Trabajo desde hace unos cinco meses en una empresa que hace el barrido de las
calles. Gano 800 pesos por mes y como estoy separada me las arreglo con esa
plata, más 245 del Plan Familias, 80 en vales que tengo que retirar en el
municipio, y algo que de vez en cuando me pasa mi ex marido que hace changas.
Con eso, comida a mí y a los nenes no nos falta, y la gente de Cáritas siempre
me da ropa, calzado y a veces mercadería. Pero se imaginan que no puedo pagar
400 ó 500 pesos por un alquiler, porque si no, no comemos -dice Betiana Hang, de
tan solo veintiocho años y mamá de cuatro chicos de seis, nueve, once y doce
años.
No vive en un lugar que tiene un nombre cualquiera.
Habita en una vivienda cuyo propietario le anunció el desalojo inminente en la
ciudad de Esperanza, departamento Las Colonias, provincia de Santa Fe. Es una de
las zonas más ricas de un territorio que exporta a razón de nueve mil millones
de dólares anuales, según sostienen sus funcionarios, los mismos que gobiernan
en nombre de Evita y Juan Perón desde hace casi un cuarto de siglo aunque ahora
en diciembre se irán por haber falsificado la identidad de aquellos nombres.
Ni Esperanza ni Evita ni Perón parecen decirle algo a la desesperación de
Betiana y sus hijos.
Nombres e historias violadas para que las mayorías soporten el peso de esas
mentiras provocadas.
La falsificación de las palabras estalla en las urgencias de los que son más.
'Estoy muy mal, paso por momentos de desesperación y por otros donde trato de
tranquilizarme, para poder buscar una salida dentro de lo posible. Si no, voy a
terminar enloqueciéndome', le cuenta la mujer al periodismo del lugar.
Desesperada en Esperanza, Betiana relata: 'Yo no quiero que me regalen nada,
porque 200 ó 250 pesos por mes puedo pagar. Otra salida sería que alguien que
tenga una casa abandonada me la preste o alquile, yo la arreglo de a poco.
También mi hermana tiene lugar, porque donde vive el lote es grande, pero de
dónde saco para comprar los materiales', se pregunta.
No hay futuro con la impunidad que rodea a los falsificadores y violadores de
palabras e historias. Sus pibes, los hijos de Betiana, saben que dentro de poco
podrán quedar en la calle. 'Los más grandes es como que comprenden lo que eso
significa y están muy tristes, me preguntan dónde vamos a dormir. y no sé que
decirles', confiesa la madre coraje, la mamá dignidad.
Ella pelea por encontrar su lugar en el mundo, su espacio necesario para
multiplicar abrazos y caricias, sueños y ternura.
Pero los falsificadores de la memoria y nombres no tienen piedad para estas
resistentes.
Miran para otro lado aunque sigan usando esas palabras como pantallas gastadas.
Algún día las palabras, los nombres y la historia volverán a su cauce original y
en semejante momento de reencuentro con los que son más ya no habrá espacio para
tanto desprecio por ahora desbocado.
Fuente de datos: Diario Edición Uno - Esperanza, Santa Fe 21-09-07