Antumi Toasijé explica los intereses que existen actualmente en torno a
Somalia en momentos en que los Tribunales Islámicos están ganando el control del
país. Para ello, realiza un breve recorrido por la historia del denominado
cuerno de África, desde finales del siglo XIX, y pone de manifiesto por qué
Somalia está siendo utilizada por los oportunistas de turno, que no dejan de
confundir al mundo con absurdas historias en una región que es foco de tensión y
por donde pasan nada más y nada menos que el tráfico de mercancías del Mar Rojo,
es decir, cerca del 13 por ciento del tráfico marítimo mundial, incluyendo el
petróleo de Oriente Medio. Sepa a continuación por qué si se celebrasen
elecciones libres en Somalia irían en detrimento de Estados Unidos y entienda
qué responsabilidad le compete a Europa y a la Unión Africana en la crisis
actual de un país conocido por la CNN y su guerra civil de los años noventa.
TRAS LA FAMOSA (GRACIAS A LA CNN) GUERRA CIVIL DE SOMALIA EN LOS NOVENTA,
Naciones Unidas, con el concurso de los países vecinos, había conseguido llevar
al país --ahora federación-- a la versión razonable de lo que se supone debe ser
un Estado. Pero una vez más los planes internacionales por convertir a los
somalíes en buenos alumnos de Occidente se vienen al traste con el asesinato de
Abdalá Isaaq Deerow, ministro de Asuntos Constitucionales y Federales (el 28 de
julio) del enésimo Gobierno transitorio, presidido éste por Abdullahi Yusuf.
QUÉ INTERESA A ESTADOS UNIDOS
Los Tribunales Islámicos están ganando el control del país y esto estorba los
planes que desde Kenya y Etiopía interesan a Estados Unidos. De hecho, la
oportuna intervención de Etiopía en defensa del débil gobierno de transición ha
llevado a uno de los líderes de las facciones islámicas, el Sheik Sharif Sheik
Ahmed, junto con su equivalente Hasan Dahir Ajéis, a realizar incendiarias
declaraciones que no presagian nada bueno.
¿Pero qué le pasa a los somalíes? se preguntan algunos pegados al televisor, ¿es
que no pueden dejar de matarse? Pero no es esta la pregunta que debe hacerse un
panafricanista lúcido.
QUIÉN DA QUÉ A QUIEN Y A CAMBIO DE QUÉ
Cuando un problema político parece demasiado complejo, siempre conviene aplicar
una fórmula simple ya que toda fórmula tiene sus preguntas y procedimientos para
despejar la incógnita. En el caso de Somalia hay que aplicar las preguntas:
¿quién da qué a quien y a cambio de qué?
Somalia ofrece una cosa internacionalmente ambicionada; un control estratégico
primordial del tráfico de mercancías por el Mar Rojo, es decir, cerca del 13 por
ciento del tráfico marítimo mundial, que incluye el petróleo de Oriente Medio,
lo cual no es poco.
Puesto que los créditos bancarios son la condición previa a toda empresa de
envergadura (42 por ciento de las inversiones mundiales) y bastante más que las
inversiones en cartera, el seguimiento de tales préstamos internacionales es un
buen procedimiento para entender quién tiene intereses en el país. Por ello, no
es eventual que Alemania y Francia sean los principales financiadores de las
Somalias postcoloniales y su socio Eritrea a través de Libia, Egipto y Siria,
sobre todo si tenemos en cuenta que Estados Unidos lo es de Etiopía. Pero quizás
sea necesario ir por partes.
EUROPA Y SU ROSARIO DE ABUSOS
Toda la costa del denominado cuerno de África, lo que los Kemíticos (egipcios),
denominaron País de Punt, presenta una cierta homogeneidad cultural y social,
que sobrevivirá durante centurias, entre su vocación islámica y la imponente
influencia etíope, con las lógicas pugnas de poder. Todo esto se trastoca con la
acostumbrada invasión europea y su rosario de abusos.
Desde finales del siglo XIX, franceses, italianos y británicos se permutan los
territorios que dividen en cuatro áreas, de norte a sur: Eritrea, Djibouti y las
dos Somalias, llamadas alternativamente italiana o británica. La independencia
por fases consolidó la división anti-panafricana de los dos primeros
territorios, Eritrea y Djibouti, con la dificultosa unidad de las dos Somalias
restantes, hoy tres: Puntland, Somaliland y Somalia.
