Argentina: La lucha continúa
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"Con soja no hay Alba"
Editorial del domingo 11 de marzo de 2007
Jorge Eduardo Rulli
www.grr.org.ar
Alguna vez en estas mismas editoriales, tuvimos oportunidad de relatar nuestra
visita a la localidad de Carlos Casares, en la Provincia de Buenos Aires, el
incidente que tuviéramos en la biblioteca municipal cuando Guillermo
Grobocopatel acompañado de la gente de su empresa Los Grobo, intentó cambiar el
sentido de la conferencia y ese momento de máxima tensión en que el empresario
nos provocara con aquello de que: "La soja es bolivariana". También he relatado
cuando para la cumbre de presidentes en Mar del Plata desplegamos, justo en el
momento en que estaba hablando Chávez con su verba inflamada contra el
imperialismo, un enorme cartel que expresaba: "CON SOJA NO HAY ALBA". Recordamos
todavía, cómo en un momento dado el Comandante hizo un homenaje de todos los
incontables carteles presentes en el acto, en su absoluta totalidad solamente
con siglas afirmando la propia presencia, carteles o pancartas que estaban en el
enorme estadio y que la agente de los servicios cubanos que estaba a su lado le
iba aportando cuidadosamente en una larga lista. A todos agradeció la presencia.
Al único que omitió fue a la enorme pancarta que portaba una propuesta política,
ese que le manifestaba un deseo profundo de los movimientos populares de la
América del Sur: CON SOJA NO HAY ALBA. No podía dejar de ver un cartel de ocho
metros de largo que se movía con abierta complicidad de muchos de los presentes
según adonde fuera su mirada, mirada que obstinadamente trataba de dirigirse
hacia el sitio contrario adonde el cartel estaba, sin embargo pareciera que no
lo vio, que tampoco lo vio la funcionaria cubana.
Pese a ello, en los días posteriores los cubanos y los venezolanos nos buscaron
con verdadero empeño, estuvieron preguntando por los responsables del cartel,
hasta que dieron con nosotros. Nos contactaron al fin y nos invitaron a
dialogar. Ya habíamos tenido largas y amigables relaciones con la embajada
venezolana en Paraguay y habíamos realizado tiempo atrás, un largo informe sobre
aquello que parecía tan disparatado, tan disparatado como que la soja
transgénica fuera bolivariana… Bien, ahora nuevamente, pero en la Embajada en
Buenos Aires, hubo largas explicaciones y amables invitaciones a exponer
nuestras posiciones en el más alto nivel, un seminario para cuadros de
gobierno, se nos dijo… y les creímos. Y nos organizamos con pensadores y
activistas de la agricultura alternativa de todo el continente, para desarrollar
para la dirigencia venezolana los nuevos conceptos en debate, los nuevos
paradigmas que se anticipaban como grandes desafíos que deberían resolver
quienes se propusieran tal como ellos nos decían: construir el Socialismo del
Siglo XXI. Me refiero a producciones sustentables, con una escala humana,
con respeto por los animales y para producir en extendidos sistemas campesinos
alimentos sanos y variados para la población venezolana. Y el proyecto de
seminario fue y volvió, y se generaron sucesivas y crecientes expectativas
porque tal ministro requería con urgencia los borradores, y porque el Señor
embajador viajaba a Venezuela y debía llevar con él los últimos aportes, y así
entre apurones y largos períodos de silencio, cambios de funcionarios que
incluyeron a más de un ministro, fueron pasando los años.
Y viajamos a Caracas para el Foro Social Mundial y tuvimos algunas
conversaciones al respecto con niveles importantes del gobierno y en todas se
nos aseguraba que existía la mayor seguridad de contar con el interés venezolano
respecto de nuestras críticas al modo en que se encaraba la relación con
Argentina y, también, que el interés por el seminario de cuadros de gobierno
persistía.... Y continuó pasando el tiempo, mientras numerosos amigos nos decían
que era un modo de ser caribeño el de la discontinuidad y el de olvidar en el
camino los propósitos iniciales. Y nosotros aceptamos esas explicaciones y
volvimos a denunciar que mientras el Comandante Chávez se juramentaba ante la
Vía Campesina que no iba a dejar entrar los transgénicos a Venezuela, en el
metro de Caracas habíamos comprobado que se le repartía a la gente volantes del
Ministerio de Ciencia y Tecnología afirmando el disparate científico de que los
alimentos transgénicos eran más saludables que los comunes. Y les hicimos llegar
los volantes a la dirigencia venezolana, pensando que algún funcionario
saboteaba el proceso revolucionario y ellos se sorprendieron al verlos y
entonces aprovechamos para denunciar a una bióloga argentina vinculada a los
agronegocios y seguramente a los Grobo, que impulsaba en Caracas esas campañas.
