Argentina: La lucha continúa
|
La dimensión política de la lucha de los trabajadores en el feudo kirchnerista
Prensa de Frente
[El paro docente y los cambios en Santa Cruz] Nada indica que el estilo K de
gestión provincial no intente nuevas maniobras de distracción para mantener los
más intocado posible el modelo de acumulación y distribución
Será pingüina, o pingüino, el presidente electo en octubre próximo, según la
formulación del proyecto de continuidad de los Kirchner. Pero ya está escrito
que en este año electoral el aparato de poder kirchnerista sufrió su más fuerte
derrota política, en su bunker santacruceño y propinada por la lucha de los
trabajadores, organizados desde las bases, con un método probadamente
democrático de toma de decisiones, y por el amplio consenso social que supo
generar. Fue la reivindicación salarial uno de los ejes de la lucha, pero
también la puesta en cuestión de un modelo de acumulación y distribución de la
renta petrolera y de su correlato de autoritarismo y arbitrariedad política e
institucional.
La suma de estrategia de desgaste por indiferencia, militarización de la
provincia, aprietes de una estructura militante de tintes parapoliciales
conocida como "Los muchachos peronistas", represión directa, provocaciones y
calumnias caricaturescas del gobierno nacional chocaron contra la solidez
política y organizativa y la voluntad de lucha de los docentes, su convergencia
con otros sectores organizados de trabajadores estatales y el apoyo popular
ganado desde la legitimidad y la dimensión general del reclamo.
Con el recambio del chirolita de turno, Carlos Sancho, tal como ya lo había
hecho a comienzos del año pasado con Sergio Acevedo, Kirchner debió habilitar,
junto con el desprolijo ascenso de Daniel Peralta a la gobernación, un discurso
conciliatorio cuyos efectos prácticos habrá que verificar en los próximos días,
pero que en todo caso mostró una verdadera voltereta en el aire y replanteó
todos los argumentos que los voceros preferidos del kirchnerismo, en la Nación y
en la provincia, esgrimían como verdades inamovibles.
Con la posibilidad abierta por las promesas de Peralta de discutir los reclamos
de los docentes de ADOSAC -y también de los estatales de ATE y de los
municipales- no quedaría resquebrajado apenas lo que pareció un ejercicio de
soberbia indignada de un patrón de estancia encaprichado en que no se mueva ni
una mosca en su propiedad sin su previo consentimiento. La reivindicación
docente de elevar el ridículo salario básico de 161 pesos, congelado en ese
valor desde 1991, más la incorporación a los componentes remunerativos y
deducibles de los sueldos –de por lo menos 850 pesos- pega en el centro del
diseño de gestión financiera de la provincia pactado entre el núcleo central del
poder económico –las petroleras- y la superestructura política hegemónica.
Santa Cruz es la provincia que gasta el menor porcentaje de su presupuesto en
salarios: apenas el 24,6 por ciento del presupuesto provincial de 2007, lo que
representa un ahorro relativo de 720 millones de pesos respecto del peso que
tenía el gasto salarial sobre el presupuesto en 2005. Esto en una provincia
cuyos ingresos anuales, en un 37 por ciento del total, provienen de las regalías
petroleras.
Actualizar el salario básico e incorporar como remunerativos los montos que
componen el salario que por ahora no lo son, implica además, modificar el casi
inexistente gasto provincial para jubilaciones y seguridad social. La caja
previsional provincial está largamente subsidiada por la Nación, que en 2007
también financiará el 84,2 por ciento del servicio de la deuda de la provincia:
por cada salario estatal pagado, los aportes provisionales y a la seguridad
social del estado provincial empleador llegan sólo al 5,5 por ciento, mientras
que el empleado aporta con el mismo destino el 14 por ciento.
Nada indica que el estilo K de gestión provincial no intente nuevas maniobras de
distracción para mantener los más intocado posible ese modelo de acumulación y
distribución. Pero hay probados indicios de que la movilización consecuente, con
organización democrática, de los trabajadores y los sectores populares, es capaz
de poner en jaque incluso los aparatos de poder que parecen más infranqueables.