Tras los procelosos primeros años de independencia y neocolonialismo, que
incluyen el asesinato en 1969 del Presidente somalí Abdirashid Ali Shermarke, y
al igual que la Yugoslavia de Tito, la Somalia unida será un país ensamblado por
una mano de hierro, una mano militar marxista y desde luego poco complaciente
con los poderes capitalistas occidentales. Sin embargo, en 1977, Maxamed Siyaad
Barre (Mohammed Siad Barré) se embarca, aprovechando el caos de los primeros
años del Consejo Militar Etíope (Derg), tras la caída de Haile Selassie, en el
ambicionado y antiguo plan de incorporación del Ogadén, área culturalmente afín
pero controlada por el poderoso vecino.
EL ABASTECIMIENTO DEL MAR ROJO
La invasión será un intento de demostrar cierta primacía en la región para
atraerse la lealtad de la Unión Soviética que basculaba ya su apoyo a la Etiopía
de Mengistu Haile Mariam. La lógica derrota enemistará rápidamente a Somalia con
la Unión Soviética y lanzará al régimen de Siad Barré en brazos de Estados
Unidos que no ven inconveniente en incorporar un viejo enemigo a la nómina de
socios convenientes (por cierto, se trata de uno de los cambios de apoyos, en el
contexto de la Guerra Fría, más veloces y singulares que se conocen).
Sin embargo, a pesar de buscar justificación con argumentos nacionalistas, la
traición no será admitida por varios grupos, tanto islamistas como comunistas,
apoyados no ya por la fallecida Unión Soviética sino por capitales europeos, vía
--una cada vez más desafiante-- Eritrea.
¿Por qué? La respuesta es sencilla; el abastecimiento por el Mar Rojo es crucial
para la economía de Europa. El exilio de Siad Barré en 1992 y el caos
subsiguiente, llevarán a la irrupción de la UNITAF de Naciones Unidas, ya que
para entonces, la agricultura somalí había sufrido un terrible retroceso debido
a la entrada masiva de grano procedente de la ayuda alimentaria estadounidense
al régimen de Barré, que al interrumpirse dio paso al hambre y al desconcierto.
LA HISTORIA DE LOS MARINES
Sin embargo tras la caída de Barré, Estados Unidos no quería perder su primacía
en la región de modo que con cobertura de Naciones Unidas, jugó a lo cow boy con
unos y otros Señores de la Guerra, entre ellos el afamado Maxamed Faarax Caydiid,
Mohammed Farrah Aidid, al que acabaron por hacer mucho más importante de lo que
en realidad era, fomentando, aún más si cabe, la espiral de odios.
Todos conocen la historia de los marines muertos televisados y su mundialmente
señalada retirada, pero a esta se suele omitir los miles de cadáveres de
hombres, mujeres y niños que dejaron sembrados en las calles de Mogadiscio a la
espera de un futuro desagravio por parte de una comisión panafricana de
reparaciones, sin olvidar los centenares de torturados y desaparecidos a manos
de soldados de la ONU que constan en los informes de organizaciones como
Amnistía Internacional.
LA (IR)RESPONSABILIDAD DE LA UNIÓN AFRICANA
No todas las democracias son lo que le gustaría a los detentores del actual
orden mundial; para ser sinceros, si se celebrasen elecciones libres en Somalia,
como en otros tantos países, es seguro que ello iría en detrimento de Estados
Unidos y sus intereses económicos, y es poco razonable pensar que la Casa Blanca
no esté muy al tanto de esta contingencia. Dado que la geografía dotó al cuerno
de África de una destacada importancia, se trata de un foco de tensión.
Descrito este panorama desde el panafricanismo, sólo cabe lamentar la parte de
culpa que compete a la Unión Africana por la total dejación de responsabilidades
en los conflictos azuzados por los oportunistas de turno, que no dejan de
confundir al mundo con absurdas historias de clanes y camellos a la medida de
los telediarios de sobremesa. Porque cuando le preguntan a los somalíes de la
calle qué desean, en su mayoría responden: la seguridad de un gobierno fuerte y
estable que no esté vendido a los intereses foráneos; algo que cualquiera
desearía.
Antumi Toasijé es historiador y realiza un doctorado en Estudios Africanos. Es
miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y
director de la Revista de Ciudadanía, Migraciones y Cooperación, de Baleares. Es
rector del Centro Panafricano de Estudios Culturales.