Medio Oriente - Asia - Africa
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Tras las sesenta jóvenes muertas en Sri Lanka
De la matanza de Qana a la de Mullaitivu
Editorial de Gara
El conflicto desatado por la agresión israelí contra Líbano ha acaparado la
agenda internacional. En los 34 días de hostilidades que han precedido a un alto
el fuego cuyas virtualidades están por demostrar, apenas ha habido espacio en
los medios de comunicación para otras crisis que, como la que afecta a Oriente
Medio, hunden sus raíces en las desigualdades fomentadas, primero por la
colonización, y luego por la reordenación de esos territorios y sus gentes en
base a las relaciones de fuerza surgidas de las dos grandes contiendas bélicas
mundiales.
Sin embargo, durante las cuatro semanas en que Líbano ha centrado la atención,
la escalada de tensión ha sido también la tónica dominante en otro conflicto
armado, el de Sri Lanka. Aunque es díficil que alcance la misma dimensión, en lo
que a contestación internacional se refiere, que la matanza de Qana, el Ejército
cingalés perpetró ayer una nueva masacre contra el pueblo tamil al bombar-dear
un albergue escolar situado en territorio bajo control de la guerrilla del
Ejército de Liberación de la Patria Tamil (LTTE). Escolares de entre 17 y 20
años de edad se convirtieron en el objetivo del Ejército cingalés, y los
balances aún provisionales hablan de 60 jóvenes muertas y unas 120 heridas.
Como hiciera el Gobierno de Israel tras la matana de Qana, las autoridades de
Colombo trataron de argumentar que el LTTE utilizaba la instalación civil
atacada como base. No obstante, la Fuerza Aérea cingalesa no aportó prueba
alguna de unas acusaciones refutadas por Unicef y observadores extranjeros del
alto el fuego. En Qana o en Mullaitivu, la única evidencia es que unas Fuerzas
Armadas atacan instalaciones civiles provocando masacres que no pueden
«explicarse» como actos de guerra. Esa comunidad internacional que elabora
«listas negras» en las que incluye entre las «organizaciones terroristas» al
LTTE que reclama con las armas el derecho de los tamiles a decidir su futuro,
¿tiene algún calificativo para las acciones armadas gubernamentales que siembran
el terror en la población civil?
La comunidad internacional, que dejó en manos noruegas las labores de buenos
oficios en el diálogo tamil-cingalés, tiene la responsabilidad de actuar, cuando
todavía se está a tiempo, para ayudar a salvar los acuerdos de 2002. La
perspectiva contraria es la vuelta a un escenario de conflicto armado de
doloroso recuerdo para la población de Sri Lanka. -