Medio Oriente - Asia - Africa
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Cuando los armas rugen y se iza la bandera, la "izquierda -
pero" se pone firme y saluda.
Izquierda, pero…
Uri Avnery
CounterPunch
UNA VEZ vi un bonito sketch en un teatro político: sobre el escenario varias
personas hablaban con oraciones inconexas terminadas todas con la palabra
"pero". Por ejemplo: "algunos de mis amigos mejores son judíos, pero… ", "no
tengo nada contra los negros, pero… ", "realmente detesto el racismo, pero… "
Durante la guerra reciente, yo con frecuencia oía frases similares: " soy
izquierdista, pero… " Estas palabras eran invariablemente —pero invariablemente—
seguidas de una declaración propia de derechistas.
Parece que tenemos una comunidad entera de "izquierdistas - pero", que proponen
la aniquilación de pueblos enteros libaneses, la conversión de Líbano en un
montón de ruinas, la destrucción de los habitantes de cualquier edificio donde
Hassan Nasrallah pudiera (o no) estar y, mientras, también barrer la Franja de
Gaza de la faz de la tierra.
Cuando encuentro esas declaraciones en la TV, en la radio y en los periódicos, a
veces me tienta rezar: Dios querido, déme a honestos fascistas en vez de a estos
«izquierdistas - pero».
ANALIZANDO la segunda guerra de Líbano, es imposible ignorar el papel jugado por
los izquierdistas, con o sin comillas, durante la lucha.
Anteayer vi por la TV una entrevista con el dramaturgo Joshua Sobol, una persona
agradable conocida como de izquierdas. Él explicó que esta guerra nos ha traído
ventajas importantes y alabó al Ministro de defensa, Amir Peretz.
Sobol no está solo. Cuando el gobierno comenzó esta guerra, una formación
impresionante de escritores lo apoyó. Amos Oz, A.B.Yehoshua y David Grossman,
quienes con regularidad aparecen como un trío político, se unieron otra vez en
su apoyo al gobierno y usaron sus considerables talentos verbales para
justificar la guerra. Pero no satisfechos con eso, algunos días después del
inicio de la guerra, los tres publicaron un anuncio conjunto en los periódicos
con la expresión de su entusiasta apoyo a la operación.
Su apoyo no era puramente pasivo. Amos Oz, un escritor con el prestigio
literario considerable en todo el mundo, escribió un artículo a favor de la
guerra, que apareció en varios respetados periódicos extranjeros. No me
sorprendería si "alguien" hubiera ayudado a distribuirlo. Sus dos compañeros
también permanecían activos en el apoyo a la guerra, junto con una larga fila de
escritores como Yoram Kaniuk, artistas variados e intelectuales, reales o
imaginarios. Todos ellos se ofrecieron para la propaganda sin esperar siquiera a
ser reclutados.
Dudo que la guerra hubiera alcanzado sus monstruosas dimensiones sin el apoyo
masivo de los «izquierdistas - pero», que hizo posible formar "una doble pared
para emparedar el consenso" haciendo caso omiso a las protestas constantes del
movimiento pacifista. A este acuerdo general se sumó el partido Meretz, cuyo
gurú es Amos Oz, y Paz Ahora, en cuyos mítines populares Amos Oz solía ser el
orador principal (cuando ellos eran todavía capaces de organizar manifestaciones
de masas).
Algunas personas fingen ahora que aquel este grupo estaba realmente contra la
guerra. Para muestra un botón: algunos días antes del final ellos publicaron un
segundo anuncio tripartito, esta vez pidiendo su terminación. Al mismo tiempo,
Meretz y Paz ahora también cambiaron el discurso. Pero ninguno de ellos pidió
perdón o mostró remordimiento por su apoyo previo para la matanza y la
devastación. Su posición nueva era: la guerra era buena en verdad, pero ha
llegado el tiempo de acabarla.
¿CUÁL ES la lógica de esta posición?
El gobierno decidió el ataque en respuesta evidente a la acción de Hizbullah,
que capturó a dos soldados israelíes sobre el lado israelí de la frontera y
propuso de cambiarlos por prisioneros libaneses encarcelados en Israel. En esta
acción, varios compañeros de los soldados capturados murieron y unos pocos más
murieron cuando su tanque pisó una mina persiguiendo a los captores en el lado
libanés de la frontera.
