Nuestro Planeta
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Uranio empobrecido: una amenaza escondida y un desastre mundial
Stephen Lendman
Olvidaos de la gripe aviar. La amenaza de que se convierta en una pandemia es
más una táctica de terror político y una bonanza potencial para los beneficios
de las empresas farmacéuticas y de su red de accionistas importantes (incluido
Gilead Sciences, que desarrolló el medicamento Tamiflú, y su ex presidente y
mayor accionista Donald Rumsfeld) que algo parecido a una crisis de salud
pública – a menos que vivamos al lado de pollos infectados o nos inyecten una
vacuna no experimentada. Hay muchas más probabilidades de que nos maten otras
bacterias o amenazas víricas que la aviar y que no llaman la atención. No hay
que preocuparse por las posibles o improbables amenazas. Hay que preocuparse por
las reales: bacterias y virus, para los que no existe tratamiento con
antibióticos, son buenos ejemplos. Así hay un calentamiento global y muchas
otras cosas. Pero hay posiblemente una amenaza que supera a todas las demás por
su gravedad y porque sed ha ocultado deliberadamente al público – nunca se ha
discutido, explicado o se ha tomado alguna medida para remediarlo. Es la amenaza
global de los efectos tóxicos del uranio empobrecido y la amenaza global del
uranio empobrecido tiene el potencial de destruir toda la vida del planeta.
¿Cómo algo tan potencialmente destructivo puede ocultarse, ignorarse y por qué?
La arrogancia del poder
No hay discusión sobre el hecho de que Estados Unidos [EE.UU.] es hoy el poder
mundial preeminente y distinto de cualquier otro precedente. Ahora admite ser un
imperio. De hecho, es el primer imperio global del mundo. En la actualidad, para
expandir su alcance e influencia, gasta en su ejército casi lo mismo que todas
las naciones juntas y ha construido y mantiene una capacidad militar que ninguna
nación del mundo se atreve a enfrentar. Además, conserva para sí mismo el
derecho a desarrollar y utilizar las armas más peligrosas y destructivas,
incluso aquellas cuyo uso prohíben las leyes internacionales o la costumbre.
Alguno de los que ahora están en los más altos niveles creen que tienen el
derecho divino a usarlas, incluso la obligación. George Bush podría ser uno de
ellos. Un nacido -y autoproclamado- autodenominado renacido cristiano que dice
que sus designios provienen del Altísimo. Esto es auténtica arrogancia, la clase
suprema que solo un poder incontestable y sus líderes se atreven a arrogarse.
Hasta ahora, EE.UU. ha utilizado su poder de forma efectiva para dominar a otras
naciones ya sea mediante la persuasión, el aislamiento económico o la conquista.
Afirmamos ser un modelo de democracia pero nuestras políticas y actos demuestran
otra cosa. En EE.UU. somos una democracia para unos pocos –los privilegiados y
los poderosos. Son ellos quienes gobiernan y dirigen nuestras instituciones, que
incluyen a las más poderosas: las multinacionales gigantes a cuyos intereses
sirven todos los gobiernos, lo que incluye el emprender guerras para su
beneficio. Las guerras son buenas para los negocios – mientras sean fáciles de
ganar, el público las apoya y no ocasionan problemas económicos que puedan
afectar a la economía, en cuyo caso son malas para los negocios.
Existe un término curioso utilizado con frecuencia en plural y en el contexto de
los negocios que también resulta apropiado en un contexto más amplio. El término
es "efectos secundarios". En el mundo de los negocios hace referencia a los
desafortunados efectos colaterales o consecuencias de las acciones de una
empresa que puedan tener un efecto perjudicial sobre terceros. Un ejemplo típico
es una planta industrial que genera una sustancia peligrosa en su propio proceso
de producción, tal y como un subproducto invendible. Para evitar el coste de
eliminación, almacenamiento o tratamiento, la fábrica lo vierte a los ríos, a
zonas no habitadas o [al aire] por las chimeneas. Con esta acción daña el
medioambiente. Las guerras también tienen "efectos colaterales"- con
consecuencias bastante más graves; los mejores ejemplos, sobretodo, son la
muerte, la enfermedad y la destrucción. Pero también lo son los residuos
peligrosos y sus efectos secundarios derivados del uso de armas como tóxicos
químicos, agentes biológicos y todo tipo de municiones nucleares. Todos somos
conscientes del peligro derivado de las dos primeras categorías, a pesar de que
cuando se utilizan afectan a no sólo pequeñas zonas, no son "armas de
destrucción masiva". También hemos visto la capacidad destructiva de una bomba
nuclear y tenemos información sobre el uranio empobrecido. Pero la gente tiene
un conocimiento escaso o nulo sobre el peligro real y la amenaza del uso de
cualquier sustancia o artefacto nuclear. Esa información ha sido eliminada
intencionada y deliberadamente porque el daño potencial es demasiado grande e
irreversible. Incluso cuando hay pruebas evidentes de la generalización de los
problemas, como fue el caso de los efectos del Gas Naranja en los veteranos de
Vietnam y el "síndrome de la guerra del Golfo" en los ejércitos de ese
conflicto, nuestro gobierno ha negado cualquier conexión y ha impedido el
trabajo para ayudar a quienes lo necesitaban –hasta que ya no pudieron ocultar
más la verdad y tuvieron que actuar.
