Argentina: La lucha contin�a
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Las tizas no se manchan de sangre
Con manos sucias de tiza siembras semillas de letras.
Y crecen abecedarios pacientemente maestra
Tu oficio, que lindo oficio, magia del pueblo en las aulas.
Milagro de alfarer�a sonrisa de la ma�ana
de la canci�n "Rosarito Vera, Maestra" - F�lix Luna
por Hugo Alberto de Pedro
Esta ha sido una de las consignas de las movilizaciones y
marchas realizadas en toda la Argentina con motivo del fusilamiento del
compa�ero profesor Carlos Fuentealba. En la realizada en la ciudad de Neuqu�n,
en donde se produjo el b�rbaro acto asesino, hemos podido ver las im�genes y
escuchar las declaraciones de su viuda, Sandra Rodr�guez, que no pueden m�s que
consternarnos profundamente.
Ellas, y por supuesto el hecho en s�, nos deber�an llevar
a la necesidad de reafirmar mucho de lo que venimos sosteniendo sobre las
miserias de nuestra democracia y sobre la institucionalidad de nuestro sistema
pol�tico. Porque Sandra y sus hijas son hoy las v�ctimas de un estado de
desprecio hacia la vida, como ayer lo han sido decenas de miles de seres en
nuestro pa�s.
�Qui�n tiene el derecho de quebrar una vida o de fusilar a
una familia entera?
�Qui�n puede desconocer que lo sucedido no es un hecho
aislado, sino simplemente uno que ha concluido en desgracia humana?
�Qui�n puede encontrar en la represi�n y la muerte la
esencia de ser de un Estado y de sus fuerzas policiales y militares?
Seguramente que desde la mirada �tica y humanista de la
vida nadie. Absolutamente nadie.
Pero la realidad y lo que vamos padeciendo desde siempre
dice que ello es as�. Que existen los asesinos y los intolerantes, que existe un
Estado autoritario, represor y c�mplice, que existen dirigencias de todo tipo de
clase que se entregan al poder de turno sin interesar que sea �ste militar,
peronista, radical, pseudoprogresista o transversal. Acaso no nos debe llamar la
atenci�n que el "famoso movimiento obrero organizado" no haya tenido la
capacidad y la valent�a de establecer un paro general nacional con movilizaci�n
en todas las ciudades por el compa�ero fusilado. Acaso tampoco que la calculista
miop�a de los partidos pol�ticos -al menos los m�s representativos- se hayan
hecho los distra�dos. Verg�enzas argentinas sin m�s.
Desde la Justicia se contribuye a permitir estas
cuestiones, con sus lentos procesos -cuando no interminables- y siempre proclive
a permitir las prescripciones como lo m�s natural del derecho. Si hasta dudan de
c�mo deben llevar adelante los juicios a todos los genocidas que ensangrentaron
nuestra historia, familia y memoria. Que m�s pedirle sobre aquello que es
obligatorio resorte moral y profesional de jueces y fiscales.
La clase pol�tica, vitalicia y enquistada en los
parlamentos que supuestamente nos representan, tampoco se preocupa por llevar
adelante la tarea de investigaci�n y enjuiciamiento que terminen en los juicios
de responsabilidad -juicios pol�ticos- urgentes, indispensables y necesarios
ante las denuncias como ante los hechos por s� mismos m�s que comprobados. Esta
preocupante inacci�n, la que tiene en su origen y permanencia solamente en el
leitmotiv de pensar que ma�ana ser�n ellos mismos los que estar�n ocupando los
id�nticos sitiales y ser�an sujetos de las propias incriminaciones y denuncias,
debe preocuparnos a los ciudadanos representados.
Una muerte injustificable es siempre detestable y no
deber�a soportar el m�s m�nimo an�lisis sobre las circunstancias del caso o bien
de las situaciones reinantes en su conjunto. Una muerte hostil y contraria al
g�nero humano como la perpetrada contra nuestro compa�ero Fuentealba es un grito
de terror y de miedo, que act�a como una advertencia hacia los que luchamos y no
nos doblegamos.
La aborrecible muerte por fusilamiento enerva nuestras
convicciones y demuestra la cobard�a institucionalizada. Cuando la misma se
produce sobre la existencia misma de un trabajador de la educaci�n tiene una
connotaci�n especial, porque en definitiva no deja de ser un ataque a la
ense�anza misma, a la formaci�n y porvenir de nuestros hijos y a la libertad de
maestros y profesores.
Si los ciudadanos no tomamos conocimiento interior del
bien y del mal que esto produce y no tratamos de analizar la realidad, con su
historia y su presente que nos dicta que est� en el desprecio a la vida una de
las madres del terror, no terminaremos jam�s de comprender nada. Lo peor� todo
seguir� igual.
Ahora bien. Hasta aqu� la apretada realidad.
El tema es c�mo podemos cambiarla entre todos. Y bueno�
ah� se presenta el dilema, ah� la cuesti�n parece presentarse complicada para
resolverla.
Sin embargo, existe una salida que debemos encontrarla en
la lucha social y popular, en nuestra movilizaci�n constante, efectiva y
progresiva, en la militancia por la vida, por la justicia y por los derechos y
garant�as constitucionales que tenemos todos los habitantes de la Naci�n. De ser
as� estos hechos lamentables no terminar�n siendo una an�cdota, porque ser�
siguiendo muy triste y doloroso el futuro que no recoja las experiencias, y
donde estas calamidades sigan siendo colocadas como referencia en el calendario
y a la que se les eche mano al momento de mencionarlas como efem�rides de tal o
cual d�a.
