Nuestro Planeta
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Las oscuras intenciones de la multinacional de la soja transgénica
Monsanto no tiene nada de santo
Hernán L. Giardini
Contracultural
La multinacional estadounidense Monsanto ha realizado recientemente en Europa varios embargos sobre los embarques de soja genéticamente modificada provenientes de Argentina pretendiendo un resarcimiento por la utilización de sus semillas transgénicas. En Estados Unidos el gobierno aprobó el uso de la nueva alfalfa transgénica, también creada por Monsanto. Como si fuera poco, la multinacional volvió a amenazar con desarrollar y comercializar el gen Terminator, que produce semillas estériles, con el que forzaría a los productores a comprar nuevas semillas cada ciclo agrícola.
'Sabemos que están matando a la tierra con unos productos que se llaman transgénicos. Están envenenando a la tierra que es nuestra madre y con ello nos están envenenando la sangre y nos están haciendo dependientes de las grandes empresas hasta que la tierra ya no acepte nuestro maíz criollo, sino que sólo acepte el maíz que fabrican ellos y que tengamos que comprarles también la semilla para venderles el maíz que producimos y en lugar de consumir nosotros el maíz tengamos que consumir, comprar, los productos que ellos hacen."
Subcomandante Marcos (EZLN)
El primero te lo regalan, el segundo te lo venden
Las acciones judiciales recientemente realizadas por la multinacional estadounidense Monsanto en Europa contra los embarques de soja y sus productos derivados provenientes de Argentina pueden provocar pérdidas multimillonarias al país, y tienen claro objetivo de forzar la legislación para cobrar a los productores agropecuarios argentinos regalías por el uso del gen Round-up Ready (RR, resistente al herbicida glifosato, también creado por Monsanto) en semillas de soja.
La actitud de Monsanto impactará en todos los eslabones de la cadena sojera, desde la siembra a los derivados de la soja. Se prevé que la producción recibiría el impacto directo de las regalías que intenta cobrar Monsanto sobre la decisión de hectáreas a sembrar con soja en la campaña 2006/07. En harina de soja, el impacto económico de las acciones de Monsanto es directo, ya que la Unión Europea es el principal cliente de Argentina, adquiriendo el 50% de las exportaciones.
La actitud de Monsanto repercutiría en la industria aceitera, hoy en expansión. El impacto negativo en el valor percibido por el exportador se produciría inmediatamente, dado que la incertidumbre respecto a posibles penalidades hace que el importador prefiera comprar en otros orígenes.
De acuerdo a la producción sojera que logró la Argentina en el ciclo anterior, que supera los 39 millones de toneladas, los ingresos de divisas por las exportaciones de granos, aceites y harinas derivadas de la oleaginosa deberían dejar ingresos a la Argentina por unos 6.200 millones de dólares.
Monsanto, que ya ha realizado varios embargos sobre los embarques argentinos de soja o de otros productos que contengan el gen RR, pretende un resarcimiento de 15 dólares por tonelada. De esta manera, la multinacional apuntaría a embolsar de parte de los productores argentinos, además de lo que ya cobra por la venta de semillas, cientos de millones de dólares.
Lo que Monsanto no dice es que, cuando comenzó la comercialización de soja RR e introdujo el gen en cuestión, lo hizo bajo la vigencia de la Ley de Semillas cuyo artículo 27 reserva para el productor el derecho de multiplicarla para uso propio. Por entonces Monsanto conocía perfectamente las condiciones comerciales y legales del país, y sin embargo introdujo la tecnología, con el fin de ampliar sus mercados.
Es evidente que la política de la multinacional fue bien calculada y planeada, ya que recién planteó el pedido de regalías una vez que la tecnología había sido instalada gracias a la inversión de los productores y a la circulación de bolsa blanca que alentó la propia multinacional en los primeros años, asegurándose así la expansión de su producto genéticamente modificado.
Además de demostrar una ansiedad extrema por obtener ganancias extraordinarias valiéndose de su posición dominante y monopólica en el mercado argentino (que cubre alrededor del 80 por ciento de las siembras argentinas de la oleaginosa), lo que oculta la maniobra de Monsanto es la pretensión de sobrepasar la ley argentina para percibir el cobro por el uso gratuito de semillas de los agricultores, concretando así, compulsivamente, un sistema de alquiler de semillas.