El uranio empobrecido es un "metal denso" que aumenta su potencial como arma
para penetrar en un objetivo, aumentando así su capacidad destructiva. La
propaganda del Pentágono y la desinformación describen con falsedad las armas de
uranio empobrecido diciendo que sólo van recubiertas. En realidad son misiles
sólidos, bombas, obuses y balas que pesan hasta 5.000 libras [aprox. 2,7
toneladas] en una simple "bomba antibúnker". Todas esas armas contienen
proyectiles sólidos de uranio empobrecido o cabezas nucleares y su utilización
en combate, como ha hecho el ejército estadounidense en las cuatro guerras y
ahora lo está haciendo a diario en Iraq, es el uso "de hecho" de bombas
nucleares. Desde Nagasaki en 1945 hasta la [Primera] guerra del Golfo en 1991,
esas armas han estado prohibidas completamente por un acuerdo común (y por el
sentido común) y jamás se utilizaron, excepto una vez en la guerra del Yom
Kippur de 1973. Nunca más .
Arriba me preguntaba por qué se utilizan esas armas, si son tan mortíferas y
peligrosas, mucho más allá de las zonas objetivo. La respuesta es fácil – porque
funcionan muy bien y las fuerzas enemigas atacadas no las tienen por lo que no
pueden contraatacar con ellas. El hecho de que comprendamos el peligro de su
utilización y los "efectos colaterales" que dejan con su estela es un problema
que otros tendrán que solucionar. Al igual que una empresa pública, que solo se
preocupa de converger con lo que Wall Street considera las próximas ganancias de
un cuarto de punto, nuestro gobierno y el ejército solo se preocupan de ganar la
próxima batalla y la próxima guerra – muy peligroso si en el proceso se irradia
[todo] el planeta y se amenaza toda la vida futura sobre él. Después será el
problema de otros. Así es como el piensa gran mercado y además cómo también lo
hacen nuestros dirigentes políticos y militares.
Nuestro valioso planeta y cómo lo maltratamos
Hoy estamos amenazados por muchos desastres, naturales y provocados, que
podríamos evitar pero que no lo hacemos. Además de los mencionados más arriba
hay que añadir la contaminación del aire, del agua y de la tierra, que incluye
la comida insana que comemos debido a los contaminantes químicos y a otro tipo
de contaminantes y aditivos insalubres, sin ignorar el daño a la capa de ozono,
la deforestación, la destrucción del valioso hábitat natural y el peligro de
extinción de las especies, las insensatas formas de desarrollo y la utilización
de nuestros recursos naturales, que incluye el despilfarro de unos recursos de
agua potable finitos que podrían agotarse y que son irremplazables. Y no nos
olvidemos de las guerras que traen de modo temerario más destrucción, unido a
las nuevas tecnologías y armas que se están desarrollando para luchar y las
naciones poderosas que las poseen [y] que no muestran ninguna restricción a la
hora de usarlas.
En noviembre de 2005, esta nación perdió a un gran hombre lamentablemente
desconocido para la mayoría de la gente. Su nombre era Vine Deloria Jr., un
renombrado intelectual estadounidense, historiador, autor, investigador y
activista. Con gran elocuencia, Deloria habló y escribió sobre cómo, durante
toda su existencia, el planeta había estado bien conservado por quienes vivían
en él hasta que alrededor de unos 200 años atrás cuando comenzó el desarrollo
tecnológico occidental y todo cambió. Fue entonces cuando se transformó de
prístino en envenenado. [Deloria] Expresaba tal grado de sabiduría en sus
escritos y conferencias que merece la pena citarle. A continuación van algunos
ejemplos:
"El progreso es la destrucción absoluta del mundo real a favor de una tecnología
que crea un modo de vida cómodo para unos pocos privilegiados y afortunados.
Durante nuestra época, las diferencias entre la utilización de la tierra por los
indios y por los blancos se hará evidente. El indio vivía con su tierra. El
blanco destruyó su tierra, destruyó el planeta tierra."
Deloria dijo una vez que los misioneros cristianos "se habían puesto de rodillas
y rezado por los indios" antes de levantarse para "poner de rodillas a los
indios y desposeerlos de su tierra." Además, afirmó que la destrucción acarreada
por los valores corporativos y su tecnología era tan dañina que el regreso a la
forma y la cultura tribal americana podría verse como la salvación. Fue testigo
de una sociedad corporativa depredadora como EE.UU., como un "Adolph Eichmann de
los aviones", cuyos soldados fueron herramientas "no defensores de la
civilización; ellos aplastaban otra sociedad."
Deloria escribió 20 libros, editó algunos otros, publicó sus memorias y dos
volúmenes de los tratados entre EE.UU. y los nativos americanos [indios], todos
ellos sobre los devastadores resultados de la doble moral de EE.UU. que, hasta
la fecha, ha roto, ignorado y pisoteado intencionadamente todos y cada uno de
los tratados firmados, así como los derechos de nuestros nativos con todo tipo
de mentiras, falsedades y engaños. Sólo el último ejemplo de esto lo tenemos en
una de las acusaciones del escándalo de corrupción política y financiera de Jack
Abramoff que ahora aparece a diario en las cabeceras de los periódicos. Abramoff,
su socio, y otros republicanos bien conocidos han sido acusados de estafar al
Casino Indio unos suculentos intereses estimados en alrededor de 85 millones de
dólares. Además, en sus ahora públicos correos electrónicos, se refirió a los
indios como "monos, trogloditas (gente de naturaleza sub-humana) e idiotas."
Deloria, además, escribió que contrariamente a los afroamericanos, los indios no
quisieron igualarse en la sociedad estadounidense. No quisieron ser parte de
ella. Vine Víctor Deloria, Jr., historiador, investigador, activista y muchas
otras cosas, nació el 26 de marzo de 1933 y murió el 13 de noviembre de 2005. Le
echaremos de menos.
La revolución industrial y su único objetivo de [obtener] beneficios (lo que
Veblen denominó "la maximización de los intereses pecuniarios") era el objetivo
de Deloria. [La revolución industrial] generó consigo un gran arsenal de tóxicos
que han hecho un daño ecológico indecible. La alarma sonó con fuerza en el
libro, pieza clave, de Rachel Carson Primavera Sin Voz [Silent Spring]
publicado en 1962 que obligó a la prohibición del DDT, influenció al Presidente
Jack Kennedy y afectó a la legislación sobre el aire, el agua y la tierra.
Además, impulsó un movimiento ecologista que está creciendo en grupos muy
diversos que presionan y luchan por la salubridad y la justicia medioambiental.
Desde la época de Carson, sabemos mucho más acerca de los peligros a los que nos
enfrentamos, y nos enfrentamos a muchos más. Pero pese a nuestros conocimientos,
a la influencia de muchos científicos preocupados [por el tema] y a un público
que apoya la necesidad de un medioambiente saludable, nuestros dirigentes
políticos [estadounidenses] de ambos partidos, al servicio de los intereses a
los que las multinacionales dominantes sirven, poco han hecho salvo flacos
favores al tema más importante junto al de la guerra y la paz Aunque el Congreso
[estadounidense] aprobó más de una docena de decretos fundamentales y leyes
medioambientales, desde la Ley de la Política Nacional Medioambiental de 1969,
que incluye las Leyes del Aire y del Agua Puras, la Ley Integral de
Compensación, Respuesta y Responsabilidad (CERCLA en sus siglas en inglés) que
establece el Superfondo para financiar la limpieza de los vertidos
tóxicos, la Ley de especies en peligro de extinción y otras más, esas leyes han
sido, desde entonces, ignoradas o despreciadas. Como resultado, las condiciones
[medioambientales] hoy son mucho peores que hace 40 años y los peligros
derivados de ellas amenazan nuestra supervivencia. En su libro publicado en
2003, Hegemonía o Supervivencia (Hegemony or Survival), Noam
Chomsky citaba las reflexiones de un eminente biólogo, Ernst Mayr. Mayr observó
que otras especies eran más proclives a sobrevivir que los humanos y que el
promedio de vida de una especie es de alrededor de 100.000 años. Es creencia
común que la especie humana está ahora a punto de alcanzar ese límite y que
podría estar cerca la extinción. Si tal es así, y a la luz de nuestro
comportamiento más reciente, podríamos, como señala Chomsky, convertirnos en la
única especie capaz de destruirse a sí misma y junto a ella todo el entorno al
mismo tiempo.
La era nuclear lo cambió todo
Desde que se produjo por primera vez la escisión del átomo en un laboratorio de
Berlín en 1938, el mundo no ha vuelto a ser el mismo. La Teoría de la
Relatividad del gran científico Albert Einstein fue decisiva en el desarrollo
nuclear que siguió a la creación de la bomba atómica. Pero su máxima influencia
fue la carta que [Einstein] envió a Franklin Roosvelt en 1939 apremiándolo a
crear la bomba atómica. Einstein tenía miedo de que los Nazis la pudieran
construir antes con consecuencias desastrosas. Más tarde lamentó este hecho y
dijo: "Cometí un gran error en mi vida cuando firmé la carta al Presidente
Roosvelt recomendándole que se construyera la bomba atómica..."
También afirmó "nuestro mundo se enfrenta a una crisis todavía imperceptible
para aquellos que tienen el poder de tomar grandes decisiones para el bien y
para el mal. La energía liberada del átomo ha cambiado todo menos nuestra manera
de pensar y, por lo tanto, vamos hacia una catástrofe sin parangón". Si hoy
estuviera vivo, ¿qué podría decir Einstein sobre la amenaza del uranio
empobrecido, que convertido en arma es posiblemente el arma de destrucción
masiva definitiva?. Pero incluso si lo dijera, ¿se le permitiría a la gente
escucharle? Y más importante aún, ¿cambiarían algo sus palabras?
El uranio empobrecido: qué es y cómo se usa
Para poder utilizar el uranio como combustible para aviones comerciales o como
arma nuclear hay que enriquecerlo. El proceso de enriquecimiento continúa
después con la difusión de los gases en dos vías – una se enriquece y la otra se
empobrece. Antes de que se le encontrara un uso, el uranio empobrecido
simplemente se almacenaba en enormes montones como un producto derivado. Sin
embargo, cuando se descubrió que los proyectiles del sólido "metal denso" de
uranio empobrecido en todas sus formas (misiles, bombas, obuses y balas)
aumentaba enormemente la capacidad para penetrar y destruir un objetivo, el
Pentágono obtuvo una nueva tecnología que esperaba utilizar en combate y que
ahora posee desde hace 15 años.
El primer sistema de armas de uranio empobrecido se desarrolló para la Marina en
1968 y las armas con uranio empobrecido se entregaron en primer lugar a Israel
para que las utilizara en la guerra del Yom Kippur, en 1973, bajo supervisión
estadounidense. Esas armas se vendieron posteriormente a 29 países pero hasta la
[Primera] Guerra del Golfo de 1991 -cuando EE.UU. violó el tabú que las
prohibía-, no se usaron nunca. Desde entonces, EE.UU. ha combatido en las
guerras de Yugoslavia, Afganistán y nuevamente de Iraq. En todos esos
conflictos, se han usado miles de toneladas de armas con uranio empobrecido
sólido causando bastante más devastación con su radiación y toxinas químicas que
la que [pudieran causar] los objetivos destruidos o las personas asesinadas en
las zonas objetivo militar. Lo peor de todo: la persistencia y la expansión de
la contaminación con uranio empobrecido en las zonas afectadas -que no tiene
límite- lo que implica que todos aquellos que han estado expuestos, junto con
sus seres cercanos con quienes tienen un contacto íntimo y su descendencia,
tengan la posibilidad de padecer cualquier enfermedad, dolencia o minusvalía
inimaginable, que a menudo terminan en una pronta muerte o, al menos, en una
vida de sufrimientos y enormes gastos. En lenguaje orweliano, el uranio
empobrecido es el regalo (mortal y no deseado) que nos siguen regalando y [nos
sigue] matando.
La utilización del uranio empobrecido como arma es ilegal al amparo de la
legislación internacional
El gas venenoso en sus múltiples formas se utilizó por primera vez como arma en
la Primera Guerra Mundial por ambos bandos. Sus mortíferos efectos causaron muy
por encima del millón de heridos y cerca de 100.000 muertos. Tras al guerra, el
rechazo contra su uso llevó al Protocolo de Ginebra de 1925 y a otra famosa
Convención de Ginebra sobre Armas que específicamente prohibió el uso de agentes
químicos y biológicos en la guerra, en cualquier forma y por cualquier razón. El
Protocolo sobre el Gas de la Convención de Ginebra de 1925, prohíbe
concretamente el uso de armas de gas venenoso. A pesar de que ninguna Convención
de Ginebra ni otro tratado prohíbe el uso de uranio radioactivo en las armas, lo
que incluye las armas de uranio empobrecido, estas armas son en realidad
ilegales -de hecho y de derecho- bajo las premisas de la Convención de La Haya
de 1907, que prohíbe el uso de cualquier "tóxico o armas tóxicas". Las armas de
uranio empobrecido, en todas sus formas y usos, son radioactivas y químicamente
tóxicas y, por tanto, se ajustan palmariamente a la definición de armas tóxicas
prohibidas por la Convención de La Haya. EE.UU. es un país firmante de las
Convenciones de La Haya y de Ginebra (que son tratados vinculantes de acuerdo
con la legislación internacional). EE.UU. ha violado las sagradas obligaciones
del tratado con la utilización de armas de uranio empobrecido en combate o en
cualquier situación y es culpable de un crimen de guerra. Además, todas las
armas de uranio empobrecido se ajustan también a la definición del Código
federal estadounidense que divide las "armas de destrucción masiva" en dos o
tres categorías. El Código estadounidense, Título 50, Capítulo 40, Sección 2302
define arma de destrucción masiva como sigue: "El término 'arma de destrucción
masiva' implica cualquier arma o mecanismo con el que se pretenda o se pueda
causar la muerte o heridas de gravedad a un número significativo de personas
mediante la liberación, la diseminación o el impacto de: a) productos químicos
tóxicos o venenosos o sus derivados, b) un organismo nocivo y c) radiación o
radioactividad". Puesto que EE.UU. es firmante de las Convenciones de la Haya y
de Ginebra, el ejército estadounidense está violando su propio código militar.
Mediante la utilización en combate -en cuatro guerras-, del uranio empobrecido
(que claramente es un arma de destrucción masiva y, por tanto, ilegal) EE.UU.
es, sin paliativos, culpable del crimen por antonomasia sobre el que EE.UU. basó
su derecho a iniciar la guerra contra Iraq para prevenirlo.
Además, según varias Convenciones y Acuerdos de Naciones Unidas, vinculantes
para sus signatarios de acuerdo con el derecho internacional, la utilización de
armas que causen daño tras la batalla, lo que incluye zonas lejanas al campo de
batalla, daño al medio ambiente, o asesinen, hieran o causen daño de forma
inhumana son ilegales y están prohibidas. Las armas de uranio empobrecido son
nocivas según la legislación internacional y violan todo citado anteriormente.
Incluso la imprescindible Declaración de Derechos Humanos, que legalmente no es
vinculante para su signatarios, implica una obligación moral de no utilizar
jamás cualquier arma tan potencialmente dañina como el uranio empobrecido.
Efectos conocidos del uranio empobrecido hasta la fecha: lo peor está por
venir
Estoy en deuda con Leuren Moret por los datos aportados a lo largo de este
artículo y los que aparecen más abajo. Leuren es una científica independiente y
experta reconocido internacionalmente en temas de radiación, uranio empobrecido
y salud pública. Ha realizado investigaciones exhaustivas sobre los efectos de
la radiación atmosférica de bajo nivel en el medioambiente y en la salud
pública, investigando las lluvias radioactivas, las centrales nucleares y la
radiación de las armas de uranio empobrecido en 42 países; ha escrito detallados
informes y artículos sobre sus importantes descubrimientos, atestiguando los
efectos dañinos de la contaminación por uranio empobrecido y es una abierta
opositora al uso del uranio empobrecido. En un artículo de julio de 2004
escribió: "La utilización de armamento con uranio empobrecido por parte de
EE.UU. desafiando todos los tratados internacionales, aniquilará lentamente
todas las especies de la tierra, incluida la humana y, sin embargo, este país
continúa utilizándolas con pleno conocimiento de su potencial destructivo".
El trabajo de Leuren ha revelado algunos hechos sorprendentes. Desde que el
ejército estadounidense utilizó por primera vez armas con uranio empobrecido en
la [Primera] Guerra del Golfo, en 1991, se ha liberado a la atmósfera la
radioactividad atómica equivalente a 400.000 bombas nucleares de Nagasaki, (esta
[cifra] no es una errata) lo que causa una contaminación permanente
[radioactiva] de una vida media de 4,5 billones de años. Además, esa radiación
de uranio empobrecido es diez veces el total liberado en la atmósfera en todas
las pruebas [nucleares] que en total equivalen a 40.000 bombas como la de
Hiroshima (de nuevo [la cifra] no es una error de imprenta). Las dos bombas
atómicas utilizadas contra los japoneses mataron a 300.000 personas o más,
[contabilizando] desde el inicio de la explosión hasta las muertes causadas por
las subsiguientes radiaciones y contaminación química. Aún hoy, se sigue
informando de muertes atribuidas a las bombas [nucleares]. Imagínense ahora la
amenaza potencial que suponen para la vida de todo el planeta las armas de
uranio empobrecido utilizadas desde 1991 y su uso continuado en Iraq y
Afganistán –el equivalente a 400.000 bombardeos como el de Nagasaki, diariamente
en aumento, al tiempo que el ejército estadounidense bombardea, con bombas de
uranio empobrecido, entre 4 y 6 veces diarias objetivos sólo en Iraq .
Leuren llama al uranio empobrecido "el caballo de Troya" de la guerra nuclear
[porque ] sigue emitiendo y sigue matando. No hay forma de eliminarlo y no hay
forma de anularlo porque se desintegra en otros isótopos radiactivos...
"Mientras se desintegra, sigue emitiendo más radiación. Cuando el uranio
empobrecido se utilizó como arma en la guerra, como ha hecho EE.UU. cuatro veces
(sigue haciéndolo en Iraq y Afganistán y pretende seguir haciéndolo), convirtió
en real la máquina imaginaria Doomsday de Stanley Kubrick (en su película
de 1964, Dr. Strangelove)". El uranio empobrecido podría ser el arma definitiva
de aniquilación masiva. A menos que haya un público masivo en todo el mudo
consciente de esta amenaza para exigir de forma inmediata el fin de su uso, sea
cual sea la finalidad, nos quedamos con poco más que el mensaje del subtítulo de
la película de Kubrick – deja de preocuparte y acepta la bomba- y seguramente
prepárate para morir.
El daño mayor del uranio empobrecido proviene de los residuos radiactivos [que
emite] tras su uso. Cuando un proyectil de uranio empobrecido alcanza un
objetivo penetra profundamente y se convierte en un aerosol de fino spray que
entonces contamina el aire y la tierra en los alrededores de la zona del
objetivo. El residuo es permanente, y sus partículas microscópicas y
submicroscópicas quedan suspendidas en el aire, o son barridas al aire desde el
suelo contaminado y transportadas por el viento por toda la tierra como un
componente radiactivo del polvo atmosférico. Ese polvo cae a la tierra de forma
indiscriminada, por todas partes, causando contaminación radiactiva que afecta a
cada ser viviente y que no se puede evitar. La contaminación causa virtualmente
cada una de las enfermedades y afecciones conocidas, desde dolores de cabeza
intensos, dolores musculares y astenia, hasta importantes malformaciones de
nacimiento, infecciones, depresión, enfermedades cardiovasculares, muchos tipos
de cáncer y tumores cerebrales. También provoca invalidez permanente y la
muerte. En junio de 2003, la Organización Mundial de la Salud [OMS], sin hacer
una referencia específica al uranio empobrecido, anunció en una rueda de prensa
que las cifras globales de cáncer se incrementarán en un 50% en 2020. La OMS es
normalmente conservadora en sus estimaciones. ¿Considerarían que las cosas van a
peor?, y ¿están investigando en profundidad los efectos del uranio empobrecido
en aquellas zonas de combate donde se han utilizado y todavía se utilizan esas
armas?
Las personas (civiles y militares) en zonas–o cerca de- alcanzadas [por armas
con uranio empobrecido] quedan, de forma inmediata, contaminadas por el uranio
empobrecido, sobretodo si permanecen en el lugar durante mucho tiempo. Durante
las seis semanas de la [Primera] Guerra del Golfo de 1991, solo 467 personas al
servicio de EE.UU. fueron heridas y unos 150 resultaron muertos. De los 580.000
efectivos militares que participaron en esa guerra se sabe que, en el año 2000,
325.000 efectivos estaban en situación de baja médica por invalidez permanente.
También se supo entonces que el número aumentaba cada año en 43.000 [efectivos].
De hecho, el incremento anual era incluso mayor y, en 2004, el Departamento de
Asuntos de Veteranos informó que alrededor de 518.000 veteranos del Golfo eran
bajas médicas permanentes. También se supo que alrededor de 500.000 veteranos
eran sin techo. Además, se realizaron estudios sobre los veteranos cuyas
esposas tuvieron niños sanos antes de la guerra. Se informó de que dos tercios
de los niños nacidos tras la guerra padecían graves defectos de nacimiento,
tales como ausencia de masa encefálica [anencefalia], ojos, piernas y brazos,
así como enfermedades de la sangre.
Ya hay tempranos, aunque escasos, informes sobre los problemas de salud causados
por el uranio empobrecido en el conflicto actual en Iraq (y probablemente en
Afganistán) y, al igual que se ha citado antes, sobre la media de suicidios de
los que aún están en servicio militar activo, de los veteranos y de la violencia
familiar. Como los despliegues [de tropas] en el actual conflicto son mucho más
largos que en la breve [primera] Guerra del Golfo y la mayoría de los que han
servido vuelven una segunda, e incluso una tercera vez de servicio, es fácil
imaginar un literal holocausto que, finalmente, aniquilará a todo el ejército y
al personal que ha servido o está sirviendo ahora en Iraq y en la región, y
probablemente tenga un efecto similar entre las esposas y maridos de los
veteranos y su descendencia tras el servicio en el ejército. Conviene subrayar
una vez más [que] el gobierno estadounidense anterior a 1991 tenía un
conocimiento absoluto sobre los devastadores efectos que el uranio empobrecido
causaría [pero] se siguió usando, aún se sigue utilizando, y todavía se
utilizará. ¿Supera la realidad? Si alguien escribiera esto como un trabajo de
ficción o de ciencia ficción, nadie lo creería y probablemente nadie lo
publicaría.
El uranio empobrecido utilizado como arma: un acto deliberado de genocidio
Desde su utilización, ya en cuatro guerras, el uso de armas de uranio
empobrecido es un acto de locura así como posiblemente el mayor crimen contra la
humanidad (y contra todas las demás especies vivas) y un crimen de guerra. Los
responsables, incluidos tres presidentes, van desde altos cargos del gobierno y
del Alto Mando del Pentágono hasta muchos generales y almirantes. Esas personas
son criminales. Son culpables de asesinatos masivos que se siguen perpetrando.
