Medio Oriente - Asia - Africa
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Posible, otro 11 de septiembre por la agresión israelí y el
silencio cómplice de EU
Continúa el tormento de Líbano, pero los árabes parecen haber perdido el miedo
Robert Fisk
Soldados y rescatistas de la Cruz Roja cargan el cuerpo de un libanés
muerto a consecuencia del bombardeo de la aviación israelí contra el puente
Halat, al norte de Beirut Foto Ap
Beirut, 4 de agosto. La habitación se cimbró. Nunca, desde el temblor de
1983, se había sacudido mi departamento de lado a lado. De esa magnitud fue la
fuerza de las explosiones israelíes de la mañana de este viernes en los
suburbios del sur de Beirut -a cinco kilómetros de mi casa-; la presión del aire
cambió y las palmeras se movieron.
¿Así va a ser todos los días? ¿A cuántos civiles se puede dejar sin hogar antes
de que empiece una revolución? ¿Y qué viene después? ¿Los israelíes van a
bombardear el centro de Beirut? ¿La costera? ¿Por eso vinieron todos los barcos
extranjeros a llevarse a sus ciudadanos, para que se pudiera destruir la ciudad?
Ni qué decir que este viernes fue otro día de masacres, grandes y pequeñas. La
mayor fue al parecer la de un grupo de 40 jornaleros agrícolas en el norte de
Líbano, de los cuales algunos eran kurdos, miembros de un pueblo que ni siquiera
tiene un país. Se informó que un misil israelí explotó entre ellos cuando
cargaban vegetales en un camión frigorífico cerca de Al Qaa, pequeña aldea al
este de Hermes, en el extremo norte del país.
A los heridos los llevaron a Siria porque los caminos libaneses están salpicados
de cráteres de bombas israelíes. Luego nos enteramos de que un ataque aéreo a
una casa de la aldea de Taibeh, en el sur, causó la muerte de siete civiles y
lesionó a 10 que buscaban refugio del ataque.
En Israel misiles de Hezbollah mataron a dos civiles, pero, como de costumbre,
Líbano se llevó la peor parte de las agresiones del día, las cuales se
centraron, aunque parezca increíble, en el núcleo cristiano, que
tradicionalmente ha mostrado gran simpatía hacia Israel.
Fue en la comunidad cristiana maronita, cuyos milicianos falangistas fueron los
aliados más cercanos de Israel en la invasión de 1982, y sin embargo la fuerza
aérea israelí atacó hoy tres puentes carreteros al norte de Beirut y, como de
costumbre, los muertos eran los de condición humilde.
Uno era Joseph Bassil, cristiano de 65 años que había salido a hacer ejercicio
con cuatro amigos al norte de Jounieh. "Sus amigos se detuvieron después de
cuatro vueltas al puente porque hacía calor", relató un miembro de su familia.
"Joseph decidió echar una carrera más en el puente. Eso fue lo que lo mató."
Los israelíes no dieron explicaciones sobre los ataques -ningún combatiente de
Hezbollah entraría en este enclave maronita, a los únicos que se les obstruyó el
paso fue a los convoyes de ayuda humanitaria- y había crecientes temores en
Líbano de que las incursiones aéreas más recientes obedezcan a la frustración
israelí, más que a una planeación militar.
De hecho, mientras la guerra en Líbano continúa destruyendo vidas inocentes -la
mayoría libanesas-, el conflicto parece cada vez más desatinado. La fuerza aérea
israelí ha logrado dar muerte quizás a 50 miembros de Hezbollah y a casi 600
civiles y ha destruido puentes, fábricas de leche, gasolineras, depósitos de
combustible, pistas de aeropuertos y miles de hogares.
Pero, ¿con qué fin? ¿Todavía cree Estados Unidos las afirmaciones de Tel Aviv de
que destruirá a Hezbollah, cuando está claro que su ejército no es capaz de
hacer nada por el estilo? ¿No se da cuenta de que cuando Israel se canse de esta
guerra implorará un cese del fuego, que el gobierno del presidente George W.
Bush sólo podrá lograr haciendo lo que más odia: tomar el camino de Damasco y
solicitar ayuda al mandatario sirio, Bashar Assad?
Pero entre tanto, ¿qué le está ocurriendo a Líbano? Los puentes y edificios de
departamentos se pueden reconstruir -sin duda con préstamos de la Unión
Europea-, pero muchos libaneses cuestionan hoy a las instituciones democráticas
que Estados Unidos tanto elogió el año pasado. ¿Qué caso tiene un gobierno
democráticamente electo si no puede proteger a su pueblo? ¿De qué sirve un
ejército de 75 mil miembros que no puede defender su país, no puede ser enviado
a la frontera, no dispara contra los enemigos del país ni puede desarmar a
Hezbollah? De hecho, para muchos chiítas libaneses Hezbollah es ahora el
ejército de su país.
Tan feroz ha sido la resistencia de Hezbollah -y tan decididos sus ataques a las
fuerzas israelíes de tierra-, que muchas personas aquí ya no recuerdan que fue
Hezbollah el que provocó esta guerra al cruzar la frontera el 12 de julio, dar
muerte a tres soldados israelíes y capturar a otros dos.
Las amenazas israelíes de agrandar aún más el conflicto son recibidas ahora con
más sorna que horror por libaneses que se han cansado de escucharlas durante 30
años. Y sin embargo temen por su vida. Si Tel Aviv es atacada, ¿se salvará
Beirut? Si el centro de Beirut es atacado, ¿se salvará Tel Aviv? Hezbollah usa
ahora el lenguaje israelí de ojo por ojo. Cada amenaza israelí encuentra una
amenaza de Hezbollah.
¿Se dan cuenta los israelíes de que están legitimando a Hezbollah, que una
desordenada milicia guerrillera está conquistando lauros ante un ejército y una
fuerza aérea que si escogen sus blancos a propósito son criminales de guerra y,
si no, dejan ver que son apenas un poquito mejores que los ejércitos árabes a
los que llevan más de medio siglo combatiendo? En esta guerra se están sentando
precedentes extraordinarios.
De hecho, uno de los cambios más profundos en la región en las tres décadas
pasadas ha sido que los árabes están cada vez menos dispuestos a tener miedo.
Puede que sus líderes -nuestros líderes "moderados" pro occidentales, como el
rey Abdullah, de Jordania, y el presidente Hosni Mubarak, de Egipto- tengan
miedo, pero los pueblos no. Y una vez que un pueblo ha perdido el terror, ya no
se le puede inyectar de nuevo.
Así, la consistente política israelí de aplastar a los árabes para someterlos
-o, como dijo alguna vez el ex primer ministro Ariel Sharon, para que "sientan
dolor" - ya no funciona. Es una política cuya bancarrota descubren ahora los
estadunidenses en Irak.
Y en todo el mundo musulmán, "nosotros" -Occidente, Estados Unidos, Israel- no
combatimos a nacionalistas, sino a islamitas. Y al observar el martirio de
Líbano esta semana -sus niños masacrados en Cana, metidos en bolsas de plástico
hasta que se echaron a perder con tanta sangre y hubo que envolverlos en
sábanas- me acosa día con día un pensamiento terrible: que habrá un nuevo 11 de
septiembre.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya