Argentina: La lucha continúa
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Carlitos de Anillaco: El Traidor a la Patria seguirá impune.
Alberto Jorge Lapolla
Día de la Patria, del 9 de julio de 2007
No olvidar al traidor
En los primeros de diciembre de 2005, un grupo de ciudadanos integrado entre otros, por quien esto escribe, más las compañeras y compañeros Bernardo Alberte, Carlos Aznares, Cnel. Horacio Ballester, Laura Beatriz Bonaparte, Monona Casanello, Cnel. Jaime Juan Cesio, Nora de Cortiñas, Carlos Del Frade, Luis Donikián, Graciela Dragosky, Ruben Dri, Ester El Kadri, Luis Farinello, Floreal A. Ferrara, Luis Ferrarese, Norberto Galasso, Ricardo R. Gil Soria, Carlos Juliá, Ana T. Lorenzo, Mirta Mántaras, Mario F. Mazzitelli, Carlos Mujica, Eladio Tate Martínez, Ricardo Molinas, David J. Ramos, Dante Rubio, Elisa Rando, Fernando Pino Solanas, Isabel Zanutig, Adriana Zerdín y Vicente Zito Lema, con el patrocinio del Dr. Julio C. González, presentamos ante la Procuración General de la Nación, Presidida por el Dr., Esteban Righi, una denuncia penal por el delito de Traición a la Patria contra el ex Presidente Carlos S. de Anillaco, actualmente refugiado en el Senado Nacional y con deseos de presentar una vez más su candidatura a la Presidencia de la nación. Centrábamos nuestra denuncia en el papel realmente nefasto, destructivo, de entrega y liquidación del patrimonio nacional, ejecutado por el señor de Anillaco durante sus aciagos diez años de gobierno. Decenio en que legitimó lo que la dictadura había realizado, completando aquello que los genocidas no pudieron concluir dado el fracaso de su aventura malvinense. Fue otro traidor a la Patria el Dr. José Alfredo Martínez de Hoz, quien dejó claro el rol jugado por el riojano: ‘El Dr. Carlos Men... completó la obra que yo no pude acabar,’(1) expresó en pleno apogeo del menemato el genocida de saco y corbata. Describir nuevamente la obra liquidacionista de la nación construida por el general Perón y el pueblo argentino, llevada adelante por el riojano, entristece el alma, pero tenemos la obligación de recordarla en aras de la memoria histórica, y de la fundamentación de su papel como el mayor Traidor a la Patria que haya pisado suelo argentino. Es más necesario, recordar su obra en estos momentos, en que de la mano de Mauricio Macri, las políticas de entrega y devastación aplicadas por el neoliberalismo durante la dictadura y los noventa, intentan levantar cabeza, luego de haber sido echadas de la escena nacional por la rebelión popular de diciembre de 2001. Retornan ahora, escondidas detrás de un discurso vacuo y apolítico, buscando –y logrando- engañar a sectores populares, junto a una señora que luce demagógicamente sus lesiones, pero que se reúne casi diariamente con el jefe de la restauración conservadora, el antiguo militante de Guardia de Hierro, Monseñor Bergoglio, para alentar la desestabilización del gobierno. Discurso intencionalmente aséptico que encierra sin embargo el deseo del retorno a la peor política de los noventa, ahora con una fuerte dosis de represión al campo popular, dado que don Mauricio quiere echar a la gente de la calle, para ‘poner orden en Buenos Aires,’ como reclama desde Clarín Eduardo Van Der Koy. Monseñor Bergoglio –tal como sus compañeros eclesiásticos de 1954-1955- encabeza la cruzada contra el gobierno de Kirchner, aglutinando a su alrededor a todo el poder político y económico neocolonial. Su alianza abarca figuras tan diversas como la doctora Carrió (de habitual diálogo con el más allá), el ex senador Duhalde (de fuerte impronta católica-colombiana), Carlitos de Anillaco, su hermano Eduardo, López Muphy, Mauricio, Micchetti, Puerta (compañero de estudios de Muarizio en la Universidad Católica, famoso por decir que ‘no había problema que en Misiones los niños pobres anduvieran descalzos, ya que allí hacía calor’), también el laico Lavagna, el súper laico Alfonsín (molesto porque Kirchner se atrevió a seguir más allá de su claudicación de las ‘Felices Pascuas’, anulando indultos, obediencias debidas, puntos finales y metiendo a los genocidas en la cárcel), el licenciado Telermann, el Ingeniero Blumberg, el grupo Clarín y la Nación, más todas sus ramificaciones. Es decir el Pacto de Olivos, más la derecha recalcitrante a secas.
