Nuestro Planeta
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Una verdad inconveniente
J. Marcos Castro
El pasado mayo, todo un ex–vice-presidente norteamericano como Al Gore se
estrenaba como protagonista en Cannes de un documental acerca de los efectos del
cambio climático, "An Inconvenient Truth". En el mismo, a modo de resumen de sus
más de 1000 conferencias sobre esta cuestión, Gore analiza de forma vehemente
las repercusiones del efecto invernadero, elaborando un mensaje central: el
cambio climático es el problema más grave al que se enfrenta la humanidad.
Terminado el festival de Cannes, se daban a conocer en nuestro país los últimos
datos acerca de las emisiones de gases efecto invernadero (GEIs) contabilizadas
por el Ministerio de Medio Ambiente para la industria española. España emite
cerca de un 53% más de GEIs que en 1990, alejándonos cada vez más de los límites
suscritos por el Protocolo de Kyoto relativos a un 15% en relación a los niveles
de 1990.
Con esta información España se consolida como el país industrializado que más
incumple el protocolo de Kyoto, hecho que, cuando se agoten los plazos de
adecuación y los mecanismos flexibles, pasará factura en términos de sanciones y
multas al estado español por el no cumplimiento de los acuerdos suscritos a
nivel europeo e internacional.
Las razones que explican estos incumplimientos sistemáticos son muy diversas y
las responsabilidades se difuminan hasta llegar a cada uno de nuestros enchufes,
por lo que la solución cooperativa al problema se plantea realmente como una
tarea difícil. No obstante, a modo de resumen, desde el punto de vista
macroeconómico, la clave de la cuestión radica en las respuestas que da la
economía a impulsos de la demanda final.
Junto a otros factores como el agotamiento de recursos naturales, la
desaparición de especies o la pérdida de calidad ambiental de nuestros ríos y
mares, las emisiones de GEIs son un asiento contable más en los saldos
acreedores que dejamos como deuda a largo para las generaciones futuras. Esta
deuda ecológica está generada a lo largo del denominado "milagro español"
producido en los últimos decenios, donde la demanda interna y los fondos
europeos han jugado un papel clave en los niveles de crecimiento económico
medidos por el PIB o la inversión en formación bruta de capital. El problema
central radica en que la economía española, al igual que la gran mayoría de
países desarrollados, descansa sobre una base productiva y energética donde los
criterios ecológicos no son plenamente considerados y donde tampoco se realiza
una contabilidad ambiental integrada en la contabilidad nacional. El fuerte
impulso de demanda que hemos experimentado gracias a la bonanza económica ha
sido respondido por aumentos de capacidad productiva muy lejanos a lo que serían
modelos de ecoeficiencia, producción ecológica dentro de la denominada economía
sostenible. Sin ir mas lejos, en relación a la emisión de GEIs, es evidente que
la sequía de los últimos años ha dejado K.O. a las hidroeléctricas y las
compañías energéticas han tenido que responder ante la creciente demanda
eléctrica aumentando la producción contaminante de las centrales de carbón, fuel
y gas, aumentando las emisiones que tenían marcadas como objetivo por el
Ministerio de Medio Ambiente. Con un sistema energético menos dependiente del
exterior y más diversificado hacia las energías renovables, este aumento de la
demanda podría haberse solucionado de forma menos perjudicial para el medio
ambiente global.
No obstante, toda la responsabilidad no ha de recaer en la respuesta de los
sectores productivos a los impulsos de demanda, sino también, sobre los
consumidores finales: ¡la demanda eléctrica subió un 57% de 1996 a 2002!. La era
de consumismo desaforado parece realimentarse por la publicidad y el marketing
de nuevos productos, no olvidemos que los "responsables difusos" del cambio
climatico, es decir, el transporte y el sector residencial, son las responsables
del 60% de emisiones a la atmósfera. El auge de vehículos cada vez más potentes
y todo-terreno, así como de los aires acondicionados en viviendas mal aisladas y
que no aplican ni los criterios bioclimáticos tradicionales, suponen importantes
emisiones por familia y año a la atmósfera.
En realidad, todo lo anterior puede parecernos una "verdad inconveniente" a los
oídos de muchos empresarios preocupados por el beneficio, muchos sindicalistas
preocupados por el empleo y muchos consumidores preocupados por la calidad de
vida. Pero a todos ellos habría que recordarles que podrían seguir maximizando
sus objetivos desde la óptica de la sostenibilidad, siendo el primer paso el de
la cuantificación de nuestras decisiones en términos físicos o ambientales y no
sólo en términos monetarios. Como señala Upton Sinclair, "es difícil hacer que
un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no entienda ese algo".