Nuestro Planeta
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Príncipes y mercaderes de la biodiversidad
Silvia Ribeiro* (II)
La Jornada
Según el comisionado de las comunidades huicholas que llegó a Curitiba para
participar en las protestas contra la tecnología Terminator, la política
internacional es como una cocina: se juntan unos pocos en nombre de los
gobiernos y, con las empresas trasnacionales, refríen los platos que nos
obligarán a comer a todos. Si luego nos parece que está demasiado salado, amargo
o picante, es lo que único hay, nos dicen, lo hicieron los que saben y lo tienes
que comer. Muy pocos comerán pastel, otros apenas las sobras y muchos más
seguirán con hambre.
En realidad la Organización de Naciones Unidas apenas coloca los condimentos,
tratando de hacer más digerible el menú tóxico de la Organización Mundial de
Comercio, regado con los fluidos venenosos del Foro Mundial del Agua y otras
instituciones similares, donde ni siquiera se usa el teatro de la democracia.
Esta vez el propio escenario hizo evidente lo que había detrás. La octava
Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) en
Curitiba, Brasil, se realizó en un local de exposiciones comerciales llamado
Expotrade. Los ministros se reunieron en los locales de un shopping mall. Como
broche de oro, el último día de la conferencia, mientras ambientalistas
denunciaban a la prensa que los acuerdos tomados en la conferencia legitimaban
el avance de la deforestación y amenazaban la biodiversidad, se desmontaron
prematuramente las exposiciones sobre el "comercio sustentable" de la
biodiversidad -donde ONG como The Nature Conservancy y WWF pagaron 400 dólares
el metro cuadrado para mostrar qué rentable es la biopiratería-, porque se
requería el espacio para ... ¡una exposición de las grandes industrias
madereras!
Es verdad que en estas ocasiones algunos representantes gubernamentales, sobre
todo de países del sur, se sienten incómodos: aún les queda algo de ética y
sienten que han ido a la guerra con un tenedor. Los cuchillos largos abundan,
pero los monopolizan algunos pocos gobiernos. A las trasnacionales les alcanza
con escribir el menú y luego servirse con la cuchara grande.
A veces los hambrientos interrumpen el festín. Hace unos años, en Estocolmo, un
grupo de punks entraron a un lujoso restaurante y comenzaron a comerse la comida
directamente de los platos de los elegantes comensales. Algo así les sucedió en
esta conferencia a las empresas, cuando, debido a las presiones masivas de
campesinos y organizaciones sociales sobre la conferencia, se afirmó la
moratoria contra la tecnología de las semillas suicidas.
Cuatro gobiernos se destacaron por defender abiertamente los intereses de las
trasnacionales contra el resto de la humanidad. No sólo en el tema de Terminator,
sino también en bioseguridad, transgénicos, contra los derechos indígenas y
campesinos, contra la impunidad en la deforestación y el saqueo de la
biodiversidad. Son Canadá, Australia, Nueva Zelanda y, por supuesto, Estados
Unidos. Este último no es miembro del CBD, pero siempre tiene quien hable por
ellos.
Por ejemplo, a nuestro comisionado huichol le parecieron mucho más chocantes las
posiciones defendidas por la delegación de México. Lamentablemente no estaba
solo, es la imagen que quedó a todos los que estaban en la sala y fuera de ella,
en el mundo. Ya en la primera semana, durante la conferencia sobre bioseguridad,
México trancó todo el plenario final, reabriendo, cuando ya se había llegado a
un consenso, el tema del etiquetado de las importaciones y exportaciones de
transgénicos, para conseguir que se debilitara el etiquetado y diera mayor
impunidad a la contaminación de maíz transgénico que viene de Estados Unidos.
Según declararon a la prensa, esto le conviene al país, porque el maíz
industrial de Estados Unidos es más barato. Que eso conlleve la ruina de los
productores nacionales y la contaminación transgénica del maíz en su centro de
origen no entra en ese cálculo.
Fue una posición coherente con la sostenida por el secretario de la Reforma
Agraria, Florencio Salazar, una semana antes, en la Conferencia de la FAO sobre
reforma agraria. Salazar manifestó -en nombre de México- que la soberanía
alimentaría no es necesaria, ya que era mejor si se compraban los productos en
otro país donde fueran más baratos. Tener tierra tampoco es tan necesario para
los campesinos, según el secretario. Con darles un crédito para que planten
jitomates en invernaderos de 300 metros cuadrados, "hemos tenido muy buenos
resultados", y así no tienen que seguir plantando maíz, en lo que son
terriblemente ineficientes, abundó.
Luego de que el secretario de la Reforma Agraria defendió que los campesinos no
necesitan tierra, y que el secretario ejecutivo de la Comisión de Bioseguridad y
Organismos Genéticamente Modificados defendiera que no es necesaria porque
afecta los intereses económicos, parecía que no quedaba nada por ver. Pues en la
semana que se discutió el tema de la tecnología transgénica Terminator, un
representante del Instituto Nacional de Ecología intentó hasta el último
momento, en reunión cerrada, convencer a los países megadiversos de que no había
que oponerse a estas tecnologías. No llegó a defender la posición en público,
porque después de una desgastante discusión con India (que tiene prohibida
Terminator a nivel nacional), los otros países del grupo le ofrecieron sacar una
declaración contra Terminator "de todos los países megadiversos menos México", y
ante tal perspectiva optaron por callarse.
Sería para reírse. Pero es para llorar. Ninguna de las dos, opinó el comisionado
huichol, que como Jacinto Canek, volvió a casa a sembrar su maíz y preparar sus
propios alimentos, sin pedir permiso a nadie.
*Investigadora del Grupo ETC