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Accidente de Chernobil
Ecologistas en Acción
El reactor 4 de la central nuclear de Chernobil (Ucrania) sufrió el 26 de
abril de 1986 el accidente más grave de la historia de la industria nuclear.
La central de Chernobil se terminó de construir en diciembre de 1983, está
formada por cuatro reactores BRMK de 1000 MW de potencia cada uno. Esta central
se ponía como ejemplo de seguridad: B. Semonov, director del Departamento de
Seguridad de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), escribió
en el Boletín de la OIEA publicado en junio de 1983 que "un accidente serio con
pérdida de refrigerante es prácticamente imposible en las centrales del tipo
BRMK". Pero, lo imposible sucedió, el 26 de abril de 1986, y toda Europa se vio
afectada por una nube radiactiva.
El accidente de Chernobil ha sido el más grave de toda la historia nuclear. Ha
mostrado en toda su crudeza los efectos que el movimiento ecologista predecía
que tendría un accidente nuclear. Los augurios más pesimistas se han quedado
pequeños.
Los efectos del accidente no se conocen a ciencia cierta y todavía hay discusión
sobre sus costes económicos y sobre el impacto sobre la salud de las personas y
sobre el medio ambiente. La industria nuclear y los organismos nacionales e
internacionales que impulsan la energía nuclear siguen empeñados en minimizar
esta enorme catástrofe.
La central nuclear de Chernobil
La central nuclear de Chernobil se terminó de construir en diciembre de 1983 y
está formada por cuatro reactores de 1000 MW de potencia cada uno. El reactor
número 4 fue el tristemente famoso por el accidente que ocurrió el 26 de abril
de 1986.
En estos momentos existen en los Países del Este 15 reactores como el de
Chernobil, del tipo BRMK. Estos reactores usan el agua como refrigerante y el
grafito como moderador. El hecho de que el refrigerante y el moderador sean
distintos entraña un peligro en sí mismo. El moderador de neutrones sirve para
convertir los neutrones rápidos producidos en las reacciones de fisión en
neutrones térmicos, que son los que más fácilmente absorbe el U-235 para seguir
produciendo fisiones. Por tanto, el papel del moderador es aumentar la cantidad
de neutrones que son capaces de producir nuevas fisiones. Si por alguna causa el
refrigerante dejara de fluir a través del núcleo, la reacción continuaría a
ritmo óptimo, puesto que el moderador sigue actuando. El efecto que produce la
ausencia de refrigerante es bien conocido: la temperatura del núcleo aumenta, y
se puede modificar la geometría, aumentando el ritmo de la reacción, llegándose
al final a la fusión del núcleo y al tipo de accidente más grave que puede
ocurrir en una central nuclear. Es por este efecto que este tipo de centrales
funcionan mal a baja potencia y tienen tendencia a aumentar la potencia
producida.
Otro problema de diseño que se le achaca a este tipo de reactores es el tiempo
que tardan en bajar las barras de control, unos 20 segundos, mientras que en las
centrales occidentales es de un segundo.
La central de Chernobil se ponía como ejemplo de seguridad: H. Born de la
eléctrica alemana Vereinigten Elektrizitätswerke Westfalen (VEW) publicó en la
revista Atomwirschaft Atomtechnik, en diciembre de 1983 que «el sistema es
extremadamente seguro y fiable. La planta nuclear está dotada con tres sistemas
de seguridad paralelos y totalmente independientes, capaces de soportar
tornados, terremotos y accidentes de aviones»; B. Semonov, director del
Departamento de Seguridad de la OIEA, escribió en el Boletín de la OIEA
publicado en junio de 1983 que «un accidente serio con pérdida de refrigerante
es prácticamente imposible en las centrales del tipo BRMK». Sin embargo, después
del accidente, los representantes de la industria nuclear occidental se
apresuraron a decir que estas centrales son en realidad poco seguras, por
ejemplo que «la construcción era sumamente simple» (D. van Bekkum, del Instituto
de Radio Biología de Holanda).