La Patria entregada y traicionada hasta el hartazgo
En una nación que supo acunar héroes gigantescos y memorables tales como San
Martín, Castelli, Belgrano, Moreno, Monteagudo, Güemes, Artigas y Dorrego por
nombrar sólo a algunos, pero que también supo producir traidores y villanos
insuperables, tales como Rivadavia, Carlos de Alvear, M. J. García, B. Mitre,
Julio y Julito Roca, Uriburu, Federico Pinedo (nombre y apellido que han
retornado a la política nacional de la mano de Maurizio), Duhau, Rojas,
Aramburu, Cavallo, el nombrado José Alfredo, Machinea, Klein, Don Álvaro, su
hijita Mary Yuli Als(z)ogaray y demás demiurgos del coloniaje entre
muchos otros. Sin embargo nadie se compara al nivel de traición y devastación
nacional producido por el hombrecito de Anillaco. Baste una sola cifra para
graficar su daño aun irreparable. Cuando el riojano decidió firmar los acuerdos
de Madrid con su majestad Británica para abrir el camino de la entrega, allí por
1989-1990, la reina, doña Isabel II, envió a Buenos Aires a Lord Montgomery (el
hijo del mariscal) para evaluar a cuanto ascendían los bienes en manos del
Estado argentino a subastar. Montgomery fijó el valor de las empresas del Estado
Nacional en 1.000.000.000.000 (Un billón: un millón de millones) de dólares de
ese entonces (1990). Carlitos de Anillaco entregó las empresas del Estado
argentino, del pueblo argentino, empresas construidas por el trabajo y ahorro de
varias generaciones de compatriotas, en la irrisoria suma de 25.000 millones de
dólares. (8) Es decir por el 2.5 % de su valor. ¿Ingenuidad? ¿Estupidez? ¿Mala
información? ¿Apriete imperial? No, nada más que infame traición y
enriquecimiento ilícito, a costa del hambre y la miseria de millones y la
destrucción de la soberanía nacional. ¿Por qué decimos esto? En medio de la
crisis argentina de 2002, el premio Nóbel de Economía y ex vicepresidente del
Banco Mundial durante el período de las privatizaciones, luego devenido en
ferviente opositor a las mismas, Joseph Stiglitz, fue claro: ‘En lugar de
oponerse a la venta de industrias estatales, los líderes nacionales –usando como
excusa "las exigencias del FMI"- liquidaban alegremente sus empresas de
electricidad y de agua. Y podías ver cómo se les abrían los ojos ante la
posibilidad de una "comisión" del 10% pagadera en cuentas Suizas, por el simple
hecho de haber bajado unos cuantos miles de millones del precio de venta de los
bienes nacionales’.(2) Haga sus cuentas el ciudadano lector: 10% de la
diferencia entre 1 billón y 25.000 millones de dólares; es decir, una cifra
altamente escandalosa, recibida por el riojano y sus cómplices para entregar y
mancillar la nación, y hambrear y matar de hambre al pueblo.
