Rebelión
Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por S. Seguí y Beatriz Morales
EL DEBATE BÉLICO EN TORNO A IRÁN
Un análisis de las declaraciones oficiales, los documentos y los comunicados de
prensa del gobierno israelí recogidos por sus representantes permanentes ante la
Conferencia de presidentes de grandes organizaciones judías de EE UU (CPMAJO, en
sus siglas en inglés) y sus seguidores, que publican artículos y dictan
conferencias en los principales medios de comunicación, revela un esfuerzo
coordinado por convencer a Estados Unidos de atacar militarmente a Irán. Desde
mediados de la década de 1990 los principales ideólogos proisraelíes de EE UU
han venido publicando documentos y manifiestos propagandísticos, que pretendían
hacer pasar por documentos de estrategia, incitando a una agresión militar
conjunta israelo-estadounidense contra Irak, Siria y, en particular, Irán. (1)
Con las ruinas todavía humeantes de los atentados del 11 de septiembre, los
principales ideólogos pro israelíes, el senador Joe Lieberman y el
vicesecretario de Defensa Paul Wolfowitz, instaban a Washington a que atacase a
Irán mediante acciones simultáneas consecutivas. Persiguiendo las prioridades
regionales de Israel, sus representantes en el gobierno de Estados Unidos, en el
Pentágono (Wolfowitz, Feith y Shulsky), en el Consejo Nacional de Seguridad (Abrams),
en el gabinete del vicepresidente (Libby) y en el gabinete presidencial (Frum,
redactor de los discursos del presidente), falsificaron informes secretos,
diseñaron la campaña propagandística (Guerra contra el Terror, Eje del Mal) y
planearon la guerra contra Irak, mientras el lobby judío obtenía la aquiescencia
casi general del Congreso. A continuación consiguieron el boicot estadounidense
a Siria y el apoyo a la expropiación, la anexión y el asentamiento en tierra
palestina de Cisjordania, a la vez que la destrucción de la Franja de Gaza. Aun
cuando la invasión no llegó a conseguir el control de Irak, los representantes
de Israel en el Gobierno estadounidense consiguieron destruir la sociedad y el
Estado iraquíes, y su capacidad de apoyo a la resistencia palestina, aumentando
con ello el poder regional de Israel (a un coste altísimo, no obstante, para
Estados Unidos.)
Incluso en plena guerra de EE UU contra Irak; incluso después de sufrir 20.000
bajas, entre muertos y heridos; incluso cuando la factura de la guerra asciende
a 430.000 dólares; incluso en una situación en que las tropas de tierra apenas
alcanzan a cubrir el territorio; incluso en estas circunstancias, los
representantes de Israel en el Gobierno y en el Congreso estadounidenses, junto
al inevitable lobby pro israelí, han seguido presionando para lanzar un ataque
"preventivo" sobre Irán.
En el seno del Gobierno estadounidense, los representantes de Israel se
encontraron ante algunas objeciones por parte del Departamento de Estado y de
determinados militares en activo a un eventual ataque de este tipo:
1. Un ataque a Irán llevaría a una invasión a gran escala de las fronteras de
Irak que pondría en peligro la precaria situación de las tropas estadounidenses
en este país;
2. Hezbolá, Siria y otros aliados iraníes reaccionarían probablemente en
solidaridad con Irán y lanzarían represalias contra los apoyos estadounidenses
en Líbano, los Estados del Golfo y otros lugares de Oriente Próximo;
3. Un ataque aislaría totalmente a Estados Unidos de sus aliados europeos,
árabes y asiáticos, con lo que EE UU se vería obligado a asumir toda la carga de
la guerra;
4. Irán podría bloquear el estrecho de Ormuz, impidiendo el paso del crudo a
Europa y Asia.
LA PREPARACIÓN PARA LA GUERRA
En respuesta, los representantes de Israel en EE UU formularon una serie de
políticas encaminadas a obviar dichas objeciones.
En primer lugar, ellos, junto con los servicios secretos de Israel y sus
colaboradores libaneses, y con la aprobación del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, dominado por EE UU, consiguieron incriminar a Siria como país
autor del asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Baha'eddin Al-Hariri el
14 de febrero de 2005 basándose en la retractación de un único y perjuro
"testigo". Con ello, EE UU y la ONU forzaron a Siria a retirar sus fuerzas de
Líbano, con lo que esperaban aislar a Hezbolá y otros movimientos anticoloniales
y antiimperialistas. Una vez Siria fuera de Líbano, EE UU consiguió instalar,
con el visto bueno de Israel, un gobierno satélite en Beirut, cuya influencia
real, sin embargo, se limitaba a la zona central y septentrional del país.