Se le achacó también la falta de contención como una diferencia fundamental con
las centrales occidentales. Hoy está claro que las contenciones de las centrales
occidentales no soportarían una explosión de la potencia que se produjo en
Chernobil. Un estudio sistemático de las contenciones occidentales, realizado
por la NRC (Nuclear Regulatory Comission, el órgano regulador de la seguridad
nuclear en EE UU), arrojó problemas de diseño en el venteo de las contenciones
del tipo Mark I y Mark III de los reactores de agua en ebullición de General
Electric. Estos problemas se encontraron en las centrales nucleares españolas de
Cofrentes (Valencia) y Santa María de Garoña (Burgos).
El accidente
Aquel lunes 28 de abril de 1986 todos los duendes parecían estar reunidos en la
central nuclear sueca de Forsmark. Los sucesos inexplicables se repetían sin
cesar. Todo comenzó cuando a la entrada del turno de mañana uno de los
trabajadores apoyó, como hacía todos los días, los pies en el detector de
radiactividad de la central e hizo saltar la alarma.
Se pensó en un primer momento en que el operario había estado trabajando
negligentemente en alguna zona contaminada, pero después se descartó ya que su
jornada comenzaba justo entonces. Cuando, como medida cautelar, se hicieron
medidas de radiactividad de la ropa de los trabajadores se vio con sorpresa que
todos contenían niveles radiactivos entre 5 y 15 veces superiores a los
normales. Mientras tanto en la sala de control de la central todos los
parámetros de funcionamiento se mantenían normales y no había ninguna indicación
de que algo funcionara mal en la planta. Pese a ello el inspector de seguridad
mandó detener la central temiendo que estuviera produciendo alguna fuga
radiactiva sin registrar y notificó el suceso a la Agencia Sueca de Seguridad
Nuclear (SKI).
La respuesta de este organismo les llenó aún de más perplejidad. Todas las
centrales suecas y finlandesas estaban registrando valores anormalmente altos de
radiactividad desde la noche anterior.
La primera hipótesis que se apuntó fue que los soviéticos habían realizado en
secreto la explosión de algún arma nuclear acabando con la moratoria unilateral
decretada sobre este tipo de ensayos. Pero hubo que descartarlo. Los sismógrafos
no habían detectado ningún movimiento anormal y el análisis del aire anunciaba
la presencia de isótopos de cobalto, yodo y cesio que no se encuentran en las
armas y si en las centrales nucleares: se había producido un accidente en alguna
central nuclear. Cuando se realizó un análisis meteorológico retrospectivo para
ver de donde podía provenir la nube radiactiva se vió que casi con total
seguridad venía de alguna de las centrales soviéticas instaladas en Ucrania. ¡La
radiactividad había volado casi 2.000 km antes de ser detectada!.
A primera hora de la tarde las principales agencias de noticias se hacían eco
del sorprendente suceso. Cuando el teletipo cayó en manos del responsable de
prensa del Consejo de Seguridad Nuclear español este no pudo evitar una
carcajada. Para él, que anteriormente había sido propagandista de las bondades
de la energía nuclear, la noticia de que se detectaban niveles muy altos de
radiactividad en Suecia como consecuencia de un accidente nuclear ocurrido en la
URSS solo podía ser una de tantas informaciones confusas y malintencionadas de
algún periodista que no sabía realmente de que hablaba. Cuando comentó el hecho
con sus compañeros, la carcajada se repitió. Era bien conocido y comprobado que
la nube radiactiva de un accidente nuclear se extinguiría en 100 o a lo sumo 200
km. Solo había que esperar la rectificación y la versión oficial de las
autoridades suecas.
Pero evidentemente la rectificación no llegó. Antes al contrario en el programa
de noticias soviético «Uremya» (El tiempo) el presentador leía, a las 21:02 h.,
esta lacónica comunicación oficial:»Ha ocurrido un accidente en la planta de
energía de Chernobil y uno de los reactores resultó dañado. Están tomándose
medidas para eliminar las consecuencias del accidente. Se está asistiendo a las
personas afectadas. Se ha designado una comisión del gobierno».
