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Medio Oriente - Asia - Africa

Mentiras y justificaciones de Israel ante la indignación por la matanza en Qana
Intentos en el pasado para silenciar las muertes de niños; hoy también

Robert Fisk
The Independent

Un avión extingue un fuego provocado por un cohete de Hezbollah que cayó cerca de la norteña ciudad israelí de Kiryat Shmona Foto Reuters
Este es el reporte de los siete días pasados en la guerra en Líbano.
Domingo 30 de julio
Qana otra vez. "¡OTRA VEZ!", escribo en mi cuaderno. Hace 10 años estaba yo en esa pequeña aldea de las montañas del sur de Líbano cuando el ejército israelí lanzó disparos de artillería hacia el complejo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y mató a 106 libaneses, la mayoría niños. Casi todos murieron por heridas que les cercenaron miembros -los proyectiles estallaron en el aire- y ahora me dirijo al sur para observar la nueva matanza.
¿Cincuenta y nueve muertos? ¿37? ¿28? Un ataque aéreo esta vez, seguido por las mentiras de costumbre. Hace 10 años Hezbollah "se escondía" en el complejo de la ONU. Falso. Hoy se supone que debemos creer que los nuevos muertos de Qana vivían en una casa donde se almacenaban misiles de Hezbollah. Otra mentira, porque todas las víctimas perecieron en el sótano, donde jamás habrían estado si hubiera cohetes apilados de piso a techo. Hasta Israel abandonó luego semejante estupidez.
Observo soldados libaneses que meten cuerpos de niños en bolsas de plástico, y luego en tapetes porque ya no hay bolsas.
Pero los caminos, por Dios, los caminos del sur de Líbano. Con ventanas abiertas escucho el aullido de los jets. Me asombra que hasta ahora sólo haya muerto un periodista: una joven libanesa. Contemplo los pequeños peces plateados surcar el cielo.
De vuelta en Beirut me encuentro con un embotellamiento de tránsito a causa de un puente derruido por una bomba, donde el ejército libanés trata de sacar a remolque un camión lleno de verduras de un río. Me acerco vadeando al sargento para decirle que está loco. Tiene una cola de cerca de 50 automóviles civiles en espera del próximo ataque aéreo israelí. Deje el camión para después, le digo.
Llegan otros soldados y hay un debate de 10 minutos sobre la prudencia de mi consejo, mientras escudriño los cielos y señalo un F-16 israelí que viene en picada. Entonces el sargento concluye que Fisk no es tan tonto como parece, corta la cuerda y deja fluir el tráfico.
Estoy cubierto de polvo; Katya Jahjoura, reportera gráfica libanesa, me mira y estalla en carcajadas. "¡Parece que hubieras estado viviendo entre escombros!", grita, y yo le lanzo una mirada de desesperación. Mejor vámonos de aquí antes de que nos conviertan en escombros, le respondo.
Lunes 31 de julio
Benjamin Netanyahu ensaya otra mentira, recalentada de 1982, cuando Menajem Beguin solía decir que las bajas civiles de los ataques aéreos de Israel no eran diferentes de los civiles muertos en Dinamarca en un ataque de la Real Fuerza Aérea británica (más conocida por sus siglas en inglés, RAF) en la Segunda Guerra Mundial. Hum, buen intento, pero no lo suficiente.
Primero, la historia. La RAF lanzó un ataque al cuartel de la Gestapo en Copenhague, pero mató más de 80 niños cuando las bombas cayeron donde no debían. Los israelíes asesinan a los inocentes del sur de Líbano desde muy arriba, lo bastante alto para evitar los misiles de Hezbollah.
La razón por la que la RAF dio muerte a 83 niños, 20 monjas y tres bomberos el 21 de marzo de 1945 fue que sus Mosquitos volaban tan bajo para evitar bajas civiles, que uno de los aviones atoró un ala en una torre de ferrocarril frente a la estación central de Copenhague y se estrelló en la escuela. Los otros aviones creyeron que el humo que despedía su tanque de combustible era el blanco.
Interesante, la forma en que los gobernantes israelíes están dispuestos a manipular la historia de la Segunda Guerra Mundial. Ningún avión israelí se ha perdido en esta guerra y los civiles de Líbano caen por docenas, bombardeados repetidas veces desde gran altura.
Martes 1º de agosto
No hay electricidad. El refrigerador volvió a deshielarse sobre el piso, y mi casero, Mustafá, está en la puerta con un plato de plástico con higos de su huerto. Los periódicos se vuelven más delgados. Sin embargo, el restaurante de Paul, en el este de Beirut, ha reabierto, y almuerzo allí con Marwan Iskander, que era uno de los principales asesores financieros del asesinado ex primer ministro Rafiq Hariri.
