Nuestro Planeta
|
|
Las disputas en relación con los
recursos naturales y por la preservación de los ecosistemas
Jorge Eduardo Rulli
Horizonte Sur - Editorial del día 04/02/2006
www.grr.org.ar
Las disputas en relación con los recursos naturales y por la preservación de los
ecosistemas, el petróleo, el gas, el agua, los minerales, el suelo y la
biodiversidad, se han transformado en una razón ineludible y prioritaria para el
ejercicio de la política, aunque todavía muchos políticos aún no puedan o no
quieran verlo. Así como durante muchísimo tiempo, cuando todavía se creía que
los recursos eran inextinguibles, las preocupaciones giraban en torno a lo
social, hoy sería necio y hasta malicioso pretender separar lo social de lo
ecológico. Más aún todavía, cuanto más se acumulan evidencias de la crisis
planetaria producida por el Capitalismo Global y en especial del calentamiento
planetario y el decrecimiento de los casquetes polares, lo ecológico deviene más
y más preocupante y se hace evidente que planear lo social sin la certeza de
poder mantener la vida sobre el planeta, se torna sencillamente en un disparate
demencial.
No obstante, son muchos y en especial desde la izquierda, quienes continúan
ignorantes y despreciativos de una dimensión de lo humano cada vez más
apremiante, la del mero sobrevivir como especie sobre el Planeta. Recuerdo ahora
una anécdota que me contó un compañero chileno, exiliado en Suecia al igual que
yo durante los años ochenta. Como tantos otros latinoamericanos, ya sea por
solidaridad internacional cuanto por falta de buenos empleos en Suecia, se había
anotado en las organizaciones del voluntariado sueco al África negra y le tocó
cumplir tareas durante algunos años en la Isla de Madagascar. Como técnico
asignado al asesoramiento de un Ministro, debió participar en discusiones sobre
el desarrollo y en especial debatir con los ingenieros rusos sobre la
instalación de fábricas provenientes de la URSS. Desde ya que esas fábricas eran
obsoletas, aún para aquellas lejanas épocas de fines de los setenta y principios
de los ochenta, y que en realidad se trataba de unidades fabriles descartadas
por no cumplir con ninguno de los estándares mínimos de seguridad, de
aprovechamiento energético y de no contaminación ambiental. Pero, y a pesar de
que generalmente estas fábricas implicaban impactos letales para los
trabajadores y para las poblaciones vecinas, los técnicos rusos defendían
obcecadamente su instalación en homenaje a una idea del progreso y del
crecimiento que, desde su óptica marxista se consideraba indubitable y solían
menoscabar los riesgos como males accesorios e inevitables. En una oportunidad,
me contó mi amigo chileno, que las discusiones con los rusos se hicieron
durísimas, porque las fábricas que llegaban eran realmente calamitosas y de
verdadero y grave riesgo ambiental. Se discutió durante semanas sin que los
ingenieros rusos ni los equipos locales, cedieran en sus respectivas posiciones,
hasta que un día el jefe de la misión soviética cortó el debate con una frase
brutal digna del Senador Fernández Huidobro del Uruguay, "he leído toda la
obra de Marx" les dijo "y en ninguno de sus libros se afirma que
el mundo habrá de ser eterno..."
Marx como Engels fueron hijos de la modernidad. El mundo cultural en que
vivieron daba por sentada la idea del progreso ilimitado, y el Capitalismo en
aquel siglo XIX no era sino apenas una pequeña mancha de tinta que sobre la
geografía incierta del globo terráqueo se expandía sobre el enorme espacio de
las colonias y de las tierras vírgenes a conquistar. Por ello es que Marx
prioriza tres criterios básicos sobre los que asienta su reflexión y ellos son:
el Capital, el trabajo y la renta de la tierra. Desde una mirada eurocéntrica y
arraigada a las culturas centro europeas, su pensamiento era coherente con la
propia historia y se esforzaba por darle un sentido a las luchas obreras de la
época. En Europa ese pensamiento ha ido evolucionando a tono con las nuevas
circunstancias del fin de la modernidad y en un continente que vive en el rojo
ambiental y asediado por desastres como Chernobyl y la lluvia ácida. Los
partidos comunistas europeos comienzan a replantearse algunos de los
presupuestos básicos del marxismo a partir del Mayo francés y de la invasión
soviética a Praga, de manera tal que ya en los setenta se instalan profundos
debates que posibilitan tomar conciencia del agotamiento cultural de la
modernidad así como de la necesidad de revisar las relaciones con la Naturaleza.
