Argentina: La lucha continúa
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Gualeguaychú, Entre Ríos
Julio Chueco
Hay una cantidad de preguntas dando vueltas, alrededor de la pueblada de
Gualeguaychú, entre quienes se disponen con una visión interrogante, acerca de
lo que sucede en términos de los intereses en juego. Entre quienes no adhieren a
la visión oficial, estatal. O a su contraparte, la oposición política de
intereses económicos o sectarios de clase con vistas a futuras conquistas en
valor metálico. Intereses de vida, intereses de muerte.
En principio, hay una opacidad en cuanto a lo que sucede, representada como
modelo por el ocultamiento, la no distribución de información, acerca de qué se
ha estado negociando, qué cosa constituye este cuarto intermedio entre una
primera reunión y la segunda prevista, en el marco de la negociación
intermediada por el gobierno español. Nada se publica de esto. El ministro
argentino interviniente se ha reunido con representantes de la Asamblea
Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú, a título completo, pero unos y otros se han
comprometido en un hermetismo total. Se han comprometido en un secreto de
estado, no hay una distribución de información, una popularización, utilizando
términos usuales, que nos haga partícipes precisamente de lo que está sucediendo
en términos reales. En verdad todo lo que está a la vista no es más que sólo
apariencias.
Se da una verdadera controversia entre el ejercicio del más vital altruismo de
las personas concretas, es de pensar que muchas entre ellas, quienes construyen
resguardos permanentes en el lugar del corte de la ruta, un par de kilómetros
antes del puente, señal de la fuerza de las convicciones y el convencimiento
disperso, aquel de la hegemonía, que es inútil, que con el capital no se puede.
Sacrificio en el altar del dinero, por el que es el dinero quien todo lo puede.
La consigna que "la relocalización es posible, aunque la planta estuviera
terminada, Botnia y los gobiernos de Finlandia y Uruguay lo saben" es testimonio
de esto.
Cierto es, se puede arriesgar, que esta es una historia con comienzos muy
anteriores. La planta productora de pastas para la fabricación posterior de
papel, la parte más sucia de esta producción, ya tiene a su disposición miles de
hectáreas de pinos y eucaliptos crecidos, listos para su tala. Crecimiento
rápido del árbol y disponibilidad de dos millones de litros de agua diarios,
habrán sido en su momento los elementos definitorios, para las estrategias
ingenieriles, de la elección y negociación del lugar de emplazamiento en el
universo. En una zona donde podemos registrar que un primer magistrado pidió a
los ejércitos de otro país la invasión militar, para el caso que en las
elecciones triunfara su oponente, bien podemos imaginar que éste ahora, para
acceder al gobierno, haya negociado sus principios, pactando el respeto por la
instalación de estas pasteras. La imaginación más común tiene como cauterizados
los límites de lo posible, el mundo verdadero de las negociaciones del capital
habrá de exceder largamente estos límites.
Cierto es, se puede arriesgar, que esta disponibilidad de vegetales y agua y de
gobiernos negociadores, no es una mera conveniencia estratégica, como lo fuera
por ejemplo, una zona de salarios bajos o de impuestos no ejecutados. Se juega o
no el sostenimiento de una producción, como disponibilidad concreta de materias
primas al alcance de la bomba succionadora. Para ellos es mucho, en términos
especulativos de sostener una demanda de productos derivados del papel en las
economías centrales.
Pero es que todo no está dicho. Aparece un imprevisible en las disciplinas del
ordenamiento capitalista del mundo, el libre albedrío del humano. Supongamos al
pueblo de Gualeguaychú impulsado por una mera ambición de protagonismo
histórico, a sus personas irracionalmente dominadas por una instancia psíquica
alocada de creerse constructora de sus realidades. Esto no estaba en los planes.
Supongamos al pueblo de Gualeguaychú impulsado por intereses de sus propios
capitales, no está a la vista, pareciera que sólo el turismo, algún lugar de
acampe. Esta es otra distribución de la hegemonía, el altruismo, la ecología
como principio no rinde, Cruz Roja Internacional, Green Peace, de por medio.
La imagen de esas ciento treinta mil personas encaminadas por el puente
internacional, del otro lado bien visible la fábrica de pastas prácticamente ya
instalada – es otra cosa tener a la vista al dragón – es figura, no puedo decir
de una multitud, por no producir asociaciones no deseadas, que avanza
peligrosamente hacia la destrucción de lo que la amenaza, de lo que representa
el peligro de vida. Qué es lo que la adocena, le restringe, que le reprime, en
efectivamente cruzar el puente y arrasar con esas instalaciones. Qué ejército
podrá detenerlas. Es figura que se detiene en el gesto. Un gesto que podrá ser
escuchado o no. Un gesto que de alguna manera habrá de encontrar un futuro o no.
Para los actores propios de la defensa ambiental hacer inútil una carretera, un
puente internacional, no es agresividad menor. Para quienes lo sostienen,
hacerlo a través del tiempo y de las influencias y las maldicencias, no es
agresividad menor. Al lunes, la noticia, la corroboración de que éramos ciento
treinta mil, con fotografías elocuentes, son tapa en los diarios argentinos
opositores, La Nación y Ambito Financiero. Clarin lo relega como noticia
interior y para su par, Página 12, no sucedió y hace tapa de un cultivo de
marihuana.
El gobierno de Kitchner utilizó los medios oficiales para alentar la ida a la
celebración, para sostener su lógica de gobierno progresista necesita de
incorporar la protesta como si fuera materia de estado. La próxima reunión en
Madrid está programada para mayo, un poco más y para una tercera, ya pasaron las
elecciones ¿es ésta la estrategia? Sólo hay apariencias. Es ¿qué hay de estas
negociaciones? ¿qué hay que no se sepa? Esto es lo que hace verdaderamente
diferencia en un gobierno. Sin embargo, para la oposición ¿es sólo que las
movidas populares no pueden ser integradas a lo estatal y que se le oponen? ¿O
que Kitchner no podrá sostener ya más su adhesión a la causa de Gualeguaychu?
Los puntos débiles de la inversión finlandesa son precisamente la continuidad
del cultivo y la fluida llegada de rollizos de eucaliptos, la pureza del agua
que tragarán sus bocas, que ningún surubí o dorado trabe sus turbinas, el normal
desempeño de su planta y de sus exportaciones. Un punto débil es la conciencia
de las asambleas de accionistas, suele suceder, que les traen dolores de cabeza
a los gerenciadores de estos proyectos cuestionados por las comunidades.
El punto débil en la defensa ambiental, en la defensa que nuestras tierras y
nuestras aguas no sean medio para la especulación y la acumulación de riquezas
en manos extrañas, ni siquiera en las propias, patrimonio de los pueblos, es no
trascender los límites de lo que vamos haciendo, lo que vamos inventando y si
hacer lo que no pueden hacer los gobiernos. No pactar, de lo mejor que en algo
se está haciendo. No acordar secretos, no se trata (o sólo) de publicitar, sino
de la política de no integrarse al estado – no ya al gobierno – con ningún
secreto, con ninguna práctica que nos iguale a los acuerdos con el capital. Es
un lugar de debilidad repetir la lógica del estado, que es la lógica del
discurso único, presentarnos como unidades completas en sí mismas,
autosuficientes y aisladas entre sí.
En este sentido la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú se ha destacado
excepcionalmente por el hecho de no haber producido ningún nombre propio con el
que pudiera asociarse su representación. El gobierno coptó un nombre y apellido,
pero esto no lo transformó en representante. Los medios deben conformarse con
entrevistar alternativamente a unos y a otros, los que han tenido la sabiduría
de no singularizarse. Los puntos fuertes de la defensa ambiental, al par que la
negativa en mistificar la lucha como una lucha de uruguayos contra argentinos.
Julio Chueco
Mayo de 2007