Argentina: La lucha continúa
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Violencia de género en la clase alta
Detrás de las paredes
Luciana Rosende
Argenpress
Cuando faltan horas para conocer el veredicto en el caso del feminicidio de
María Marta García Belsunce y mientras se sigue instruyendo la causa de la
muerte de Nora Dalmasso, el tema parece no desaparecer de los medios. La
violencia doméstica en la clase alta, la vida en los barrios privados, lo que no
se dice en el caso de María Marta García Belsunce y lo que sí se dice en el de
Nora Dalmasso, son los principales disparadores para nuevos interrogantes acerca
de la violencia de género.
Estadística uno: en la Argentina hay más de 600 barrios cerrados. Ocupan
alrededor de 350 kilómetros cuadrados. Y están habitados por alrededor de 300
mil personas. Estos son los datos con los que se encontró la periodista Patricia
Rojas al investigar el universo de los countries. Y los convirtió en libro:
Mundo Privado.
Estadística dos: En la provincia de Buenos Aires se registraron, entre 1997 y
2003, 1.284 asesinatos de mujeres. Casi el 70 por ciento de los crímenes fueron
cometidos por conocidos de las víctimas. La mitad, con armas de fuego. Esta
información forma parte de Feminicidios e Impunidad, editado por el Centro de
Encuentros Cultura y Mujer.
Hay un nombre que se convierte en número en ambas estadísticas: María Marta
García Belsunce. Fue una dama del Country Club Carmel, un lujoso barrio cerrado
de Pilar. Y fue asesinada en su propia casa, de cinco balazos en la cabeza.
Ocurrió el domingo 27 de octubre de 2002. Cuatro años antes del crimen de Nora
Dalmasso. Que también fue un domingo (el 26 de noviembre de 2006). En un lujoso
barrio privado (Villa Golf, en Río Cuarto). Y en su propia casa.
Por estos días, estos casos aparecen incansablemente en los programas de
televisión y ocupan las páginas de los diarios. Se habla de pitutos y
sospechosos. De escenarios del crimen. De perejiles y cómplices. De lo que no se
habla tanto es de lo que dio inicio a ambas historias: del asesinato de dos
mujeres en sus casas. De dos feminicidios.
'Creo que es un término al que los medios no accedieron. Fue utilizado en lo que
comúnmente se llama la academia, y el movimiento feminista lo toma políticamente
recién a partir de los asesinatos de Ciudad Juárez', analiza la periodista
Gabriela Barcaglioni, quien investigó el tratamiento de los crímenes de mujeres
en los medios de comunicación. 'Hablar de femicidio y no de crímenes pasionales
o homicidios a secas es reparar en el carácter social y cultural de la violencia
contra las mujeres', sentencia.
Vencer el límite
Cuando Barcaglioni escribió el informe 'Feminicidios: cómo los medios construyen
las noticias', Nora Dalmasso todavía no había sido asesinada. No circulaba su
foto bailando sonriente vestida de blanco. Ni se habían publicado las imágenes
de su cadáver ensangrentado. No se hablaba de sus supuestos juegos sexuales. Ni
se discutía si había sido violada o no, más allá de los signos de violencia que
presentara su cuerpo. Nada de eso había pasado hasta entonces. Pero la
periodista ya se preguntaba '¿Es posible pensar que los medios respondiendo al
discurso dominante convierten a la víctima en victimario, justificando así su
propio asesinato? ¿La mujer infiel abandona su lugar de esposa abnegada,
solícita y sumisa y la muerte es el castigo?'. Barcaglioni se fue planteando
estos interrogantes a medida que crecía la lista que había empezado a
confeccionar: nombres de mujeres asesinadas, que aparecían en los diarios
mencionadas al pasar. Crímenes cometidos por amantes, novios, maridos o ex.
Crímenes cometidos en el ámbito doméstico. Pero tratados como hechos aislados.
Que no trascendían las páginas de la sección de policiales.
La repercusión de los casos Belsunce y Dalmasso parece contradecir la teoría de
la periodista. ¿O acaso estos crímenes de mujeres en sus propios hogares tienen
algo que los diferencia y los convierte en sucesos más revelantes mediáticamente?
'Creo que hay un tratamiento diferenciado de los hechos partiendo de la clase
social a la que pertenecen las víctimas -opina Barcaglioni- En estos dos casos
los medios escarban, hurgan entre amigos/as, amantes, familiares; pero hay más
fabulaciones que declaraciones directas, en general no hablan. En cambio en
otros sectores sociales hay menos resistencia a hablar del hecho: frente a una
cámara o un micrófono aparecen los testimonios'.
Y es que la cuestión de la clase social de los García Belsunce y los Dalmasso
estuvo presente desde el principio. No porque se tuvieran detalles de sus
situaciones económicas. Sino porque se asocia a la vida en los countries con las
familias de clase alta. Aunque las paredes encierren también a familias de clase
media. Si con María Marta de habló de 'el crimen del country', con Nora fue 'el
otro crimen del country'. 'Creo que la circunstancia de que hayan sucedido en
barrios privados, con toda la connotación que ello tiene, también los hace
'interesantes' para los medios -dice la investigadora- Es como vencer el límite
que han puesto esas familias sobre su intimidad'.
¡Fuego!
Y una vez que se vence ese límite, se ve que ahí también pasa. Que la violencia
de género y los crímenes de mujeres en sus propias casas también ocurren en la
high society. Aunque se calle. Aunque ni siquiera se hable de violencia
doméstica en un caso en el cual hay una mujer asesinada en su vivienda, con su
marido como único imputado y una amiga que confiesa en una entrevista -sin
develar su identidad- que más de una vez vio a María Marta llegar a las
reuniones de Missing Children con moretones.
