En
su primer día de libertad tras estar desaparecido por 48 horas, Luis Angel Gerez
declaró por casi tres horas ante la fiscal de Escobar, Andrea Palacios, aunque
no pudo terminar su testimonio por prescripción médica. Dos veces se quebró y se
puso a llorar. Mientras pudo hablar, su relato fue desordenado. Intercaló
capítulos de su historia personal con detalles de su cautiverio. Algunos
estremecedores, otros que podrían servir para la investigación. Ante la fiscal,
Gerez dijo que le gatillaron muchas veces en la cabeza y que lo quemaron con
cigarrillos en el pecho. Contó que dos de sus captores hablaban con un
vocabulario de personas instruidas mientras que el tercero parecía más joven y
se expresaba con términos casi carcelarios. Según un ministro del Gobierno, el
testigo clave del caso Patti también declaró que uno de sus captores le había
preguntado por las causas por violaciones a los derechos humanos en las que
había testificado. Cerca de Gerez dijeron desconocer esa información. Sólo la
fiscal, sus secretarias y un médico de la policía presenciaron el testimonio.
Sus compañeros ya habían escuchado su relato unas horas antes.
–Luisito, ¿te pegaban? –preguntó el amigo.
–No importa eso –respondió Luis Angel Gerez.
–¿Te pegaban?
–No importa eso.
–¿Te pegaban?
–Los dolores en el cuerpo no importan. Ellos te pegan en el alma.
–¿Qué me querés decir Luisito?
–Te humillan.
–¿Pero qué querés decir?
–Por momentos sentía miedo y por momentos no me importaba que me mataran.
–¿Qué te hacían?
–Me ponían la pistola en la cabeza y gatillaban. Apretaban y apretaban el
gatillo.
El diálogo fue íntimo. Gerez estaba algo mejor tras el shock de las primeras
horas después de su liberación. Enfrente estaba uno de sus compañeros del alma.
En un primer momento, el amigo había intentado reprimir su ansiedad por saber
todo lo que le habían hecho. Pero con el paso de las horas Gerez se pudo
serenar. Había llegado el momento de hacer catarsis. Estaban en la casa de su
madre, Julia More, en Galileo Galilei al 100 de Escobar. El viernes a la noche
le habían preparado una cena para festejar su regreso. Gerez comió con
entusiasmo. Estaba hambriento. En 48 horas sus captores no le habían dado ningún
alimento. Sólo había tomado agua y mate aunque con ciertas resistencias. "Tenía
miedo que me falopearan", contaría Gerez tras ser liberado. El amigo escuchaba
el relato del albañil sin hacer demasiados gestos. No era el único que estaba
escuchando. El otro amigo se animó a preguntar.
–¿Y por qué las quemaduras en el pecho? ¿Qué te decían?
Gerez permaneció callado. Cuando la tercera persona salió de su habitación para
buscar algo, miró a su amigo a los ojos.
–Me decían "a ver cuánto aguantás".
Declaración interrumpida
Había dormido dos horas, apenas dos después de las 48 horas más horribles de su
vida. Eran las 9 de la mañana cuando Gerez miró a su esposa, Mirta Praino, y le
encargó una tarea urgente. Quería comenzar el día con sus afectos más cercanos.
Entonces Mirta llamó a Alberto "Paco" Fernández de Rosa y le transmitió los
nombres con los que Gerez quería compartir su primera mañana libre tras el
secuestro. Así fueron llegando sus compañeros de toda la vida. A las 11 ya
estaban todos sentados en la mesa del living de la casa de su madre. Allí
estaban su esposa, Fernández de Rosa, el concejal Hugo Cantero, Jorge
Altamirano, "Pipo" Weernek, Orlando Ubiedo, todos miembros de la agrupación
peronista Pensar Escobar. "Nos miró a todos, con la cabeza algo gacha y nos
saludó con la mano. Quería vernos juntos", contó Cantero a Página/12.
Gerez no se quedó mucho tiempo con sus amigos. Volvió a su habitación, donde lo
acompañaba una psicóloga del gobierno bonaerense. Lo siguieron su esposa y
alguno de sus visitantes. A las 13 sonó el teléfono de la casa. Era la fiscal
que lo citaba a declarar. A la mañana lo habían revisado unos médicos. Aunque le
habían dicho que no declarara, Gerez decidió hacerlo igual. Entonces los amigos
decidieron dividirse. Algunos se prepararon para acompañarlo a la fiscalía de
Escobar, en Carlos Pellegrini al 600, otros comenzaron a organizar una
conferencia de prensa para los cronistas y movileros que pululaban por el
barrio.
Su esposa, Fernández de Rosa y Weernek lo llevaron a la fiscalía. A las 14
ingresó al edificio judicial acompañado por el médico de la policía. Vestía una
remera a rayas. Su mujer y sus compañeros se quedaron abajo esperando. En las
tres horas de declaración, el testigo relató detalles de su cautiverio, dijo que
estuvo engrillado con piezas metálicas y candados, y confirmó que durante su
secuestro estuvo todo el tiempo a ciegas por una bolsa que le pusieron en la
cabeza. Aunque pudo distinguir tres voces. De los captores recordó lo que dijo
uno que parecía más experimentado:
–¿Viste que no era tan difícil? –le comentó un secuestrador a otro con el tono
exultante de un triunfo.
Cuando el interrogatorio estaba llegando a lo más duros, Gerez se quebró en
llanto. Intentó recomponerse pero otra vez se largó a llorar. Entonces el médico
ordenó suspender toda declaración al menos por dieciocho horas. El médico
también aconsejó suspender la conferencia de prensa. "No quiero dejar en banda a
los muchachos", fue lo primero que dijo Gerez. Al final, luego de recorrer
Escobar en auto durante veinte minutos para intentar despejarse, su amigo
Fernández de Rosa decidió cancelar la conferencia de prensa. "Queremos que Luis
recomponga que se ponga porque prácticamente no ha dormido y no está física ni
mentalmente para afrontar preguntas de los periodistas", explicó el actor.
La historia de Luisito
Gerez milita en política desde los ’70, siempre vinculado al peronismo.
Estuvo en la JP y Montoneros, en Intransigencia y Liberación y en el Peronismo
Revolucionario. Con el triunfo de Carlos Menem se desanimó y decidió dedicarse
de lleno a la actividad privada. Con un compañero de viejos tiempos, el hoy
vicejefe de Gabinete bonaerense Emilio Pérsico, abrió un taller mecánico en Don
Torcuato. No tuvieron mucha suerte y se fundieron a los dos meses. Ninguno sabía
de mecánica. La historia los volvería a encontrar varias veces. Pérsico le
compró un auto, y a partir de 2003 se convirtió en uno de sus interlocutores
naturales para hablar de política. Pérsico dirige el Movimiento Evita, con el
que está relacionada la agrupación Pensar Escobar.
Gerez pasó el día con sus afectos más cercanos. Por cuestiones de seguridad,
decidió dejar la casa de su madre en Escobar y se instaló en otra localidad del
norte del conurbano. Por allí desfilaron varios amigos, entre ellos el vicejefe
de gabinete bonaerense. Otros compañeros, como el concejal Hugo Cantero,
decidieron dejarlo tranquilo tras verlo a la mañana. Muchos todavía no podían
sacarse de la cabeza lo que habían escuchado, el terror que habían visto en los
ojos de su amigo. Nada fue más explícito que el horror con el que Gerez quiso
evitar que le pusieran los electrodos para hacerle un electrocardiograma en la
salita de Garín. "Pensaba que era la picana", explicó Cantero.