Argentina: La lucha continúa
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Entrevista a Vicente Zito Lema
Malena Diaz
"Las contradicciones en el gobierno de Kirchner nacen de su propia naturaleza"
A pocos días del traspaso presidencial, el abogado, dramaturgo y pensador Vicente Zito Lema analiza la gestión en materia de derechos humanos del presidene Néstor Kirchner. Para el intelectual la desaparición de Julio López marca el punto más álgido entre la memoria de los crímenes del terrorismo estatal y la ceguera hacia las violaciones a los derechos humanos hoy. Asimismo, observa con pena las formas que adquiere la critica que se hace desde los sectores de izquierda.
Empecé a militar en el tema de los derechos
humanos en la década del 60` cuando casi ni existían los organismos que peleaban
por este tema. Las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo nacen a la lucha
legítimamente, a partir de situaciones personales, al ser lastimadas en lo
profundo con la desaparición de sus familiares. En mí caso, quiero aclararlo,
por destino, azar o como quiera llamarse, no tengo familiares directos que hayan
padecido las crueldades del terrorismo estatal. Mi militancia en los derechos
humanos es interesada en relación a la lectura que hago del mundo, de la
necesidad de que estén realmente ejercidos y defendidos esos derechos. Me he
movido en la búsqueda de la justicia, de la fraternidad, del amor, de la belleza
pero no por un dolor particular. Eso me ha dado la posibilidad de reflexionar
con un poco más de distancia, en la medida en que no estoy directamente
involucrado por una perdida.
Antes de recibirme de abogado ese tema siempre
estuvo presente en mí accionar como periodista, como pensador. Mi experiencia de
40 años en esta lucha me permite ver que, de golpe, se suben al carro de los
derechos humanos personas que no tienen nada que ver con la temática buscando un
uso perverso de lo que para mi es sagrado. También, he visto como gente atacada
en carne propia, apenas tiene una respuesta, desaparece de la escena. Es preciso
decir, que la sociedad argentina nunca tomo el tema con la importancia
necesaria. Los que, hace muchos años, militábamos en este área éramos una gran
minoría y para los grupos de izquierda, la defensa de los derechos humanos
tampoco era una prioridad. Quizás cuando aparecieron las Madres y Abuelas el
tema tuvo auge pero inevitablemente recayó. Sabemos que la sociedad se
moviliza por los ataques de tipo delincuencial clásicos; los robos, los asaltos,
los secuestros. Estos han tomado una dimensión y tienen una repercusión en los
medios de comunicación que ahogan el tema de la violación de los derechos
humanos en el sentido más histórico. Las sociedades no tienen un alto nivel de
conciencia crítica ni un gran humanismo que las mueva, porque sino el mundo
seria diferente, pero siempre va a ver sectores menores que van a estar
simbolizando al conjunto social en esa lucha. No está bien ser parte de una
minoría cuando el tema es de una importancia que trasciende, que nos incumbe a
todos. Cuando una sociedad deposita en pocos los grandes valores, es el comienzo
del fin, porque unos pocos no se pueden hacer cargo de lo profundo de la vida
del conjunto.
En este marco, noto graves contradicciones en el
gobierno de Néstor Kirchner y su relación con los derechos humanos.
Contradicciones que en definitiva hacen a su propia naturaleza. Entiendo que no
se puede tender hacia el bien, en un aspecto, cuando no se tiende al bien en su
conjunto.
Esas contradicciones se notan en el accionar general del gobierno, y en la
lectura, si es posible, desinteresada y en un análisis lo más honesto posible.
Aclaro que el tema merece verse de buena fe. Digo esto porque suelen plantearse
en el mundo de la política miradas o interpretaciones de la realidad que, a mi
criterio, muchas veces están guiadas por el deseo, legitimo o no, eso es otra
cuestión a debatir, de combatir o destruir a quien esta situado en posiciones
antagónicas. Pero no solo antagónicas sino que a veces el combate es simplemente
con el diferente, y no siempre hay detrás de estos enfrentamientos la búsqueda
del bien común. Insisto con marcar mi pena; se busca reemplazar a unas personas
por otras. Es decir, una forma extrema de entender la política como el resguardo
de las individualidades o de los grupos en sus intereses que pueden ser
económicos, culturales o todo lo que rodea el ejercicio del poder como
manifestación también de la subjetividad. Combatir al otro no para producir un
cambio profundo en el sentido humanístico que debe guiar toda búsqueda política,
sino satisfacer, lo que llamaríamos en lengua simple, necesidades menores.
Esto atañe al análisis del campo de los derechos
humanos durante el actual gobierno. Yo creo que hay una mala fe y hasta hablaría
de una mala fe concurrente. Abarca, muchas veces, a los que miran la acción de
Kirchner y a los que lo defienden. También, por qué no decirlo, a funcionarios.
Y esto no es nada bueno, porque una sociedad debiera depositar en los derechos
humanos un espacio a resguardar por todos, no se trata de cosas menores. Cuando
hablamos de derechos humanos estamos hablando en definitiva de la propia
dignidad de la criatura humana, de la puesta en marcha de esa condición humana
de la que alguna vez habló Malrau. Deberían estar siempre por encima de las
disputas que en general, en nuestro país, apuntan más bien a dirimir narcisismos
personales o intereses vulgarmente de política partidaria.
