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Chile
Racismo ambiental
Mauricio Buendia
Punto Final
La relación entre el pueblo mapuche y la naturaleza no solamente es importante,
sino esencial. Está presente con las estrellas y el mar y se desplaza por entre
los árboles y los lagos, que beben la vida. Entonces, cuando éstos son talados,
acorralados y violentados, se está vejando el alma del pueblo mapuche, se holla
descarnadamente su territorio, su memoria, sus risas y juegos, su palabra, su
universo. El Ñuke Mapu, la madre tierra, ha sido vulnerada y devastada -como
señala Gabriela Calfucoy, vocera e integrante de la Agrupación Konapewman de
Temuko e integrante de Identidad Territorial Lafkenche- "por políticas con
graves consecuencias ambientales, culturales y económicas. Para las empresas
privadas invasoras y las políticas públicas del Estado en el territorio mapuche
el desarrollo es sólo crecimiento económico que depreda y sobreexplota la
naturaleza y los recursos para beneficio de unos cuantos, sin importar a costa
de qué. En cambio para nosotros, los mapuche, la visión de desarrollo se centra
en los equilibrios, en la sustentabilidad y el respeto a la diversidad, como lo
son las fuerzas y las energías vivas de nuestro cosmos. Nuestra cosmovisión y
filosofía no se sobrepone a ningún elemento de la naturaleza. Por el contrario,
se armoniza y se complementa, porque somos parte de ella. Aquí está la gran
diferencia y el origen de muchos conflictos territoriales".
Por lo mismo, la decisión de la dictadura militar de dictar el decreto ley 701
en el año 1974 -que subsidió y en los hechos financió casi totalmente la
inversión forestal en territorio mapuche permitiendo su rápida expansión y la
consecuente destrucción del bosque nativo-, puede analizarse no sólo en su
dimensión económica, sino que también cultural.
El nuevo modelo, junto con la imposición de los decretos leyes 2.568 y 2.750 de
1979, implicó la liquidación de la propiedad comunitaria de la tierra indígena,
estimándose en alrededor de dos mil las comunidades que fueron divididas, lo
cual dio origen a aproximadamente 72 mil pequeñas parcelas individuales. Lo
anterior produjo la acelerada disolución de la propiedad colectiva de la tierra
y, simultáneamente, el rápido desarrollo de la industria forestal. En la década
del setenta las plantaciones forestales ascendían a 320 mil hectáreas, sin
embargo en la actualidad cubren una superficie de 2,1 millones de hectáreas de
pino y eucalipto, fundamentalmente. Es más, la Corporación de la Madera proyecta
llegar a 2,6 millones de hectáreas de plantaciones forestales para el año 2010.
Es decir, crece la economía y las utilidades para las empresas del rubro, y
decrece la presencia y cultura indígenas en su propio territorio.
En otras palabras, es posible argumentar que el diseño y posterior puesta en
práctica de una política forestal basada en una suerte de racismo ambiental no
es mera casualidad. Este racismo dice relación, sostiene Alfredo Seguel, vocero
e integrante de la Agrupación Konapewman de Temuko y del equipo de trabajo de la
Coordinación de Identidades Territoriales Mapuche, con "la violación de derechos
humanos y una forma de discriminación causada por gobiernos y políticas del
sector privado. Por prácticas, acciones o inacciones que intencionalmente o no,
agreden el ambiente, la salud, la biodiversidad, la economía local y la calidad
de vida".
Y en el caso específico del territorio mapuche -asevera Lorena Ojeda, presidenta
de la Asociación Ambientalista Koyam Newen e integrante de la Red de Acción por
los Derechos Ambientales- "el racismo ambiental se manifiesta en que los costos
ambientales sean asumidos por comunidades rurales o en la exclusión manifiesta
de éstas en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Así, tenemos medidas
como la ubicación de basurales, de plantas de aguas servidas, la expansión de
monocultivos industriales, entre tantas otras de graves efectos, que repercuten
principalmente en la calidad de vida, la salud y ecosistemas de una parte
importante de la población mapuche".
El veneno de la celulosa
Una breve aproximación al mapa de los problemas ambientales en la zona sur del
país deja en evidencia que siempre son las comunidades mapuche las afectadas. Y,
por cierto, en el intertanto, las empresas privadas -con apoyo del gobierno-
continúan obteniendo grandes utilidades con sus operaciones.
En la actualidad, existen proyectos -sostiene Seguel- "de privatización de
derechos de agua, del mar y borde costero, de expansión de plantaciones
forestales, constitución de concesiones mineras y explotación de hidrocarburos,
de patentamiento de germoplasma, grandes obras viales, industriales,
energéticas, turísticas o la instalación de vertederos, que nos afectan
directamente".
Porque si bien es cierto algunos problemas inevitablemente derivan en conflicto
al resistirse legítimamente las comunidades a que se siga afectando su calidad
de vida y obtienen publicidad, como es el caso de Celco en Valdivia, son muchos
los que silenciosamente se comienzan a incubar. Lo acontecido en Valdivia con la
pronta y expedita reapertura de la planta de Celulosa Arauco demuestra -según
Seguel- "que éste y muchos otros casos sólo fueron la punta del iceberg de la
corrupción. Los niveles de intervención de los grupos económicos son amplísimos
en Chile. Sus redes empresariales y familiares han demostrado enorme capacidad
de influencia sobre partidos políticos, poderes públicos, autoridades y medios
de comunicación(…)
http://www.puntofinal.cl/605/racismoambiental.htm