Y continuó el juego y el transcurrir del tiempo… sin mayores noticias y cada vez
nosotros con menores esperanzas. Pero en Córdoba para la última reunión de
presidentes volvimos a encontrarnos con una importante delegación de dirigentes
campesinos venezolanos y ellos para sorpresa nuestra, se nos acercaron para
decirnos que querían conversar, y nos encontramos luego en un aparte y resultó
que sabían de nosotros, que tenían el mayor interés en mantener algún tipo de
trabajo en común, que reconocían que las relaciones de intercambio con la
Argentina fueron horribles y que si no hicieron más daño fue porque estaban
advertidos gracias a los brasileños, que los habrían timado antes y aún más
todavía, y que a las terneras de clima frió que les vendimos a precio
desmesurado, las salvaron porque las enviaron a un clima menos tropical como son
las zonas más altas y montañosas de Venezuela, que la maquinaria agrícola que
compraron poco tenía que ver con la realidad del campo venezolano y que a todas
habían tenido que readaptarlas y lo interesante es que estas cosas que nosotros
habíamos anticipado en documentos públicos, ellos nos la ratificaban con buen
humor y con mucha malicia caribeña, pero también con la resignación de estar
acostumbrados a estos engaños, que ese era el precio que, aparentemente, según
ellos, debían de pagar para llevar adelante un proceso de unidad
latinoamericana, o al menos de no quedar solos con su Revolución Bolivariana. Y
volvimos a creerles, una vez más. Y nos separamos con agendas de promesas que
nunca se cumplieron, por parte de ellos por supuesto, y no volvimos a tener
noticias… Mejor dicho, hemos sabido de ellos ahora, y de una manera escandalosa.
Hemos sabido del comandante Chávez y de su pragmatismo extremo en esta, su
visita a la Argentina. Hemos sabido que Venezuela está contra Bush, aunque le
vende a los EEUU todo el petróleo que necesitan. Que Venezuela está contra
la producción de Biocombustibles, en especial porque Venezuela dispone de
petróleo y de combustibles que le interesa vendernos, pero que toda su práctica
y su modelo es la de producción en grandes escalas y la aplicación de
tecnologías similares a las que en otros países conducen inexorablemente a poner
la agricultura al servicio de producir combustibles para reemplazar el petróleo.
Hemos sabido que Venezuela a través de SANCOR impulsa abiertamente la
integración agroindustrial de América del Sur, y lo hace mediante la compra
masiva de leche en polvo que pondrá en riesgo a poco andar nuestro propio
abastecimiento, y ello mediante la constitución de tambos estabulados de miles
de vacas lecheras que viven en absoluto encierro y que tendrán sus vidas
cronometradas por una tecnología que seduciría a cualquiera de los grandes
sultanes petroleros y que ha sido concebida por las corporaciones. Pero SANCOR
es tan sólo una parte del esfuerzo por instalar el agronegocio, por instalar los
cultivos industriales y la producción de carnes en gran escala en
Venezuela. Ahora Chavez ha cerrado trato, asimismo, y por cuatrocientos millones
de dólares, con Guillermo Grobocopatel, aquel de la Soja bolivariana que nos
enfrentara en Carlos Casares y que evidentemente sabía de qué hablaba.
En verdad pienso que nos equivocamos y que nos engañaron a lo largo de estos
años. Nos equivocamos al pensar que la soja transgénica no era bolivariana y al
suponer que con soja no había ALBA. Tenía razón Guillermo Grobocopatel,
visionario del Socialismo bolivariano del siglo XXI y amigo de la Revolución
venezolana. Guillermo Grobocopatel, el mayor contaminador de Carlos Casares,
localidad de la Provincia de Buenos Aires en que nos bastó ver las casas
abandonadas en torno de sus inmensos silos en el centro del pueblo y recoger las
memorias acerca de los incontables muertos de cáncer que ha dejado el polvillo,
para comprender con qué amasa su fortuna este capitalista rapaz que suele entrar
en los despachos más importantes de la Casa Rosada, como si se moviera en sus
propias oficinas y que ahora hará lo mismo en el Palacio de Miraflores.
Guillermo Grobocopatel, que tiene un discurso progresista y de izquierda al
igual que su nuevo amigo, el Comandante venezolano.
Guillermo Grobocopatel, al que le gusta sobreactuar llamándose a sí mismo
un "sintierras" en grotesca comparación con los campesinos del Brasil,
porque debe arrendar la tierra de otros para trabajarla, debido a que no tiene
la suficiente tierra propia. No se apresuren en compadecerse, por favor. El
hombre termina reconociendo tener en producción unas ciento cincuenta mil
hectáreas arrendadas para soja y maíz transgénico… Yo multiplicaría por cuatro
esa cantidad de tierras y es posible que me quedara corto… además de todo eso,
la empresa familiar dispone de la propiedad de silos innumerables, puertos,
criaderos, laboratorios, escuelas de formación de cuadros y de una enorme red
agroalimentaria. Los Grobo operan, asimismo, como pooles de siembra en los
países vecinos y tendrían el mérito penoso de haber sido los primeros que en el
Uruguay le habrían dado paso mediante cesiones de tierra a las empresas
procesadoras de pasta de papel… Pese a los muchos juramentos realizados al
movimiento campesino, la soja transgénica parece haber cobrado ciudadanía
bolivariana y el ALBA queda claro que será todo lo socialista que se quiera,
pero será también a la vez, el territorio de los agronegocios, de las promesas
de la gran escala y de las tecnologías de punta, de la producción industrial de
carnes con piensos transgénicos y como consecuencias de todo ello, un espacio en
que los paradigmas básicos no difieren de los del capitalismo globalizado; e
incluyo en ello y muy especialmente, a la Biotecnología socialista en versión
cubana, con transferencia tecnológica y respaldo de las empresas de Monsanto.
