Medio Oriente - Asia - Africa
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Acaudalados príncipes árabes expresan "solidaridad" con Líbano
Reunidos en Beirut, acuerdan enviar una delegación a la sede
de la ONU en Nueva York
Sauditas acceden a realizar una cumbre en La Meca, pero "sin prisas" para
prepararla bien
"Nadie viene a ayudarnos; no tengo a dónde ir", dice un residente capitalino de
los suburbios
Robert Fisk
The Independent
Beirut, 7 de agosto. Poco después de las 4 de la mañana, el zumbido de mosca de
un avión no tripulado israelí surgió en el cielo, arriba de mi casa. Las madres
libanesas han aprendido a amenguar los temores de sus hijos ante esta ominosa
criatura transformando su nombre en clave -MK- en Um Kamel, la Madre de
Kamel. Anda en busca de objetivos y de noche, como en todas las masacres que
perpetra la fuerza aérea israelí en el sur de Líbano, por lo regular no se le
puede ver.
El modelo más reciente hasta puede lanzar misiles. Voló en círculos unos minutos
antes de moverse hacia el sur, en busca de otra presa. Una hora después se
escuchó el siseo de los jets, seguido por cinco tremendas explosiones al recibir
los suburbios del sur su ataque aéreo número 29. Los israelíes deben estar
convencidos de que debajo de los escombros dejados por sus incursiones
anteriores Hezbollah tiene fortalezas secretas para dirigir su guerra; que si la
estación de televisión de Hezbollah -cuya sede de cuatro pisos es un montón de
cascajo aplastado- sigue al aire es porque tiene estudios debajo de las ruinas.
Yo lo dudo.
Unos 900 mil desplazados
Después del amanecer, salgo a ver a algunos amigos en los suburbios, entre los
pocos chiítas que no han abandonado sus hogares. Hassan y Abbas viven en dos
edificios de desgastadas escaleras de piedra y paredes húmedas; cada uno vive
con sólo dos familias más en estas vecindades ruinosas de ocho pisos, pues sus
vecinos han buscado refugio con otros 700 mil desplazados -200 mil más han
volado al extranjero- en las montañas drusas de Chouf, o en las montañas
cristianas del norte, o en los derruidos parques o las atestadas escuelas de
Beirut.
"No tengo otro lugar dónde ir", me dice Hassan mientras su hijo de dos años se
entretiene con una Pantera Rosa de juguete. "En Chouf un departamento de dos
recámaras cuesta ahora 800 dólares." Bueno, los drusos sí que están ganando
dinero, me digo. "Nadie viene en nuestra ayuda."
Miramos con coraje la estación de televisión Al Manar, de Hezbollah, cuyo
anunciante proclama los méritos -y deméritos- de la reunión de ministros árabes
del exterior que está por empezar en Beirut. Estos acaudalados príncipes y
emires del Golfo y el profundamente aburrido Amr Moussa de Egipto rugen y se
pavonean en el escenario, y sólo guardan silencio cuando Fouad Siniora -el dulce
primer ministro libanés- tiene otra de sus sesiones de llanto público y demanda
un inmediato cese del fuego. Las propuestas de Líbano deben agregarse al
proyecto de resolución de la ONU, dice entre sollozos, gemidos y sonadas de
nariz. Las Granjas de Shebaa deben regresar a Líbano. Los israelíes deben irse.
Sólo entonces podrá Hezbollah acatar la resolución 1559 del Consejo de Seguridad
y deponer las armas.
Los ministros resuelven enviar una delegación a la sede de la ONU en Nueva York
-Washington se pondrá a temblar-, y los sauditas acceden a realizar una cumbre
árabe en La Meca, pero sin prisas, porque hay que prepararla con cuidado, lo
cual hace recordar la mendaz advertencia de George W. Bush de que el cese del
fuego tenía que prepararse con cuidado. Y eso debe de tener temblando a los
jefes en Tel Aviv.
Es ridículo, escandaloso y vergonzoso escuchar a estos lambiscones envueltos en
túnicas -la mayoría pagados, armados o patrocinados en alguna otra forma por
Occidente- derramar lágrimas de cocodrilo ante una nación puesta de rodillas. El
canciller egipcio, Ahmed Aboul Gheit, había dicho en El Cairo que esta reunión
"es un claro mensaje al mundo para demostrar la solidaridad árabe con el pueblo
libanés". En los suburbios del sur -donde nadie toma en serio esta tontería-,
Abbas me habla de una vecina que había apoyado al movimiento rival chiíta Amal
hasta que su casa fue destruida por los israelíes. Ella dijo entonces, "Ahora
todos somos Hezbollah", relata mi amigo, y recuerdo que hace menos de tres años
nosotros -nosotros los occidentales, bravos creyentes en los derechos humanos-
decíamos "ahora todos somos neoyorquinos".
Lo que provoca el acceso de llanto de Siniora es el informe de que 40 civiles
libaneses han sido masacrados en el pueblo de Houla por un ataque aéreo israelí:
se confirma que 18 personas quedaron sepultadas en una casa. Otros dos edificios
se vinieron abajo. Y sin embargo existen temores mucho más terribles de que
cientos de cadáveres más se encuentren bajo las ruinas de las casas después que
los israelíes volaron en pedazos sus aldeas en las montañas.
Según la ONU, 22 mil libaneses -vivos o muertos- permanecen en los 38 poblados
del extremo sur, de una población original de 913 mil. En Mays al-Jabal, por
ejemplo, se cree que se quedaron 400 de 10 mil civiles, pero nadie sabe qué
suerte corrieron. La cuota de muerte de libaneses -incluida la cifra
conservadora de víctimas en Houla- es de 932, casi todos civiles, aunque bien
podría pasar de mil. Hay 3 mil 293 heridos.
¿Qué saldrá de todo esto?
A la hora de la comida visito a Suheil Natour, funcionario palestino del pequeño
campamento Mar Elias. Su gente -palestinos del éxodo de 1948 y sus
descendientes- albergan ahora miles de refugiados chiítas del sur de Líbano, así
como alguna vez los abuelos de estos refugiados albergaron a los palestinos de
1948. Natour no pasa por alto esta ironía, y señala que los chiítas -la
comunidad más numerosa de Líbano- están ahora esparcidos por todo el territorio.
"¿Qué clase de Líbano saldrá de todo esto?", pregunta. "¿Cuánto tiempo pasará
para que los chiítas sientan que pertenecen a las zonas del país adonde han
huido, más que a las ruinas de los hogares de los que los arrojaron los
israelíes?"
Y cuando vuelvo a casa encuentro que mi casero ha echado triple llave a la
puerta de mi edificio de departamentos, no sea que los refugiados sientan que
pertenecen a este edificio... o que el edificio les pertenece.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
Fuente: lafogata.org