'Creo ver en este punto un prejuicio muy fuerte en quienes relatan y opinan
sobre los hechos -sostiene Barcaglioni- Puntualmente suponen que la violencia
familiar está presente en otras clases sociales y no en la de María Marta García
Belsunce y Nora Dalmasso. La violencia para ellos/as está vinculada a la
pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, de educación; para decirlo
de alguna manera violencia familiar y 'clases bajas' están íntimamente
relacionadas'.
'Carla casi no habló en toda la noche (...) Parecía triste, apagada (...) El
tapaojeras que usaba sobre los pómulos no alcanzaba a disimular del todo la
carne morada'. Carla es un personaje ficticio, que vive en un country ficticio y
es golpeada por un marido ficticio. Todo sucede en la novela Las viudas de los
jueves, de Claudia Piñeiro. Pero hay muchas Carlas en la vida real.
'La violencia atraviesa todas las clases sociales. Lo que tiene de diferente son
las posibilidades de las mujeres de poder salir. Hay mujeres que en una
situación de extrema pobreza no tienen posibilidad de salir, aún siendo
conscientes de la violencia. En sectores con más posibilidades cuentan con un
abogado o un lugar donde ir a vivir', distingue Marcela Rodríguez, directora del
grupo Justicia y Género del Centro Interdisciplinario para el Estudio de
Políticas Públicas y diputada nacional. Claro que acceder a los recursos
disponibles para salir de la violencia implica reconocer que existe. Y ése es el
principal problema.
'La violencia de género históricamente ha sido invisibilizada', comenta
Rodríguez. Pero hay contextos donde más allá del ocultamiento el conflicto se
hace visible. O audible: 'Me acuerdo de haber estado en algún taller con
sectores populares donde me contaban que gritaban ¡fuego! para que todos
escucharan, porque si se quema una casilla se queman todas. En la villa es más
fácil darse cuenta por la cercanía. En los countries las casas están más
aisladas'.
Ojos bien cerrados
Nadie vio nada. En uno y en otro caso: nadie vio nada. Ni escuchó. Como si se
tratara de dos hechos misteriosos. O como si se hubieran producido en un ámbito
demasiado hermético como para que se conozcan los detalles. Detrás de las
paredes de barrios privados. Detrás de las paredes de dos casas de esos barrios
privados. 'El Estado no entra. El caso Belsunce lo muestra en el grado máximo.
Hay pruebas de que se intentó que no entrara la policía', recuerda la periodista
Patricia Rojas. Y cuenta que una de sus entrevistadas le explicó que en general
se trata de que los conflictos los resuelva el comité de disciplina interno.
'En Altos de la Cascada nadie se cuida de que lo vean los vecinos. Los vecinos
están muy lejos. En algún sitio detrás de aquellos árboles'. Son los vecinos de
la novela de Piñeiro los que se esconden detrás de los árboles. Tienen muy claro
qué puede saberse y qué no en su mundo country. Volviendo de la ficción a la
realidad, Rojas explica que 'hay que ocultar mucho para mantener la imagen de
familia perfecta. Si se ha conseguido cierto nivel y eso empieza a caer, es muy
difícil de aceptar'.
'El ocultamiento no es privativo de las familias que viven en los barrios
cerrados -señala la socióloga Ana Wortman- La vida comunitaria , que es a la que
apela el imaginario que sostiene a los barrios cerrados, se funda en la
necesidad de que 'todos somos iguales' y 'pensamos y sentimos lo mismo'. No hay
conflictos. El vivir en un espacio al estilo de los barrios cerrados, apela a la
homogeneidad y al rechazo al conflicto, al otro, a la diferencia; es allí, en la
diferencia, en el afuera y en el otro, donde estarían depositados los
conflictos'.
'Históricamente las clases altas ocultan cuando hay amantes, hijos bastardos,
homosexuales, lesbianas, divorcios, etc. La vida en el country se funda en
valores conservadores ya que rechaza la vida urbana, cosmopolita. No hay lugar
para el descubrimiento, para el paseante, para el experimento', dice Wortman.
Múltiples versiones sobre amantes y juegos sexuales (y también la aparición en
escena de un hijo adolescente sobre el que recaen algunas sospechas y muchos
rumores) hicieron que Nora Dalmasso entrara en esa lista de lo políticamente
incorrecto. 'La imagen que construyen de las mujeres asesinadas siempre se
centra en sus vidas privadas. El caso de Nora Dalmasso es emblemático en este
sentido. Tener un grupo de amigas y divertirse la convertía en sospechosa',
señala la periodista Gabriela Barcaglioni. 'Por eso creo que si se tratara de un
hombre la construcción mediática sería totalmente diferente', concluye. En este
punto coincide la antropóloga Florencia Girola: 'La sexualidad femenina se
demonizó. Hasta apareció el marido diciendo que su mujer estaba enferma. Para la
mujer lo permitido es lo que se da en el seno del matrimonio. Si hubiera sido un
hombre tal vez no se hubiera hurgado tanto en su intimidad'.
Girola está abocada al estudio de la vida en los barrios privados. Allí se
encontró con 'una modalidad residencial que tiende a reforzar la modalidad
tradicional de familia: la mujer está en la esfera doméstica, aunque ampliada al
ámbito del country'. Se topó con un ámbito en el que 'a los que más se recurre
ante una emergencia es a los vigiladores, al personal de seguridad'. Lugares que
'se muestran como soñados, pero últimamente eso se ha resquebrajado'. Y hubo dos
asesinatos de mujeres que ayudaron a pinchar esa burbuja.