Un importante número de entidades ambientalistas, campesinas y defensoras de los derechos de los agricultores mantienen desde hace años una posición contraria al patentamiento de genes, puesto que esta práctica socava el derecho conocido como de 'uso propio', es decir, la posibilidad de que el productor pague por una sola vez las semillas, y luego al momento de la cosecha pueda guardar algunas para resiembra en la campaña siguiente.
Ahora va por la alfalfa
Una coalición de granjeros, consumidores y grupos ambientalistas interpusieron recientemente una demanda contra el gobierno estadounidense por aprobar la siembra de la alfalfa transgénica de Monsanto, sin analizar las consecuencias a la salud pública, al medio ambiente y en términos económicos de dicha aprobación.
La alfalfa es el cuarto cultivo más importante en Estados Unidos después del maíz, la soja y el trigo. La demanda asegura que la alfalfa convencional será contaminada por la alfalfa transgénica, lo que forzará a los granjeros a pagar por las patentes de la tecnología, aunque ellos no hayan querido usarla.
'Por la forma en que se poliniza la alfalfa, desaparecerá la alfalfa convencional. Monsanto se adueñará completamente de la industria de la alfalfa' dijo Pat Trask, granjero de Dakota del Sur. La contaminación dañará también la producción orgánica de leche y carne, y se puede perder un mercado de exportación de alrededor de 480 millones de dólares al año porque los dos principales compradores, Japón y Corea del Sur, han indicado que evitarán comprar alfalfa de Estados Unidos una vez que se libere al medio ambiente la variedad transgénica.
Monsanto amenaza usar al Terminator
Semillas que no generan nuevas semillas. He aquí uno de los nuevos productos de la biotecnología: semillas estériles, también conocidas como 'Terminator'. Esta tecnología fue desarrollada para impedir que los agricultores conservaran y volvieran a usar la semilla cosechada, forzándolos a comprar nuevas semillas cada ciclo agrícola.
La tecnología Terminator, que no se comercializa aún pero de la que se llevan a cabo pruebas en invernaderos estadounidenses, es un asalto directo contra el saber, las prácticas y los modos de vida tradicionales de los pueblos indígenas y de las comunidades rurales de todo el mundo.
En octubre de 1999, en respuesta a una gran oposición mundial, Monsanto se comprometió públicamente a no comercializar semillas Terminator. A pesar de esto, recientemente volvió a amenazar con desarrollarla y no descartó hacerlo en un futuro cercano.
Es importante exigir la prohibición global de la tecnología Terminator, puesto que las semillas estériles amenazan la biodiversidad y destruirán las formas de supervivencia y las culturas de millones de personas que dependen de las semillas que son conservadas tras la cosecha. En ese sentido, Terminator representa una amenaza para el bienestar y la soberanía alimentaria y constituye una violación del derecho humano a la autodeterminación.
Una amplia coalición de agricultores, campesinos, pueblos indígenas y organizaciones celebraron que los esfuerzos para minar la moratoria global sobre las tecnologías Terminator hayan sido firmemente rechazados en la reunión, realizada el mes pasado, del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de la ONU en Curitiba, Brasil.
"Este es un gran momento para los 1.400 millones de campesinos pobres en el mundo que dependen de las semillas de la cosecha", dijo Francisca Rodríguez de Vía Campesina, un movimiento mundial de organizaciones campesinas. "Las semillas Terminator son un arma de destrucción masiva y un asalto a la soberanía alimentaria. Terminator amenaza directamente nuestra vida, nuestra cultura y nuestra identidad como pueblos indígenas", afirmó por su parte Viviana Figueroa en representación del Foro Indígena sobre Biodiversidad.
A pasar de la victoria no hay duda de que la industria biotecnológica multinacional continuará promoviendo la tecnología de semillas estériles. Seguramente los intentos por instalar al Terminator aparecerán nuevamente en la próxima reunión del CDB en el 2008.
Como vemos, el debate sobre los transgénicos deja de ser una mera cuestión científica, y muestra con suma contundencia las implicancias sociales, políticas y económicas que conlleva la agricultura basada en el monocultivo de organismos genéticamente modificados.