El origen del suceso que conmocionó al mundo entero hay que buscarlo en la noche
del 25 al 26 de abril de 1.986. Entonces y con motivo de una revisión ordinaria
de mantenimiento, los técnicos pretendieron realizar una experiencia, en el
cuarto grupo de la central nuclear, que tenía como objeto comprobar cuanto
tiempo podía generar electricidad una turbina a la que se hubiese cortado la
afluencia de vapor. Para ello los técnicos bajaron la potencia del reactor.
Dicha bajada de potencia conlleva la posibilidad de que los sistemas automáticos
de protección del reactor entraran en funcionamiento y detuvieran la experiencia
por lo que los operarios de la planta desconectaron sistemas vitales de
seguridad. En medio de la experiencia se produjo una súbita elevación de
potencia que provocó fragmentación del combustible, una generación masiva de
vapor y la reacción del agua de refrigeración con el zirconio de las vainas de
combustible produciendo un gas muy inflamable: el hidrógeno. Los gases formados
rompieron por presión las estructuras tanto interiores como exteriores del
reactor y propiciaron la fuga de hidrógeno que dos ootres segundos después
provocó una tremenda explosión al reaccionar con el oxígeno. Los sistemas de
contención y el techo del reactor saltaron en pedazos, encontrándose fuera del
edificio bloques y fragmentos de grafito y de combustible. A consecuencia de la
explosión murieron dos trabajadores que se encontraban próximos al lugar de los
hechos. Para colmo de males, las pilas de grafito empezaron a arder (se calcula
que llegó a hacerlo el 10%) amenazando con propagar a los restantes reactores
nucleares de la planta, derritiendo parte del núcleo y dispersando las
partículas radiactivas existentes en él.
Un minuto después de iniciarse el incendio la alarma sonó en el cuartel de
bomberos que estaban de retén en la unidad número dos. Se enfundaron sus trajes
y se dirigieron al grupo siniestrado. El espectáculo que presenciaron resultó
dantesco. La instalación estaba envuelta en llamas gigantescas. Se inició así
una lucha heroica que había de prolongarse durante tres o cuatro días para
apagar el incendio y evitar que el fuego se propagara hasta la unidad tres de la
central nuclear. Según comentó después «Pravda» «La lucha contra el infierno
resultó titánica. Los bomberos se hundieron con las botas en el asfalto de la
central, que se había vuelto una masa movediza. Algunos permanecieron durante
horas sobre el techo de la central intentando detener el fuego que ya había
llegado al techo del reactor número tres. Sometidos al calor, al humo asfixiante
y a las altas dosis radiactivas aguantaron más allá del heroismo e impidieron
que la tragedia adquiera proporciones mucho mayores. Su valor va a costarles la
vida a los aguerridos bomberos». No hay nada de exagerado en este relato. Como
todo el mundo ha reconocido despues, el arrojo de los bomberos y algunos
técnicos de la central nuclear en los primeros días que siguieron al accidente
impidió que la tragedia fuera aún mucho mayor. Ellos son la gran mayoria de los
algo más de 300 afectados agudos por la radiactividad, 32 murieron antes de
finalizar 1.986. Los «luchadores» de Chernobil demostraron el mismo valor sin
límites, suicida, que sus antecesores habían tenido en la lucha contra Hitler en
los mismos pantanos de Ucrania en 1.941. El mundo entero tiene con ellos una
deuda de gratitud.
Las tareas más urgentes que tuvieron que afrontar las autoridades responsables
de la crisis eran tres: atajar el incendio que dispersaba más y más materiales
radiactivos y amenazaba con llegar a otros reactores, evitar que el núcleo
fundido entrara en contacto con aguas subterráneas y multiplicara por diez la
dimensión de la tragedia y atajar en lo posible la contaminación de las aguas de
bebida.