Sin embargo, hay otras cifras y datos aun más escalofriantes, que enmarcan la
depredación producida por el menemato. Durante su aciago gobierno –política
extendida hasta diciembre de 2001- murieron por causas vinculadas al hambre 100
argentinos por día –55 niños, 15 ancianos y 35 adultos- lo cual produjo en diez
años, un genocidio social de aproximadamente 450.000 personas. A partir de marzo
de 1976 (en realidad ya desde el Rodrigazo, en junio de 1975) el poder económico
oligárquico-imperialista aplicó en Argentina una política de
desindustrialización a rajatabla para destruir a la clase obrera industrial –y a
la Argentina industrial- que entre 1945 y 1975 había derrumbado todos los planes
de restauración oligárquica. Dicha política se mantuvo inflexible en el largo
ciclo desindustrializador y de retorno al modelo colonial agroexportador,
comprendido entre 1976 y diciembre de 2001, siendo aplastada por una nueva
rebelión del pueblo argentino. En ese período se destruyeron 180.000 empresas
industriales grandes, medianas y pequeñas (la cifra es mayor aun pues no incluye
lo cerrado en el gobierno de De La Rúa), de las cuales 20.000 se cerraron
durante la dictadura genocida, 50.000 cesaron durante el gobierno de Alfonsín y
110.000 se liquidaron durante el menemato.(6) Tal es así, que en diciembre de
2001, de la vieja clase obrera industrial -y heroica-, que había soportado sobre
sus hombros la defensa de la soberanía nacional y de su patrimonio, sólo
restaban menos de un millón de trabajadores, siendo que el número de sus
desocupados trepaba a casi seis millones. Entre 1945 y 1975 dicha cifra ascendía
a 6.000.000. Estas cifras se complementan con la disminución de la participación
del ingreso de los trabajadores en la renta nacional. En 1955 cuando el
derrocamiento de Perón, la clase obrera recibía el 54% de la RN. Dicha cifra
bajó hasta el 38% al final de la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse en
1973. En 1974, en apenas un año de gobierno de Perón-Gelbard, los trabajadores
reciben el 48%, de la RN. Luego la dictadura devastará a los asalariados
reduciendo su participación en la RN al 34%, ya en 1978, es decir en menos de
dos años. Sin embargo cuando el marido de la Chechu Bollocco entregue el
gobierno a Don Fernando, esa cifra habrá descendido al 20%, valor inferior a la
recibida por los trabajadores durante la Década Infame. Todo un mérito para un
gobernante que lo hacía a nombre del Peronismo. Dicho porcentaje seguirá cayendo
hasta que, en diciembre de 2001, cuando Don Fernando deba huir precipitadamente
de Balcarce 24, la participación de los trabajadores llegaría a sólo el 18% de
la RN. Pero la destrucción nacional no acababa allí, entre 1970 y 2002
desaparecieron alrededor de 350.000 productores agropecuarios pequeños y
medianos. Es decir, en ese ciclo de restauración oligárquica, los viejos dueños
de la tierra –y de la nación- recuperaron las tierras que el gobierno de Perón,
les había obligado a vender a bajos precios a los chacareros durante sus diez
años de gobierno. Ello ocurrió mediante una astuta política de congelamiento de
arriendos, que obligó a bajar los precios de la tierra y mediante planes de
colonización. Sin embargo de esos 350.000 chacareros desaparecidos, casi 180.000
lo fueron durante los diez años de gobierno del infame riojano, gracias a la
sojización.(7) Así lo había prometido su secretario de agricultura el Ing.
Ingaramo: ‘para que el campo argentino sea eficiente, deberán desaparecer
200.000 productores’ señaló alegremente el colaborador de Carlitos y de
Cavallo, política que llevó adelante sin miramientos. Cumplían así, con lo
anunciado en abril de 1976, por el genocida Albano Harguindeguy: ‘el objetivo
del proceso de Reorganización nacional es devolver el país, al 3 de junio de
1943.’(3) Es decir, devolver la nación al estado colonial del modelo
agroexportador de la Década Infame, a la cual el golpe
nacionalista-industrialista de 1943, había puesto fin. Harguindeguy y sus
cómplices casi lo logran, pero Malvinas y la recuperación de la lucha de los
trabajadores argentinos, se lo impidieron. Sin embargo luego de la Traición
menemista, el genocida de saco y corbata Álvaro Als(z)ogaray pudo exclamar en
2004, cuando su onomástico marcó 90 años: ‘He cumplido mi misión. Hemos devuelto
el país al 3 de junio de 1943.’(4) Está claro que cuando el, papá de Mary Yuli
decía ‘hemos’ se refería a la ayuda prestada para cumplir dichos planes por el
traidor de Anillaco que transfugó el Peronismo desde el nacionalismo económico y
el capitalismo popular, hacia el neoliberalismo fondo-monetarista más
entreguista que conociera la nación, y sin cuyo concurso el Chancho,
Grondona, Neusdadt, Martínez de Hoz y Cavallo no hubieran podido completar la
labor de demolición de la Argentina Peronista interrumpida en diciembre de 1983.
