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Transgénicos, amenaza para los bebés
Silvia Ribeiro*
La Jornada
Un nuevo estudio científico mostró que más de la mitad de las crías de ratas de
laboratorio cuyas madres fueron alimentadas con soya transgénica durante la
gestación murieron en las tres primeras semanas de vida. Esto significa un
promedio seis veces más alto que otras ratas que recibieron alimentación normal.
La noticia fue difundida el 8 de enero pasado en el diario británico The
Independent, que meses antes también entregó al público un informe secreto del
gigante biotecnológico Monsanto, el cual mostraba que ratas alimentadas con maíz
transgénico de esa compañía habían sufrido cambios en sus órganos internos,
indicando posibles daños al sistema inmunológico.
El nuevo estudio, que se estima es el primero en investigar los efectos de los
transgénicos en fetos y crías, está a cargo de la doctora Irina Ermakova,
investigadora del Instituto de Neurofisiología de la Academia de Ciencias de
Rusia. El experimento consistió en agregar harina de soya transgénica resistente
al herbicida glifosato (conocido como soya RR de la empresa Monsanto) a la
alimentación de un grupo de ratas hembras, dos semanas antes, durante la
gestación y la lactancia. Otro grupo de ratas recibió harina de soya no
transgénica y un tercer grupo no recibió soya durante el mismo periodo. Ermakova
encontró que 36 por ciento de las crías del grupo alimentado con transgénicos
sufrían de peso severamente inferior a lo normal, comparado con 6 por ciento en
los otros grupos. Pero lo más alarmante fue que 55.6 por ciento de las crías del
grupo alimentado con soya transgénica murieron en las primeras tres semanas,
comparadas con 9 por ciento de las crías del grupo alimentado con soya normal, y
6.8 por ciento en el que no recibió soya.
La doctora Ermakova declaró a The Independent que "la morfología y la estructura
bioquímica de las ratas es similar a la de los humanos, lo que hace que estos
resultados sean muy alarmantes... Indican que podrían existir riesgos para las
madres y sus bebés".
En noviembre de 2005, el centro de investigación científica más importante de
Australia, Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO),
abandonó un proyecto de diez años y 2 millones de dólares para crear chícharos
(arvejas) transgénicos, luego de que la experimentación en ratas mostró una
reacción alérgica que consideraron podría implicar serios riesgos para el
consumo humano.
El caso es muy significativo, porque al chícharo se le habían insertado genes de
un frijol cuyo consumo como tal no produce alergias. La combinación tenía por
objetivo hacer los chícharos resistentes a los ataques de gorgojos. Según los
investigadores del CSIRO, los genes de frijol insertados en los chícharos se
expresaron de manera sutilmente distinta, lo cual desencadenó la reacción
alérgica. Esto muestra una vez más lo que muchos científicos sospechan, pero
casi nadie recibe fondos para investigar: la transferencia de genes crea
proteínas similares, pero con pequeñísimas diferencias que tienen efectos en los
organismos vivos, muy distintos de las proteínas originales. Actualmente, ni la
soya ni el maíz transgénico que se comercializan pasan por este tipo de pruebas
en animales, que solamente se aplican cuando se trata de transgénicos de uso
médico.
Paul Foster, de la Universidad Nacional de Australia en Canberra, quien dirigió
el equipo de evaluación inmunológica de los chícharos, alimentó ratones con los
chícharos transgénicos, notando una reacción alérgica inesperada. También
expusieron ratones a esa proteína transgénica purificada, inyectándola en las
vías sanguíneas y a través de inhalación. Los ratones inyectados mostraron
hipersensibilidad en la piel, y los que la inhalaron sufrieron inflamación y
daños pulmonares.
Paradójicamente, mientras van aumentando las evidencias de que los transgénicos
tendrían impactos importantes en la salud de los consumidores, Monsanto,
principal productora de transgénicos del mundo, anuncia que ha tenido resultados
económicos extraordinarios. Y según las estadísticas de las empresas productoras
de transgénicos, en 2005 estos cultivos se habían expandido a más de 400
millones de hectáreas en el mundo.
Lo que estas empresas no dicen es que esta expansión tóxica se produce con el
ocultamiento de datos reales sobre los cultivos transgénicos: pueden causar
daños a la salud, rinden menos, usan más químicos y son mucho más caros que los
cultivos convencionales. A esto se agrega que los cultivos campesinos
contaminados por éstos, como el maíz, sufren deformaciones y quién sabe qué más
en los próximos años.
Es altamente probable que el maíz y la soya transgénica que se han colado en
nuestra alimentación produzcan alergias y otros daños a la salud. No lo podemos
saber, porque, además de que las empresas han saboteado con éxito el que sean
etiquetados, las regulaciones para liberarlos al consumo o para cultivarlos no
exigen el tipo de pruebas que los estudios científicos han aplicado en los casos
referidos.
No es necesario que un producto sea bueno, en ningún sentido, para llegar al
mercado. Alcanza con el poder de las trasnacionales para pagar propaganda
mentirosa y comprar gobiernos y legisladores corruptos.
* Investigadora del Grupo ETC
'www.etcgroup.org