Argentina: La lucha continúa
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¿Existe una minería posible?
Javier Rodríguez Pardo
Argenpress
La existencia de recursos minerales con un cierto grado de concentración natural
en el planeta ha sufrido una disminución cuantitativa y cualitativa de inmensa
magnitud. En el año 1900, Estados Unidos extraía minerales de cobre con una ley
promedio del 5%, que en la actualidad es inferior al 0,4%; diferencia abismal
que indica la escasez del 'recurso'. Este ejemplo se repite en casi todas las
geografías y tipos de minerales.
Los minerales remanentes se encuentran en estado de diseminación en la
naturaleza y en partículas ínfimas dispersas en las rocas montañosas, razón p or
la cual es imposible extraerlos por los métodos y tecnologías de la minería
tradicional. En su reemplazo, la industria minera ideó un método extractivo
acorde a las nuevas condiciones: detecta por satélite aquellos sitios o
yacimientos donde existe mayor concentración relativa de minerales, generalmente
polimetálicos y diseminados en extensiones kilométricas. Para apropiarse de los
minerales y concentrarlos, la minera debe primero producir la voladura de
extraordinarias cantidades de suelo, montañas enteras que son convertidas
primero en rocas y luego trituradas hasta alcanzar medidas ínfimas, para
posteriormente aplicársele una sopa de sustancias químicas licuadas con
gigantescas cantidades de agua, que logran separar y capturar los metales del
resto de la roca. Las sustancias químicas empleadas son cianuro, mercurio, ácido
sulfúrico y otras sustancias tóxicas, acumulativas y persistentes, de alto
impacto en la salud de las personas y el medio ambiente. La remoción de montañas
enteras genera a su vez la movilización de otras tantas sustancias que entran en
contacto con el aire, provocando nubes de polvo que viajan a distancias
kilométricas. De esta manera, la combinación de las industrias minera y química
posibilitan que la extracción de minerales de baja ley signifique un buen
negocio. En el camino aparecen todos los metales pesados propios de la actividad
que se realiza, tales como plomo, mercurio, zinc, cadmio, cobre, uranio, entre
muchos otros; además de metaloides, como el arsénico, que se movilizan por la
acción de soluciones de cianuro y de ácidos como el sulfúrico y el nítrico.
Las empresas transnacionales que se dedican a la extracción -beneficiadas con
leyes que las excluyen del rigor impositivo vigente- también exigen a los
gobiernos la provisión de energía subsidiada, porque cuanto más baja es la ley
de los minerales, mayor es el consumo y el costo de la energía. Si las empresas
pagaran por todos los insumos realmente empleados, costaría más la extracción de
los minerales que su valor en el mercado.
Minera La Alumbrera, paisaje de Catamarca sin un solo color de verde;ni un
pueblito aquí, ni otro más allá...
Agua y energía
Existen dos insumos imprescindibles para este sistema de extracción a cielo
abierto: la energía y el agua. Cualquier emprendimiento estándar debe utilizar
un metro cúbico de agua por segundo, noche y día, durante décadas, desde el
inicio hasta el cierre del complejo minero. Mezclada con la sopa química y
aplicada a la roca triturada, produce montañas de estériles contaminados que
emanan tóxicos hacia las aguas superficiales y subterráneas a veces muchos años
después de cerrada la mina. El siguiente ejemplo es categórico: un anillo de oro
produce 20 toneladas de escombros.
Hasta ahora, el 80% de los cateos, prospecciones y explotaciones mineras se
llevan a cabo en la Cordillera de los Andes, precordillera y estribaciones. Esta
geografía es la fábrica del agua, el hábitat de los ecosistemas que permiten la
actividad y la vida aguas abajo, en las grandes cuencas del Pacífico y del
Atlántico, con vegas y humedales a 4000 y 5000 metros de altura. Una cordillera
con glaciares seculares, mayormente de roca, permafrost, e innumerables cuerpos
de hielo. La fragilidad de la cordillera se halla a la vista: respira, se agita;
miles de sismos diarios conmueven su geografía, algunos imperceptibles. No hay
minero ni geólogo consciente que no se llame a silencio cuando se mencionan
estas circunstancias; y admiten que la minería en las altas cumbres no se debe
practicar: el agua vale más que el oro. Actividades productivas como la
vitivinicultura, frutales, olivares, cebollas y ajos, frutas finas, y servicios
de gran importancia como el turismo, se ven amenazados tanto como la salud de
los habitantes y la subsistencia de las pequeñas economías familiares y
comunidades ancestrales. La minería a cielo abierto va secando las fuentes de
vida de poblaciones enteras.