Hezbolá siguió siendo la fuerza dominante en el Líbano meridional y gran parte
de la zona sur de Beirut, inexpugnable a cualquier maquinación militar emanada
de Beirut.
En 2004, EE UU y Francia patrocinaron conjuntamente la resolución 1559 de la ONU
que exigía la disolución y el desarme de todas las milicias, libanesas o no.
Esta extraordinaria intromisión por parte del Consejo de Seguridad en los
asuntos internos de Líbano fue, claramente, parte de la organización de la
invasión de 2006.
Washington, en coordinación con Israel, continuó con su táctica de despiece,
apartando a todos los oponentes, reales o potenciales, de su control absoluto de
la región. Al aislar a Siria, destruir Gaza y "rodear" a Hezbolá (o así lo
creían), estaban convencidos de que se aproximaban al aislamiento de Irán. Con
el fin de instalar a un gobierno títere de nuevo cuño, en junio de 2006 Israel
procedió a invadir y demoler Gaza, y a arrestar a los líderes políticos de
Hamás. Ese mismo mes, el asesor presidencial para Asuntos de Oriente Próximo,
Elliot Abrams, en estrecho contacto con el alto mando militar israelí, dio luz
verde a la invasión de Líbano, con el fin de destruir a Hezbolá y dar un paso
más hacia el objetivo estratégico de aislar a Irán y superar los temores de los
militares estadounidenses a las represalias por un bombardeo preventivo de Irán.
Paralelamente a la invasión de Líbano y Gaza, coordinada entre EE UU e Israel,
Washington y el lobby judío se ocupaban del frente diplomático, intentando
conseguir la aprobación de la ONU a un boicot multilateral a Irán por su legal
programa de enriquecimiento de uranio. En el caso de Gaza, el lobby judío
consiguió el apoyo unánime de la Casa Blanca, del Congreso y de los medios de
comunicación al ponerle a Hamás, movimiento electoral, la etiqueta de
organización "terrorista". Paradójicamente, el presidente Bush dio su apoyo a
las "elecciones libres" en los territorios palestino, así como a la decisión de
Hamás de presentarse a las elecciones. Después del reconocimiento de Bush de la
naturaleza "libre y democrática" del proceso electoral en Palestina, el lobby
presionó al Congreso y a la Casa Blanca a fin de cortar toda ayuda y todo
contacto con el gobierno de Hamás, democráticamente elegido. A su vez, la Casa
Blanca presionó a la Unión Europea para que adoptase una posición similar.
Israel bloqueó todas las rutas comerciales y se negó a entregar al nuevo
Gobierno palestino los impuestos que les correspondían. Israel actuó con el fin
de asfixiar la economía palestina mientras que el lobby judío conseguía el apoyo
de EE UU a las políticas de Israel.
En sus seis meses de criminal campaña, Israel llevó sus incursiones armadas en
Gaza y Cisjordania hasta el homicidio deliberado de civiles, familias y niños
cuando participaban en actividades tan inocentes como una merienda en la playa.
Estas grotescas provocaciones israelíes tenían por objetivo llevar a Hamás, un
gobierno democráticamente elegido, a terminar con su alto el fuego unilateral,
proclamado 17 meses antes. Un ataque palestino destinado a inutilizar un
emplazamiento de tanques israelí cercano a la frontera de Gaza y la captura de
un soldado israelí sirvieron de pretexto para la invasión a gran escala de Gaza.
El Gobierno israelí ordenó la destrucción sistemática de la mayor parte de la
infraestructura vital de la zona: sistemas de tratamiento de aguas, plantas
eléctricas, sistemas de alcantarillado, carreteras, puentes, hospitales y
escuelas, a la vez que arrestaba a los líderes electos de la Autoridad
Palestina, tanto de la rama ejecutiva como de la legislativa. Israel mató a más
de 250 palestinos en los primeros dos meses de su campaña "Lluvia de verano"
contra Gaza e hirió a más de 5.000 ("en su mayor parte civiles", Haaretz, 4 de
septiembre de 2006). Tras la debacle de Líbano, Israel lanzó una campaña masiva
de "búsqueda y destrucción".