Todos ellos deben responder por sus crímenes con denuncias y juicios, tanto en
los tribunales nacionales como en la Corte Penal Internacional en La Haya que se
estableció en 2002 para juzgar a individuos acusados de crímenes de guerra, de
crímenes contra la humanidad y de genocidio. Esas personas, o al menos la
mayoría de ellas, son culpables de esos tres crímenes y deben pagar, sin piedad,
el precio más alto. Sus condenas deben servir, de una vez por todas, como
recordatorio para todos los futuros dirigentes de que este tipo de
comportamiento temerario nunca jamás volverá a tolerarse.
El premio Nóbel Harol Pinter, un autor distinguido y hombre de honor, pasión y
elocuencia, en el discurso de 2005 de aceptación del Nóbel hizo esas
observaciones sobre la actual guerra de Iraq. También enfermo de cáncer, no pudo
viajar a Oslo para la ceremonia de entrega de los premios y en su lugar leyó su
discurso en un vídeo. Pinter es un afilado crítico contra la guerra de Iraq,
EE.UU. y del papel que juega el gobierno británico en ella. En su discurso del
Nóbel, definió la invasión de Iraq como "un acto delictivo, un acto descarado de
terrorismo de Estado que demuestra el desprecio absoluto por el concepto de
legalidad internacional". Señaló que "EE.UU. ya no se preocupa de sus conflictos
de baja intensidad. Ya no ve la necesidad de ser reticente o incluso utilizar
artimañas... simplemente le importa muy poco Naciones Unidas, la legalidad
internacional o los disidentes críticos, a quienes considera impotentes e
irrelevantes."
Pinter tiene razón, y dijo mucho más en sus 46 minutos de discurso de aceptación
del Nóbel. Podría haber añadido que desde el 11 de septiembre de 2001 la
Administración Bush ha gobernado temeraria y arrogantemente. Con secretismo
obsesivo y desprecio a la Constitución, al Congreso, a los tribunales y al
pueblo estadounidense, George Bush ha gobernado con Órdenes ejecutivas o
Decretos, una herramienta de tiranos cuando se utiliza para rebasar el poder
otorgado, como hace este presidente. Lo ha hecho para lograr una política de
guerra imperial permanente con la finalidad del dominio estadounidense global.
Dejando de lado la tragedia del 11 de septiembre, la Administración Bush creó
una fingida amenaza terrorista mundial para inducir el miedo para poder guerrear
durante las décadas venideras contra la llamada "guerra global contra el
terrorismo". También creó un estado semipolicial con redadas masivas sin
fundamento, detenciones ilegales y deportaciones como parte de una guerra
racista contra los inmigrantes de piel oscura, espionajes nacionales ilegales y
sin garantías, el uso sistemático de la tortura con los detenidos y con los
encarcelados en el extranjero y "puestas en escena" para la mayoría de los
países innombrables que toleran esta práctica. La Administración Bush hizo todo
esto basándose en los pilares de la mentira, la falsedad, el engaño deliberado,
una trama de mentiras sin fin y un posterior desprecio del imperio de la ley
para la política, la economía y la justicia social en EE.UU. y en el extranjero.
Hasta hace pocos meses, Bush se libraba de todo. Ahora, con las cifras de las
encuestas cayendo, la guerra de Iraq un atolladero sin esperanza (a pesar de la
desinformación en contra), la posibilidad de que, además, de que se acuse a
altos responsables de la Administración junto a Lewis Lobby, [y] todo ello unido
al potencialmente gran escándalo de corrupción política y financiera de Jack
Abramoff, con los Demócratas y algunos Republicanos finalmente conmovidos y
expresando su irritación, la Administración [Bush] podría estar cerca de su
propio [escándalo] Waterloo. Como muchos otros regímenes del pasado
culpables de "arrogancia imperial" y de ambición (como el último juzgado- los
Nazis- y aunque [los imperios] pensaron gobernar durante 1.000 años, sin
embargo, el último duró 12 años), esta Administración y su temeraria e
inclemente agenda podría enfrentarse a un destino similar .
Grandes pensadores y observadores perspicaces se han aventurado a imaginar lo
que nuestro destino podría convertirse como resultado de nuestras acciones. Sin
anunciarlo, Noam Chomsky en una reciente conferencia mencionó el peor de los
resultados posibles: un holocausto nuclear, la destrucción medioambiental o el
final de una democracia nominal.
El experto investigador de [la Universidad de] Yale, Immanuel Wallerstein, en su
libro trascendental de 2003, La Decadencia del Poder Estadounidense (The
Decline of American Power) cree que EE.UU. "ha sido un poder global en
decadencia desde la década de los 70 y la respuesta estadounidense a los ataques
terroristas del 11S simplemente ha acelerado esta decadencia". [El autor]
Continúa diciendo: "los factores económicos, políticos y militares que
contribuyeron a la hegemonía estadounidense son los mismos factores que,
inexorablemente, producirán el declive venidero de EE.UU. "Posteriormente
escribió que no podía predecir el resultado de esta crisis de nuestro sistema
mundial capitalista", pero el intento estadounidense para detenerla fracasará.
Como máximo solo podrán retrasarla como están intentando hacer. Wallerstein
vislumbra un futuro que se desarrollará en dos direcciones (si sobrevivimos),
bien una tendencia basada en valores progresistas o bien todo lo contrario.
