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El papel del monocultivo forestal
Eduardo Basz
www.portaldelmedioambiente.com
Las fábricas de celulosa (es decir, las papeleras) junto al monocultivo forestal
están conformando una realidad geográfica que espanta a la sociedad civil por el
curso y la magnitud de los acontecimientos. Brasil y Chile, con las élites más
compactas y efectivas del Cono Sur, fueron precursores en esto como en otras
cuestiones. Tampoco puede asombrarnos que esta violenta reorganización del
territorio la hayan iniciado dictaduras militares.
En Brasil, las plantaciones comenzaron hace 40 años. Ahora hay 5 millones de
hectáreas ocupadas por cultivos destinados a la producción de celulosa. El
gobierno de Lula se propone ampliar esta producción: de acá al 2012 tiene la
meta de plantar otras 6 millones de hectáreas. Hacia 1967 en el municipio de
Aracruz, estado de Santo Espíritu, comienza la plantación masiva de eucaliptos
con fines industriales. Aracruz Celulosa SA está constituida por el grupo
noruego Lorentzen (28%), Votorantin Celulosa y Papel, de uno de los hombre más
ricos de Brasil (28%), el Banco Safra, de capitales locales (28%) y el Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social (12,5%). Se queda con tierras de los
indígenas, de los quilombola (descendientes de aquellos africanos insumisos) y
de los campesinos. A los medianos y grandes productores agropecuarios les hace
ofertas que no podrán rechazar. En 1972 ya expande sus actividades a otros dos
municipios. En la actualidad tiene 245. 000 hectáreas de plantaciones en
diferentes regiones: en Espirito Santo pero también en Bahía, Río Grande do Sul
y Minas Gerais. Sólo en la "república gaúcha" tiene 50.000 hectáreas de
monocultivos pero, en alianza con Votorantin y Stora-Enso, la cifra asciende a
250.000 hectáreas. Las fábricas de Aracruz producen dos millones y medio de
toneladas de celulosa blanqueada. Eso le asigna el lugar del mayor productor
mundial. ¿Principal cliente?: la firma Procter & Gamble, de Dusseldorf,
fabricante del papel higiénico y las servilletas más exitosas del mercado
europeo
En Chile, el monocultivo de árboles comienza con el golpe del 73. La Corporación
Chilena de la Madera le presenta al capitán general un proyecto bien armado.
Así, en octubre de 1974 es sancionado el decreto 701, todavía vigente, de
promoción forestal. El Estado subsidia en un 70% el costo de las plantaciones,
que en determinadas regiones puede llegar al 90%. También se abrieron créditos
especiales y exenciones tributarias. Según un estudio del Movimiento Mundial por
los Bosques, el mayor subsidio fue la licitación de tierras fiscales y fundos
expropiados durante la reforma agraria. "A fines de 1974, la masa de
plantaciones existentes en Chile era de 450.000 hectáreas (gran parte
estatales). En 1994, en tanto, la superficie de plantaciones en el país cubría
un área de 1.750.000 hectáreas (79% de las cuales corresponden a pino y el 14% a
eucalipto), llegando a 2.100.000 en el 2002. Este gran aumento de la superficie
de plantaciones forestales era incentivada para el desarrollo posterior de la
industria de la madera y de la celulosa, a modo de agregar valor agregado a su
producción". El 65% de las plantaciones de pino están en manos del complejo
forestal-celulósico, mientras el 35% le queda a los medianos empresarios. Las
dos grandes forestales chilenas (Mininco y Arauco) tienen más del 55% de la
superficie plantada. Están en la trama de las dos familias más poderosas de
Chile, dueñas también de las papeleras Celco en Valdivia y Alto Paraná en
Argentina. El sector plantador tiene el propósito de alcanzar las 2.600.000
hectáreas en el 2010, construir tres megafábricas de celulosa con una inversión
de 3.100 millones de dólares y elevar las exportaciones a 4.500 millones de
dólares en el 2008 que serían el doble de las del 2002.
