Argentina: La lucha continúa
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Rutas neuquinas
Rafael Urretabizkaya
Maestro de Neuquén
La gente los mira pasar y se pregunta quiénes son. Qué hacen esas personas
caminando detrás de un camión por el medio de la estepa patagónica. La gente se
pregunta qué habrán hecho para andar bajo el sol, cortando en tajos la tarde y
las madrugadas. Qué cosa extraña los lleva a seguir adelante ahora que llueve y
se tapan con una larga lona y lo que es más extraño, ríen.
¿De qué se ríen?, ¿por qué bailan?, ¿por qué el camión lleva la música en lugar
de llevarlos a ellos?
Son maestras y maestros que han decidido trasladar al tranquito su protesta,
convencidos que esa ruta es la correcta, seguros de estar en este viaje con las
cosas necesarias.
Caminan detrás del camión que podría cargarlos, pero en lugar de subir ellos han
puesto otras cosas importantes como la música o el agua, y un micrófono que irán
agarrando Chato o Cali desde el que avisarán que el futuro tiene un dulce nombre
y que estamos a tiempo.
Van sobre una delgada capa de desierto que recubre apenas un gigantesco
inframundo de petróleo.
Recién me doy cuenta: la mayoría de los camiones que cruzan a este otro tan
descamionado, son de los que transportan justamente los fluidos del subsuelo.
Van los caminantes armando una rastrillada que se hace pequeña zanja al
principio. Pasando las horas los pies se vienen negros, de a poco se van
hundiendo en este suelo todo un pozo, hasta quedarse sucios.
Los caminantes son trabajadores de la educación de Neuquén del sindicato Aten,
que van sobre un campo de petróleo a pedir que las escuelas puedan funcionar, a
exigir escuela pública en condiciones para todos, a pedir salarios dignos.
La gente que conoce a estos gobernantes tiene dudas de que su reclamo sea
escuchado, pero comienzan a entender de a poco todo, incluso la risa y la
alegría. Estos trabajadores van riendo y cantando porque tienen razón.
Tienen razón.
Merecen que el salario les alcance y caminan sobre la capita de suelo que apenas
tapa el petróleo pero no tapa la injusticia.
Como educadores saben que la mejor manera de enseñar es sembrando una pregunta,
y ellos todos son una pregunta caminando por el desierto picado de pueblo. Por
Cutral Có, del mapuzungún Kitral Có es decir fuego y agua, o petróleo como venga
mejor.
En la época del email y los mensajitos por teléfono, para hacer escuchar un
reclamo nada ha cambiado. Las injusticias se avisan caminando como en el
choconazo, o saliendo a la ruta como en las puebladas.
Está buena la ruta.
En apenas cinco días recorren los doscientos kilómetros y aunque son 15.000 los
compañeros entrando a Neuquén, el gobierno no atiende a la visita, le da vuelta
la cara con desprecio y mala educación.
Unos días mas tarde comienzan los piquetes. Entre los viajeros que ven
interrumpido su camino hay algunos decididamente solidarios, otros que ponen en
marcha sus preguntas sobre este país tan vasto y cruzado de problemas, y otros
que no encuentran entre las categorías de pensamiento que manejan, nombre para
lo que ven. Estos últimos acomodan la situación hasta convertirla en algo que es
para ellos un asunto posible: "ustedes no son profesores", afirma una joven que
baja de un auto que parece un ovni, y eligiendo a uno le busca los ojos y dice
"vos sos un cabeza que está aquí por un chorizo".
El "cabeza", un profesor de literatura de Zapala, la mira y recuerda de ese
libro de Salinger que le gusta leer con sus alumnos, la parte que el profesor se
esfuerza por hacer entender algunas cosas al muchacho que lo visita en su casa y
que mientras le habla y le habla, el otro que ve desde la ventana el lago
congelado piensa: "donde irán los patos en invierno".
El ovni, aunque no se lleve con su raza, espera las dos horas detrás de la
barricada de gomas y palos, y levanta vuelo bastante más torpe que el chevrolet
400 cuyos ocupantes chacareros, supieron compartir este mismo rato los mates y
el afecto.
Pasó la caminata, pasan los piquetes pero no hay ningún modo de entenderse.
Cuando las maestras y maestros hablan de sus sueños, del lado del gobierno
hablan de negocios. Entonces aunque el tema sea el mismo, el tratamiento que le
da cada uno los vuelve asuntos diferentes.
Para el gobierno la escuela y la política toda, es una PYME; un boliche que
todavía y mientras duren colgados, les dará ganancias.
Vuelven los piquetes, porque el que tiene razón lo asiste la serena convicción y
alegría de estar haciendo lo correcto, pero ahora algo en el negocio de los
eternos candidatos comienza a romperse y entonces, contra los que caminan y
esperan, arrancan los gases y los tiros.
Un proyectil del tamaño de una cartuchera explota contra la cabeza de Carlos
Fuentealba, un querido profesor de química que en un segundo desparrama sus
conocimientos junto a la alegría de lo bien que van los pibes de tercero, sobre
el asfalto de Senillosa.
La radio ahora exagera diciendo que el compañero se debate entre la vida y la
muerte, aunque todos sabemos que en un debate se escuchan las dos partes y aquí
el proyectil que estalló en el cráneo, tiene la palabra.
Cuando hay un crimen hay un criminal, aunque las responsabilidades intenten
disolverse entre voces de mando y obediencias debidas. Otra vez.
Che, Sobisch, asesino, cobarde, ¿a cuántos más de nosotros pensás chuntarle un
tiro?
¿Cuántos muertos te parece que hacen falta para que tengas razón de alguna cosa?
La gente que los mira pasar ya sabe quienes son. Los nombres de algunos van a
pintar la casa de gobierno pidiendo audiencia a la justicia.
Así como un día apareció escrito el nombre de Teresa, "Teresa Rodríguez,
culpable de estar ahí".
Esto va a ser así todas las veces, todo el tiempo, siempre.
Hasta que haya justicia.
Porque como nos dice Freire reflexionando sobre la fatalidad: las cosas no son
así, están así (y las vamos a cambiar).