El profesor jubilado Chalmers Johnson, en su libro de 2004, Las Adversidades
del Imperio (The Sorrows of Empire), también predice la disolución
del imperio estadounidense si la tendencia actual continúa. Contrariamente al
Imperio romano que tardó cientos de años antes de que llegara su caída, él ve
las adversidades de EE.UU. llegando "a la velocidad del rayo". Si la actual
tendencia continúa, predice cuatro adversidades que darán pie a una lamentable
alternativa a nuestra actual forma de gobierno constitucional: ambición imperial
con un "estado de guerra perpetua" que nos llevará a más contraofensiva
terrorista contra nosotros, una pérdida de democracia y de nuestros derechos
constitucionales, el fin de la verdad [que será] reemplazada por "un sistema de
propaganda, desinformación y glorificación de la guerra, del poder y de las
legiones militares".
Para terminar, [el autor] ve a la nación [EE.UU] yendo a la bancarrota por su
incapacidad para continuar con sus "grandiosos proyectos militares". La deuda
nacional de EE.UU. sobrepasa ahora los 8,2 billones de dólares y aumenta de
forma insostenible en unos 400 mil millones de dólares al año, de forma que el
déficit actual podrá llegar en 2006 al billón de dólares anuales. Ambos déficit
[la deuda actual y el crecimiento de la deuda] confían en la "amabilidad de los
extranjeros" para mantenernos (gobiernos extranjeros e inversores deseosos de
seguir comprando nuestras atesoradas seguridades e invertir en nuestra equidad y
en nuestros mercados de ganancias seguras). Lo harán sólo mientras crean que
están haciendo buenas inversiones. Johnson no cree que la tendencia actual sea
irreversible. Todavía hay tiempo suficiente para cambiarla, pero considera que
más adelante ni siquiera lo intentaremos. Así, cree que la única esperanza para
nosotros y para el planeta es que la comunicad mundial de naciones actúe unida
para darnos el "jaque mate". Si no lo hace, o no quiere, o no puede hacerlo, la
guerra nuclear podría finalmente tener lugar y la civilización desaparecerá".
Para evitar que ocurra lo descrito, la comunidad mundial de naciones debe unirse
pronto y tener como objetivo el "jaque mate". Y deberá exigir que ninguna nación
tolere jamás este tipo de conducta. [La comunidad de naciones] Debe ahora
reforzar lo suficiente la legalidad internacional, en lugar de debilitarla,
exigir que cada nación sea signataria y obligar a las naciones a acatar esas
leyes vinculantes con graves consecuencias para aquellos que no las cumplan.
Pero incluso si todo esto ocurriera, el daño ya hecho es inmenso y se extiende;
ya podría ser demasiado tarde. Sólo en EE.UU., 42 estados están contaminados con
el uranio empobrecido de sus fábricas, pruebas [nucleares] y desarrollo
[tecnológico] Además, la fabricación de millones de bombas de uranio empobrecido
y su desarrollo en bases militares en todo el mundo, continúa.
Leuren Moret acaba de saber por un documento desclasificado que el grupo Quaker
con baase en de Hawai supo, mediante la Ley de Libertad de Información (Freedom
of Information Act, FOIA en sus siglas en inglés), que el ejército
estadounidense tenía todavía 2, 7 millones de bombas de uranio empobrecido en
Corea del Sur (50 años después del final de la guerra de Corea). [Moret] afirma
que no es de extrañar que Corea del Norte quiera armas nucleares. Considera que
esas bombas se trasladaron allí en la década de 1990 desde la todavía ocupada
[por EE.UU.] Okinawa (Japón) 60 años después de la Segunda Guerra Mundial porque
los japoneses (que abominan las armas nucleares) rechazaron alojarlas [en su
territorio] por más tiempo. Y [Moret] especula además que es muy probable que
haya muchos millones más de bombas de uranio empobrecido en otros países donde
EE.UU. haya tenido bases. Eso podría significar muchas más, según Chalmer
Johnson. En Las Penalidades del Imperio, Chalmer Johnson mencionaba la
existencia de, al menos, 725 bases estadounidenses conocidas en 153 países,
además de cientos más en este país [EE.UU.] También cree que tenemos bases
secretas de forma que el total real podría ser mucho más alto y ahora es más que
probable con todas las bases nuevas que estamos construyendo en Iraq, Asia
Central, Europa del Este, Hispanoamérica, y las previstas para África. Incluso
sin que esas armas se utilicen, hay que imaginar el peligro potencial al que
sometemos a las gentes de esos países (y también a nuestros ciudadanos )
simplemente porque las armas están allí (y aquí). Podría haber accidentes, el
ejército realiza ejercicios en los que es muy probable que esas armas se prueben
y, desde luego, las pueden robar o incluso vender militares sin escrúpulos u
otro personal en busca de dinero fácil.
Imaginemos por un momento la situación contraria. ¿Qué pasaría si Reino Unido,
Francia, Rusia o China tuvieran bases en este país (eso ya sería suficientemente
terrible) y además almacenaran millones de bombas con uranio empobrecido u otro
tipo de armas nucleares en nuestro suelo? ¿Toleraríamos los ciudadanos
simplemente las bases, por no hablar de las bombas de uranio empobrecido?
Difícilmente. Imaginemos, además, lo que pasaría si la gente supiera que miles o
millones de esas armas estuvieran almacenadas en bases estadounidenses aquí,
cerca de donde viven.
Además, podrían considerar las 104 operaciones comerciales actuales de centrales
nucleares en EE.UU. [Las centrales nucleares] Todas son muy peligrosas, pero
especialmente las más viejas. Cada una de ellas es una bomba nuclear
potencialmente inestable y una posible catástrofe a punto de ocurrir bien por un
accidente inevitable, bien por un sabotaje. Expertos responsables creen que es
sólo una cuestión de tiempo el que ocurra una gran catástrofe nuclear en alguna
parte del mundo, posiblemente, o incluso muy probablemente, una fusión
accidental del núcleo del reactor -el peor tipo de catástrofe nuclear distinta a
una explosión nuclear o termonuclear o al uso masivo de armas con uranio
empobrecido-.
Si ocurre una fusión accidental del núcleo del reactor, una vasta zona podría
quedar contaminada y quedar inhabitable para siempre. Donde yo vivía en Chicago,
estaba rodeado de 11 centrales nucleares, muchas de ellas viejas y todas con un
historial de violaciones de las condiciones de seguridad provocadas por la
antigüedad y el pobre mantenimiento. Incluso sin [que ocurra] un accidente, esas
instalaciones (y las de otros lugares) emiten a diario en sus actividades
normales la suficiente radiación para contaminar la comida que comemos
(incluidos los alimentos ecológicos), el agua que bebemos y el aire que
introducimos en nuestros pulmones. Si una de esas centrales sufriera una fusión
accidental del núcleo del reactor, el área metropolitana de Chicago y la
periferia con el viento de la lluvia radioactiva se convertirían en inhabitables
para siempre y [sus habitantes] tendrían que ser evacuados rápidamente con lo
puesto, abandonando hogares y pertenencias.
Todo el mundo, por tanto, se hace la pregunta obvia, ¿merece la pena esta
especie de "ruleta rusa nuclear insalubre"? Hay alternativas disponibles más
limpias -o se pueden desarrollar-, alternativas seguras [pero] sólo si existe el
deseo de invertir lo suficiente en fuentes de energía alternativas distintas a
la opción nuclear y a los combustibles fósiles. Hay, además, formas de prácticas
de conservación dictadas por el sentido común, que apenas modificarían nuestro
estilo de vida occidental. Hasta ahora, nuestros dirigentes han sido
irresponsables y han cometido dejación en sus obligaciones de informarnos sobre
el riesgo, han actuado irresponsablemente en la eliminación de los riegos para
protegernos del daño potencial. Además, no han mostrado freno en sus actos o
respeto por la gente de los países que pretenden dominar. Esos países nunca son
los [países] desarrollados del Norte con poder de respuesta. Son siempre
[países] débiles, subdesarrollados y sobreexplotados; normalmente pueblos con
población de piel oscura y religión no judeo-cristiana. En este país [EE.UU.],
especialmente para los pobres y los necesitados sin un futuro y con pocas
oportunidades de mejorar, el servicio militar, con la promesa de educación y
otros incentivos (que normalmente no llegan a conseguir nunca), se convierte en
la elección de profesión temporal adecuada.
Los ricos y privilegiados sólo empiezan las guerras, no van a ellas. Por el
contrario, envían a los pobres a luchar y a morir por ellos para ser aún más
ricos. Cuando nuestros soldados regresaron de Vietnam, enfermos y moribundos por
los efectos tóxicos del Agente Naranja (una dioxina altamente tóxica), Henry
Kissenger, un premio Nóbel de la Paz y criminal de guerra acusado, les insultó a
todos ellos arrogantemente diciendo: " [son] simplemente animales tontos y
estúpidos que sirven como peones de la política exterior". [Los veteranos ] Han
sido utilizados, maltratados y eliminados como manchas en los zapatos. El pasado
de Kissinger ha vuelto para darle caza. Antes de poder salir del país tiene que
asegurarse en el Departamento de Estado que no hay órdenes de arresto contra él
extranjero.
Hoy el mundo está más cerca que nunca del final. De hecho, tendríamos que
haberlo evitado, y ahora es demasiado tarde. El precio que hemos pagado por
nuestros avances tecnológicos ha aumentado proporcionalmente a la amenaza sobre
nuestra supervivencia. Hasta ahora, no hemos encontrado la manera de acabar con
este camino destructivo. Vamos contrarreloj y, a menos que hagamos algo pronto,
no tendremos otra oportunidad. EE.UU. hoy es como el gigante Gulliver Agonistes
y el resto del mundo los liliputienses -en la sátira clásica de Jonathan Swift-.
A pesar del desequilibrio, los liliputienses (que medían escasos diez
centímetros) fueron capaces de derribar a este gigante y evitar que destruyera
sus hogares. Al final, pudieron obligar a Gulliver a que se marchara y volver a
vivir sus vidas. La moraleja está clara. La gente de todo el mundo tiene que
comprender el gran peligro al que nos enfrentamos: nuestra supervivencia.
Entonces, como los liliputienses, tenemos que atar de pies y manos a este
Gulliver depredador y fuera de control para salvarnos a nosotros mismos.
Dos cuestiones finales a considerar. La primera, de la Dra. Helen Caldicott,
presidenta del Instituto de Investigaciones de Política Nuclear, experta en
riesgos sanitarios relacionados con la energía nuclear, escritora, activista y
nominada para el Premio Nóbel de la Paz por su libro de 1978 La Locura
Nuclear (Nuclear Madnes, revisado en 1994): "Como médica, lucho
contra la amenaza de extinción de la vida de nuestro planeta [provocada] por la
tecnología nuclear (militar y comercial). Si la tendencia actual continúa (y
cada vez va a peor) el aire que respiramos, la comida que comemos y el agua que
bebemos pronto estará tan contaminada con tantos contaminantes radioactivos que
supondrá un potencial riesgo sanitario para la salud bastante mayor que
cualquier plaga que hasta hoy haya experimentado la humanidad." La segunda
[cuestión], del periodista británico Robert Fisk, [extraida] de su columna de
finales de año [2005] en el London Independent titulada "Guerra sin
final" ("War without end"): "Sólo la justicia, no las bombas, pueden hacer de
nuestro peligroso mundo, un lugar más seguro."
* Stephen Lendman vive en Chicago (lendmanstephen@sbcglobal.net)