Argentina: La lucha continúa
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Imperialismo
¿Del Mercosur al Mercoetanol o Mercosoja?
Víctor Ego Ducrot
Ecoportal.net
Los agrocombustibles NO son limpios NI protegen al medio ambiente: "cada
tonelada de aceite de palma que fundamentalmente se produce en Indonesia y
Malasia, emite tanto o más gas carbónico que el petróleo. El etanol producido a
partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un
50 por ciento más gases con efecto invernadero que la producción y la
utilización de la cantidad equivalente de nafta".
La decisión brasileña de avanzar en el programa alentado por EE.UU. y las
corporaciones petroleras y agroalimentarias es una amenaza de más neoliberalismo
y menos cambios.
Parece que la mesa está servida, pero sólo para Estados Unidos, Europa y el
complejo corporativo que forman las agroalimentarias y las petroleras. La semana
pasada, Petrobrás y la portuguesa Galp firmaron un acuerdo para la producción de
600.000 toneladas anuales de aceites vegetales en Brasil y la comercialización y
distribución de biodiesel en el mercado portugués y en el resto del Viejo Mundo.
El proyecto, anunciado en Lisboa durante la primera reunión empresarial Unión
Europea–Brasil, en el marco de una cumbre con las máximas autoridades oficiales
de ambas partes, implica la producción de 300.000 toneladas de aceites vegetales
para ser procesadas en las refinerías de Galp Energia. Las restantes 300.000
toneladas serán destinadas a la producción de biodiesel para exportación a
Portugal y al resto de Europa, informaron varios medios de prensa
internacionales.
Petrobrás calificó a la asociación con Galp de "promisoria", ya que las
previsiones de producción de biodiesel de Brasil en 2008 "genera
disponibilidades de exportación casi inmediatas". Brasil es líder mundial en
producción e investigación de biocombustibles, sobre todo en el etanol fabricado
a partir de la caña de azúcar.
"Con este acuerdo, Galp Energía da un paso decisivo en la concreción de su
estrategia de biocombustibles y contribuye al posicionamiento de Portugal en el
liderazgo de la producción de segunda generación", indicó la corporación
lusitana en un comunicado oficial.
La Unión Europea (UE) debe cumplir con un marco regulatorio que determina la
utilización de un 10 por ciento de biocombustibles antes de 2010. Por su parte,
el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, sostuvo que el acuerdo de su
país con la UE es "estratégico".
Claro, que los líderes políticos y corporativos se abstuvieron de reconocer que
si ese proyecto, impulsado por el gobierno estadounidense de George W. Bush y
las transnacionales se impone, una vez más los países en desarrollo financiarán
la abundancia de las potencias centrales, con efectos letales para las
sociedades del Sur.
Europa aspira a que los agrocombustibles satisfagan algo menos del 6 por ciento
de la energía que necesitarán los transportes terrestres en 2010, y un 20 por
ciento en 2020. Por su parte, Estados Unidos se propone una producción de 35.000
millones de barriles por año.
Para alcanzar esas metas, Europa debería comprometer el 70 por ciento de su
superficie cultivable y, en Estados Unidos, la totalidad de las cosechas de maíz
y soja tendrían que ser utilizadas para la elaboración de biodiésel o etanol, lo
que provocaría una hecatombe alimentaria en el opulento mundo del Norte.
"Es por eso que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE) miran al hemisferio Sur para cubrir sus necesidades", sentenció
Eric Holtz–Giménez, director general de "Food First, Institute for Food and
Development Policy" (Estados Unidos), en un notable artículo publicado por la
revista Le Monde Diplomatique, el mes pasado.
Lula acaba de considerar a los agrocombustibles como "la revolución del siglo
XXI" por su "indiscutible" cualidad de ser más limpios y ayudar a reducir la
contaminación. Sin embargo, el mismo Le Monde Diplomatique recordó exactamente
lo contrario.
Los agrocombustibles NO son limpios NI protegen al medio ambiente: "cada
tonelada de aceite de palma que fundamentalmente se produce en Indonesia y
Malasia, emite tanto o más gas carbónico que el petróleo. El etanol producido a
partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un
50 por ciento más gases con efecto invernadero que la producción y la
utilización de la cantidad equivalente de nafta. Los cultivos industriales
destinados a los combustibles necesitan enormes esparcimientos de abonos
producidos a partir de petróleo".
Algunas interpretaciones provenientes de los medios de prensa vinculados al
poder económico corporativo, como el diario Clarín, de Buenos Aires, concluyen
que Lula aspira a que sus acuerdos con la UE flexibilicen las posiciones de
Estados Unidos, que aunque proclamado socio estratégico de Brasil, no disminuye
las trabas aduaneras a los agrocombustibles del país sudamericano.
"Esa disposición (la que surge de los acuerdos Brasil–UE) marca una diferencia
con los resultados que obtuvo el presidente Lula en sus dos últimos encuentros
con Bush. Con éste no logró superar la discusión de las barreras que Estados
Unidos impone al alcohol de origen brasileño que se usa en las naftas. En las
citas de marzo, Bush se mostró categórico: la venta de etanol brasileño recién
puede aspirar a ver liberadas las trabas en 2009, esto es, después que él mismo
deje el gobierno", sostuvo Clarín la semana pasada.