Marwan y su esposa, Mona, son fuente de gozo, llenos de bromas y de escandalosos (y certeros) comentarios sobre los políticos de Medio Oriente. Yo invito la comida, y Marwan saca un enorme puro cubano para mí. Hace 10 años dejé de fumar, pero creo que la guerra me permite volver a hacerlo, sólo un poco.
Miércoles 2 de agosto
Fuertes explosiones en los suburbios del sur de Beirut sacuden los muros de mi casa. Una columna de humo asciende hacia el cielo. ¿Qué queda por destruir en los barrios bajos que los escribas llaman todavía "bastión de Hezbollah"? Los israelíes bombardean ahora todos los caminos que van a Siria, en especial en el cruce fronterizo de Masna (muy astuto, como si Hezbollah trajera sus misiles a Líbano en convoyes sobre la autopista internacional).
Luego el ejército guerrillero, que empezó todo este fiasco sangriento, lanza una docena de cohetes más hacia Israel.
Meto la nariz en los suburbios y recibo una llamada de un colega en el sur de Líbano que describe el pueblo de Srifa "como Dresde". Otra vez la Segunda Guerra Mundial. Pero es cierto que los suburbios parecen un escenario de ese conflicto. Mi tendero lamenta no tener leche ni yogur, cosa que, lactohólico como soy, deploro yo también.
Jueves 3 de agosto
Más amigos que quieren saber si es seguro retornar a Líbano. Una vieja conocida me dice que cuando insistió en regresar a Beirut un pariente le lanzó un zapato y un libro. ¿Qué libro era?, pregunto. Parece que un volumen de poesía.
Vuelve la electricidad y me torturo observando CNN, que reporta esta carnicería como si fuera un partido de futbol. Marcador hasta hoy: unas docenas de israelíes, cientos de libaneses, miles de misiles y aún más miles de bombas israelíes. Los misiles vienen de Irán, nos recuerda CNN. Las bombas israelíes vienen de Estados Unidos, pero CNN no nos lo recuerda.
Viernes 4 de agosto
Día de los puentes. Abed y yo estamos en la carretera que va al norte de Beirut con Ed Cody, del periódico The Washington Post (el que lee a Verlaine), y logramos cruzar por carreteras secundarias el distrito cristiano de Metn, que en forma inexplicable ha sido atacado (se supone que los cristianos maronitas son los mejores amigos de Israel en Líbano).
"No puede creer lo enojados que estamos", me dice una mujer, revisando su automóvil y su casa aplastados, los vidrios destrozados y los escombros por toda la calle. Un viaducto ha caído sobre un valle con todos sus 200 metros de largo, aunque otro camino lateral quedó intacto, y por allí llegamos al siguiente puente derruido. ¿Qué caso tiene bombardear los puentes?
Volvemos a Beirut por caminos solitarios, con las ventanillas abiertas y el murmullo de los jets todavía en el cielo. Voy a la oficina de Ap, donde mi viejo amigo Samir Gatas es el jefe de la corresponsalía. "¿Qué tal los puentes?", pregunta. "Supongo que venían rápido." Y que lo diga.
Doy una entrevista a la CBC de Toronto y hablo abiertamente de crímenes de guerra israelíes; nadie en el estudio canadiense siente que sea descortés o terrible o manifiesta cualquiera de esos temores usuales en los productores de televisión, quienes creen que enfrentarán las acostumbradas monsergas sobre reporteros "antisemitas" que se atreven a criticar a Israel.
Enciendo la televisión y aparece Hassan Nasrallah, el jefe de Hezbollah, amenazando a Israel con penetraciones más profundas de misiles si bombardea Beirut. Escucho al primer ministro israelí pronunciar la misma amenaza en sentido inverso.
Llamo "los rugientes" a estos personajes, y hojeo mi viejo ejemplar de El rey Lear para ver qué me recuerdan. Lotería: "Haré cosas que no sé, pero serán el terror de la Tierra". Shakespeare debería estar reportando esta guerra.
Sábado 5 de agosto
Montones de rumores sobre una ofensiva terrestre israelí en masa, que resultan falsos. La ONU en el sur de Líbano sospecha que Tel Aviv fabrica incursiones inexistentes para apaciguar a su opinión pública en tanto los misiles de Hezbollah siguen cruzando la frontera.
Un amigo me llama para decirme que Hezbollah podría estar quedándose sin misiles. Tal vez sea cierto, reflexiono, y pienso en todos los puentes que no han sido volados en pedazos.
Más fotografías dantescas de los muertos en los periódicos libaneses. Nosotros, en el inmaculado "Occidente", ahorramos a nuestros lectores esas imágenes terribles: "respetamos" tanto a los muertos que no las imprimimos, aunque no los respetábamos mucho cuando estaban vivos, y olvidamos la feroz indignación que sienten los árabes cuando tienen esas imágenes enfrente.
¿Qué guardamos para nosotros? Esta mañana escribí en el diario sobre otro 11 de septiembre. Y temo tener razón.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya 

Fuente: lafogata.org