Nuestro Planeta
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Bebés como conejillos de Indias
Empresa biotecnológica hace de dos hospitales pediátricos peruanos su
laboratorio
Silvia Ribeiro*
La Joranda
La empresa estadunidense Ventria Biosciences patrocinó la experimentación de
drogas derivadas de arroz transgénico -manipulado con genes humanos- en bebés y
niños internados en dos instituciones pediátricas de Perú.
El experimento, cuyos resultados se dieron a conocer en mayo en Estados Unidos,
fue realizado en el Instituto Especializado de Salud del Niño y en el Instituto
de Investigación Nutricional en Lima, Perú. El público de esa nación, sin
embargo, se enteró por las denuncias de la Asociación Pro Derechos Humanos del
Perú y de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos.
Ventria es una empresa biotecnológica especializada en producir farmacultivos,
es decir, cultivos que son manipulados genéticamente para obtener sustancias de
uso farmacéutico. Estas son aún más controversiales que los transgénicos de uso
agrícola que están en el mercado, por la posible contaminación de cultivos
aledaños y los riesgos a la salud en caso de una filtración a la cadena
alimentaria.
Ningún fármaco producido en plantas transgénicas ha sido aprobado para consumo
humano en Estados Unidos ni en otras parte del mundo. Ventria comenzó sus
cultivos en California, pero tuvo que trasladarse a Missouri y luego a Carolina
del Norte por las demandas de asociaciones de productores, consumidores y
ambientalistas.
Debido al largo e incierto proceso de aprobación de fármacos, en particular de
este tipo, la empresa decidió experimentar sus productos con niños del Tercer
Mundo, donde las regulaciones son más laxas y parece más fácil encontrar
instituciones con déficit de financiamiento (y de ética).
En un reciente cambio de imagen, Ventria llama ahora a sus productos "alimentos
médicos", seguramente para eludir las regulaciones más estrictas en la
aprobación de medicamentos.
Esa empresa produce experimentalmente dos proteínas recombinantes humanas: la
lactoferrina y la lisozima, presentes en forma natural en leche materna, saliva,
semen y otros fluidos humanos. La producción se hace en arroz, al que se le
insertan secuencias sintetizadas de genes humanos responsables de la producción
de estas proteínas. Dos de éstas, ya extraídas del cultivo, fueron usadas en el
"estudio" con niños peruanos.
El experimento afectó a 140 niños de cinco meses a 3 años que sufrían diarrea
aguda y estaban hospitalizados en las instituciones mencionadas. La prueba duró
48 horas en hospital, con dos visitas de seguimiento en los siguientes 15 días.
Divididos en tres grupos, al primero se le trató con un suero de rehidratación
oral (SRO) de glucosa; al segundo con SRO a base de arroz, y al tercero con el
mismo SRO a base de arroz, adicionándole lactoferrina y lisozima recombinantes.
Según el breve informe de resultados publicado por la empresa, el grupo de niños
que recibió el suero adicionado con proteínas recombinantes se recuperó en un
promedio de 3.67 días, comparado con 5.21 en promedio en el grupo testigo.
Ventria presenta esos resultados obviando el hecho de haber usado niños peruanos
porque no lo podía hacer en su país, para promover la aprobación comercial de su
producto, que ahora dice será fundamentalmente para el tercer mundo.
Sin embargo, su mercado preferido no son los niños del de países
subdesarrollados que sufren diarrea, sino el más lucrativo mercado de los
nutracéuticos, que incluyen bebidas deportivas y suplementos alimentarios, entre
otros. Para la empresa, el caso peruano es un recurso propagandístico.
Según Jim Diamond, pediatra estadunidense, un aspecto sorprendente de los
resultados publicados por Ventria es que se haya utilizado como testigo un grupo
de niños al que se le dio solución oral con base en glucosa, cuando existe
abundante literatura médica desde hace décadas que muestra que la solución a
base de arroz (no transgénica) es mucho más rápida y efectiva para tratar la
diarrea aguda.
Eso significaría que la empresa, con la complicidad de institutos peruanos, usó
intencionalmente un método menos efectivo para lograr resultados artificialmente
positivos. Por un lado, se expuso a un grupos de niños a drogas transgénicas no
aprobadas, y por otro se retrasó la curación de otros para presentar mejores
resultados comparativos.
Existen numerosos artículos científicos -disponibles en la red electrónica- que
presentan casos en que el uso de proteínas transgénicas humanas, tales como
factores anticoagulantes, de crecimiento e insulina, han provocado reacciones
adversas en los pacientes, como alergias, creación de anticuerpos y otras;
inclusive algunas de gravedad, como ser origen de hemorragias, caso éste por el
que se retiró el producto del mercado.
Durante el proceso de consulta pública motivado por las solicitudes de Ventria
en Estados Unidos, varias organizaciones, entre ellas la Unión de Consumidores,
el Centro de Seguridad en Alimentos (Center for Food Safety) y Amigos de la
Tierra de Estados Unidos, presentaron a las autoridades de ese país amplios
informes, con referencias científicas, en los que describen en detalle una lista
de posibles efectos dañinos a la salud de la lactoferrina y la lisozima
recombinantes de Ventria. Entre otros, explica que las proteínas recombinantes
no son idénticas a las naturales, por lo que existe la posibilidad de provocar
desórdenes inmunológicos y alergias. La lactoferrina y la lisozima pueden
favorecer además el crecimiento de agentes patógenos, como la bacteria
helicobacter pyloris, causante de gastritis y cáncer estomacal, de bacterias
causantes de meningitis y otras enfermedades de difícil tratamiento por su
resistencia a muchos antibióticos existentes.
La empresa, obviamente, conocía esos informes pero decidió proceder colocando en
riesgo niños del tercer mundo. Si las instituciones peruanas conocían los
informes, su complicidad es criminal. Si no los buscaron, su negligencia es del
mismo tenor.
* Investigadora del Grupo ETC
www.etcgroup.org