En cuanto a la energía, pocos ejemplos alcanzan para ilustrar el faraónico
impacto de estos emprendimientos en el sistema energético nacional: el complejo
minero de Veladero-Penélope y Pascua Lama, de la multinacional Barrick Gold,
para la obtención de oro, plata, cobre, mercurio y molibdeno, entre otros
minerales, requiere íntegramente la energía que suministra la central núcleo
eléctrica de Atucha (más de 300 MW de potencia instalada). Por su parte, el
emprendimiento minero Bajo La Alumbrera representa el 86% del consumo de los
grandes usuarios mayoristas de energía de la Provincia de Catamarca (fuente:
Mercado Eléctrico Mayorista). Hidroeléctrica el Chocón S.A. le provee
directamente la energía; en el año 2003, le vendió 482 GWh (fuente: Informe
Endesa, 2004).
Para regar kilométricas extensiones de lixiviado, el agua se moviliza con tanta
energ ía como los mineroductos. Mediante un fideicomiso se logró la financiación
del tendido de una línea eléctrica de 500 kilovoltios -conocida como 'línea en
500 Kv'- que une la Provincia de Mendoza con la de Tucumán. En el trayecto salen
extensiones directamente a los enclaves mineros de Veladero, Pascua Lama, Pachón
y Casposo en San Juan; y Bajo La Alumbrera y Agua Rica en Catamarca, por citar
algunos ejemplos. En la Provincia de San Juan, los pobladores pagan en la boleta
del servicio eléctrico el 50% del valor de la instalación de la línea de energía
minera, mientras que el otro 50% es afrontado por el resto de los habitantes del
país. Este subsidio para la industria de la minería no es más que una exigencia
de las transnacionales para radicarse e 'invertir en la explotación minera'
debido a que necesitan contar con energía en yacimientos remotos.
Estos son sólo algunos de los impactos y consecuencias. No queremos parecer
apocalípticos ni cansar al lector con informaciones que hoy en día han ganado la
agenda pública y que seguramente se incrementarán, aún cuando se pongan en
circulación millonarias campañas que procuren comprar el ocultamiento y el favor
clientelar de sectores desinformados o desesperados, al tiempo de desprestigiar
a las voces ciudadanas y críticas. Pero las comunidades afectadas en su salud,
su vida, su cultura y sus actividades e intereses productivos, se vienen
movilizando de una manera creciente, de norte a sur de nuestro país y en los
países vecinos.
Entonces, cómo, dónde y cuándo Mientras prevalezca el sentido común, la
conclusión es contundente acerca de dónde no debe practicarse esta minería.
Faltan las otras: ¿debemos, podemos? Si se trata del metal oro parece razonable
la prescindencia. El 85% termina en los escaparates de las joyerías. Sólo el 3%
se utiliza en la industria y el resto concluye en las bóvedas de los bancos. La
improductividad social de este metal queda manifiesta, sobre todo si para
obtenerlo es preciso destruir los ecosistemas.
Las llamadas 'tierras raras' son demandadas por los países centrales para
desarrollar tecnologías de punta en torno de los superconductores y acumuladores
de energía. Su valor supera los 10.000 dólares la tonelada. Con ese fin, estos
minerales son llevados gratuitamente, acompañando al concentrado de cobre y a
otras explotaciones, porque 'no existe aquí capacidad ni tecnología para la
investigación', muletilla frecuente de los funcionarios del área. Ocurre igual
con el renio y el molibdeno. El primero abunda en el suelo argentino, en el
orden de 10 a 20 partes por millón y es muy requerido, sobre todo, porque en
Estados Unidos está prácticamente agotado. El molibdeno, que se halla adosado al
uranio o al cobre, vale entre 6 y 10 veces más que el metal motivo de la
extracción y no se paga por él.
Posiblemente con otra legislación, en o tra escala y con un método extractivo -aún
por descubrir- ecológicamente apto para obtener minerales de ley cada vez más
baja, será posible una minería sustentable, que no deje como saldo un país
depredado. Generar un desarrollo sostenible en cualquier país latinoamericano
con la lógica que actualmente aplican las transnacionales es tan ilógico como
utópico. Lo único que se logra es arrasar comunidades, privándolas de la
posibilidad de generar un desarrollo local. En este contexto, la respuesta
investigada, medida y reflexiva, es tajante: es posible otra minería pero sin la
rentabilidad exigida por las transnacionales.
El concepto de desarrollo sostenible, en cambio, requiere pensar en el futuro,
para lo cual es imprescindible estudiar las necesidades y demandas del presente,
las capacidades existentes y planificar una estrategia para satisfacerlas sin
perjudicar el ecosistema. En esta línea de pensamiento, la práctica de la
minería a escala de un país que utiliza los bienes comunes para su desarrollo
recorre otro camino. Del análisis surgirán algunas preguntas: ¿qué minerales
metalíferos se necesitan? ¿En qué cantidad? ¿De dónde y cómo se extraen?
Cuestionario inevitable que apunta a cualquier desarrollo sostenible y que al
mismo tiempo se acerca a la respuesta para alcanzar una minería posible.