Más devastación
Pero la descripción de la obra producida por Carlitos, no se resume
en las catastróficas cifras expuestas. Cabe agregar algunas más. La Argentina
poseía la mayor red ferroviaria de América latina, la cual pese a sus
deformaciones, era una herramienta vital de la estructuración estratégica
nacional e interprovincial, especialmente imprescindible para nuestro pueblo más
pobre, que disfrutaba del ferrocarril recuperado por el Peronismo, pudiendo
viajar seguro y barato por toda la geografía nacional. Lo era además para la
estructura industrial y el escaso poblamiento de la nación. En su apogeo hasta
1955, el FFCC., llegó a poseer más de 60.000 km de vías. Cuando Carlitos
decidió destruirlo y privatizarlo, aun teníamos 45.000 km., de vías en pleno
funcionamiento, que daban trabajo directo a casi 120.000 trabajadores. Hoy el
FFCC es inexistente (sólo el 2% de la energía consumida por el transporte
nacional corresponde al ferroviario), a excepción del urbano y con fuertes
limitaciones horarias –no funciona de noche, el estatal si lo hacía- de
frecuencias y con un pésimo servicio, altamente inferior al prestado durante
décadas por la empresa del Estado. Luego de la liquidación menemista, hoy sólo
restan menos de 6.000 km de vías y algo más de 8.000 trabajadores activos. Sin
embargo pese a tamaña reducción Carlitos entregó subsidios anuales a las
empresas concesionarias, que sumaban los mismos 300 millones de pesos-dólares
que, decía la oligarquía, ‘perdía’ el FFCC público. Claro era ‘pérdida’ cuando
el FFCCC, era de la nación y servía a sus intereses y al pueblo. Pasó a ser
‘inversión’ cuando ese dinero pasó a engrosar los bolsillos, de los Roggio, los
Macri, los Fortabat, los Techint, TBA, Metropolitano, Metrovías y demás
depredadores del sistema ferroviario. Hoy mismo, en una de sus peores medidas,
el gobierno de Kirchner sigue pagándoles cifras millonarias los concesionarios
privados en premio por malprestar un pésimo servicio, en lugar de destinar esas
fabulosas sumas de subsidios, a reconstruir el ferrocarril en manos del Estado
nacional. La destrucción del FFCC argentino ha sido la única en el mundo,
programada por Gran Bretaña ya en 1955, mediante el Plan Larking, que no se
realizó por la oposición del Ejército, ya que la Marina comandada por el
almirante Rojas, quería ponerlo en práctica para desarticular a los trabajadores
y a la estructura industrial de la nación. Ningún otro país de la tierra, que no
haya sido devastado por tropas extranjeras o por alguna catástrofe natural, ha
destruido sus FFCC. Por el contrario en el mundo entero, en un mundo con crisis
energética global, los FFCC., son revalorados y extendidos por su eficiente uso
de la energía en relación con todos los demás sistemas de transporte terrestre.
Sin embargo nuestro país durante el gobierno de Carlitos destruyó su red
ferroviaria y entregó las áreas más rentables a empresas privadas. ‘¡Ramal que
para, ramal que cierra!’, exclamaba el Traidor. Señalando además que él
‘modernizaría la Argentina sin anestesia’. Tuvo razón los 450.000 muertos por el
hambre durante su gobierno y los más de veinte millones de excluidos que produjo
su nefasta política, no tuvieron siquiera un calmante para su dolor, ya que, se
ufanaba el traidor: ‘pobres hubo siempre’. Esos millones de trabajadores (junto
a los de YPF, Telefónicos, de SOMISA, de YCF, de Gas del Estado, de Luz y
Fuerza, de Agua y Energía, de la Fábrica Militar de Aviones, de Aerolíneas
Argentinas,. De Obras Sanitarias, de Fabricaciones Militares, de IME, de Altos
Hornos, de la Marina Mercante, de los Astilleros, de los Puertos, de Vialidad
Nacional, etc, etc.) constituían el núcleo central de la clase obrera argentina
(y de la estructura industrial nacional) a la que había que destruir, porque
resultaba indomable. Era la recipientaria de la más rica experiencia e historia
de la clase obrera industrial de la nación. Se buscaba así un múltiple efecto:
demoler a un núcleo estratégico de la clase trabajadora; desarticular
regionalmente al país exacerbando los localismos y desconectando las provincias
entre sí, debilitando estratégicamente a la Argentina frente al poder concreto
de las multinacionales; impedir que los trabajadores y pobres en general
pudieran viajar y comunicarse entre sí, afectando seriamente el grado de
organización social y de cultura moderna de la nación, devolviendo a sectores
enteros de la nación que privados del tren, han quedado aislados del resto del
país como lo estuvieron durante el largo ciclo colonial. Además se buscaba
afectar la estructura industrial de la nación, que el sistema ferroviario
alimentaba y acompañaba.
