Argentina: La lucha continúa
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Entre el discurso, las omisiones y las mentiras
Prof. Juan Carlos Sánchez
A diez días de las elecciones presidenciales, la campaña permite advertir la
construcción de discursos en los cuales priman las omisiones y las mentiras,
cuando no medias verdades. Cada partido o alianza electoral busca seducir al
electorado con estrategias de marketing y asesores de imagen, pero se siguen
olvidando de los ciudadanos y de las ciudadanas que buscan un horizonte claro
con respecto a sus expectativas vitales.
Cada cual juega su propio juego en función de los intereses que representa. Hoy
día se advierte claramente una atomización de ambos lados del amplio arco
ideológico. Por un lado, la derecha compite entre sí con Cristina Fernández de
Kirchner, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, Macri, López Murphy y Alberto Rodríguez
Saá y por otro, la izquierda deshoja la margarita entre Vilma Ripoll, José
Montes, Néstor Pítrola, Pino Solanas y el enésimo llamado del voto en blanco de
algunos sectores que han decidido este método como forma de oponerse a esta
democracia frágil que estamos viviendo.
Estamos ante una derecha que, con sus propios matices, propone la continuidad
del modelo actual sin mayores variantes, omitiendo las herramientas con las
cuales han de trabajar durante su próximo mandato y mintiendo solapadamente
acerca de las perspectivas futuras. Y no estamos hablando del precio del tomate
precisamente, sino de las tarifas de los servicios públicos y de la carga
impositiva en el futuro cercano. Pero también se omite, a pesar de un parcial
reconocimiento en los slogans de campaña, la crudeza de realidades sociales
candentes. La situación de las personas con discapacidad y de los pueblos
originarios es soslayada, provocando una nueva desaparición que también incluye
al plano discursivo, al igual que la triste tragedia del hambre en el interior
de la Argentina pese a la manipulación de la estadística. Y también se miente,
mediante la sobre y subinformación, cuando no se llega a la deformación de las
problemáticas actuales, con el objeto de seducir a esa clase alta o media alta
que pretende seguir perpetuando sus privilegios de la mano de una clase política
que apoya sus pretensiones con mayor represión.
La fragmentación de la izquierda, aún con el aliciente de la postulación de Pino
Solanas como nuevo actor político, es un clásico desde hace tiempo y nuevamente
vemos naufragar la posibilidad de comenzar a poblar las Cámaras y las
Legislaturas como forma de controlar a un poder que, cada día más, se somete a
los designios imperiales y los de sus cómplices locales. Su discurso no seduce a
las clases medias y bajas, las cuales están adormecidas bajo la parafernalia
propagandística del Frente de la Victoria, como también lo saben hacer con sus
golpes de efecto en lo mediático con sus anuncios grandilocuentes, mientras los
candidatos siguen caminando entre sus viejos adherentes y sin lograr una
captación de electores que les permita alcanzar una banca.
Dos discursos. Con omisiones y con mentiras, desde una derecha que, aún
dispersa, intenta profundizar el modelo y la represión imperante, al igual que
perpetuar el hambre y la pobreza de millones de argentinas y de argentinos. Con
debilidades discursivas, con monotonías que llevan temor a muchas y a muchos que
no conocen otra cosa salvo lo que viven actualmente, la izquierda no alcanza a
hacer pié y su voz se va diluyendo con el correr de los días, gracias a ese
egoísmo que supieron construir y que les impide transformarse en una clara
opción con vocación de poder.
Los niños y niñas con hambre, los ancianos sin atención médica, las personas con
discapacidad, los pueblos originarios y el resto de los excluidos sociales
esperan respuestas que, seguramente, no encontrarán en un injusticialismo
victorioso para la impunidad y el olvido, ni en una unión de mentirosos
asociados, que ahora habla de construir cosas que pudieron realizarse mientras
se encontraba el candidato en el poder y menos aún en un promisorio represor de
ocasión, que sigue vendiendo espejos de colores junto al mismo personaje que
intentó reducir el presupuesto educativo. Tampoco podemos olvidar el misticismo
católico de una coalición que se ha corrido hacia esta parte del arco ideológico
en la esperanza de un ballotage y con promesas vanas que no han de cumplirse.
Duhalde prometió retirarse y ha regresado en el acto de homenaje a Frondizi,
designado Ciudadano Ilustre por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
La única esperanza se encuentra en los trabajadores de las fábricas recuperadas,
como Zanón y de las empresas, como el Bauen; en los docentes, con sus luchas en
Neuquén y en Santa Cruz, para intentar derrotar a una burocracia sindical
encabezada por Yasky y Baradel; en los trabajadores del Garraham y del Hospital
Posadas, que supieron plantarse ante la renovación del neoliberalismo sanitario
y frente al calificativo de 'terroristas' y en todos aquellos que aún tienen
utopías, esperanzas de seguir luchando por una Argentina distinta mientras
impera el saqueo de los recursos naturales y el genocidio permanente, de la mano
del hambre y de la explotación por el hombre mismo.
Es esa base, sin dudas, la que proporcionará los dirigentes para una renovación
necesaria de los cuadros políticos y para una progresiva articulación de las
luchas de trabajadores y de desocupados, como también de aquellas clases medias
en camino de alcanzar la pendiente que lleva a la pobreza.
Entre mentiras y omisiones, llegaremos al 28 de octubre. Sepa el pueblo votar,
salvo los muertos (que también votan), las volcadas de urnas y los dibujos
numéricos que seguramente tendrán su día de gloria...