Argentina: La lucha continúa
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Es Londres, no Teherán
Roberto Bardini
Hace 40 años, ante la inminencia de un enfrentamiento militar entre Israel y
una mal compactada coalición integrada por Egipto, Jordania, Irak y Siria,
muchos nacidos en Argentina –pero de escasa raigambre nacional– optaron a favor
o en contra de los bandos en pugna y quisieron embarcar al país en ese lejano
conflicto.
La llamada Guerra de los Seis Días finalmente estalló del 5 al 10 de junio de
1967 e Israel amplió su territorio con la ocupación de la Península del Sinaí,
la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (donde se encuentra la Ciudad
Vieja) y los Altos del Golán.
En medio de las hostilidades en Medio Oriente, un porteño de origen irlandés les
dio una sencilla lección de argentinidad a pro árabes y pro israelíes.
Se llamaba Luis Alberto Murray y había nacido en 1923. Era descendiente de John
Murray, un nativo de Newtowncashel (Irlanda) que se embarcó en Liverpool en
abril de 1844, llegó a Buenos Aires dos meses después –durante el gobierno de
Juan Manuel de Rosas– y 20 años más tarde era estanciero en Capilla del Señor.
Luis A. Murray fue periodista, poeta, historiador y novelista. Profundamente
vinculado a la Argentina, tradujo al slang estadounidense el tango Yira, yira,
de Enrique Santos Discépolo, y fue amigo de Fermín Chávez, José María Castiñeira
de Dios, Jorge Abelardo Ramos, José María Rosa y Osvaldo Guglielmino.
Mientras las armas disparaban en los peñascos del Sinaí, los diarios de Buenos
Aires publicaban fotos del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y del primer
ministro israelí –nacido en Ucrania– Levi Eshkol y los porteños discutían en los
cafés. Murray era director del semanario La Hipotenusa y en el Nº 4, del 8 de
junio de 1967, escribió:
"No hay tales «razas» que dividan a la humanidad en compartimentos estancos o
núcleos inconciliables entre sí: ante el microscopio, ni un glóbulo de sangre se
comporta como negro, blanco o amarillo, ni un espermatozoide asume premisas
cristianas, gentiles, judías, musulmanas ni ateas".
"Lo grave del asunto [...] es que una vez más se intente dividir a los «hijos
del país» propiamente dichos, a los hijos de sirios o libaneses, y a los hijos
de inmigrantes polacos, rusos o alemanes de confesión mosaica, en nombre de
estrellas y lunas que nos son ajenas. Nuevamente habría que empapelar Buenos
Aires –haya o no guerra entre israelíes y árabes– con afiches semejantes a los
de FORJA en 1939: Los argentinos queremos morir aquí".
Cuarenta años atrás los problemas de Argentina no eran muy diferentes a los de
hoy y las palabras de Murray parecen haber sido escritas ayer: