Medio Oriente - Asia - Africa
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El secreto de Hezbollah
Ángel Guerra
La agresión en gran escala de Israel contra Líbano ha resultado muy
aleccionadora. La transformación en ruinas de extensas zonas del país y los
miles de civiles muertos y heridos por los bombardeos, además de reiterar al
sionismo como criminal de guerra, subrayan la inutilidad de su enorme ejército,
armado y abastecido por Estados Unidos, para enfrentar a una fuerza guerrillera
como Hezbolah, con alta moral y preparación combativas y sólida base social. Si
hay que reconocer a Israel la proeza de reeditar –en Líbano y Palestina- los
métodos nazis del castigo colectivo a los civiles no puede decirse lo mismo de
su pobre desempeño militar ante Hezbollah: ni la sombra del empuje incontenible
de las divisiones Panzer al principio de la Segunda Guerra Mundial, a la
postre también derrotadas por los pueblos de la URSS. Más de medio siglo después
se reafirma el fracaso a que están condenadas las agresiones imperialistas
frente al pueblo en armas.
Hezbollah, que ya había expulsado al ejército sionista del sur de Líbano en
2000, ahora fue capaz de resistir exitosamente la mayor ofensiva aérea que haya
lanzado Israel contra una nación árabe. Aguantó a pie firme las incesantes
andanadas de su aviación y artillería y rechazó las embestidas de sus unidades
de elite ocasionándoles importantes pérdidas. Prueba de que su infraestructura
militar no fue seriamente dañada son los 250 cohetes que lanzó contra el Estado
agresor vísperas del cese al fuego.
¿Pero cuál es el secreto de Hezbollah? ¿Qué lo diferencia de los ejércitos
árabes convencionales que Tel Aviv acostumbraba barrer? Hezbollah surgió de la
comunidad chiíta, la más desfavorecida y discriminada de Líbano, como una
respuesta popular a la invasión de Israel contra ese país en 1982. De entonces a
la fecha se ha consolidado como el escudo del pueblo libanés contra la
agresividad de Israel. Hezbollah cuenta con una rama armada –la Resistencia
Islámica- pero es, sobre todo, un movimiento de masas firmemente arraigado entre
los chiítas, pero también con crecientes simpatías entre las otras comunidades
que componen el mosaico religioso libanés. Ha desarrollado una importante obra
social y educativa entre los más pobres en un país donde el Estado es muy débil,
entre otras razones por la persistente actitud sionista desde 1948 de
despedazarlo mediante invasiones, espionaje, asesinato de líderes y fomento de
la rivalidad interconfesional. Unicamente borrando esa historia incesante de
agresiones es que puede achacarse el inicio de esta guerra a la captura de dos
soldados israelíes por Hezbollah.
Testimonios de corresponsales en el sur de Líbano revelan la total
identificación de sus pobladores con los combatientes islámicos. Pero Hezbollah,
manteniendo su adscripción al chiísmo, ha desbordado –como Hamás en Palestina-
el marco confesional. Ha luchado por la unidad nacional, ganado una importante
bancada parlamentaria y es parte del gobierno de Beirut, cuya estabilidad sería
inconcebible sin su presencia.
Hay que ser muy ignorante de la historia o muy mal intencionado para explicar un
movimiento de esta naturaleza como una creación de Irán y Siria y para
calificarlo de marioneta de sus gobiernos por más que estos lo hayan apoyado
moral y materialmente. Es la misma superchería que en su momento señalaban
algunos sobre la resistencia vietnamita porque recibía ayuda militar de la
extinta Unión Soviética.
Washington, que planificó esta operación con Tel Aviv –ahora se sabe, como
ensayo de la que prepara contra Irán-, dilató primero la exigencia de cese al
fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU convencido de que era cuestión de
unos días más para que Israel acabara con Hezbollah. Más tarde, cuando vio a su
socio en grandes apuros, aceleró la aprobación de la resolución por ese órgano.
La injusta y vaga resolución no resolverá nada y deja intactas las causas de la
guerra porque no tuvo en cuenta las razonables demandas del gobierno libanés y
mucho menos las raíces profundas del conflicto, que es el carácter agresor y
expansionista de Israel desde su fundación.
Si la fuerza "de paz" de la ONU impulsada por Bush intenta desarmar a Hezbollah
veremos el bochornoso espectáculo del organismo internacional haciendo el
"trabajo sucio" a Washington y Tel Aviv y una internacionalización de la
intervención militar en Líbano. Hezbollah llegó para quedarse, su ejemplo es
contagioso y a quienes les molesta no les queda más que resignarse.