Argentina: La lucha continúa
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La ministra Miceli, en el centro de muchos reclamos y acechada por la inflación
Felisa Miceli sigue sonriendo, al menos cuando la apuntan los fotógrafos en actos oficiales.
Pero 2007 pinta como un año con varios reclamos y complicaciones para su ministerio. ¿Seguirá sonriendo pese a todo?
Emilio Marín
Esta semana el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) dará a
conocer el nivel de inflación de enero. La encargada de divulgar el índice tan
temido no será Graciela Bevacqua, la titular hasta días atrás de la dirección de
Indices de Precios al Consumo, sino una reemplazante puesta allí por Miceli,
Beatriz Paglieri.
Según la ministra, el cambio se debió a "razones funcionales", una figura lo
suficientemente ambigua como para disimular diferencias técnicas y políticas.
Según denunciaron los empleados de la repartición, el aumento de precios en el
primer mes del año habría sido lo suficientemente alto como para que desde
Hacienda presionaran para una baja artificial. "Cambio de metodología contable",
que le llaman a los artilugios o dibujos de una inflación menor a la real.
"Vienen por el índice", denunciaron los más alarmistas dentro del plantel del
Indec, según los cuales la inflación de mes en cuestión habría sido superior al
2 por ciento. El PEN, dicen, sólo admitiría 1,2 o a lo sumo 1,5 porque de lo
contrario estaría dando por derrotado antes de tiempo su meta inflacionaria de
un dígito para todo el año.
El personal del Instituto está en estado de alerta y movilización por esa
cuestión puntual. Pero en pocas semanas puede estarlo por el tema salarial ya
que sus dirigentes gremiales, de ATE -que a su vez es parte decisiva de la CTA-,
han adelantado que exigirán un piso mínimo de aumento del 20 por ciento en sus
haberes.
Otros gremios de orientación política tan diferente a aquellos como la
Fraternidad (responsable del afiche "No jodan con Perón"), también han planteado
ese reclamo del 20 por ciento como mínimo. Hasta el inefable Armando Cavalieri,
que dice haber trabajado alguna vez en un comercio, declaró que piensa demandar
una suba del 23 por ciento en los haberes.
El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, si bien no puso porcentajes porque
aludió a que cada gremio tiene realidades diferentes (el suyo, de Camioneros,
logró varias mejoras en estos años), dejó en claro que hay que negociar
libremente a la suba.
En un acto donde se recibía material ferroviario adquirido a Portugal, el propio
presidente Néstor Kirchner habilitó la discusión sobre los ingresos de los
trabajadores. Lo hizo criticando a quienes quieren inhibir ese pedido con el
argumento de que esas mejoras conducirían necesariamente a mayor inflación. "No
nos quieran asustar esos pícaros que escriben sobre la inflación", expresó
Kirchner. El palo tenía varios destinatarios: las centrales empresarias, los
columnistas de "La Nación", los economistas neoliberales y Roberto Lavagna.
Si alguien tenía alguna duda de que este será un año de paritarias sobre
salarios y condiciones de trabajo, ya la habrá desechado. Y todo ese "tira y
afloja" entre gremialistas y ejecutivos va a terminar repercutiendo en el
despacho de Miceli, donde se acumulan varios otros problemas. Ella había
presentado como un gran logro que en 2006 la inflación fuera del 9,8 por ciento;
al menos la medida por el Indec, que la real anduvo bastante por encima.
Poniendo estaba la gansa...
El viejo dicho sirve para ilustrar la conducta de Miceli respecto a España, a la
que se le pagará con subidos intereses la "ayuda desinteresada" que brindó en
2001 antes del reventón de la economía y algo más del país.
Los ibéricos habían prestado realmente 860 millones de dólares, en vez de los
mil millones anunciados y publicitados hasta el hartazgo. Ahora se les reconocen
y abonan 982 millones, luego de reajustar los intereses devengados. Como la
cancelación será en seis años y con un interés tasa Libor más 1,4 puntos
anuales, la cifra total será mayor.
Es interesante acotar que la sonriente ministra no pudo lograr que caminara su
oferta a Madrid, pues ella había pedido que la cancelación fuera a diez años con
tres de gracia, ajustada a una tasa Libor más 1 punto anual. Los términos del
acuerdo, como de costumbre, los fijaron los representantes del país imperial,
que aunque devenido en potencia de segundo orden, así y todo sigue siendo tal.
El hecho tendría que servir para no digamos que insuflar en la administración K
un fervor patriótico que lo lleve a renacionalizar petróleo de manos de Repsol,
eso ya se sabe que no será así, pero al menos para que los enviados del rey Juan
Carlos no nos tomen el pelo. Es una estupidez decir que esa corona ayudó a
nuestro país como nadie lo hizo.
Luego de semejante negociación para pagar deuda externa se puede intuir que
seguirá un curso más o menos negativo la que se encare con el Club de París, por
6.500 millones de dólares. Será otro jirón arrancado a la imagen de la ministra,
afectada por las tratativas con el embajador de EE UU Earl Wayne y el
representante comercial adjunto John Veroneau.
El otro problema político que atraviesa a su gestión viene de tranqueras
adentro. Si bien la semana pasada hubo una división en dos del bloque de
entidades agropecuarias a la hora de las acciones a encarar, en el fondo las
cuatro están que trinan contra la política agropecuaria del oficialismo.
Confederaciones Rurales y la Federación Agraria hicieron nuevas asambleas y
protestas contra la suba de las retenciones a la soja, en tanto Coninagro y la
Sociedad Rural, que compartieron ese ideario en el paro anterior, en esta
oportunidad levantaron el pie del acelerador de sus camionetas "4 por 4".
Pero se vienen nuevas medidas de fuerza de esos productores pues el gobierno no
parece dispuesto a eliminar las retenciones, aduciendo necesitarlas para pagar
subsidios a los productores que demandan cereales para la elaboración de
alimentos. Y el nivel de precios de éstos está entre los de mayores impactos en
las mediciones del Indec, como se consignó al inicio, lo que configura un
problema político para la ministra y el secretario de Comercio Guillermo Moreno,
pero sobre todo para el presidente Kirchner.
Esto último tiene una razón de ser. Desde que Lavagna fue eyectado de Hacienda,
en noviembre de 2005, se supo que -más allá del nombre de quien estuviera
sentado en esa poltrona- el real ministro de Economía sería el mismo jefe de
Estado.
Hacerse cargo La tramitación de las causas por violaciones a los derechos
humanos ha mostrado que todos los militares y policías procesados tratan de
lavarse las manos. Ellos enrostran a otros la responsabilidad de crímenes,
desapariciones, torturas, violaciones y robos de bebés entre otros horrendos
delitos. A lo sumo reservan para sí el rol de humildes servidores que hacían lo
que otros indicaban. El descargo de la "obediencia debida" no fue tenido en
cuenta como válida en 1945, cuando los jerarcas del régimen nazi la esgrimieron
ante sus jueces de Nuremberg. Acá es repetida, por ignorancia, cobardía o falta
de mejores argumentos; o por un poco de cada cosa.
Esa estrategia se apreció en la penúltima semana de enero, cuando el ex capitán
de fragata Alfredo Astiz -ascendido durante el gobierno de Raúl Alfonsín-
declaró que no tuvo que ver con las desapariciones de las monjas francesas Alice
Domon y Leonie Duquet y los demás militantes populares capturados en la Iglesia
de la Santa Cruz. Según Astiz, eso fue obra de agentes secretos franceses como
René Bertrand Perceval.
Independientemente de que ese agente haya tenido algo que ver con los secuestros
-la embajada gala en Buenos Aires no tomó en diciembre de 1977 el caso con la
fuerza necesaria- eso no quita que Astiz fue el entregador y la Armada la fuerza
que llevó los prisioneros a la Esma. Allí fueron torturados y luego enviados de
pasajeros de los "vuelos de la muerte", para aparecer algunos de sus cadáveres
arrastrados por el mar a la altura de Santa Teresita.
Astiz, alias "Angel Rubio", fue parte de ese grupo criminal y tendrá que hacerse
cargo de sus actos cuando la demorada justicia al fin lo lleve a juicio la causa
Esma.
Las estratagemas para ganar tiempo y tirar lastre también fueron utilizadas por
el ex vicealmirante Luis M. Mendía, citado en la misma causa, al pretender
justificar los operativos en las órdenes recibidas por el gobierno de Isabel
Perón. Demasiado aprovecharon los militares esas órdenes entre 1974 y 1976 para
avanzar con su plan golpista, para que aún hoy, más de treinta años después,
digan que a posteriori de 1976 siguieron actuando con ese plan. Está a la vista
que, luego de asaltar el poder, la línea represiva dio un salto cualitativo y al
servicio de un gobierno cien por ciento al servicio del establishment. El
gobierno derrocado fue usado como un limón y todos sabemos adónde va a parar el
cítrico una vez exprimido.
Aquí ya se había advertido que la necesaria y justa reapertura de la causa
Isabel Perón y Triple A, en cuyo marco ha sido pedida la detención y la
extradición de la ex presidente, podía tener un inconveniente: algunos genocidas
buscarían justificar el terrorismo de Estado alegando que cumplieron órdenes de
un gobierno constitucional. Mendía fue señalado por el capitán Adolfo Scilingo
como el jefe del Comando de Operaciones Navales que explicitó a los oficiales la
metodología de las desapariciones de los secuestrados y en particular el uso del
pentotal y los vuelos para descargar los cuerpos adormecidos en el río y el mar.
".