Argentina: La lucha continúa
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El Tunel
Son casi las 8 de la noche del jueves 5 de abril. La tele escupe impiadosa,
fría, que acaba de confirmarse la muerte de Carlos Fuentealba, docente neuquino,
fusilado ayer en medio de la represión policial en la ruta 22. El profesor de
química de una escuela de las afueras de Neuquén, iba de acompañante en un Fiat
147 cuando los docentes se retiraban expulsados por gases y balas de goma. Un
culatazo rompió la luneta trasera del auto, para después recibir en la cabeza, a
quemarropa, una granada de gas lacrimógeno que le destrozó el cráneo y llenó el
habitáculo de la nube irrespirable. Sus compañeros, a duras penas, lograron
sacarlo y tras largos minutos de espera una ambulancia lo llevó al hospital
regional Castro Rendón. ¿Otro muerto más? ¿Cuántos más? ¿Ésta es la manera de
responder a un largo reclamo salarial? ¿Es la única forma que tienen de
contestar? ¿Por qué hablan siempre con el idioma de los caños recortados?
Las escenas previas a la ejecución muestran la cacería humana a campo traviesa,
cuando el piquete de la ruta ya ha sido disuelto. Una docente, desde la
ventanilla de un auto, le espeta a un mono gigantesco, que en mangas de camisa
-sin uniforme, claro- manipula un monstruoso aparato de muerte: «¡Imbécil! ¿No
ves que somos las maestras de tus hijos?». Claro que lo ve. Claro que lo sabe.
Pero es su naturaleza, qué va´cer. Si enfrente tuviera a sus propios hijos,
quizás también les tiraría.
El gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, abre una puerta y entra al despacho.
Los flashes iluminan sus tímidos saludos. Un enjambre de periodistas y cámaras
esperan sus explicaciones. Con rostro compungido, «acongojado», el candidato
presidencial dice que él dio la orden de desalojar la ruta, pero que no
justifica «de ninguna manera la actitud del policía que tiró a mansalva». Sí
debe justificar -suponemos- a los que tiraron de un poquito más lejos. ¿Si
usted, Sobisch, estuviera de uniforme o no y con una escopeta en las manos, qué
haría? Qué ganas de tener una y darse el gusto ¿No, Sobisch? La investidura y
sus aspiraciones de poder le impiden lo que su odio de clase le pide a gritos.
Los dirigentes del gremio docente explican una y otra vez ante las cámaras lo
que pasó, los testigos cuentan los detalles, los docentes se desgañitan frente a
las vallas policiales gritando «asesinos» y «que se vayan todos». Debajo de la
pantalla, a la izquierda, el título de TN reza: «Violencia en Neuquén. Murió el
docente herido durante los incidentes». Como si la «violencia» lloviera. Como si
fuera producto de la corriente del Niño. Como si Carlos Fuentealba hubiera
fallecido de un ataque cardíaco en medio del despelote. Como si no hubiera sido
asesinado, como si no hubiera violencia en los sueldos de hambre, en la
obscenidad de provincias que desbordan petróleo y regalías y agonizan de
Justicia.
El gobernador Sobisch sigue en su conferencia de prensa poniendo toda la cara de
velorio de que es capaz. ¿Velorio por el docente asesinado? ¿O por sus
aspiraciones presidenciales? ¿O por las de su musa inspiradora, el decrépito
riojano que lo tuvo como uno de sus hijos predilectos? Dice, con firmeza, que
están buscando al culpable y que le van a «caer con todo el peso de la ley». No
me diga, Sobisch, que se va a autoinculpar. Estaría bueno, ¿no?
El zapping nos leva a Telefé, donde 8 adolescentes tardíos discuten la nada con
30 puntos de rating. El mundo no existe en esta consagración de la estupidez
donde un hato de energúmenos a sueldo debate las actitudes de Marianela o los
gestos de Sebastián como si en ello nos fuera la vida de la especie humana.
Donde una señal de cable transmite apasionantes escenas en las que un grupo
duerme a pata ancha y con micrófonos colgados, o un hacendoso barre una cocina o
tres alpedistas hablan de no se sabe qué echados en una reposera uno arriba del
otro. ¿Será que los 30 puntos los ponen quienes mueren por estar ahí adentro,
aislados de todo y discutiendo la nada?
El botón nos vuelve a una realidad menos irreal, con una treintena de
encapuchados destrozando e incendiando sin que nadie los pare un local de
Sobisch en Baires. Claro, después los van a buscar y van en cana, y ahora las
cámaras y las radios y los micrófonos y la atención pasa de Neuquén, de los
docentes de Salta, de Santa Cruz… a Comodoro Py. Qué cosa, no? Ni que lo
hubieran hecho a propósito.
Otro toque y está River perdiendo en Colombia y quedando afuera de la
Libertadores. El comentarista, severo, escandalizado, se pregunta qué estará
pasando por la cabeza de los hinchas de Ríver. Debe tener razón: semejante
tragedia no puede taparse con nada…
La vuelta zappinera muestra que la nada es sólo la nada: La asamblea docente de
Neuquén es una caldera de indignación, bronca e impotencia. En sus rostros
desencajados, en sus gritos desesperados se ve que saben que Carlos Fuentealba
es cada uno de ellos, que mañana puede ser cualquiera de ellos. Cualquiera de
nosotros.
Un Túnel
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