No se puede tener una mirada histórica de
recuperación de los derechos humanos en relación al terrorismo de estado y de
golpe, una ceguera en la violación cotidiana de esos derechos hoy. Y en la
preparación de un terreno que va organizando un proceso de quebrantamiento de
los derechos humanos hacia el mañana. Pareciera que el gobierno, en cuanto al
hoy y al devenir tiene los ojos cerrados, pero hay que reconocer que posee buena
memoria de lo que fue el pasado. Ahí, nadie le puede negar cierta eficacia en su
accionar e incluso valentía. Porque no es fácil buscar justicia en relación a
los terribles momentos que sufrió el país cuando las instituciones que violaron
los derechos humanos mantienen su poderío. No podemos pensar que las fuerzas
armadas, por dar un caso, que la justicia o los medios de comunicación o la
iglesia son instituciones o sectores que han perdido su autoridad hoy. Entonces,
cuando se los denuncia, cuando se logra que sean juzgados y castigados, aunque
en relación a acciones que se dieron en el pasado, eso se convierte en un
cuestionamiento del hoy. Un sacerdote se sienta en el banquillo y detrás está
toda la institución. Ese funcionario en actividad cometió delitos aberrantes, no
se lo separó y contó con el abrigo de sus pares. La iglesia podría haberlo
juzgado y luego expulsado de la orden sacerdotal que lo contenía, pero no hizo
absolutamente nada. Al juzgar el pasado, también se juzga el presente y marca el
mañana.
Cuando se ataca la conducta del gobierno en
relación a la defensa de los derechos humanos específicamente en el tiempo del
terrorismo de estado y se lo condena como por no hacer nada es una lectura y un
accionar no justo.
Se pude decir que no se actúa con más fuerza, con más inteligencia, con más
rigor, lo que no se puede negar es que se están haciendo cosas. Creo que en
relación al pasado hay acciones positivas, pero el ritmo que llevan no
contribuye a que la verdad surja. Es decir, las demoras hacen que todo
quede entrampado en si mismo porque la justicia de la dictadura militar está
reciclada en estos tiempos. Además los medios de comunicación que ahora se
quieren presentar como democráticos tienen una culpa monstruosa en las
violaciones a los derechos humanos que se dieran en la época más terrible de
nuestra historia. Este es un terreno.
En el otro terreno se sabe, se nota, se siente y
se conoce que existen violaciones a los derechos humanos. Ahí la responsabilidad
cae sobre el gobierno, por más que alguien diga que el presidente no busca que
se violen los derechos humanos. El tema de fondo es la responsabilidad política
del conjunto de las acciones que se hacen desde la administración de Kirchner.
Yo puedo creer de buena fe que se piense como un defensor de los derechos
humanos, pero nadie me puede negar que estando al frente de un gobierno, en una
época donde se violan groseramente estos derechos, que Kirchner sea el
responsable moral, jurídico, político y ético de esas violaciones. Sabemos que
los derechos humanos no son solo los de primera generación, los que tienen que
ver con la conculcación de las libertades públicas sino que existen los derechos
sociales; el derecho a la educación, a la salud, al trabajo. De golpe las
estadísticas hablan de ciertas mejoras, de alguna manera esas mismas
estadísticas siguen avalando una realidad muy cruel porque buena parte de
los argentinos sigue muriéndose de hambre, está desvalida ante el poder
económico, ante la enfermedad, ante las necesidades básicas de la dignidad
humana. Si bien los números nos van a decir que hay menos hambre, el hambre
está, si nos dicen que la pobreza disminuyó esta sigue siendo un crimen. Se nos
puede explicar también que la policía ya no tiene el amparo de antes, sin
embargo siguen los casos de gatillo fácil matando jóvenes con una mecánica de
espanto. Así podemos analizar todas las áreas que están relacionados con los
derechos humanos y llegamos a la conclusión que el gobierno se mantiene en esa
zona gris, donde parece que hace algo pero no lo necesario. Esas son todas
críticas legítimas que se pueden y deben hacer.
La desaparición de Julio López marca el punto más
álgido en todas las contradicciones señaladas. Yo no voy a pensar que el
presidente Kirchner quiso la desaparición de López pero todo lo que he dicho
marca de muchas formas la responsabilidad que tiene el gobierno porque no tuvo
la fuerza, la claridad, la voluntad de desmantelar el poder de esos sectores del
terror que todavía integran el aparato del Estado. Sean policías, guardia
cárceles, jueces, y quizás por funcionarios que están en esta gestión. Además no
se puede negar que en los primeros momentos que suelen ser decisivos para
solucionar muchos de estos secuestros, se entró en contradicciones muy graves
que contribuyeron para que la oscuridad siga reinando en este caso. Y no es solo
el caso de un desaparecido sino que se convierte en un símbolo del terror. Más
allá de las declaraciones en defensa de los derechos humanos cuando se pone en
juego mostrar la verdad de esa ideología, de esas creencias, las contradicciones
son tan profundas que la praxis no acompaña los discursos.
Por eso, la desaparición y, a esta altura creo
que muerte del compañero López, es una materia de trascendencia monstruosa que
no alcanza a la mayoría de la población. Estoy acostumbrado a que esto sea así.
Me hubiera sorprendido que el conjunto de la sociedad haya salido a la calle a
reclamar. El hecho de que no salga permite que el gobierno no se esfuerce, en la
dimensión que lo hubiera hecho, si la comunidad exigía con una potencia mayor la
búsqueda de Julio López. Esto se convierte en una amenaza creciente porque esta
otra etapa de proceso a los integrantes del terrorismo de estado, digamos esta
en pañales. Y eso puede perderse en su realidad histórica, en su realidad
de reparación de tanto dolor de la sociedad argentina. Así son las cosas
mediocres.
1 Vicente Zito Lema es autor de numerosas obras de teatro;
"Lengua sucia: escenas de poder, servidumbres y muerte", "El bronce que
sonríe: el mito, el hombre y la parca" "Gurka!" "Sombras nada más", entre otras.
También escribió textos de psicoanálisis como "Conversaciones con Enrique
Pichón-Riviere sobre el arte y la locura" y "El alma no come vidrio. Los
manifiestos de la locura".