Creo que es mucho mejor para nosotros seguir siendo sanmartinianos, no creer en
los ropajes peronistas que suele usar para mimetizarse el Comandante cuando nos
visita, y continuar reclamando por la Soberanía alimentaria, los desarrollos
locales, los mercados de productores y la participación popular en los marcos de
un renovado Proyecto de Liberación Nacional.
Las condiciones generales que se manifiestan actualmente en el mundo
globalizado, mundo en profunda e irreversible crisis, hacen propicio el
surgimiento de procesos de nacionalismo popular en las mismas o similares
representaciones que en los años cuarenta, cuando luego de la segunda guerra,
los procesos de liberación nacional trastocaron el mundo colonizado y pusieron
en pie una nueva humanidad: la de los condenados de la Tierra.
Cuando menciono la crisis en realidad refiero a un estado de catástrofe
cronificado que se prolonga en forma indefinida con situaciones periódicas cada
vez más agudas. Estoy pensando en la crisis del petróleo y en la transición
entre dos paradigmas energéticos, estoy pensando en el cambio climático y en la
cercana catástrofe ecológica anunciada con el derretimiento de los casquetes
polares, estoy pensando en el surgimiento de China como potencia y en la
creciente dependencia y debilidad del mundo financiero y en especial del dólar
norteamericano, y estoy pensando también, en los nuevos y grandes debates que
ponen por una parte en incertidumbre más aún que la vigencia del Capitalismo, a
la sociedad urbano industrial que lo sostiene, y que por otra parte cuestionan
la idea del poder tal como la concibieron los revolucionarios desde mediados del
siglo XIX.
A propósito de la posibilidad de cambios civilizatorios que sean capaces de
generar una sociedad que no sea necesariamente urbano industrial, a la vez que
propongan reflexiones y prevenciones sobre la colonialidad del poder, es decir,
sobre los gestos heredados del pasado que entraña el poder y que asumen como
propios quienes ocupan ese poder, así sean revolucionarios, e inclusive sobre
esa idea tan profundamente arraigada del poder como un espacio que se ocupa o
que se asalta, resultan en Europa revivificantes los nuevos debates. Entre ellos
contamos con las relecturas de Marx, relecturas que refieren a documentos no
legitimados luego de su muerte y que recuperados de los archivos soviéticos
donde durmieron durante medio siglo, muestran sorprendentes dudas sobre las
propias teorizaciones y una encomiable capacidad de innovar en el ejercicio del
pensamiento, hasta los últimos días de su vida. Lamentablemente, y a contrapelo
de estos últimos pensamientos de Marx, una visión geriátrica del marxismo
pareciera sentar cátedra de fitopolítica en la América Latina, y digo
fitopolítica porque pareciera que en algún lugar no pueden concebir el
socialismo sin la ingesta de Soja o acaso en la guerrilla Colombiana, sin la
planta de coca para droga. Es penoso que muchas de estas expresiones propias de
un paleo marxismo funcional a las transnacionales, hayan optado por un modelo de
vida que contraría el modo de ser americano, las culturas del estar y del
arraigo, de la vida campesina y de las producciones locales de alimentos, para
entrar ahora con Los Grobo en un camino sin retorno de tecnologización de la
agricultura y de industrialización y masificación de la cría de animales.
Estamos en presencia en América Latina, de una sucesión de regímenes nacional
desarrollistas, amigables con las corporaciones, regímenes basados en modelos de
exportación de commodities y de primarización de las economías. Las conducciones
de estos procesos son de izquierda o de centro izquierda progresista y el
espíritu que las embarga es el del populismo, pero a diferencia de otros
procesos similares en nuestra historia reciente, ahora se trata de populismos
que manipulan planificadamente la base social de sociedades fuertemente marcadas
por la exclusión, donde la indigencia se subsidia y se subordina a planes
clientelares, y donde se somete y supedita la pobreza a los designios de la
nueva dirigencia formada en la tradición elitista y vanguardista de los años
setenta. Concretamente, que las sociedades nacional desarrollistas que nos
proponen las nuevas izquierdas se despliegan sobre los modelos de exclusión
generados por el neoliberalismo de los años noventa, y donde la injusticia atroz
que se exhibe en la indigencia y en los niños de la calle, no alcanza a ser
ocultada por el desborde de la nueva riqueza de una clase privilegiada ligada a
las cadenas agroalimentarias, a la exportación y a la renta de la tierra.
Lamentamos que el Comandante Chávez haya iniciado un camino de imperdonables
extravíos, en los mismos términos y similares alianzas, con que otros líderes
renegaron de los mandatos recibidos y de las esperanzas depositadas en ellos.