Argentina: La lucha continúa
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Ambiente y sociedad:
No matarán una, dos, tres, infinitas veces a Fuentealba
Gervasio Espinosa
En los años ochenta Fidel dijo que la mal llamada deuda externa del tercer mundo
era impagable, y tenía razón, como ahora, cuando desnuda el riesgo de genocidio
por hambre. Hacia fines de esa década en la mayoría de los países de América
Latina (quisiéramos nombrarla Amerrique) se había consolidado ya el llamado
"neoliberalismo", la expresión –de las hasta ahora conocidas– más cruda del
capitalismo (incluso teniendo en cuenta al nazismo). Eran los años posteriores,
la década siguiente, a la irrupción de aquella violentísima y coordinada
represión de los pueblos suramericanos que entonces supusimos, no todos, que
habíamos vencido para reconstruir la democracia y el "estado de derecho". En el
decenio siguiente volvimos a suponer, no todos, que aun en el nuevo marco de la
sociedad global de mercado y de la información estableceríamos nuevas maneras de
"progreso" que, en la oportunista jerga, se anticipó como civilizatorio.
La reivindicación de Derechos Humanos reducidos a una catalogación estrecha
–"los derechos" a la recuperación de la identidad y la filiación, de la memoria
y del reclamo al castigo "a los culpables"–, iluminaría ese hipotético tránsito.
En los precisos días de ahora, en los del "reconocimiento" del desastre
ambiental y –aunque ambiguamente– de la criminalidad imperial, el asesinato de
Carlos Fuentealba, en Neuquén, como otros tantos episodios ocurridos y que
ocurren de los que son víctimas nuestros mejores paisanos, pone claramente al
descubierto el altísimo desenfreno de la clase expropiadora (una sola con
múltiples destacamentos) y sus mercenarios: no sólo y obligadamente policías,
gendarmes o militares. El policía Poblete, seguramente tan joven o más todavía
que el maestro Carlos, ya se sabe que con antelación a su obra cumbre había sido
denunciado, juzgado y condenado a dos años de prisión y cuatro de inhabilitación
por los vejámenes y torturas infligidos poco tiempo atrás a un detenido en
Zapala, y habiendo apelado la condena gozaba de los privilegios de la morosidad
judicial. Según se informó, mientras duraba tal mora había sido trasladado desde
Zapala a un destacamento del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía de
Neuquén (GEOP) en Cutral-Có.
Precisamente en esta ciudad neuquina diez años antes, cuando el éxodo y la
hambruna sucedieron al desguace de Yacimientos Petrolíferos Fiscales para
engordar bolsillos de tunantes criollos y a Repsol, había sido también asesinada
Teresa Rodríguez por un proyectil oficial, se dijo que casualmente porque
Teresa, de sólo veintitantos años, no participaba de la protesta que se reprimía
y el proyectil habría sido una bala "perdida". ¿Perdida de qué, de matar a otra
u otro?
Ese grupo GEOP, donde milita Poblete, fue el encargado ahora de impedir el
reclamo docente en un cruce de carreteras cercano a la capital provincial, lugar
que legítimamente consideraron los trabajadores apto y oportuno para manifestar
sus razones. El gobernador Sobisch, su ministro de Gobierno, el Jefe de Policía,
y el conjunto de jerarcas de la burocracia gubernamental (fuesen de los
"poderes" que fueren, ejecutivo, legislativo, judicial, o del "cuarto") son
autores o por lo menos partícipes necesarios, intelectual y materialmente, de un
nuevo Asesinato de Estado. Y así en los demás casos, anteriores –a los que no es
necesario volver a nombrar para tenerlos presentes– o futuros. No son hechos
"eventuales". No se adiestra ni pertrecha porque sí nomás a las fuerzas
represivas con técnicas, indumentarias, armas y vehículos criminales y
terroríficos (por criminales). Tampoco se apañan ingenuamente esas conductas
como cuando lo hacen el mentado ingeniero Blumberg y sus proveedores y clientes
políticos.
Hasta quizá el mismo día del ataque al maestro de Neuquén un diario
"progresista" como La República, de Montevideo, venía dándole al parche con que
el gobierno de la Casa Rosada no ponía límite final a los "piqueteros" de
Gualeguaychú que, desoyendo a los tecnócratas y agentes de los negocios y la "gobernanza",
resisten con el corte del puente a Fray Bentos la implantación de Botnia y su
industria forestal y de la celulosa (menos tierra y agua todavía algo limpias a
cambio de otras, pocas y más sucias). Blumbergianos o realmente ingenuos, puede
que en parte sea más válida la segunda caracterización, a estos escribas
orientales les cuesta percatarse que muerden su propia lengua.
Manantial de agua que brota de la tierra al amanecer
Coincidencia tremenda, quizá históricamente necesaria, al maestro de ciencias de
los muchachos pobres patagónicos (muchos mapuches, sin duda), cuyo apellido
alude a lo esencial de la naturaleza, se lo asesina mientras los vecinos de
Esquel, en Futaleufú, Chubut, mantienen vivo su NO a la mina como los de
Andalgalá en Catamarca, a mil metros sobre el nivel del mar, negándose a la
explotación de las minas de oro a cielo abierto y con cianuro. Coincidencia
tremenda cuando decenas de organizaciones populares cada día con más potencia
reclaman contra la putrefacción de los ríos y arroyos en las grandes poblaciones
(Reconquista, Riachuelo, Luján y otros, que cruzan paupérrimas barriadas
suburbanas que rodean la capital Argentina, y no hay error en el uso de la
mayúscula), y en Santa Fe, por caso, pululan las pestes y la ignominia (entre
decenas de miles de personas) tras inundaciones que podrían evitarse o, en
Misiones, Chaco, Santiago del Estero y paisajes del noreste se exterminan montes
nativos y la economía local para hacer proliferar la soja, u otros vegetales
oleaginosos que faciliten generosamente que los ricos del mundo se sigan
paseando (y destruyendo) en los aparatos que se les ocurra.
Así, lo que queda de voluntad paisana (en todo el mundo) con urgencia debe dejar
de coincidir con los intereses disfrazados de "globales". Es necesario dejar de
confundirnos y de alcahuetear, los cuatro últimos decenios que hemos venido
penosamente viviendo lo demuestran con suficiencia. No habrá paz y ni siquiera
vida humana futuras sin colectivamente construir política propia, estrategia
propia y tácticas propias, imprescindiblemente alejadas de los diagnósticos y
las "prognosis" de los intelectuales de ocasión que infectan las "academias" y
que con sus fanfarronerías por encargo han subsumido al denominado progresismo.
Estas política, estrategia y tácticas propias enraizadas en las históricas
luchas revolucionarias tienen que ahora imprescindiblemente emplear fresca
sagacidad y los más novedosos y sutiles instrumentos, como en cada época,
siempre...
(11/4/07)