La opinión pública israelí reaccionó, desde luego, con furia y gritos pidiendo
venganza. Pero uno habría esperado que intelectuales, y sobre todo
"izquierdistas", mantuvieran la cabeza fría, hasta —y quizás especialmente—
durante los tiempos de agitación emocional. En circunstancias similares, incluso
Ariel Sharon evitó reacciones extremas y acordó intercambiar prisioneros.
Aquellos que no poseyeron el coraje para hacerlo ("Oz." en hebreo significa
fuerza y coraje), o los que realmente creyeron que la acción de Hizbullah debía
ser respondida con una reacción fuerte, podrían haber justificado una represalia
militar limitada. Aquel día era legítimo unirse a los que exigieron una reacción
tan razonable. Pero ya después de 48 horas estaba claro que la reacción era
masiva y no era proporcional. No estaba diseñada para "enviar un mensaje" a
Hizbullah y a toda la gente libanesa de que la provocación no quedaría impune.
Tenía objetivos bastante diferentes.
Sobre el segundo o tercer día de la guerra, ya estaba bastante claro para
cualquier persona de pensamiento —¿y los intelectuales no están orgullosos de
ser justamente eso?— que se trataba de una guerra verdadera, que iba más allá
del problema de los dos soldados capturados. El bombardeo sistemático de la
infraestructura libanesa atestiguó el hecho que fue preparada mucho antes y que
su objetivo era la aniquilación de Hizbullah y el cambio de la realidad política
en Líbano. Para darse cuenta de ello bastaba con escuchar las declaraciones de
Olmert, Peretz y Halutz.
ESA ERA la verdadera prueba de fuego para los intelectuales. Uno puede
perdonarles su primera reacción. Uno puede decir que se dejaron llevar, como le
sucede a la gente en el principio de una guerra. Uno puede decir que ellos no
entendieron el contexto (una acusación terrible, cuando se lanza ante
intelectuales). Pero desde el tercer día, tales justificaciones y excusas no se
justifican más.
Los jefes de ejército no ocultaron la devastación horrible que estaban causando
en Líbano —al contrario, se jactaron de ella. Estaba claro que el terrible
sufrimiento se causaba a cientos de miles de personas, que los civiles eran
asesinados en gran número, que muchas, muchas personas perdían todos sus bienes
en los pueblos y las ciudades que sistemáticamente estaban siendo destruidas. Al
mismo tiempo, se infringieron grandes sufrimientos a la población de Norte de
Israel.
¿Cómo pudieron escritores con conciencia, y hasta más tan "izquierdistas" y
humanistas, callarse mientras se cometían estas atrocidades? ¿Cómo podían
continuar sirviendo a la máquina de propaganda de la guerra?
Es cierto que los escritores no podían saber que ya sobre el sexto día de la
guerra los jefes de ejército habían dicho al gobierno que todos los objetivos de
la guerra habían sido alcanzados y que nada más podría lograrse (como la vuelta
de los prisioneros, la restauración del poder de disuasión del ejército, el
desarme de Hizbullah etc.). En otras palabras, que hasta desde el punto de vista
puramente militar, no había ninguna razón para seguir con el horror que, sin
embargo, continuó durante otros 27 días y noches más. Pero cualquier protesta de
los escritores famosos, hasta una débil, habría sido oída y podría haber
inducido a los líderes políticos y militares a pensárselo otra vez. Pero no hubo
ninguna protesta.
Cuando los escritores realmente se despertaron después de todo, en la 5ª
(¡quinta!) semana de la guerra y pidieron su terminación, ya era demasiado
tarde. Ya no había ninguna necesidad más de ellos. La maquinaria incómoda de las
Naciones Unidas fue contratada para alcanzar del cese de hostilidades.
Un acontecimiento trágico fue la muerte en combate del hijo de David Grossman,
Uri, en aquellas horas últimas de la guerra.
¿QUÉ PROVOCÓ que la «Izquierda - pero» se comportarse así?