Si nosotros, como pueblo que somos, no tomamos conciencia
del poder que unidos poseemos la salida ser� de dudosa o nula resoluci�n, porque
sabemos muy bien que ninguna transformaci�n puede terminar con revoluciones
llevadas adelante por unos pocos, o por iluminismos e iluminados, o con actos de
coraje que no encuentren un sustento popular serio y mantenido en el tiempo. El
ganar las calles y no abandonarlas hasta que se haga justicia y se cambien las
cosas ser� entonces imprescindible.
Son �stos los momentos oportunos, porque la sinraz�n de
terminar con la vida de cualquier ser humano debe hacernos renovar y recobrar
nuestro poder de convicci�n de que "Nunca M�s", el que sea detonante y
dinamizante de las acciones futuras y necesarias en la lucha y protesta social
que obligue a que se realicen los cambios que exige la vida en sociedad. Ser�
entonces el momento de que la democracia encuentre en la participaci�n del
pueblo su raz�n de existencia, porque la mera e insignificante representaci�n ya
ha demostrado su impronta da�ina.
Si la situaci�n planteada con �ste nuevo asesinato,
cobarde e inhumano, termina siendo una sencilla bajada de banderas m�s, como
sucedi� con otros lamentables hechos de nuestro pasado no tan lejano, estaremos
nuevamente rendidos al juego de los pol�ticos "de turno" o de aquellos que est�n
agazapados esperando "su turno" para proponer y llevar adelante recetas tan
antiguas como inmundas.
Es imprescindible nuestra exigencia por el debido proceso
que termine en la condena de los asesinos, fusiladores y genocidas, la renuncia
de todos los responsables de las �rdenes de represi�n, el procesamiento penal de
cada eslab�n de las cadenas del poder pol�tico llegando as� a los verdaderos
culpables y autores intelectuales directos e indirectos. Ya que de no ser as�,
ser� nuevamente la inmunidad de muchos de los que se consideran servidores
p�blicos y con el derecho de actuar y decidir seg�n les venga en gana.
Obviamente sin responsabilidad alguna y habi�ndose servido de lo p�blico, eso
que incuestionablemente debe ser de todos y para todos.
Solamente un desprevenido, un desinformado o bien un
habitante del espacio sideral puede desconocer que la politiquer�a terminar�
tapando la verdad, que se encargar� de ir imponiendo m�ltiples temas
irrelevantes para as� contribuir al inconsciente colectivo. �se al que tenemos
especial inclinaci�n los argentinos. Y cuidado, porque ac� estamos hablando de
la vida, del respeto irrestricto por los derechos del hombre y del ciudadano, de
la salvaguardia de la existencia de la vida por sobre la muerte y la
desaparici�n de nuestros queridos hermanos.
Ac� no es cuesti�n de exitismos econ�micos que puedan
tapar la vida real y que pueda contener a un Poder y a unos pocos que puedan
disfrutar de un bienestar amarrete y taca�o; porque tenemos presente ante
nosotros a un sistema de exclusi�n permanentemente dise�ado y redise�ado para
elevar las diferencias entre ricos y pobres, entre incluidos y excluidos, y
entre beneficiados y perjudicados.
Con "bastones largos", con "noche de los l�pices", con las
represiones indiscriminadas en todo el pa�s sobre los docentes, con presupuestos
raqu�ticos en materia de educaci�n, con sueldos miserables, marginales y de
hambre para todos los trabajadores de la educaci�n, con la falta de
infraestructura y deficiencias edilicias y mobiliarias, con la negaci�n al
suministro de los adelantos tecnol�gicos, inform�ticos y de telecomunicaciones
en nuestras escuelas y universidades, con el sostenido desprecio en temas de
ciencia y tecnolog�a, con escuelas secundarias y universidades vac�as de debate
en los disentimientos y discrepancias, con nuestros menores en la calle
mendigando, expuestos a la humillaci�n diaria o siendo presa de los abusos y la
drogadicci�n, entre much�simos flagelos diversos; ser� imposible seguir pensando
en las bondades que el actual sistema constitucional y democr�tico nos pueda
ofrecer.
Todos sabemos que es as�. Quedarnos quietos e imp�vidos
producto de la situaci�n pasajera, que solamente a algunos contiene por
conveniencia, es en s� mismo el nido de la ignominia. Es ese mism�simo caldo de
cultivo del pensamiento y pr�cticas autoritarias y fascistas que siempre est�
disponible a la hora de mantener el status quo.
Cambi�moslo entonces. Luchemos sin descanso. Utilicemos
todos los medios y elementos que tenemos disponibles y a nuestro alcance.
Saber que el Poder es como un viajero transe�nte, tal
trashumante, no alcanza. Pensar en esas mentiras de que la situaci�n cambiar�
paulatinamente tampoco alcanza. Esperar pacientemente y con los brazos cruzados
la redistribuci�n del ingreso y la justicia social tampoco alcanza. Debemos
cambiar sus ejes, sus m�todos, sus mentiras y fundamentalmente debemos
comprender que ser� posible una transformaci�n social y una revoluci�n de las
ideas que parta desde nuestras m�s �ntimas convicciones.
�Llegar� o no llegar�? Eso es en todo caso una cuesti�n
reservada a la historia que cada uno de nosotros deber� decidir. Pero debemos
que saber que est� en nosotros cambiarla.
Seguramente la p�rdida de la vida de Carlos Fuentealba
encontrar� una respuesta, aunque triste sin dudas, si somos capaces de que no
nos dobleguen.
Seguramente si lo intentamos y logramos en nuestra
Argentina las tizas no se manchar�n con sangre.
�NUNCA M�S!
11 de abril del 2007
Fuente: lafogata.org