Ni Lula, ni Bush, ni la UE, ni los medios de comunicación hegemónicos quieren
recordar que, por ejemplo, la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce lo siguiente: "como consecuencia de
la pobreza, 824 millones de personas en el mundo sufren hambre, pese a que en el
planeta se producen alimentos suficientes como para que cada uno de sus
habitantes cuente con una ración diaria de 2.200 calorías".
En tanto, el "Internacional Food Policy Research Institute", de Washington,
estimó que, si se pone en ejecución la estrategia agrocombustibles, el precio de
los alimentos básicos aumentará entre un 20 y un 33 por ciento en 2010 y entre
un 26 y un 135 por ciento en 2020.
"Con cada aumento del 1 por ciento en el precio de los alimentos, 16 millones de
personas caen en inseguridad alimentaria. Si la tendencia actual continúa, 1.200
millones de habitantes podrían sufrir hambre de manera crónica para 2025",
afirmó Holtz–Giménez.
Al calor de proyecto agrocombustibles vienen registrándose operaciones de
concentración creciente en el sector soja, uno de los más "dinámicos" en los
países del Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
En ese sentido resulta curioso que, habiendo obtenido una cosecha sojera récord
(47,5 millones de toneladas), Argentina haya incrementado en forma geométrica
durante el primer semestre del año las importaciones de poroto de soja desde
Paraguay, convirtiéndose en el principal cliente del país guaraní.
La Bolsa de Rosario (ciudad argentina donde se concentra buena parte de la
industria transnacionalizada del sector) estimó que 1,5 millones de toneladas
paraguayas se sumarán a lo producido en Argentina, informó el pasado lunes el
diario Clarín.
Soja y agrocombustibles son partes complementarias de un modelo que tiende a
derivar la producción agrícola hacia el mercado de los "commodities", alejándola
de las necesidades de soberanía y seguridad alimentaria de las sociedades del
MERCOSUR.
Es en esa estrategia donde las corporaciones petroleras, de la alimentación y
financieras han decidido asociarse, y por supuesto que Petrobrás y la portuguesa
Galp no están solas.
"La rapidez con que se opera la movilización de capitales y la concentración de
poder en la industria de los agrocombustibles es asombrosa. En los últimos tres
años, se multiplicaron por ocho las inversiones de capital de riesgo en el
sector. Los financiamientos privados inundan las instituciones públicas de
investigación, como lo comprueban los 500 millones de dólares en subvenciones
otorgadas por British Petroleum (BP) a la Universidad de California. Los grandes
grupos petroleros, cerealeros, automotores y de ingeniería genética firman
poderosos acuerdos societarios: Archer Daniela Midland Company (ADM) y Monsanto;
Chevron y Volkswagen; BP, Dupont y Toyota", afirmó el ya citado artículo de
Holtz–Giménez en el mensuario Le Monde Diplomatique.
Es por lo expuesto hasta aquí, que ni remotamente alcanza para agotar el tema,
que queda abierta la pregunta que le da título a esta nota: ¿Del Mercosur al
Mercoetanol o Mercosoja?
El mito agroecológico de los biocombustibles
Una nueva forma de imperialismo
María Eva García Simone *
Agencia Periodística del Mercosur
Los agrocumbustibles son promocionados como la panacea a la contaminación
mundial. Estados Unidos es el más interesado en la creación de un "Foro
Internacional de biocombustibles".
La creación de un "Foro Internacional de biocombustibles" es uno de los
proyectos que actualmente se encuentran es discusión entre dos de los mayores
productores mundiales de agrocombustibles: Estados Unidos y Brasil. Estos dos
países se hallan dispuestos a hacer partícipes a los principales consumidores,
entre ellos China, India, Sudáfrica y algunos países europeos.
Este es uno de los factores decisivos en cuanto al impulso que en los últimos
tiempos se le está dando a los agrocombustibles como reemplazantes de los
combustibles usuales tales como el petróleo, el gas y el carbón. La iniciativa
tiene como objetivo promulgar la importación y exportación de este tipo de
combustible como una manera de apaciguar y contrarrestar las perjudiciales
consecuencias del efecto invernadero.
En realidad, se trata de un fin encubierto en la medida en que el biodiesel y el
bioetanol no son la solución a la contaminación que caracteriza al mundo, sino
que por lo contrario son un mito que ponen en riesgo la soberanía de los suelos
de la región. Uno de los principales interesados en que se concrete la
producción a gran escala de los agrocombustibles es Washington, potencia que
pretende convertir a Latinoamérica nuevamente en su "patio trasero", ejerciendo
su influencia en este nuevo aspecto del imperialismo reinante.
El país norteamericano, si bien produce agrocombustibles, sus extensiones de
tierras resultan reducidas en la medida en que su aspiración es sustituir por
completo la gran importación–dependencia de petróleo que realiza anualmente.