Uno puede encontrar motivos superficiales. Es muy difícil para izquierdistas
ponerse en contra de un gobierno en el que el partido laborista juega un papel
importante. Esto era también verdad en el 2000, cuando el líder laborista, Ehud
Barak, arruinó la cumbre de Camp David y volvió con aquel lema fatal: "¡No
tenemos ningún socio! ¡No hay nadie con quien hablar! "
Pero esto no era así en la primera guerra de Líbano, en 1982, cuando el Likud
estaba en el poder. Porque incluso entonces la "izquierda - pero", bajo el mando
de Shimon Peres y Yitzhak Rabin, realmente apoyó la guerra. Durante el sitio de
Beirut, Rabin era el invitado de Sharon, y, estando de pie sobre las ruinas,
propuso el corte de suministro del agua y medicinas a la población de la parte
Occidental sitiada de la ciudad (donde yo me encontraba con Yasser Arafat al
mismo tiempo). Sólo después de la tercera semana de guerra, Paz Ahora se unió a
las protestas.
Después de la masacre de Sabra y Shatila, Paz Ahora convocó la manifestación de
protesta sobre la que ha descansado su reputación desde entonces —la reunión con
400 mil fabulosos participantes. Este fue su momento más brillante y el
principio de su declive. Para asegurar las dimensiones de la manifestación, Paz
Ahora hizo un pacto, no con el diablo, pero sí con la hipocresía. A cambio de la
ayuda del Partido Laborista, ellos invitaron a Peres y Rabin a ser los oradores
principales a pesar de que en vísperas de la guerra, los dos se habían
encontrado con Menachem Beguin y públicamente solicitaron que invadiera Líbano.
PERO hay causas más profundas para explicar el comportamiento de las "izquierdas
- pero" en los momentos de guerra.
Desde el principio del Movimiento Laborista Judío en el país, la Izquierda ha
sufrido una contradicción interna: era a la vez socialista y nacionalista. De
los dos componentes, el nacionalismo era con mucho el más importante. De ahí
que, la afiliación al sindicato laborista (Histadrut) estuviera basada en una
clasificación estrictamente nacionalista: no permitían a ni solo árabe hacerse
miembro de una organización cuyo nombre oficial era "Organización General de
Trabajadores hebreos en Eretz-Israel". Sólo años después de la fundación del
Estado Israel se les permitió a los árabes la sindicación.
Una de las tareas más importantes del Histadrut era impedir de cualquier manera,
incluyendo la violencia, la contratación de árabes en lugares de trabajo judíos.
Para lograrlo, se derramó sangre.
Esto sucedió también con la más gloriosa de las creaciones socialistas: el
kibutz. A ningún árabe le permitieron nunca hacerse miembro. Y no fue por
casualidad: los kibbutzim se veían a sí mismos no sólo como la realización de un
sueño socialista, también como fortalezas en la lucha judía por el país. La
creación de un kibutz nuevo, como Hanita en la frontera libanesa en 1938, fue
celebrada como una victoria nacional.
La parte izquierdista del movimiento kibutz, Hashomer Hatsa’ir, (la base del
partido Mapam, ahora Meretz) tenía un lema oficial: "por el Sionismo, el
Socialismo y la Hermandad de Pueblos". Los objetivos no eran tampoco
accidentales: expresaban las prioridades verdaderas. Hashomer Hatsa’ir realmente
de verdad adoró a Stalin, "el sol de los pueblos", hasta su muerte, pero sus
creaciones principales fueron los asentamientos, generalmente sobre tierra
comprada a terratenientes ausente ricos, después de que los árabes, quienes los
habían tenido durante generaciones, hubieran sido desahuciados. Después de la
fundación de Israel, los kibbutzim de Hashomer Hatza’ir fueron establecidos en
las tierras de los refugiados y en las tierras expropiadas a los ciudadanos
árabes de Israel. El kibutz Bar’am se asienta sobre la tierra del pueblo Bir’am,
del que los habitantes árabes fueron expulsados después del final de la guerra
de 1948. Mucho Sionismo, muy poca Hermandad de Pueblos.
En cada prueba verdadera, esta contradicción interna de los "Sionistas de
Izquierda " (como les gusta llamarse) se hace obvia. Esta es la raíz de la doble
personalidad de la "izquierda - pero ".
Cuando los armas rugen y se iza la bandera, la "izquierda - pero" se pone firme
y saluda.
Original inglés: http://www.counterpunch.org/avnery09082006.html
Traducción al español:
http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=645#more-645