En la Argentina, en donde el ciudadano Jorge Julio López -principal
testigo en la causa que terminó en la justa y necesaria reclusión perpetua del
genocida comisario Etchcolatz- se encuentra desaparecido desde hace más de 200
días sin que familiares y compañeros sepamos absolutamente nada sobre su vida.
Así mucho nos duele en este país tan castigado por las desapariciones.
Para los voceros institucionales y comprados del gobierno del presidente
Kirchner todo marcha de forma excelente: inversiones, control de la inflación y
de la cotización del dólar, aumento de la recaudación, crecimiento económico,
incremento de las reservas, balanza comercial favorable, etc. Así económica y
únicamente se presenta el éxito de una gestión.
Pero en las calles, en los trabajos y en los hogares la realidad se
presenta de manera no tan buena, solamente basta comprobarlo con la realidad a
la que están expuestos las decenas de millones de trabajadores, desempleados,
pobres, hambreados y excluidos por el persistente sistema capitalista de
mercado. Obviamente para observarlo no debemos dejarnos llevar por la propaganda
y publicidad oficialista sino por la realidad misma. Así la verdadera situación
reinante que nos pesa.
Hace pocas horas el trabajador de la educación, Carlos Fuentealba, fue
asesinado por la policía provincial neuquina en el marco de una protesta gremial
por el sólo hecho de manifestarse en el marco de esta tibia democracia
representativa y bien disfrazada de participativa. Solamente la casualidad,
también por temas de conflictos laborales, ha permitido que en las tierras
santacruceñas y militarizadas del presidente el incendio de un vehículo de los
sindicalistas y una bomba molotov no haya terminado con la vida de otros
trabajadores. Es en la provincia de Salta donde también los docentes
experimentan las amenazas y las persecuciones del poder, por cierto algo muy
habitual. Así reciben las bofetadas del estado de derecho los que luchan por un
trabajo digno y bien remunerado.
Los acontecimientos que se van sucediendo en torno a las plantas
contaminantes de celulosa emplazadas por Uruguay frente a la ciudad entrerriana
de Gualeguaychú no encuentran límites en la arrogancia de ambos presidentes "mercosureños"
y "sudamericanos". El enviado del rey de España tampoco ha sido, al menos por el
momento, el medio suficiente para lograr que ambos ejecutivos se sienten en una
mesa de negociación que los ciudadanos al sur de la América exigimos a cada
momento. Pero claro, también ante las protestas de los asambleístas aparece como
hace dos días la represión policial. Así la hermandad de los pueblos
latinoamericanos y el respeto por el medioambiente.
La inseguridad en todas las ciudades, pueblos y rutas argentinas es algo
que no tiene límite, mientras un Estado ausente pretende ofrecernos estadísticas
que demuestran lo contrario. Claro está que las mismas se nutren de quienes
realizan la efectiva denuncia pero que se contradice con aquello que minuto a
minuto debemos padecer los ciudadanos. Así se concibe la garantía entonces la
defensa de la integridad humana.
Para este año el Gobierno Nacional ha diseñado un sistema de ajuste de
sueldos en la actividad privada, cooptado y coercitivo, con la anuencia de los
popes sindicales -otrora menemistas- y de la mano del mismísimo Ministro de
Trabajo, que no tiene en cuenta la inflación real que está duplicando el 15% de
la pauta establecida por las autoritarias autoridades oficiales en las
paritarias. Así la redistribución del ingreso y el bienestar ciudadano.
Los nichos de corrupción abrigados a la sombra del poder y desde el poder
mismo ya no toleran la más mínima investigación de los organismos
administrativos y parlamentarios de control. Todo se ha convertido en un "tomo y
daca" insultante ante las penurias de gran parte del pueblo, llegando al límite
de estar comprometidas las inversiones de otros Estados internacionales, como es
el caso de Venezuela, España y Francia. Así la falta de límites en la codicia de
los funcionarios del Estado.
El presidente Kirchner, sin embargo, ha tenido el tiempo suficiente para
dar la espalda a los actos conmemorativos de la guerra mantenida con el Reino
Unido en el año 1982, hace tan sólo 25 años, por las Islas Malvinas Argentinas.
El motivo muy sencillo: no querer tolerar las manifestaciones en contra que
hubiera recibido en las tierras australes. Para la máxima investidura de la
Nación el recuerdo por nuestros caídos y de quienes estuvimos dispuestos a
combatir contra ese funesto imperio no existió en un día tan especial y emotivo,
tampoco para dejar bien en claro que nuestros derechos es una cuestión de Estado
irrenunciable que trasciende los olores políticos de turno. Así, más temprano
que tarde, con las actitudes mezquinas se perderán las instancias para nuestros
derechos internacionales sobre las islas.
Mientras esto y muchas otras cuestiones nos agobian el día a día de los
habitantes del pueblo de la Nación Argentina, la politiquería está de
parabienes. Los cruces de alianzas, acuerdos, conveniencias y pactos que están
llevando adelante los partidos políticos dejarán como moraleja unas listas de
candidatos tan inconsistentes como lo son las propias propuestas de acción
política que poseen. De una u otra forma, el eje del actual y pasajero poder ha
sabido como inmiscuirse en todas las internas políticas. Ya sea por la debilidad
ideológica de los políticos opositores que es repugnante por cierto, ya sea por
la utilización de los fondos nacionales derivados arbitrariamente hacia las
provincias y municipios cooptados. Así la nauseabunda forma de hacer política
que nos ofrecen.