Argentina: La lucha continúa
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El horror carcelario que se hace visible
La Arena
Otra vez una prisión argentina es el escenario de una tragedia horrorosa. Ahora
le tocó el turno a la Cárcel de Varones de Santiago del Estero en donde se
calcinaron 33 vidas humanas.
El sistema carcelario argentino -federal o provincial- está lejos de ser lo que
debiera, de cumplir con la ley y la Constitución Nacional. 'Las cárceles de la
Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos
detenidos en ellas', dice en su artículo 18 demostrando que es pura letra
muerta.
En tiempos en que abundan los discursos que fomentan la 'mano dura' para la
delincuencia típica de los pobres -la que es propia de los ricos o los altos
gobernantes no tiene cabida en estas arengas de clase- parece extenderse la idea
de que la cárcel es 'la' solución a la mayoría de los problemas sociales. Frente
a esa ceguera que suele ganar a un sector considerable de la población, estos
funestos episodios como el de Santiago del Estero o los ocurridos en otras
prisiones, deberían obrar como advertencia.
El motín de este domingo estuvo motivado por un abuso que rebelaría a cualquier
persona con un gramo de dignidad: el maltrato y humillación a las mujeres
durante las requisas previas a sus encuentros con los internos y el acortamiento
de los horarios de visitas. Casi todas las voces independientes de Santiago
coinciden en señalar a estas causas como disparadoras de la reacción de los
presos. La excepción es el gobierno que habla de un intento de fuga, el
argumento que siempre está a mano para justificar la represión y la brutalidad.
Ni qué decir que el Pabellón 2 -epicentro del drama- tiene capacidad para quince
internos y se encontraba ocupado con más de cuarenta, o que la capacidad total
del penal es de 250 presos pero el fin de semana albergaba a más del doble.
Algunos programas televisivos se han atrevido últimamente a documentar la vida
dentro de las prisiones argentinas. Quienes optan por no cerrar los ojos ante
esas lacerantes imágenes ni narcotizarse con los programas pasatistas que
pululan día y noche en la caja boba, habrán podido enterarse de las pésimas
condiciones en que sobreviven, hacinados, los reclusos. La droga, la violencia,
la sodomización, la muerte son moneda corriente en esos sórdidos ambientes. 'La
cárcel es el infierno en la tierra', dijo uno de los reos entrevistados y no
expresaba una metáfora sino la más cruel de las verdades.
Nuestra ciudad (1) no ha estado libre de este horror. El 25 de julio de 1991
estalló en llamas el Pabellón 4 de la Unidad 13 y los doce muertos que
resultaron de los incidentes incorporaron a Santa Rosa a la estadística macabra
que tiene nombres como Devoto, Sierra Chica, Olmos, Córdoba o Magdalena. Para
tornar ese horror más espantoso aún, la Justicia, que inicialmente había
dictaminado responsabilidades y condenas, terminó sobreseyendo o reduciendo a
montos irrisorios las penas a autoridades y guardiacárceles que tuvieron activa
participación en la génesis de la tragedia.
Como dijo un dirigente social: a las cárceles van a parar los delincuentes
pobres, por eso son tratados peor que animales y, cada tanto, se mueren de a
decenas atrapados en sus ratoneras.