Argentina: La lucha continúa
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Dos causas complejas que afectarán al peronismo
Isabel Perón y jefes de la AAA, con pedidos de capturas y extradiciones por
crímenes
Si bien la principal afectada por la resolución de la justicia es María
Estela Martínez de Perón, los ecos de los fallos pueden llegar más arriba suyo,
hasta el propio fundador del peronismo. Y seguro, ya llegaron abajo, a varios
jefes operativos de la AAA.
Emilio Marín
No es que los crímenes cometidos durante la dictadura militar hayan sido
totalmente investigados y menos aún enjuiciados y castigados. Todavía falta
mucho para eso. Ahora comenzó, en rigor recomenzó, una tarea similar enfocando
el período anterior al golpe del 24 de marzo de 1976, cuando la organización
fascista Acción Anticomunista Argentina (AAA) cometió 1.500 asesinatos políticos
contando con la venia del gobierno de Isabel Perón.
Esa administración justicialista está ahora jaqueada por dos causas. Una la
tramita el juez federal Norberto Oyarbide y apunta directamente contra jefes
operativos de la Triple A como el ex subcomisario Rodolfo E. Almirón, acusado de
los crímenes del ex diputado Rodolfo Ortega Peña, el cura Carlos Mugica, el ex
subjefe de la Policía Bonaerense Julio Troxler, el intelectual Silvio Frondizi y
el abogado laboralista Alfredo Curutchet, entre otros.
El otro expediente lo lleva el juez federal de Mendoza, Héctor R. Acosta, quien
acaba de pedir a Interpol la detención de la ex presidente residente en Madrid.
La acusa de privación ilegítima de la libertad y torturas en perjuicio de Héctor
A. Fagetti, un joven detenido en Mendoza por fuerzas policiales y militares en
febrero de 1976, un mes antes del golpe, y que nunca recuperó la libertad pese a
haber sido visto vivo en dos cuarteles.
Dos ex ministros de entonces, Antonio Cafiero (Economía) y Carlos Ruckauf
(Trabajo), también están imputados en la causa. Son los únicos sobrevivientes
pues los demás ministros ya fallecieron, excepto el ex presidente provisional
Italo Luder, quien padecería una enfermedad mental propia de su avanzada edad y
fue dejado de lado en las actuaciones judiciales.
Todos ellos firmaron el 6 de octubre de 1975 los decretos 2770, 2771 y 2772
ordenando a las Fuerzas Armadas entrar en operaciones para "aniquilar el
accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país", como
aclaraba el texto del último de esa serie. Isabel estaba de vacaciones en una
residencia de la Fuerza Aérea en Ascochinga, junto a las esposas de los tres
comandantes, por lo que los instrumentos del PEN llevaron la rúbrica de Luder.
De todos modos la presidente los ratificó y avaló a su regreso a la Casa Rosada,
diez días después, y lo más importante, los puso en práctica como máxima
autoridad del Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
Si esta causa mendocina no hubiera dormido el sueño de los justos, los
argentinos podrían haberse ahorrado el pago de suculentas sumas de dinero a la
señora de Perón en 1983, la candidatura presidencial de Luder ese mismo año, la
gobernación bonaerense de Cafiero en 1997 y sus senadurías nacionales, y la
gobernación del "meta bala" Ruckauf, devenido en canciller y actual diputado.
Hasta se habrían salvado de verlo como comentarista internacional
proestadounidense en los noticieros de Canal 9.
De lesa humanidad
Las medidas ordenadas por Oyarbide contra Almirón y otros pistoleros como el
ex comisario Ramón Morales y Miguel A. Rovira y el ex director de la revista
fascista El Caudillo, Felipe Romeo, así como las enviadas a Interpol por su
colega mendocino, se fundamentaron en que las acciones de la AAA y la represión
derivada de los tres decretos fueron catalogados como crímenes de lesa
humanidad. De lo contrario esos asesinatos, cometidos hace más de treinta años,
habrían prescriptos.
Particularmente Oyarbide fundó su resolución en que "la existencia de la Triple
A y los distintos hechos cometidos por sus miembros, obedecieron a circunstacias
políticas enmarcadas en cuestiones ideológicas y montadas desde el aparato del
Estado, bajo cuya garantía de impunidad actuó la asociación". Así lo estampó en
su decisión del 26 de diciembre último, de la causa 1075/2006, que desairó la
aspiración de la defensa jurídica de los imputados de burlar la justicia por la
vía de la prescripción.