Por este motivo, busca no sólo el incentivo interno, sino también la
promulgación de los programas referidos a agrocombustibles en regiones ricas en
suelos propicios para la producción de soja, caña de azúcar y maíz,
principalmente. En este punto, sus primordiales destinos son los países
sudamericanos y caribeños.
Como es usual en este mundo regido por la lógica de lo que resulta más
conveniente para los países desarrollados, se dispuso revertir el compromiso
asumido en 1996 de reducir a la mitad el hambre del mundo para el 2015. Este
había sido firmado por los principales países del mundo, como por ejemplo
Estados Unidos, en una cumbre de alimentos en Roma, en la que se creó el Fondo
de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Concretar el proyecto de exportación de agrocombustibles por parte de los países
de la región es un factor decisivo en el rumbo rural de Latinoamérica.
Los estados latinoamericanos se hallan, como dice el dicho "entre la espada o la
pared", deben decidir entre la opción de exportar materias primas tales como la
soja, el maíz y la caña de azúcar para generar biodiesel o bioetanol poniendo en
riesgo grandes extensiones de sus suelos, o utilizar esos mismos suelos para la
producción de alimentos destinados a cubrir básicamente el hambre que
caracteriza y azota a la zona.
Si bien los comoditties mencionados actualmente permiten a los países
latinoamericanos aumentar constantemente las ganancias derivadas de las
exportaciones debido a que sus precios se acrecientan continuamente, este
beneficio debe ser puesto en comparación con los aspectos negativos que generan
los monocultivos.
Además, estas subas generan amplias cantidades de ingresos para los grandes
agricultores pero perjudican a los sectores más pobres, a los consumidores,
debido a que los precios también aumentan en el mercado interno. Así por
ejemplo, en México, tuvieron lugar multitudinarias protestas debido a las subas
en el precio de la harina de maíz, un producto utilizado en la mayor parte de
las comidas.
Aquellos defensores de los combustibles de origen biológico como reemplazantes
de los combustibles fósiles –como el petróleo, el carbón y el gas natural–
justifican su postura en que los primeros, a diferencia de los segundos, tienen
poco impacto ambiental. Sin embargo, estos dejan de lado de que para obtener
materias primas que puedan generar agrocombustible se utilizan semillas
transgénicas y agroquímicos que perjudican en gran medida a la tierra, generando
la degradación severa de las mismas, acentuada por las plantaciones reiteradas
de los mismos cultivos y, a su vez, resulta perjudicial para la salud humana .
Otras de las medidas desfavorables de los agrocombustibles en cuanto al medio
ambiente es que los países y las grandes empresas, que en ellos actúan para
poseer mayores extensiones de suelos disponibles optan por el desmonte de
bosques y selvas, generando el consecuente exterminio de la flora y la fauna
autóctona.
Este proceso es denominado como "ampliación de la frontera agrícola" y se
inicia, principalmente, con la quema de miles de millones de hectáreas de
bosques, lo cual libera cantidades de dióxido de carbono mucho más amplias de
las que, según sus propulsores, los biocombustibles pueden ahorrar. Tal como lo
publicó APM en ediciones anteriores, la soja ya causó la destrucción de más de
91 millones de acres en bosques y pastos en Brasil, Argentina, Paraguay y
Bolivia.
El doctor Miguel Angel Altieri, de nacionalidad chilena y uno de los principales
referentes de la agroecología mundial, define a los biocombustibles como "un
modo de imperialismo biológico". Altieri, como los científicos David Pimentel y
Tad Patzek, sostiene que para fabricar una kilocaloría de bioetanol se necesita
1,3 kilocalorías de petróleo. Es decir, el biocombustible aparte de ser nocivo
ambientalmente no genera un ahorro energético.
Además, en muchos casos, las extensiones de tierras utilizadas para la obtención
alimenticia son ocupadas por plantaciones con fines combustibles. Se genera una
pelea entre la producción de alimentos y la producción de agrocombustibles. Es
una competencia controversial teniendo en cuenta que en ella actúan de
intermediarios diversos y múltiples intereses que ponen en evidencia las
diferencias de poderío entre las grandes potencias mundiales y los países pobres
como los latinoamericanos.
El hecho de que en el planeta existan unos 800 millones de personas que tienen
hambruna no es un factor que deba dejarse de lado en este paradójico
enfrentamiento.
En el caso de Argentina, el presidente Néstor Kirchner promulgó la "ley de
biocombustibles", haciéndose eco de las repercusiones que hoy en día tienen los
agrocombustibles como nueva fuente de energía. Asimismo, desde el gobierno
argentino concuerdan en afirmar que "gracias al etanol y al biodiesel, la pampa
húmeda vale el doble que hace tres años". No obstante, no analizan que esas
mismas tierras que hoy valen más. En un futuro no serán más que suelo infértiles,
desgastados por el monocultivo y los agroquímicos, y que no sólo no generarán
materias primas que puedan convertirse en combustible sino que tampoco
producirán alimentos.
* La autora de esta nota es alumna del Seminario "Periodismo en Escenarios
Políticos Latinoamericanos" que actualmente dicta la Agencia Periodística del
Mercosur (APM) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP,
extensión Moreno.