Argentina: La lucha continúa
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Los pibes y la contrarrevolución
Carlos del Frade
APE
Las crónicas de la 'Gaceta de Buenos Ayres', aquel periódico que salió a la luz
el 7 de junio de 1810 como parte de un proyecto revolucionario, describía los
aportes que hacían chicas y chicos menores de catorce años a la causa del nuevo
país.
Dejaban monedas, ofrecían sus servicios para la pelea y hasta querían trabajar
de manera voluntaria en pos de una tierra libre y con igualdad.
Similares constancias se pueden verificar en los cabildos de las principales
ciudades del interior de aquello que todavía seguía siendo el Virreynato del Río
de la Plata.
En Salta, por ejemplo, cuando Martín Miguel de Güemes se hizo cargo de la
gobernación y empezó a exigir empréstitos a los hacendados y familias
acaudaladas de la región, los escribas señalaban el apoyo, el amor y la entrega
sin reparos de mujeres y niños siguiendo el ejemplo del gauchaje rebelde.
Pibas y pibes del siglo diecinueve entregaban lo poco que tenía a cambio de no
abandonar el sueño de una nación de iguales.
Casi doscientos años después, cuando la cuarta Marcha Nacional de los Chicos del
Pueblo atravesó la geografía estragada de las provincias del nordeste y litoral
argentino, el ejemplo se repetía.
Una vez más, las chicas y chicos más castigados por el sistema, entregaban sus
cuerpos, almas y tiempo con la idea de conmover al país que parece haber
extraviado aquel proyecto revolucionario de 1810.
Niñas y niños doscientos años atrás, doscientos años después, necesitan
completar el país dibujado en los proyectos inconclusos que prometían amaneceres
sin necesidades ni ausencias.
Sin embargo, el país real, el territorio cotidiano en donde pibas y pibes
intentan gambetear sus urgencias, le devuelven la mezquindad de un páramo
contrarrevolucionario.
No hay quien atienda aquella generosidad de las pibas y pibes de doscientos años
atrás, de doscientos años después.
En la ya mencionada Salta, aquella provincia que tuvo en Güemes a su líder
popular y beligerante, las chicas y los chicos se enfrentan a la pesadilla
cotidiana.
Así como Güemes fue traicionado, también los hijos del pueblo que lo erigieron
caudillo, vienen siendo traicionados por los descendientes de los que
privatizaron la revolución en beneficio de unos pocos.
De allí las noticias de los últimos días: 'Tres chicos de diez, trece y catorce
años, oriundos de la localidad de Cerrillos, fueron detenidos al ser
sorprendidos en el interior de la escuela Cuarto Centenario del barrio Santa
Ana'.
Los pibes, sigue diciendo el cable, 'ya habían violentado las puertas de algunas
aulas y de armarios y se habían apoderado de carpetas, lápices, lapiceras,
libros y otros elementos'.
Una jueza de menores, mientras tanto, investiga si una persona mayor los mandó a
robar, termina sosteniendo la información.
Ojalá que la jueza profundice su trabajo y encuentre, en realidad, todas
aquellas personas mayores que desde hace generaciones le vienen robando a las
pibas y pibes salteños el sueño de vivir en una tierra de iguales en donde los
lápices sirvan para escribir y dibujar cuentos de amor, esperanzas y futuros.