De hecho, en los años ochenta la mayor parte de los partidos comunistas europeos
se han hecho explícitamente verdirojos. James O Connor, uno de los coordinadores
de la Revista Ecología Política en Barcelona, en el año 1990 nos dice: "El
punto de partida de la política verdiroja es que hay una crisis ecológica y
económica global; que la crisis ecológica no puede resolverse sin una
transformación radical de las relaciones de producción capitalista; y que la
crisis económica no puede resolverse sin una transformación radical de las
fuerzas de producción capitalista. Esto quiere decir que las soluciones a la
crisis ecológica implican soluciones a la crisis económica y viceversa".
¿Qué ocurre mientras tanto con la izquierda en América Latina? Como todo proceso
de transplante la izquierda marxista parece haber sufrido en nuestros países y
con meritorias excepciones tal como la de Mariátegui, un fenómeno de
cristalización, un síndrome de folklorización, que la ha detenido en el tiempo y
que la condena a una visión del mundo anacrónica o congelada. Recordemos que ya
en la película Tiempos Modernos, en el transcurso del año 1935, Chaplin esboza
una crítica a la concepción del instrumento técnico como bueno en sí mismo,
crítica que de hecho cuestiona el determinismo tecnológico y a la asociación
hasta entonces indiscutida entre tecnología, progreso y vida mejor. Sin embargo,
hoy pueden escucharse discursos de la izquierda que sorprenden por la capacidad
de mantener incólumes las viejas lealtades del marxismo a las ideas del siglo
diecinueve.
Antes de ayer en el Hotel Bauen recuperado, en un concurrido acto contra las
papeleras, dos uruguayos residentes en la Argentina, intentaron abiertamente
descalificar las palabras y los argumentos de nuestro amigo Ricardo Carrere del
Grupo Guayubira, quien le explicaba a un público numeroso y atento, el sentido
de la instalación de estas empresas sobre el Río Uruguay, y más allá de las
críticas comunes respecto a la contaminación de las aguas y del aire, se
explayaba en forma didáctica sobre las relaciones de dependencia global que
habrá de imponernos el modelo de los monocultivos de eucaliptos y de pinos. Los
dos uruguayos parecían realmente enardecidos e indignados por la exposición de
Carrere casi como si estuviera cometiendo una traición a su patria, y debieron
al fin ser retirados del salón a pedido del público que pretendía continuar
escuchando al expositor.
Me acerqué a los dos protestotes, cuando se marchaban expulsados del Bauen y con
el ánimo de saber cuánto tenían de auténticos y cuanto de provocadores. En otra
época podríamos habernos contentado diciendo que estaban enviados por las
empresas... Aparentemente, no era el caso. Ambos, un matrimonio de edad mediana,
se me manifestaron marxistas, según me dijeron, estuvieron alguna vez
secuestrados en Orletti, el chupadero del barrio de Floresta por donde pasaban
los uruguayos detenidos en la Argentina, y según ellos el tener compañeros
desaparecidos y ser militantes de izquierda los avalaba, les daba autoridad
moral y tanta santa indignación como para afirmar que todo lo que se decía era
una patraña, que en realidad no se quería dejar desarrollar económicamente al
Uruguay y que se lo ahogaba con excusas ecológicas cuando habiendo un gobierno
de izquierda las empresas ofrecían generar empleos, que la gente quiere comer y
no ecología… etc., etc. Los escuché y me impresionaron sus convicciones de
supuesta izquierda y a la vez su absoluto desprecio por el medio ambiente y por
los modelos de la dependencia, y eso fue peor que saberlos pagados por las
empresas… Penoso, penosa nuestra pobre izquierda colonial definitivamente
impedida de comprender el mundo globalizado. Hoy, con estrecha visión
provinciana, pretenden consumar las tareas inconclusas de la burguesía en el
siglo pasado. Otra vez James O Connor en el numero dos de Ecología Política nos
dice: "En mi opinión el socialismo marxista se define a sí mismo como un
movimiento que puede completar la tarea histórica de hacer realidad las promesas
del capitalismo".