Y no es que la opinión pública deba comprar la idea de que Oyarbide y Acosta
sean magistrados impolutos e independientes. El primero era parte de la lista de
jueces de la "servilleta" de Carlos Corach y tenía relaciones de amistad con
comisarios de la Federal acusados de recaudaciones non sanctas. El
segundo fue testigo propuesto por el banquero menemista Raúl Moneta, además de
haber sido acusado por el ex magistrado Luis Leiva de avalar apremios ilegales
contra un joven discapacitado.
Pero independientemente de la calidad moral, o de la falta de ella, las
actuaciones de esos magistrados están bien orientadas. La mayoría de los
organismos de derechos humanos, incluso los que actúan en España como el
Movimiento de Argentinos en el Exterior y la Acusación Popular de Madrid
–dirigidos por Lois Pérez Leira y Carlos Slepoy respectivamente- avalaron la
reapertura de la causa Triple A y la calificaron de "una buena noticia".
Almirón, Morales y Rovira están detenidos; Romeo está con pedido de captura lo
mismo que Isabel Perón. La viuda del desaparecido mendocino declaró que la orden
contra la ex presidente era una "noticia muy movilizadora". Lo mismo debe pasar
por la cabeza de los demás familiares y amigos de los 1.500 masacrados por la
Triple A.
Rol del peronismo
Las causas apuntan a un período de la historia gobernada por el peronismo, en
especial el de la viuda de Perón, entre julio de 1974 y el día que fue
desplazada por los militares.
La Triple A fue una cloaca donde confluyeron policías como Almirón y Morales,
jefes de la custodia de Isabel y José López Rega; militares de la derecha
peronista como el coronel Jorge Osinde y los capitanes Ciro Ahumada y Héctor
Vergez, que animaba la seccional cordobesa "Comando Libertadores de América"; la
banda nazi de Aníbal Gordon y Eduardo Ruffo, etc.
Sobre el organigrama y funcionamiento de la asociación ilícita las mejores
denuncias fueron hechas por Rodolfo Walsh y la inteligencia de Montoneros,
editadas en las revistas como El Descamisado. Esto es así, mal que les pese a
quienes aún consideran que Mario E. Firmenich es "el otro demonio". La Juventud
Peronista y el peronismo revolucionario fueron las víctimas preferidas de la
Triple A, porque los organizadores de ésta la habían concebido para "depurar" el
movimiento de los "traidores, zurdos e infiltrados". "El mejor enemigo es el
enemigo muerto", se ufanaba Romeo en "El Caudillo", financiado por López Rega
desden Bienestar Social, cartera que también daba el dinero para la compra de
armas.
Cuando "el Brujo" cayó en desgracia por movilizaciones de los gremios y se
exilió en España, en julio de 1975, allá fue Almirón como su custodia, en base a
un decreto firmado por Isabel Perón. Almirón fue entonces "culata" de Manuel
Fraga Iribarne, de la derecha posfranquista, y se involucró en la muerte de dos
integrantes de un partido carlista opuesto a la Falange. Fue otra prueba, una
más, de los difusos límites del "ser nacional" al que adherían los fascistas
criollos.
Gordon, Ruffo y Raúl Guglielminetti se reciclaron como eslabones de la represión
de la dictadura, bajo la jefatura del general Otto Paladino, de la SIDE. Fueron
asignados a Automotores Orletti, un centro clandestino de detención que funcionó
dentro del Plan Cóndor coordinado con las demás dictaduras del Cono Sur. ¿Y
éstos eran los peronistas-peronistas que iban a salvar al país del golpe?
La causa sobre Triple A, como otras de su tipo, se presta a juegos políticos. Ya
se dijo aquí que el presidente Néstor Kirchner puede aprovecharla para sepultar
al peronismo tradicional y formar su "Concertación Plural". Y que la defensa de
los genocidas alegará que éstos cumplieron las órdenes de anquilamiento
impartidas por un gobierno constitucional.
Lo que no está claro es si la investigación salpicará o no al ex presidente Juan
D. Perón, que fue el temor de Eduardo Duhalde. Algunos indicios en su contra
serían que varios de los integrantes, como Osinde y Ahumada, debutaron en la
masacre de Ezeiza, en junio de 1973; y que el primer atentado firmado por el
grupo, fue contra Solari Irigoyen en noviembre de ese año. El general avaló la
actuación de Isabel y López Rega, además dio vía libre al golpe policial de
febrero de 1974 en Córdoba y promovió a jefe de la Federal a otro implicado en
la AAA, el comisario Alberto Villar.