El lobby silenció toda voz discrepante y consiguió un respaldo casi unánime del
Congreso y del Gobierno a las políticas de Israel en Gaza. El estrangulamiento
de Gaza por parte de Israel debilitó toda oposición palestina a un ataque
preventivo contra Irán.
Si bien la invasión militar israelí no consiguió destruir Hezbolá, el lobby se
apuntó una victoria diplomática de gran envergadura con la aprobación de la
Resolución 1701 de Naciones Unidas sobre un "alto el fuego". Dicha Resolución es
una copia textual de los objetivos estratégicos israelíes de destrucción de
Hezbolá, división de Líbano, obtención de la supremacía militar en Líbano y
aislamiento de Irán. La aprobación de la resolución siguió los diferentes pasos
del clásico proceso: Israel estableció sus condiciones, el lobby organizó su
aparato a fin de presionar al Congreso y a la Casa Blanca, y Washington la
presentó al Consejo de Seguridad y presionó a sus miembros para que la
aprobasen. La resolución fue aprobada y a continuación se puso en marcha el
proceso militar, económico y diplomático, con Kofi Annan como adelantado de esta
estrategia israelo-estadounidense.
Decir que la Resolución de alto el fuego es tendenciosa y sesgada en favor de
Israel es quedarse corto. El problema reside en los propios términos y premisas
de la resolución. Israel invadió Líbano. El derecho internacional considera que
un país que invade otro, destruye toda su infraestructura civil y 15.000
hogares, y mata a más de 1.100 de sus ciudadanos es el agresor. Se debe
establecer una "zona parachoques" o región desmilitarizada dentro de las
fronteras del país agresor, a saber, una zona de 20 kilómetros dentro de la
frontera israelí. Ésta es la práctica común para con Estados con un largo
historial de intervenciones militares dentro de los Estados vecinos. Éste es
especialmente el caso dado que Israel inició el bombardeo de Líbano e Israel
invadió Líbano, y no viceversa. En vez de ello la resolución aprobada por
Naciones Unidas obliga a ocupar territorio libanés y a eliminar su primera línea
de defensa nacional - a saber, el complejo de búnkeres y túneles subterráneos
que Hezbolá y la resistencia libanesa organizaron como una defensa civil contra
los ataques de las bombas, misiles, artillería e infantería invasora israelí.
En segundo lugar, la Resolución de Naciones Unidas hace un llamamiento al
desplazamiento, disolución y desarme de los defensores (Hezbolá) del país
invadido en vez de los invasores (las Fuerzas de Defensa (sic) Israelíes, IDF en
sus términos en inglés). En la línea de la estrategia israelí, esta propuesta
pretendía conseguir por medio de los "cascos azules" de la ONU lo que las
Fuerzas de Defensa Israelíes no fueron capaces de realizar.
En tercer lugar, mientras que la resolución proponía que Hezbolá tenía que ser
obligada a desarmarse o, al menos a "esconder" sus armas, el armamento israelí,
sus soldados de ocupación y vuelos rasantes continuaron sobre el lugar en
Líbano, preparados para atacar y bombardear, y ansiosos por hacerlo, a la
resistencia libanesa, como su primer ministro y el ministro de Defensa
declararon públicamente (y practicaron en varias ocasiones).
En cuarto lugar, mientras Hezbolá accedía al alto el fuego, Israel no. Israel
mantuvo su bloqueo terrestre y aéreo, lo que según el derecho internacional
constituyen actos de guerra, y mantiene su "derecho" a enviar libremente a
Líbano comandos y equipos de asesinatos. Naciones Unidas y Kofi Annan no han
denunciado el incumplimiento de la Resolución por parte de Israel. Por su parte,
Estados Unidos, ha apoyado este incumplimiento por parte de Israel.
En quinto lugar, las Naciones Unidas han propuesto, por insistencia de Israel,
que soldados libaneses patrullen la frontera, den caza y destruyan las armas y
los activistas de Hezbolá, con lo que esperan provocar una guerra civil y
dividir Líbano en un Estado fragmentado y disfuncional, en vez del gobierno de
coalición (que incluye a Hezbolá) que existía antes, durante y después de la
invasión israelí. En respuesta Hezbolá no se ha desarmado aunque ha accedido a
que sus combatientes lleven armas visibles en público. Hezbolá no ha opuesto
resistencia a que haya soldados libaneses en la frontera con Israel ; aun más,
ha confraternizado con ellos.
