Argentina: La lucha continúa
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Informe especial: los represores prófugos
Una red de ojos anchos
Uno de siete represores con orden de captura jamás fue capturado y algunos
llevan hasta 20 años prófugos. Estos 43 civiles, militares, policías y gendarmes
acusados de crímenes de lesa humanidad la tienen fácil gracias a un sistema de
responsabilidades confuso, a la desidia y la ceguera selectiva de las
instituciones a las que pertenecieron.
El Nabo Barreiro, primer carapintada; Felipe Romeo,
inesperado restaurador; Carlos Pla, buscado.
Diego Martínez
Página 12
En teoría las fuerzas de seguridad y el enorme aparato de inteligencia estatal
los están buscando. En la práctica más de uno sonreirá, mate en mano, al leer
esta nota y pensar en sus argucias cotidianas para burlar al Estado que hasta
hoy, con fundamentos, consideran bobo. Según el programa Memoria y Lucha contra
la Impunidad del Terrorismo de Estado del CELS, hay 43 prófugos en causas
vinculadas al terrorismo de Estado. Teniendo en cuenta las 299 órdenes de
captura dictadas por la Justicia (70 detenidos gozan de prisión domiciliaria y
otros tantos son bien atendidos por subordinados en instalaciones de las Fuerzas
Armadas), significa que uno de cada siete militares, marinos, aviadores,
gendarmes, prefectos, penitenciarios, policías y colaboradores civiles acusados
por delitos de lesa humanidad logran escabullirse de la Justicia. La lista
incluye a un general ex gobernador, a apropiadores de bebés, asesinos célebres y
torturadores rancios. Algunos llevan ya dos décadas huyendo de la Justicia. El
tema, una preocupación histórica de los organismos de derechos humanos, forma
parte desde esta semana de la agenda de la flamante Unidad Fiscal a cargo del
fiscal general Jorge Auat, creada por la Procuración General de la Nación para
promover y monitorear en todo el país las investigaciones sobre crímenes durante
la última dictadura.
"No estaba prófugo. Siempre estuve en mi casa", sostuvo el ex agente de
inteligencia Raúl Guglielminetti, luego de ser detenido el 9 de agosto. Lo
primero era mentira: desde fines de 2003 existía una orden de detención en su
contra por crímenes cometidos en jurisdicción del Cuerpo I de Ejército. Lo
segundo era cierto: todos los habitantes de Mercedes conocían al vecino de la
casaquinta La Mapuche. Teóricamente la Policía Federal tenía en sus manos la
orden de buscarlo. Pero fue necesario que el juez federal Daniel Rafecas diera
instrucciones precisas sobre la ubicación del próspero empresario para que
miembros de la División Investigación Federal de Fugitivos de Interpol golpearan
las palmas al pie de su tranquera y al fin le informaran que quedaba detenido.
El mismo plazo de tres años precisó el Estado para ubicar al ex agente Eduardo
Alfredo Ruffo, prófugo con abundantes contactos en ambas márgenes del Río de la
Plata.
¿Es o se hace?
Mientras sobrevivientes de centros clandestinos, familiares de desaparecidos y
querellantes en general deben soportar la convivencia con los verdugos, un
sondeo por juzgados, fiscalías y despachos oficiales sugiere conductas y
visiones diversas sobre la responsabilidad de perseguir a imputados por delitos
de lesa humanidad que burlan a la Justicia. Algunos fiscales consideran que la
búsqueda es responsabilidad privativa del juez. Ciertos jueces consideran que al
delegar la investigación en los fiscales no tienen por qué implementar medidas
no solicitadas. Otros se toman su trabajo en serio y ordenan tareas de
inteligencia cuyas resultados suelen superar sus expectativas. Las escuchas
telefónicas que permitieron ubicar a los coroneles retirados Jorge Horacio
Granada y Jorge Luis Arias Duval, prófugos desde hacía un año en la causa que
investiga al Batallón de Inteligencia 601, derivó en el procesamiento por
encubrimiento del ex subcomisario Luis Abelardo Patti.
La mayor parte de los magistrados se limita a notificar la búsqueda de paradero
a la Policía Federal, la Dirección de Migraciones y el Registro de Reincidentes.
El año pasado, cuando la Unidad de Asistencia para causas relacionadas con la
última dictadura a cargo de Félix Crous solicitó a Interpol la lista de
represores buscados, se sorprendió al chequear y descubrir demasiados ausentes.
También son minoría los jueces que, conscientes de la escasa voluntad de
entregar camaradas a la Justicia, remiten oficios a la fuerza armada o de
seguridad a la que pertenece el prófugo. En ese sentido, desde la Procuración se
reclama en voz baja una actitud más transparente y comprometida por parte de los
ministerios de Interior y, sobre todo, de Defensa, para que exija a cada fuerza
colaborar con la Justicia.
Otro problema no menor es que, salvo contadas excepciones de jueces que ordenan
priorizar la búsqueda de determinados delincuentes, la Policía Federal recibe
listados de nombres de torturadores y asesinos mezclados con prófugos en causas
por robos de gallinas y simples mortales citados a prestar declaración
testimonial. En esos casos sólo la torpeza o una mala jugada del destino pueden
cruzar a buscador y buscado.
