunas pediátricas juntas
y nadie garantiza que las niñas más pobres, que son quienes más la necesitan, la
puedan recibir'.
Estas muertes evitables deberían llenarnos de vergüenza. Tanto como permitir que
su cura sea un bien de mercado.
¿Qué nos pasó en tan poco tiempo? No podemos dejar de recordar dos hechos
históricos en la lucha contra la muerte y la desigualdad: la vacuna contra la
polio y aquella contra la viruela.
Estados Unidos se unió para vencer la polio. En enero de 1938, alarmados por
décadas de agravamiento en la epidemia de polio y por la terrible mortandad que
el virus estaba causando entre los jóvenes americanos, el presidente Roosevelt
instituyó la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil. Surgió 'the march of
dimes' (la marcha de los diez centavos), haciendo un llamamiento a todos los
norteamericanos para que enviasen sus monedas de diez centavos directamente a la
Casa Blanca. La campaña fue un gran éxito.
En 1948, con fondos proporcionados por 'march of dimes', el Dr. Jonas Salk
consiguió cultivar en su laboratorio los tres tipos de virus de polio conocidos
y, por fin, desarrollar una vacuna experimental de virus muertos.
Entre 1954 y 1958 se administraron 450 millones de dosis de la vacuna,
convirtiéndose en una pieza clave para la inmunización de los niños.
En aquel tiempo el obstáculo para llegar a los más pobres no era el precio, ya
que la vacunación era gratuita. La barrera para su llegada a los más pobres era
la jeringa. En 1962 se autorizó una vacuna bebible, desarrollada por el Dr.
Albert Sabin con fondos de 'march of dimes' y la vacunación llegó masivamente a
Africa, la India y los lugares más remotos donde la muerte por polio causaba
estragos.
Hace 25 años, en la India había 200.000 afectados con parálisis por culpa de la
polio al año. Tan sólo hace una década, la cifra seguía siendo alta: 75.000
casos anuales. A lo largo de este año, ese número se ha reducido a 52.
La erradicación de la viruela se prolongó 10 años y finalizó en 1978 uniendo, en
plena guerra, a enemigos de derecha e izquierda, de Oriente y Occidente, en la
misma campaña mundial de vacunación.
Respuestas a mis preguntas
1. No, no es ético que sólo los más favorecidos accedan a esta vacunación.
2. No, algo que salva vidas no puede ser un bien de mercado.
3. Sí, es válido que en este mundo material, donde el Estado se repliega de la
investigación básica, quien genere un bien a la humanidad sea justamente
remunerado.
4. Sí, podría ser válido que 'la humanidad' pensara en apropiarse de tamaño
descubrimiento. Pero no es una 'práctica' de esta época en que los sueños de
Martin Luther King fueron reemplazados por 'planes estratégicos' de los títeres
de turno del establishment mundial.
5. La última respuesta es mi propuesta. Creo que una elegante 'salida' al mundo
material que no afecte el statu quo impuesto por el razonamiento dominante es
que 'el mundo' -léase: los ocho países más ricos- pague la suma que Merck
desearía embolsar en los próximos diez años por la venta de 'su' vacuna y, una
vez apropiada por la 'humanidad', que se incluya en el calendario de vacunación
obligatoria de todas las niñas del mundo.