En esta Resolución de alto el fuego, perversa como ninguna otra, el agresor
(Israel) conserva sus armas, su ocupación del territorio, del aire y del mar
libanés, e incrementa la compra de armas ofensivas. El lobby judío empuja a
Estados Unidos y a las Naciones Unidas a rodear a Hezbolá, controlar la frontera
libanesa con Siria (y perder, por lo tanto, soberanía) y a detener el flujo de
cualquier arma defensiva para reponer las empleadas en defender el país de los
invasores israelíes.
La Resolución israelo-estadounidense-onusiana está diseñada para aislar la
resistencia libanesa de Siria e Irán y debilitar toda solidaridad árabe común en
el momento en que Irán y Siria sean atacados.
Kofi "El Recadero" Annan, nominalmente Secretario General de Naciones Unidas
pero conocido por quienes trabajan en este organismo como el mensajero de
Washington –y, por lo tanto, del lobby judío— fue a Oriente Próximo en misión de
paz. Su objetivo no era abrir negociaciones sobre el intercambio de prisioneros
entre Líbano-Hezbolá e Israel, sino asegurar una liberación unilateral de los
prisioneros de guerra israelíes capturados. Nunca, en ningún momento, mencionó
las demandas clave de los libaneses, que eran la liberación de los 1.000 civiles
y combatientes libaneses encarcelados ilegalmente y que están sufriendo en las
cárceles israelíes, muchos de los cuales han permanecido encarcelados sin cargo
o sin juicio durante años. El único asunto que para Annan había que discutir era
articular las demandas israelíes de liberación de sus prisioneros. Cuando Siria
accedió a trabajar con Annan en una liberación recíproca negociada de
prisioneros libaneses e israelíes, e Israel rechazó la oferta, Annan se negó a
criticar la intransigencia israelí y siguió expresando su demanda de una
liberación incondicional y unilateral de prisioneros.
Está claro que Israel y el lobby judío-estadounidense están tratando de
aprovechar la Resolución de alto el fuego, tan favorable a Israel, y su
implementación, para ampliar y ahondar sus intromisiones en la política
libanesa, controlar su política de seguridad y socavar su soberanía comprando a
sectores de la élite beirutí con "ayuda para la reconstrucción" mientras
mantienen a Israel en pie de guerra dentro, alrededor y sobre Líbano.
El acuerdo de "alto el fuego" es, en efecto, una "ratonera" que ofrece la ayuda
de los donantes (el queso) al débil y vacilante régimen de Beirut
(particularmente a sus sectores derechistas, pro occidentales) y la trampa de
acero de un cerco por tierra, mar y aire, y de ataques militares por parte de
israelíes y de colaboradores de Naciones Unidas a un desarmado Hezbolá.
El lobby judío consiguió un apoyo al 100% de la Casa Blanca y del Congreso del
Estados Unidos a que Israel continuara con el bloqueo de Líbano por aire y mar,
y a sus demandas de desarmar y destruir Hezbolá como condiciones para retirarse
de su ocupación territorial de Líbano.
Peor aún, a medida que las Naciones Unidas inician su ocupación de Líbano e
Israel mantiene su presencia militar, Tel Aviv reinterpreta el alto el fuego
para reforzar su posición avanzada dentro de Líbano. Israel exige la liberación
de sus dos prisioneros de guerra, la destrucción de Hezbolá antes de pensar en
acabar con su ocupación y bloqueo. Antes de conformar los términos del acuerdo y
de retirar sus propias tropas, Israel insiste en que soldados de las Naciones
Unidas controlen la frontera siria. No se hace mención a patrullas de las
Naciones Unidas en las fronteras de Israel con Gaza que Israel cruza a diario
cuando va a matar y asesinar palestinos. En otras palabras, mientras Naciones
Unidas mina la postura de la resistencia libanesa y fortalece al ejército
israelí, Israel ni negocia ni corresponde en reciprocidad [sino que] añade
demandas nuevas y más exigentes. Todo esto es apoyado por el lobby judío y sus
altos funcionarios en el Ejecutivo y el Congreso estadounidense. El propósito de
esta compleja maniobra de las Naciones Unidas es neutralizar toda oposición
libanesa al aumento de las agresiones israelo-estadounidense contra Irán.