Una vez que la orden de detención llega a manos de las fuerzas de seguridad,
entra en juego la voluntad de los uniformados, que suele correr por un carril
bien lejano al del deber. Cuando el hijo de Eduardo "Tucu" Constanzo se enteró
de que su padre había sido detenido en la causa que investiga los delitos
cometidos en el centro clandestino Quinta de Funes, bajo la órbita del Cuerpo II
de Ejército, se tomó en serio su trabajo de policía y guardó en su bolsillo la
orden de detención del ex personal civil del inteligencia del Ejército Walter
Pagano, a quien sabía vinculado a negocios de la fuerza. No descansó hasta que
lo encontró escuchando misa en la iglesia de bulevar Oroño y San Luis, a metros
de los Tribunales Federales de Rosario, donde lo entregó. Claro que es un caso
excepcional, producto de la bronca más que de la responsabilidad.
No todos los familiares reaccionan de la misma manera. El año pasado la esposa
del principal de Policía Federal Roberto Oscar González, prófugo por su trabajo
sucio en la ESMA, reclamó públicamente "plegarias al Señor" por el descanso de
"nuestro querido amigo Juan Antonio del Cerro" (torturador más famoso por su
apodo, Colores) y denunció que su marido era un "perseguido por esta supuesta
democracia". El hijo homónimo del oficial de Prefectura Gonzalo Sánchez, enlace
con el grupo de tareas 3.3.2 de la ESMA, acusó por no poder ver a su padre a
"este gobierno vengativo y nepotista". Ambos escriben en el sitio web de la
empresaria cuentapropista Karina Alejandra Marañón, también conocida por su
seudónimo Karina Mujica, preciado símbolo de libertad de expresión que una
democracia con pretensiones de madurez no debería objetar.
Paraguay, tierra bendita
En algunos casos la propia Justicia aporta su granito de arena en favor de la
impunidad. El mayor retirado Norberto Raúl Tozzo, dueño de medios de
comunicación en Entre Ríos, fue excarcelado por la Cámara Federal de
Resistencia. Cuando el juez federal Carlos Skydelsky volvió a pedir su detención
por su participación en la Masacre de Margarita Belén (el fusilamiento de 21
presos en ese paraje del Chaco) ya se movía cómodamente con documentos falsos y
tomando todas las precauciones. No es un caso excepcional. Una semana después de
ser excarcelada por la Cámara Federal de Rosario, cuando la Justicia volvió a
citarla en la causa del Cuerpo II, la civil Nilda Foch también se había fugado.
Hay burlas aún peores. Un sargento retirado del Ejército registró una sociedad
anónima que figura en el Boletín Oficial dos meses después de ser declarado en
rebeldía. En otros casos, como el del ex policía de Santa Fe Hugo Cardozo, la
Justicia se enteró dónde vivía cuando recibió su certificado de defunción. En
provincias como Formosa (donde pese a la indiferencia del gobierno local están
detenidos el ex gobernador, general retirado Juan Carlos Colombo, y el ex jefe
de la Casa Militar durante la presidencia de Carlos Menem, general retirado
Jorge Eusebio Rearte) es vox populi que los prófugos se reúnen con sus viejos
compañeros de tareas del otro lado del Pilcomayo. Destino predilecto de
apropiadores de bebés al amparo de la dictadura de Alfredo Stroessner en los ’80
(ejemplos: Miguel Angel Furci, Samuel Miara, Omar Alonso, Norberto Atilio
Blanco, entre otros), Paraguay parece seguir siendo una buena plaza para gozar
de impunidad. El ex comandante de Gendarmería Horacio Rafael Domato cruzó la
frontera durante meses para cobrar su pensión como retirado. Conocedor de las
virtudes de su fuerza, no se privó de dar su número de documento real. Sólo
mintió sobre la primera letra de su apellido: dijo ser Bomato, con B de bicho.
Celebridades
No son bebés de pecho los que están en la lista de represores prófugos:
- El mayor dado de baja del Ejército Ernesto Guillermo Barreiro, alias Nabo,
Rubio o Gringo, no sólo quedará en la historia como jefe de torturadores de La
Perla. Su rebeldía ante la citación de la Justicia disparó el alzamiento militar
de Semana Santa en 1987.
- El capitán retirado del Ejército Carlos Esteban Pla, ex subjefe de policía de
San Luis durante la dictadura, fue sindicado por un testigo como autor material
del asesinato de la estudiante Graciela Fiochetti, previamente secuestrada y
torturada.
- El capitán retirado del Ejército Antonio Arrechea Andrade está acusado por su
participación en la Masacre de Palomitas, como se conoce al fusilamiento de doce
presos políticos en Salta en 1976. Hasta julio de 2003, cuando el juez federal
Abel Cornejo libró orden de detención en su contra, vivió en su chacra de
Andresito, Misiones. Es también ciudadano en Brasil.
- Los capitanes de navío retirados Rodolfo Poletti y Fernando Di Fonzo son los
prófugos que más alto llegaron en las jerarquías de gobierno durante la
dictadura. Fueron gobernador y ministro de Gobierno de Misiones,
respectivamente.
- El ex capitán de fragata Jorge Vildoza, jefe de un grupo de tareas de la ESMA,
donde se hacía llamar Gastón, está prófugo desde 1986, junto con su esposa Ana
María Grimaldi, por la apropiación de una menor nacida en cautiverio. Con la
reapertura de expedientes en 2003 el juez Sergio Torres también solicitó su
detención en las causas ESMA y Walsh.
- Otros prófugos crónicos que ya en los ’80 lograron escabullirse de la Justicia
son los ex policías Eduardo Angel Cruz, alias Cramer, y Pedro Santiago Godoy,
alias Calculín, imputados por secuestros y torturas en los centros clandestinos
Atlético, Banco y Olimpo.
- La última incorporación del plantel es Felipe Romeo, ex director de El
Caudillo y vocero de la Alianza Anticomunista Argentina. El juez Norberto
Oyarbide pidió su detención en diciembre.
Fuente: lafogata.org