Parece un retorno del pasado. La inclinación por el monocultivo está en el
código genético del capitalismo periférico. Y la fascinación por el sobreconsumo,
una exigencia de la civilización contranatura primermundista. Algunos datos:
mientras en Finlandia el consumo de papel es de 352 kilos per cápita, en Uruguay
es de 22 y en Argentina de 45. El agronegocio de las plantaciones en Uruguay
comenzó en 1987 con la aprobación de una ley forestal que a través de subsidios
y exoneraciones fue creando el mercado. Más aún: el Estado uruguayo se endeudó
con el Banco Mundial y el BID (300 millones de dólares) para acondicionar las
"rutas de la madera" a los vehículos pesados. (Como dijo el Grupo Guayubira: "Y
luego nos llegó el corolario de estas plantaciones: las fábricas de celulosa").
Lo cierto es que las papeleras en cuestión tienen las mayores plantaciones del
"paisito". Eufores, perteneciente a Ence (la cual a su vez pertenece al Banco
Zaragozano, la Caixa de Galicia y Bankinter), inicio sus actividades en 1990,
tiene unas 100.000 hectáreas de las cuales 80.000 son monocultivos. Mientras
Cofosa (Compañía Forestal Oriental SA), que también comenzó en el 90, en un
principio estaba conformada por Royal Dutch Shell (60%) y UPM-Kymene (39%). En
el 2003, Shell vendió sus acciones a Metsa-Botnia. Tiene 100.000 hectáreas, de
las cuales 60.000 son, como dicen ellos, "bosques de eucaliptos de buena calidad
plantados en la pradera". Las que le siguen en importancia son firmas uruguayas:
Cofusa comenzó en 1988 y tiene 50.000 hectáreas, de las cuales 25.000 están
plantadas; Fymnsa empezó en 1976 y posee 13.000 hectáreas, 6.700 ocupadas con
pinos. Las empresas aspiran a extender sus áreas de plantaciones y en el
parlamento uruguayo se está discutiendo una reforma tributaria que exonera del
pago de impuestos a las actividades vinculadas con el monocultivo.
¿Por qué el eucalipto? Después de todo, la celulosa es una fibra vegetal que
representa el 50% de la constitución física del árbol. Todos la tienen y
cualquiera podría ser utilizado para producir papel. Así es como las fibras de
árboles representan más del 90% de la producción mundial de celulosa. Originado
entre 35 y 50 millones de años atrás, el eucalipto tiene cualidades muy
valoradas por la industria (aunque ya se está avanzando en el uso comercial de
árboles transgénicos). Crece más rápido y es más usable en el proceso fabril de
separación de fibras. Para llegar a una tonelada de celulosa blanqueada se
requieren de 120.000 litros de agua y más de 20 árboles. Claro, tiene algunos
efectos colaterales: es el árbol que más agua consume. En su fase de crecimiento
(los primeros diez años) absorbe 200 litros diarios, en cada hectárea de una
plantación hay 1.000. Es decir, una hectárea consume 200.000 litros. Desde hace
dos años, el Movimiento de Chacareros de Mercedes (en las proximidades de Fray
Bentos) alertó sobre los efectos devastadores del modelo forestal. En aquel
entonces había 60 familias sin agua, en el 2006 ya eran 150. En algunos lugares
era necesario perforar 30 metros para encontrarla. El diario local "Acción" dijo
que "la falta de agua en las chacras no es cuento". Acompaña los
cuestionamientos de la gente de la campaña. "Los propios productores apuntan a
la masiva forestación de predios en la zona que rodearon las chacras y
coincidentemente ha desaparecido o escasea en proporción directa al crecimiento
de los montes implantados con eucaliptos". Como preguntó el Grupo Guayubira:
"Cuánto vale una cañada seca?"