Argentina: La lucha continúa
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"Todos son lo que yo"
Daniel Gamboa
En Argentina, los medios de comunicación, gravitan desde hace bastante tiempo en
la formación de la llamada opinión pública. Es por eso, que la primera plana del
'gran diario argentino' o el título en letras blancas con fondo rojo en un canal
de televisión o el insistente despacho de 'último momento', en una radio de
muchos puntos, suelen trascender de manera tal, que definen en un modo u otro la
agenda política y le dan contenido concreto al inveterado 'sentido común.
De allí que, para 'la gente', ha de ser importante que en el baño de un
Ministerio un bombero de dudoso apego profesional, de cuenta del hallazgo de una
suma de dinero o que en la Secretaria de Medio Ambiente trabajen unos cuantos
parientes de la funcionaria a cargo.
Sin embargo, en el mismo momento en que esto ocurre, los índices de pobreza
constatan matemáticamente que millones de argentinos, convertidos sólo en
números, viven en indigencia o bajo la llamada 'línea de pobreza' y que otro
sector tan basto como el anterior, pelea diariamente, para no caer en tal
condición, que lo sumerge en la exclusión social.
Se lee en el mismo 'gran diario', perdido en un artículo en páginas interiores,
firmado por un catedrático norteamericano, su alarma ante el dato
pragmáticamente comprobado, según el cual, en nuestra región los niños entre 13
y 14 años de edad, empiezan a 'trabajar' en las bandas de la droga y muchos de
ellos, llegados a su mayoría, son encarcelados o muertos en tiroteos o pseudos
enfrentamientos con policías.
Argentina, hace más de dos décadas que se mueve bajo el sistema republicano de
gobierno. En ese prolongado lapso de tiempo, se verificó el traspaso específico
del poder político de manos de distintas alianzas de la burguesía, a otras
nuevas, gerenciadas por distintos caudillos y diversos partidos. Sin embargo,
esa democracia liberal parlamentaria, generó y extendió esa realidad objetiva de
marginación social, a la que aludíamos anteriormente, con su paisaje de
exclusión, altos grados de desocupación, desigualdad de oportunidades, pobreza,
crimen, narcotráfico y corrupción.
La pregunta que se impone es ¿cuánto tiempo más es posible sostener este injusto
orden de cosas?
En este sentido cabría pensar que la fortaleza económica aparentemente
impenetrable del capitalismo fundado sobre las grandes sociedades por acciones
que se impone en el mundo, está mostrando objetivos signos de esfuerzo para
continuar con su lógica de acumulación, y que algunos de esos signos se
manifiesta en estos días con la llamada 'crisis de las hipotecas' en el mercado
inmobiliario de EEUU, con sus señales anticipatorios de un ciclo mundial
recesivo.
No obstante, y en sentido contrario, también es constatable que el dominio del
capitalismo en el plano social y político no ha entrado en crisis, toda vez que
mantiene inquebrantable su aparato militar y preserva inalterada su capacidad
para someter a la mayoría de la población, sujetándola a la fuerza aplastante de
su productividad. En otras palabras, este poder global permanece, manteniendo al
mundo en valores e inspiraciones que son propios a su existencia misma.
Debe decirse sin embargo, que esta hegemonía cultural fundante, reconoce su
propia conflictividad, pues es un dato de la realidad, que en todas partes del
mundo, hombres y mujeres resisten esa dominación de las más variadas formas. No
obstante, ninguna de estas fuerzas -a las que por convención pueden agrupárselas
en el llamado progresismo- no establecen, frente a tal situación hegemónica, una
construcción que implique su alternancia, pues, todas y cada una de las
modalidades de lucha asumidas en esas acciones de disputa, se ubican dentro de
los márgenes de la sociedad establecida. Se direccionan como variantes y
dimensiones muy diferentes dentro de los límites de la estructura social
capitalista y del poder de contención que es propio de esta, a la que se busca
reformular pero no superar.
En esta perspectiva histórica y volviendo a la pregunta inicial, parece
justificado en términos ideológicos y de acción política, desarrollar
actividades intelectuales y prácticas que señalen posibilidad y necesidad de
ruptura con todo lo que es y significa el pasado y presente social.
Es en esa coyuntura de crisis objetiva en el desarrollo de las fuerzas
productivas, en la que se evidencian fisuras en los marcos normativos e
institucionales del sistema global capitalista, donde se habilita la posibilidad
del surgimiento de expresiones organizativas en el terreno político que tengan
la virtualidad de impugnar ese orden de explotación y dominación social,
enlazando su accionar con los reclamos más elementales de los sectores
castigados.
Es un acto de libertad y necesidad, devolver a la consideración general de los
trabajadores la idea imperiosa de un cambio revolucionario que rompa con los
parámetros culturales liquidadores de toda dignidad humana propios del la
sociedad capitalista y su correlato político la 'democracia formal',
consolidando un cambio que subordine el desarrollo de las fuerzas productivas y
la elevación del nivel de vida, a la creación contemporánea de una nueva
solidaridad entre los hombres, fundada en la abolición de la explotación.
Hay un solo deber en ese proceso histórico: encontrar y estar en esa totalidad
orgánica que es la revolución, modificando la realidad, de manera tal que esta
sea fundante de una nueva humanidad, aceptando el paradigma del ' todos son lo
que yo'
Lo que está en juego es nuestra propia vida y las posibilidades de sobrevivencía
de las condiciones ecológicas del planeta, dos factores que hoy no son otra cosa
que juguetes en manos de los políticos gerenciadores de la burguesía dominante.
Hay que arrancar nuestra existencia de esas manos. Esa meta es hoy todavía
posible. Para llegar a ese fin, la lucha es ineludible y no admite contención en
las normas y reglas de la 'democracia formal parlamentaria y la república', en
la que por mandato constitucional el pueblo no delibera ni gobierna sino a
través de representantes.
No podemos constituirnos en seres libres en el marco de la sociedad establecida,
aún cuando esta refine y racionalice sus métodos. Su estructura clasista y los
perfeccionados controles que se necesitan para mantenerla, generan necesidades,
satisfacciones y valores que perpetúan la servidumbre de la actual existencia
humana.
En este plano, la herramienta es el partido político de la clase obrera. No cabe
otra forma de organización para los trabajadores y demás sectores oprimidos. Es
ese, el espacio donde necesariamente, ha de construirse, y organizarse ese
proceso de ruptura.
La vida social actual produce y expone sin reparo alguno, una sofocante cantidad
de mercancías, mientras priva a sus víctimas de lo necesario para vivir. Exhibe
la hipocresía en la palabra, los actos y las sonrisas de sus hombres políticos,
sus divas televisivas y la 'sabiduría' de sus intelectuales' que contribuyen a
sostener la extensión y vigencia del fetiche y con ello la perpetuación y
prolongación de los controles sociales sobre el comportamiento de quienes somos
explotados. La destrucción de este arbitrario orden de cosa, no puede ser sino
el resultado de la labor consciente de los trabajadores organizados en su propio
partido, con los métodos que impongan las peculiares secuencias de esa lucha de
clases.