DIPLOMACIA DE CONFRONTACIÓN Y GUERRA
De forma paralela y convergente con la "estrategia de la ratonera" en Líbano,
Estados Unidos, con el poderoso impulso del lobby judío, ha presionado para
conseguir el apoyo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a una serie de
medidas diplomáticas y sanciones económicas contra Irán. El Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas inducido por Estados Unidos y Europa está haciendo demandas
que están en completa contradicción con el Tratado de No Proliferación, que
permite en cualquier momento a todos los países del mundo enriquecer uranio para
usos pacíficos, y de este modo está provocando una confrontación con Irán. Estas
ilegales e impertinentes demandas no tienen en absoluto base legal ni de hecho:
según el Organismo Internacional de Energía Atómica no hay pruebas de que Irán
esté construyendo un arma nuclear. Estados Unidos ha adoptado una estrategia
paulatina de preparación de una guerra preventiva contra Irán, a fin de
minimizar su aislamiento (el de Estados Unidos), el enorme coste económico y en
vidas humanas, y la posibilidad de represalias. Washington ha preparado una
resolución que imponga sanciones económicas y que limite los desplazamientos y
las inversiones iraníes. Una vez instaurado el principio de las sanciones
económicas, Washington puede presionar más fácilmente para añadir otras
cuestiones, como sanciones comerciales, restricciones al trafico comercial
marítimo y congelación de los activos exteriores. Una vez asegurado el
aislamiento económico multilateral de Irán, Washington puede emprender su ataque
militar aéreo con menor oposición y mayor aquiescencia de Europa y sus clientes
de Oriente Próximo.
DE IRAK, HEZBOLÁ Y HAMÁS A IRÁN: ¿OTRA ESTRATEGIA FALLIDA?
Los representantes israelíes en el Gobierno de Estados Unidos contemplaron en su
momento la guerra contra Irak como un ensayo general para un ataque a Irán y
como parte de una serie triunfal de conquistas militares que hicieran del Golfo
Pérsico un patio trasero israelo-estadounidense. Junto a la guerra contra Irak,
el lobby presionó al Congreso estadounidense para que aprobase medidas de boicot
a Siria, otro objetivo de la estrategia general de Israel y su lobby. Líbano,
especialmente la resistencia nacional dirigida por Hezbolá, es una pieza clave
de la estrategia conjunta israelo-estadounidense contra Irak. El Líbano
meridional bajo control de Hezbolá y Hamás en Gaza, otro aliado potencial de
Irán, han sido por consiguiente un objetivo de aislamiento diplomático por
mediación de las Naciones Unidas, y a la vez un objetivo de destrucción física.
Cada guerra de Estados Unidos e Israel tiene un fin inmediato –el debilitamiento
de un adversario— a la vez que, más importante, forma parte de la preparación de
un gran ataque sobre Irán. Estas guerras de "doble uso" son concebidas para
debilitar y destruir a adversarios de los planes de dominación regional israelo-estadounidenses,
y a la vez instalar bases militares, cercar geográficamente y presionar
económicamente, todo ello con miras al ataque final contra Irán.
LAS FICHAS DE DOMINO CAEN DEL LADO EQUIVOCADO
No obstante, el lobby y los arquitectos israelíes de estas guerras en serie han
cosechado algunos fracasos importantes, junto a las victorias, en su camino
hacia Teherán.
Tuvieron éxito en la destrucción del gobierno nacionalista laico de Saddam
Hussein y en la destrucción total del potencial económico y militar de Irak. No
obstante, se hallan ante una insurgencia inesperada y de gran alcance que tiene
fijados sobre el terreno a decenas de miles de militares estadounidenses y que
agotan sus reservas, imponen unos costes financieros enormes y socavan el apoyo
público a esa guerra y a cualquier otra nueva invasión que proponga el lobby
israelí.
El intento del lobby judío de expulsar, mediante elecciones, a Yasir Arafat e
imponer un gobierno satélite opuesto a Irán y a Hezbolá tuvo un resultado
inesperado:
las elecciones fueron ganadas por Hamás, movimiento nacional anticolonial, a
raíz de lo cual Israel decidió volver a su programa de matanzas y ataques
militares directos con el fin de diezmar la oposición al plan general para el
Oriente Próximo.