Más éxitos de Carlitos.
Lo mismo que describimos para el Ferrocarril, se realizó para el petróleo,
el gas (Gas del Estado era la mejor empresa de gas domiciliario del mundo), la
electricidad, el carbón, nuestra Aerolínea de bandera (en 1974 Aerolínea
Argentinas era considerada la mejor compañía aérea del mundo), el agua, nuestros
puertos, nuestros aeropuertos, nuestras rutas, nuestra flota nacional (casi la
razón de ser del nacionalismo económico en la Argentina), nuestros ríos (la
Hidrovía es privada), nuestros silos de embarque y almacenamiento, la Junta
Nacional de Granos, la Junta Nacional de Carnes, las jubilaciones, las represas,
las rutas, las terminales de transporte, y todas las áreas que estaban en manos
del Estado, que sumaban casi los dos tercios de la economía nacional. La
Argentina fue el único país en el mundo que, sin ser invadido militarmente
entregó su petróleo, su gas, su carbón, su energía eléctrica y atómica a países
extranjeros, principalmente a empresas españolas, británicas y chilenas. Cuesta
aceptarlo pero luego de guerrear exitosamente durante 15 años contra España por
toda América y resistir y derrotar tres invasiones inglesas, hoy somos
nuevamente una semicolonia del capital español, británico, norteamericano y
multinacional. La Argentina es el único país en el mundo que entregó sus rutas
construidas por la nación y las provincias a empresas privadas para esquilmar a
la población mediante peajes, que, durante el gobierno del Traidor eran los más
caros del mundo en dólares. Aun hoy son un escándalo que debe ser suprimido.
Cuando el apogeo de las privatizaciones uno de los empleados de la banca
internacional y miembro del elenco privatizador don Juan J. Llach (otro amigo de
Bergoglio), expresó que, ‘había que privatizar, porque la corrupción le costaba
al estado 5.000 millones de dólares por año’. Buen negocio el de Llach-Cavallo:
después de las privatizaciones la renta colonial que las multinacionales saquean
de la nación anualmente, supera holgadamente los 30.000 millones de dólares sólo
en conceptos de ganancias remitidas al exterior, (en cifras en blanco) amén de
los servicios e intereses de la deuda externa y regalías diversas. La deuda
externa fue otra de las infamias del Traidor de Anillaco. Cuando se privatizó la
nación, los demiurgos del coloniaje decían que la misma se hacía ‘para pagar
deuda y tener educación, salud y seguridad’. Había que ‘vender para pagar
deuda’, ya que, según el Traidor a la Patria Roberto Dromi, ‘Argentina está de
rodillas’. Dromi, ministro de Obras Públicas, quien junto al no menos Traidor a
la Patria, Rodolfo Barra (hoy refugiado como profesor titular de Derecho
Constitucional en la Universidad Nacional de la Matanza)(9), diseñaron técnica y
jurídicamente las privatizaciones y la entrega de la nación. Cuando el señor de
Anillaco asumió la Presidencia, la deuda externa orillaba los 65.000 millones
dólares, en 1976 la deuda sólo era de 4.000 millones, en 1983 la dictadura la
había elevado a alrededor de 45.000 millones. Cuando Carlitos se retire,
ya en 1999, después de haber vendido todo lo imaginable y haber
desindustrialziado la nación, la deuda externa trepaba a 185.000 millones de
dólares, es decir, se habían vendido los bienes principales y estratégicos de la
nación y la deuda externa había crecido más de un 300%. ¿Si esta política no se
llama Traición a la Patria, cómo se llama?