Parece una locura propia del escenario neocolonial pero no lo es. La mayor parte
de la izquierda continua predicando el productivismo, el crecimiento, rindiendo
culto a la gran escala y al urbanismo desmesurado que nos agobia. El grueso de
la izquierda ignora o desprecia la ruralidad y se desinteresa del valor político
de los alimentos. No pueden abandonar las categorías del empleo y del salario e
insisten en proponer trabajo asalariado cuando es evidente que esa etapa ha
concluido en el mundo. Lamentablemente, debemos reconocer con lucidez y con
anticipación estas realidades. Las próximas luchas serán contra el Capitalismo
Globalizado, contra las transnacionales y para evitar el fin de la vida sobre la
tierra. Pero lo sorprendente es que en esa pelea contra el antropocentrismo
absoluto y excluyente, en esa pelea por la vida y para que la tierra vuelva a
ser el hogar del hombre y para que vuelva a producir comida para los hambrientos
y desnutridos, y no materias primas, combustibles o cosméticos, como ahora los
progresistas lo pretenden, en esa pelea deberemos enfrentar a nuestras
recalcitrantes izquierdas post modernas y neocolonizadas. Preparémonos porque no
será fácil y porque pagaremos terribles tributos emocionales al tener que
denunciar a muchos que fueron nuestros compañeros de militancia y hasta de
cautiverio. Y me temo que muchos héroes de ayer habrán de derrumbarse tal como
ya está aconteciendo en muchos lugares del continente…
Pero además tengo otras reflexiones o interrogantes acerca de este presente y de
este probable porvenir que nos aguarda. Me pregunto, ¿esta izquierda devenida
desarrollista, que comulga con las tecnologías de punta y con la idea de
progreso indefinido, esta izquierda que nos propone chimeneas en lugar de
Soberanía Alimentaria, ¿es capaz de consumar sus propuestas o solamente vive en
el territorio del discurso? Todo un tema, ¿verdad? Cuando nos dicen que están
reposicionando al Estado, lo están reconstruyendo o acaso están solamente
haciendo enunciados de intenciones? Cuando reasumen el manejo de los recursos o
de los servicios, los reasumen de verdad o solamente organizan entes
burocráticos que negocian con las transnacionales y redistribuyen las cuotas
leoninas del saqueo? Cuando reordenan la economía, en verdad hacen algo más que
legitimar a las grandes corporaciones adueñadas de la producción y del mercado,
y negociar con ellas en los márgenes mínimos posibles de una economía
secuestrada por los oligopolios y las cadenas agroalimentarias?
En un libro que se llama "Argentina rumbo al colapso energético" y que
puede bajarse de Internet en la página correspondiente a la Universidad del
Salvador, Ricardo Andrés de Dicco, nos anticipa que como resultado de la actual
política de explotación irracional de los recursos, nuestras reservas tanto de
gas como de petróleo, estarían agotadas en menos de una década. Lo que viene
según él, inexorablemente en la Argentina, seria una gravísima situación de
colapso energético a la vez que una importante dependencia nuestra en esa
materia de Bolivia y de Venezuela, con la consecuencia de graves distorsiones en
la competitividad del aparato productivo nacional. Según los diagnósticos de de
Dicco, hacia el 2020 el suministro eléctrico del país deberá cubrirse en un 62%
por centrales nucleares, 36% por centrales hidráulicas y 2% restante por granjas
eólicas y ello implicaría la construcción antes de esa fecha de once nuevas
centrales nucleares, dos represas hidroeléctricas internacionales, la de Garaví
y la de Corpus Christi, además del desarrollo de granjas eólicas y plantas de
producción de biocombustibles para uso local y de la agricultura.
Bueno, en principio este plan pareciera una absoluta fantasía y no pretendo
discutir en este editorial, las bondades o riesgos de ciertas tecnologías que,
seguramente de intentar ser implementadas suscitarían movimientos masivos de
protesta ciudadana que, en este caso el autor ni se plantea, sino que me refiero
a la sola dimensión de las obras que se nos proponen para evitar la crisis muy
cercana, como consecuencia de un consumo creciente de energía y de la
declinación creciente también, de nuestras propias fuentes de aprovisionamiento.
Es que alguien cree que podríamos tener un gobierno capaz de cumplir con la
décima parte de esas metas? Podemos creer que esta clase política puede generar
los estadistas necesarios como para implementar semejantes políticas de
desarrollo?
Cada mañana pasamos frente al túnel inconcluso que bajo las vías del Sarmiento
intentó llevar a cabo el Municipio de Ituzaingó y el Gobierno de la Provincia de
Buenos Aires y que estaba proyectado para ser inaugurado antes de las elecciones
del año pasado. Y cada mañana pienso en la asombrosa estulticia, en la
corrupción y en la ineptitud de nuestros funcionarios. Para esa obra menor que
al igual que tantas otras que se llevan adelante, bien podría haberse hecho con
recursos propios del Municipio, se necesitaron en cambio fondos del BID que, por
supuesto, fueron a aumentar nuestra deuda externa; pero no solo eso, sino que
por razones diversas no se conformó a los vecinos a los que debía indemnizarse
para permitir la boca de salida del túnel, y entonces la obra se suspendió hasta
que fue posible hacer otro diseño.… y en eso está todavía después de varios
meses el proyecto de túnel, y es posible que algún día se inaugure, si no surgen
nuevos problemas, en un municipio con un Intendente setentista, alguna vez
procesado y más tarde maravillosamente desprocesado, un municipio siempre al
borde de la crisis institucional.
Y no creo que estas situaciones sean solo un problema de nuestro país, sino que
probablemente expresen problemas propios de la etapa y de los procesos y
configuraciones de la izquierda y del populismo, de sus dirigencias y de la
extracción de clase de esa dirigencia. Por lo que vimos en Venezuela, nuestro
diagnóstico podría asimismo extenderse a ese país hermano a cuyo actual proceso
vemos con enorme simpatía, pero donde según parece, los grandes planes suelen
empantanarse entre visiones macro del desarrollo que no contemplan la
preservación del medio ambiente, la corrupción y la incompetencia en la gestión
propia de nuestros funcionarios. Tal vez Bolivia pueda ahora con el nuevo
Gobierno, mostrar otro rumbo. Estamos expectantes al respecto, y confiamos en la
base de sustentación profundamente americana del gobierno andino, para que se
impulsen otro tipo de políticas, políticas que sean rectoras para el Continente.
En la Argentina, nos continúa sorprendiendo esa isla de la reconstrucción del
Estado que son los astilleros obreros de Ensenada, y en especial impresiona la
figura del ingeniero Angel Cadelli, héroe mítico de la preservación obstinada de
una memoria del trabajo nacional, que la dictadura militar y el menemismo no
pudieron derrotar.
*Jorge Eduardo Rulli
www.grr.org.ar
rtierra@infovia.com.ar
Fuente: lafogata.org