El empeño por erradicar a Hezbolá de Líbano meridional consiguió causar graves
daños al país y acabar con la vida de centenares de civiles, pero fracasó en su
principal objetivo de aclarar el camino a un ataque sin réplica contra Irán. Si
bien Israel fracasó militarmente, el lobby y sus clientes del Congreso y el
Gobierno estadounidenses consiguieron imponer sus objetivos políticos conjuntos
en la infame Resolución 1701, por intermedio de las Naciones unidas y del
ejército libanés. No obstante, la Resolución, a la vez que impone algunas
restricciones importantes, sigue siendo fuertemente contestada: Hezbolá rechaza
desarmarse, el ejército libanés (shií en un 40%) confraterniza con Hezbolá y no
le es hostil, y las tropas de las Naciones Unidas no tienen intención alguna de
desempeñar el papel de fuerzas de choque de Israel y provocar un nuevo ataque
contra Hezbolá, especialmente después del asesinato deliberado de varios "cascos
azules" por parte de Israel.
La estrategia diplomática del lobby judío y de EE UU de imponer sanciones a
Irán, ha amarrado el apoyo europeo en lo que respecta a determinados asuntos
menores, pero no ha conseguido el apoyo de Rusia y China a un embargo a gran
escala. China está actualmente negociando un acuerdo con Irán relativo al
proceso de enriquecimiento del uranio que puede socavar la "diplomacia de
guerra" de EE UU en su totalidad.
Ante esta serie de obstáculos militares y diplomáticos, el lobby judío no cesa
ni desiste en su empeño. En cambio, está lanzado en una nueva campaña de
excitación bélica en EE UU por mediación de "sionófilos" ultramilitantes como el
embajador de EE UU ante la ONU, John Bolton, el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, el vicepresidente Dick Cheney, el presidente George W. Bush y, por
supuesto, el inimitable "Asesor jefe para asuntos de Oriente Próximo", Elliot
Abrams. La posición común es dejar de lado todos los asuntos fallidos e
ilusorios y todas las propuestas diplomáticas y basar en una cuestión ideológica
el ataque a Irán que se avecina: el nuevo combate entre la democracia y el
fascismo islámico.
Para el Gobierno israelí, un ataque preventivo de EE UU contra Teherán se
consideraría como un debilitamiento de otro oponente a la dominación regional
israelí. Para EE UU, sería la apertura de las compuertas de la insurgencia hacia
Irak y más allá, lo que conduciría a dos, tres, muchos Iraks. En algún momento,
esta estrategia se volverá contra sus autores. Al sacrificar un número inaudito
de vidas estadounidenses al servicio de una potencia extranjera, el lobby judío
y sus defensores políticos del Congreso de EE UU entrarán en la historia como
traidores a nuestros más altos ideales en tanto que país libre e independiente.
A falta de asegurarse un ataque de EE UU contra Irán, Israel está acelerando sin
reposo sus planes de guerra contra Irán y Siria. Una vez más, su lobby ha
montado una campaña de propaganda masiva y sostenida según la cual el presidente
de Irán, Mahmud Ahmadinejad, habría declarado en un discurso, en octubre de
2005, que "Israel debe ser borrado del mapa." El lobby ha falsificado totalmente
la traducción al inglés, toda vez que el presidente iraní nunca utilizó el
término "borrar" ni el término "mapa" (Cf. Counterpunch 28.8.2006). Lo que en
realidad dijo fue: "Ese régimen que ocupa Jerusalén debe desaparecer de los
anales de la historia". No cabe duda de que se refería a un poder que ocupa
ilegalmente una ciudad por conquista militar, que reduce a sus propios
ciudadanos árabes a la discriminación y la pobreza, y que coloniza los
territorios ocupados. En otras palabras, pide la desaparición de un régimen
racista y colonial, no la destrucción o expulsión de los judíos en Israel. Estas
y otras "malas traducciones" deliberadas son parte de los esfuerzos del lobby
por fomentar el oprobio mundial contra Irán y estigmatizar a este país con las
peores características de los que "niegan el Holocausto", y así presentar el
ataque de Israel como una acción dirigida a un "Estado delincuente"
islámico-fascista. De enero a marzo de 2006, el alto mando israelí puso manos a
la obra con sus planes de guerra para atacar Irán, que luego aplazó
temporalmente para permitir a Washington desarrollar iniciativas diplomáticas.
En septiembre, el Times de Londres (3.9.2006) informaba que "Israel está
preparándose para una eventual guerra con Irán y Siria." Con arreglo a fuentes
políticas y militares israelíes, "El reto que plantean Irán y Siria ocupa el
primer lugar en la agenda israelí de defensa (sic)."
1. Véase el Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense – PNSE (The Project for
the New American Century: White Paper Rebuilding American's Defenses, Sept.
2000) elaborado por los principales ideólogos pro israelíes estadounidenses,
judíos y no judíos.