Jueces y Fiscales
Pues bien, pese a todas estas devastaciones y todas las que falta enumerar
-ya que el listado es incompleto en honor a la extensión del relato-, cometidas
por el marido de la Chechu Bolloco, el fiscal a cargo de sustanciar la
denuncia por Traición a la Patria el Dr. Eduardo R. Taiano, concluyó en ‘la
inexistencia de delito’,(5) dado que el pueblo lo había vuelto a elegir
Presidente en 1995, después que las privatizaciones ya se habían realizado y que
por lo tanto dicha elección legitimaba de alguna manera, lo realizado por el
pequeño riojano. Acordando con el fiscal, el Juez Federal Octavio Aráoz de la
Madrid, concluyó que los actos de gobierno no son judiciables, ya que: ‘El
señalamiento de los fines y de los medios propios del bien común concreto e
histórico corresponde a los gobernantes, que en el sistema de la Constitución,
tienen el respaldo y el impulso que provienen del consenso popular mayoritario;
atribuir esa potestad a los jueces es una antihistórica tentativa de hacer
incrustaciones oligárquicas en la Constitución, es un retroceso al
conservadorismo jurídico y es una perspectiva de impotencia estatal. Además,
trae fatalmente consigo la politización de la justicia, que es gravísima para
todos, pero especialmente para la propia justicia, puesto que de ese modo pierde
en autoridad.’(5) Por lo tanto resuelve ‘desestimar la presente denuncia por
inexistencia de delito conforme a lo normado en el art. 180, último párrafo del
código procesal Penal de la nación.’(5) Finalmente decidió que la causa se
archivase en forma inmediata. En síntesis, Carlitos de Anillaco pudo
hacer lo que hizo y la justicia no puede o no quiere opinar, ya que si lo
hiciera la misma perdería autoridad, y que ‘los jueces pueden formular juicios
de validez constitucional, pero no juicios de acierto, oportunidad o
conveniencia’.(5) Es decir que Carlitos no había cometido delito alguno,
ya que se trataba de políticas de gobierno sujetas a la opinión de la ciudadanía
y exentas del ojo de la justicia. Sin embargo, los resultados de la política
seguida por el riojano, aun humillan a la nación y a nuestro pueblo, habiéndonos
devuelto al estado colonial y al modelo agroexportador a través de la sojización,
tal como quería gran Bretaña y como Henry Kissinger recomendara a la Junta
genocida en abril de 1976. Por su accionar la nación retrocedió casi un siglo en
su historia y la ‘tasa de dolor’ (‘pain rate’, Banco Mundial
dixit) padecida por nuestro pueblo ha sido atroz. Sabemos que la marcha del
pueblo es sin apuro y a saltos, y no dudamos que el riojano será recordado como
lo que es: el más grande de todos los Traidores a la patria que pisaran suelo
argentino, por lo menos hasta hoy. El pueblo lo sabe y lo sabrá cada vez más.
También sabemos que alguna vez habrá jueces en la Argentina que se atrevan a
llamar a las cosas por su nombre y figuren en la historia.
1.- Clarín agosto-1995
2.- Joseph Stiglitz, en El Observador de Londres. 10-10-2001
3.- La Nación abril –1976
4.- Clarín, noviembre de 2004
5.- Dictamen del Juez Federal Octavio Aráoz de Lamadrid, del 24 de abril de
2006.
6.- Cifras aportadas por el Dr. Julio C. González, I Congreso de Economía
Política, Paraná Agosto 2006
7.- Ver Sojización y Latifundio, Sojización y Dependencia, Alberto J.
Lapolla, rebelión.org, ecoportal, etc.
8.- Se dice que hubo otros 25.000 millones en negro, provenientes del
narcotráfico y del tráfico de armas, y que ese dinero ingresó directamente a los
bolsillos de los privatziadotres.
9.- También se halla refugiado en la Matanza otro protegido de Carlitos,
el inefable Dr. Cúneo Libarona, profesor titular de Derecho Penal de la UNLM.
¡Sé un mejor besador!