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Argentina: La lucha continúa

A cinco años de la caída de De La Rua
La crisis revolucionaria de 2001

Camilo Cienpasos
Izquierda.info

Un año más. Una conmemoración más. Cinco años desde que la movilización popular abrió, de golpe, una crisis revolucionaria que volteó un gobierno. Y luego cuatro mas en las siguientes semanas. Los medios de difusión indicaron que unos 15.000 manifestantes, la mayoría de ellos de los partidos de izquierda, marcharon a la Plaza de Mayo el pasado 20 de diciembre. Exigieron la aparición con vida de Jorge Lopez y hablaron contra el gobierno.
Una huelga general en el 2001, por primera vez, tuvo matices de huelga activa con piquetes y acatamiento casi total. Unas elecciones en octubre le dieron a los partidos de izquierda la más alta votación desde la re-aparición de la asustada "democracia" y el voto nulo o en blanco marcó record de taquilla.
En diciembre De La Rua confiscó los ahorros de la clase media y esta perdió el pudor y mostró todo su amor a la protesta.
De La Rua declaró el estado de sitio y mandó a reprimir. Como en las mejores épocas, la policía asesinó a 37 personas e hirió a cerca de 200. De la paz social amenazada por la crisis económica y el desfalco financiero se pasó en un día a la insurrección de Plaza de Mayo, a los saqueos en el Gran Buenos Aires, a la quema de los muebles en el Congreso y a la creación de las multitudes asamblearias de los barrios.
Las barricadas, las manifestaciones, los ataques de frustrados depositantes contra los bancos se reprodujeron. No solo cayó el gobierno de De La Rua. La justicia, las Cámaras del Congreso, la policía, los partidos políticos del régimen fueron arrastrados a la vorágine de la crisis.
Esta se sintetizaba en el grito de lucha del pueblo en las calles: ¡Que se vayan todos!
Al régimen político le costó dos años comenzar a remontar su crisis y esta recuperación solo fue posible gracias a una coyuntura económica internacional muy favorable a las exportaciones agrícola-ganaderas y el crecimiento desmesurado del precio del petróleo.
El Peronismo, primero de la mano de Duhalde y ahora de Kirchner, fue el encargado, como sucedió tantas veces antes, de estabilizar la situación. Pero el país quedo herido. A un brote inflacionario de un nuevo incendio. A una crisis de coyuntura de distancia de un nuevo desplome económico.
La izquierda desaprovechó la oportunidad del 2001. Enfrascada en viejas rencillas y disputas de territorios entre sí, ayudaron con su aparatismo a desarticular las asambleas populares.
Con el forcejeo electoralista que rechazaba el frente único y la arrogancia de quienes piensan que toda crisis se dirige automáticamente hacia la revolución y el sectarismo que les impedía coordinar las luchas, el capital ganado, casi a pesar de ella, la izquierda comenzó a retroceder al mismo ritmo que la burguesía restablecía su control.
La crisis revolucionaria no abrió una situación revolucionaria en gran medida por la política de la izquierda.
Ninguna organización de izquierda con cierto peso pasó la prueba. Y los resultados están a la vista. Fragmentada e impotente, la izquierda solo atina a "conmemorar" un año mas de la ultima gran oportunidad perdida.
La derecha ha avanzado algo. Puede festejar los "logros" del Proceso en Plaza San Martín, secuestrar a Julio López y amenazar a testigos y fiscales de los juicios contra los genocidas de la última dictadura militar.
Mientras tanto, el gobierno puede darse el lujo de de no hacer nada por encontrar a López y reconstruir el aparato represivo, manteniendo en ellos a muchos de los viejos cuadros de la dictadura.
Pero el régimen mantiene también una crisis estructural, más allá de la fragilidad y no sustentabilidad del crecimiento económico. Esa es la crisis de los partidos políticos. Véase como las encuestas cambian cuando se alternan distintos candidatos. Los aparatos están debilitados.
Basta con reemplazar a Fernández u otro candidato por Scioli, para que Macri que ganaba contra ellos, pierda frente al Vice-Presidente por muerte. Y eso se da en todos los distritos. Sin un Kirchner no se presentara de candidato a Presidente, el Frente para la Victoria perdería el 15% de los votos. Si ninguno de los dos se presentara, perdería el 30%.
Los votantes votan al mal menor. Y los males menores son personas y sus votos no se extienden a sus partidos.
Algunos, como la UCR, son cadáveres caminando. Si el peronista Lavagna no fuera su candidato, un radical puro obtendría tal vez menos votos que Altamira.
Otros, como el Justicialismo, son aparatos de movilización pagada al servicio de quienquiera que ocupe el poder. El Macrismo y el Arismo son estructuras vacías de influencia social que sufren momentáneos brotes de gordura electoral.
Esa crisis no ofrece alternancia para el régimen ante una nueva caída.
Esa es la única herencia cierta de la crisis del 2001. Y no es poca cosa. Es como correr una carrera de postas contra un atleta muy veloz pero que no tiene reemplazos.
No es imposible remontar la crisis de la izquierda. Bastaría que intentaran el frente único y la unidad de acción, acordaron un programa común y la emprendieran con ahínco contra el régimen y el gobierno. En una serie de aproximaciones volverían a aglutinar fuerzas y los trabajadores y el pueblo dirimirían, por su praxis y no su discurso, cuales de sus direcciones les merecen mayor confianza.
Miles de jóvenes se acercan a la izquierda. La potencialidad existe. Y a lo mejor no seria mala idea que las viejas direcciones de la izquierda, los Altamira, los Ramal, los Pitrola, las Mercedes Petit, los Sorans, los Albamontes, los Otto Vargas, liberaran la energía de una nueva izquierda liderada por la juventud, dando un paso atrás y retirándose. Ya probaron que en las mejores de las circunstancias, no estuvieron a su altura.
Así, a lo mejor, la izquierda tenga una chance la próxima vez. Y habrá una próxima vez, que no quepa la menor duda. 

Fuente: lafogata.org