Para apagar el incendio no era posible repetir la experiencia del grafito de
Windscale (Gran Bretaña) en 1957. No podía disponerse de las ingentes cantidades
de agua que entonces se usaron. Una cantidad menor de ella sólo hubiera
contribuido a empeorar la situación al reaccionar el grafito al rojo y producir
hidrógeno que podía provocar nuevas explosiones. Así que se recurrió a una
solución imaginativa. Se preparó para ello una mezcla de 40 toneladas de Carburo
de Boro, 800 de Dolomita, 1800 de arena y arcilla y 2400 de Plomo. La función
del Carburo de Boro era absorber neutrones y detener la reacción nuclear en
cadena; la Dolomita permitía una adecuada disipación del calor y generaba
Dióxido de Carbono en caso de descomponerse que ayudaba a apagar el fuego; la
arena y la arcilla retenían los aerosoles y contribuían a la detención del
incendio; finalmente el Plomo fundiría absorbiendo el calor y una vez fundido
taponaría fisuras para evitar la emisión de sustancias radiactivas y reducía la
radiación directa. Estas sustancias se arrojaban desde helicópteros que,
desafiando al fuego, a la falta de visibilidad provocada por el humo y la
radiactividad, sobrevolaban la planta. Esta tarea se desarrolló entre los días
27 de abril y 10 de mayo siendo más intensa en los primeros cinco días.
Si no se arrojó más cantidad de sustancias para apagar el fuego fue porque se
temía que el peso junto con el calor del núcleo rompiera la losa sobre la que
estaba el reactor y se contaminaran las aguas subterráneas. Para ello fue
preciso eliminar el agua de la piscina que había debajo del reactor y cavar un
túnel de 135 metros de largo a 5.4 metros de profundidad. Este túnel una vez
llenado de cemento encerraría todo el reactor evitando que la radiactividad
usara esa vía de escape. En un principio los técnicos dispusieron equipos
refrigerantes para aliviar el calor del núcleo. Esta urgente obra se realizó por
primera vez en la historia con 400 trabajadores en turnos de tres horas para
evitar sufrir daños irreparables. ¡Habían evitado que se produjese el síndrome
de China!
En la tarea de atajar la contaminación ayudó mucho la suerte. No llovió hasta el
20 de mayo. Para esa fecha se habían construido 7.5 km de diques en las riberas
del río Pripiat con la ayuda de bulldozers y se cubrieron de polietileno. Con
ello se evitó que las aguas del Pripiat que abastecían a Kiev, con más de
3.000.000 de habitantes, se contaminaran gravísimamente.
Otro de los grandes problemas a que tuvieron que enfrentarse las autoridades
soviéticas fue la evacuación de las poblaciones directamente afectadas por el
accidente. Después del cúmulo de inexactitudes y errores que se publicaron sobre
el hecho hoy tenemos una idea bastante exacta de lo ocurrido. Parece ser que el
mismo día 26 fueron evacuadas las personas que vivían en la residencia para
operarios a 1,6 km de la central. Unas mil familias fueron evacuadas usando
medios locales de transporte a través de un portón tendido sobre el río Pripiat
para huir de la zona más contaminada sin atravesar la pluma radiactiva. Al mismo
tiempo en Kiev y los alrededores se requisaron 1.100 autobuses conducidos en
parte por voluntarios. Esto permitió que 36 horas después del accidente fueran
evacuadas cincuenta mil personas que vivían en un área de 30 kilómetros en torno
a la central. El núcleo principal era la ciudad satélite de Pripiat con unos
veinticinco mil habitantes que se evacuó en tres horas. Muchos de ellos fueron
desalojados de sus casas en contra de su voluntad y el ejército hubo de
emplearse con contundencia. Los animales domésticos y de labranza fueron
sacrificados. Se formaron caravanas de más de 30 km de longitud.
Finalmente fue desalojada la ciudad de Chernobil, con algo más de 40.000
habitantes, que se encontraba en el límite de los 30 km. Este desalojo se
produjo seis días después del accidente y se tardó más de tres días. Esta ha
sido la principal crítica que se ha vertido sobre las autoridades soviéticas: la
demora en evacuar Chernobil. Para atender a estas personas se contó con unos
1300 médicos y dosimetristas y 300 ambulancias para desplazar a los irradiados
al hospital.