Nuestro Planeta
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Los transgénicos no son una solución al hambre del planeta
«Frente a quien mantiene que la agricultura ecológica es un capricho de
niños ricos, sostenemos que el capricho de los niños ricos es el de aumentar la
cuenta de resultados de sus empresas»
Patxi Coira
El Diario Vasco
Se calcula que para el 2025 seamos 8.000 millones de habitantes en el mundo.
Alimentar a semejante población es todo un reto y algunos intentan vendernos las
semillas transgénicas como una de las posibles soluciones al hambre del planeta.
Así opinan científicos como Pilar Carbonero, bioquímica e ingeniera agrónoma
que, en un medio de comunicación guipuzcoano, afirmaba que la agricultura
biológica es un capricho de niños ricos. Carbonero también sostenía que todos
los riesgos achacados a los transgénicos existen desde el nacimiento de la
agricultura, hace 10.000 años.
En mi opinión, puede ser demasiado arriesgado comparar los cambios en mejora
genética de los últimos 20 años con los producidos en los últimos diez mil. Es
evidente que los grandes cambios se producen ahora, tanto en el clima como en la
mejora genética.
Por ejemplo, la media de emisiones de carbono de un estadounidense es ahora de
5.500 kilos al año, mientras que en los últimos diez mil años ha sido de 35
kilos.
En lo que respecta a la mejora genética, los cambios también son ahora brutales.
Como muestra un botón, la doctora en Ciencia Animal Temple Grandin relata en su
libro "Interpretar a los Animales", la reciente aparición en granjas avícolas
americanas de gallos que, en su "mejora genética", han perdido el hábito del
cortejo y cuando ven una gallina la atacan y la matan.
También la aparición en las granjas de pollos con las patas rotas por el
excesivo peso, es una consecuencia de la mejora genética. Estas consecuencias
son inéditas en la historia de miles de años de ganadería. Jamás han existido
pollos asesinos ni pollos cojos en los procesos de mejora de razas avícolas.
Respecto a los organismos genéticamente modificados, existen indicadores que
señalan nuevos efectos colaterales de las semillas transgénicas. México, cuna
del maíz, tuvo que soportar la bioinvasión en sus cultivos tradicionales de
genes extraños introducidos por las exportaciones de los Estados Unidos.
El peligro de la desaparición de la biodiversidad y la pérdida de fertilidad del
suelo son consecuencias colaterales de la agroindustria que representan los
transgénicos. Una agricultura que ya ha convertido cientos de hectáreas de suelo
fértiles de los valles de California en eriales. Sin ir tan lejos, se calcula
que el 16% del suelo agrícola de Andalucía se ha perdido como consecuencia de la
agricultura industrial.
Asimismo, hoy persisten las dudas sobre las consecuencias sanitarias de los
transgénicos, a pesar de que multinacionales como Monsanto o Bayer miran con
malos ojos las precauciones que hemos tomado más de 50 regiones europeas,
incluida la Comunidad Autónoma del País Vasco, al prohibir el cultivo de dichas
semillas. Estos cultivos han crecido un 20% en 2004 respeto a los años
anteriores y hoy los alimentos que todos consumimos tienen ingredientes
genéticamente modificados.
Pese al desarrollo y extensión de los OGM, soja, arroz, maíz y trigo,
fundamentalmente, y sus supuestas bondades, la cantidad de personas que padece
hambre pasó de 834 a 852 millones entre 1995 y 2002. El objetivo del Milenio,
reducir el nivel de pobreza de 1990 a la mitad en 2015, empieza a ser una
quimera.
El hambre en el planeta no se soluciona con la agricultura transgénica que
representan lo países ricos, sino con la eliminación de la deuda externa y con
la soberanía alimentaria de los países en vías de desarrollo.
Los beneficios del libre mercado que defienden los grandes partidos de la
derecha y de la socialdemocracia parecen concentrarse en las 691 personas más
ricas del planeta, mientras que quien vive de la agricultura tradicional en los
países en desarrollo sufre constantes agresiones por parte de Estados Unidos y
la Unión Europea, que protegen sus producciones y no permiten a lo pobres que
definan su política agrícola.
Pero esta situación se puede agravar aún más si la Unión Europea impone sus
acuerdos agrícolas a los países de África, Caribe y Pacífico para el 2008. Estos
acuerdos harían competir al cerealero de trangénicos francés, que cosecha de
promedio 1.000 toneladas de trigo por explotación, con el agricultor africano
que apenas produce una tonelada de mijo biológico, cuando, además, el primero
recibe unos 56.000 euros de ayuda directa y, el segundo, nada.
Hoy, las multinacionales propietarias de las semillas transgénicas, están
dispuestas a conquistar los mercados externos y a marginar a la agricultura
campesina. Se está destruyendo un modelo agrícola social y ecológicamente
sostenible basado en pequeñas explotaciones familiares y concentrado en el
mercado interno.
Frente a quien mantiene que la agricultura ecológica es un capricho de niños
ricos, nosotros sostenemos que el capricho de los niños ricos es el de aumentar
la cuenta de resultados de sus empresas, a costa de destruir personas y
ecosistemas en países en vías de desarrollo, y que la mayor perversidad es
hacerlo en nombre de la humanidad.
Patxi Coira es portavoz de Ezker Batua-berdeak en juntas generales de
Gipuzkoa