Argentina: La lucha continúa
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Entrevista a las piqueteras argentinas Silvia Boo y Neka Jara
"Pensamos que las mujeres debemos recuperar la capacidad de hacer"
Álvaro Hilario
Diagonal
"Pensamos que las mujeres debemos recuperar la capacidad de hacer". Silvia Boo y
Neka Jara son parte del Movimiento de Trabajadores Desempleados (MTD) de Solano
(Quilmes, Buenos Aires). Conversamos sobre la situación de la mujer argentina,
también dentro del MTD. Más de la mitad de la población del conurbano bonaerense
se encuentra en situación de pobreza y en barrios como el que nos encontramos
los niveles llegan al 71%. El capitalismo genera pobreza y, en este contexto,
las mujeres acostumbran a ser las más perjudicadas...
SILVIA BOO: Estaría bueno plantearnos el capitalismo no sólo como una cuestión
de pobreza. El capitalismo construye un tipo determinado de relaciones que,
refiriéndonos a la mujer, no sólo están dentro de las clases pobres, sino que
afecta a las mujeres en todos lados. El tema de la dominación es impuesto por el
capitalismo; desde la pobreza, desde las relaciones de género, en la educación,
en la salud. En este sentido creo que la mujer siempre está más desfavorecida;
tiene menos recursos, ha tenido que reaprender a organizar su vida desde otro
lugar, en un momento en el que no hay código alguno, ni siquiera de
sometimiento. Por ahí, hace 50 o 60 años atrás, había un código de sometimiento,
lo cual daba cierta estabilidad a la vida de la mujer dentro de la familia.
Ahora, no existen esos códigos y debe ocuparse de todo lo anterior (laburo,
pibes...) más todo lo que se le ha venido encima. Esto es lo que nos impone el
sistema: cómo nos destruye, cómo nos obliga a estar estancadas en un mismo
lugar.
El capitalismo funciona gracias a la existencia de diferencias: nacionales,
sociales, de género...
S.B.: Es la jerarquización, en definitiva. Además, es interesante, me parece,
esto del neoliberalismo: por un lado habla de la diversidad y por otro lado, la
discriminación es cada vez más fuerte en relación a la diferencia. Es decir, por
otro lado, homogeneiza como nunca; la diversidad está, ahora, homogeneizada. Es
una cosa loca: tenemos la oportunidad de ser cualquier cosa, pero cualquier cosa
dentro de los marcos establecidos por el sistema, que son necesariamente
opresores y que otra vez vuelven a desconocer la diversidad.
¿La geografía, en vuestra opinión, determina diferentes situaciones para la
mujer?
S.B.: En principio, diría que es lo mismo. Hay diferencias culturales, propias
de las zonas; formas de organización en cada lugar de acuerdo a su cultura. Las
diferencias tienen que ver con quiénes somos y cómo nos organizamos. El sistema
está operando de igual manera en todos los lugares.
NEKA JARA: Después de haber estado con grupos de mujeres en Europa, conocer algo
de la experiencia de Bolivia y Mujeres Creando, comparto lo que dice Silvia. Es
el mismo tipo de dominación: el mismo machismo, la misma jerarquización de los
roles, divisiones del trabajo, para hombres, para mujeres, la poca participación
de las mujeres en cuestiones públicas. Creo que en la Argentina temas como el
machismo y el maltrato están más solapados, más escondidos. Hay un discurso más
‘progresista’; pero la situación de vida, los sentimientos; el maltrato existe.
S.B.: Las zonas urbanas de Argentina están europeizadas, por eso estos temas
aparentan ser menos graves que en el resto de Sudamérica, donde no se esconde la
brutalidad. Tiene que ver con las formas culturales que adoptó Argentina; sucede
lo mismo, pero de otro modo.
Según un informe realizado por el Consejo Nacional de la Mujer, recientemente
dado a conocer, una de cada tres mujeres del Gran Buenos Aires sufre algún tipo
de maltrato por el hecho de ser mujer. ¿Cuáles serían estas violencias?
N.J.: En barrios como el nuestro, hacerse cargo de la casa y de los pibes es un
trabajo exclusivo de las mujeres. El hombre parece tener puertas abiertas para
hacer lo que le plazca, mientras la mujer debe cargar con las cuestiones
cotidianas. Esto es una forma de maltrato. Las adolescentes embarazadas: la
culpa es de la chica y ella debe hacerse cargo o de ser madre o abortar. Y
hablamos de abortos caseros, riesgosos para la vida. Muchas mueren. También está
el tema del peligro en la calle: las niñas están más expuestas que los niños. Es
muy fuerte.
¿Podemos hablar de movimiento feminista en Argentina?
N.J.: El 8 de marzo es un día más. Hay pequeñas experiencias, diversas. Los
grupos feministas suelen encarar la legalización del aborto, la denuncia del
maltrato, la identidad como género. Conocemos otros grupos que se paran desde
otro lugar, como nosotras en el MTD, pensando el tema de la mujer desde un plano
global, político, que asume a toda la mujer, no solo algunos aspectos de la vida
femenina. La mujer en la sociedad, en el mundo, no en relación, no como esta
cuestión de género separándote del resto de lo social. S.B.: Y no como víctima;
no recuperar el tema de la mujer desde la victimización -la mujer víctima del
abuso, víctima del maltrato- sino la mujer como la potencia, todo aquello de lo
que las mujeres somos capaces. Pensamos que hay que recuperar la capacidad de
las mujeres de hacer.
N.J.: En los comienzos del MTD, lo que conversamos, lo que podíamos palpar era
cómo en un momento de crisis muy grande, las mujeres pudieron tomar las riendas
del rumbo de sus hijos, y yo creo que en un primer momento hay un sentimiento de
mucha frustración por parte de los hombres. La mujer se pone de pie, y descubre
que hay caminos posibles para luchar contra todo eso; yo lo siento así.
La mujer en el movimiento de los trabajadores desempleados
N.J.: Lo primero que hicimos fue poner en palabras -y ser conscientes- que la
presencia de la mujer estaba siendo muy fuerte en el movimiento y que,
realmente, estaba dando una forma de organización diferente. Más tarde, en torno
a esto aparecieron varios espacios: el maltrato, la violencia, el abuso, la
prevención de enfermedades y algunas experiencias fuertes vividas en el seno del
MTD. Se organizaron talleres y lo pusimos en discusión. Empezamos a encontrarnos
cotidianamente, a hacernos amigas, a charlar de nuestros propios problemas; la
necesidad de generar un espacio donde encontrarnos.
Después de diez años, creo que este espacio ha sido donde mejor echó a andar el
tema de la horizontalidad y la autonomía. Pensado desde la mujer, pero no desde
el fundamentalismo de género; no, mujeres en relación con otros diferentes a
nosotras y así construir espacios de lucha y cambio social.
S.B.: Fue importante reconocernos. Para muchas de nosotras el trabajo con el
hombre, día a día, mano a mano, era lo cotidiano; la diferencia no era lo
cotidiano. Las tareas no se distribuían por el sexo, y las diferencias políticas
tampoco se daban por éste. En ese caminar, costaba ver que no éramos lo mismo,
que teníamos algo particular, que no mirábamos la vida desde el mismo lugar; ni
mejor, ni peor, no era el mismo lugar. El grupo nos ayudó a encontrarnos con
esos aspectos nuestros, con cuestiones de la feminidad, lo femenino, lo
maternal, la pareja. Cuestiones vividas, pero no trabajadas desde lo femenino.