Medio Oriente - Asia - Africa
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Piezas del puzle de Oriente Medio
Txente Redondo*
En plena carniceria israeli en libano, los distintos actores maniobran
buscando sus propios intereses. la guerra abierta entre israel y la resistencia
libanesa, la fragilidad de algunos dirigentes arabes, el papel de la «comunidad
internacional», las acusaciones a siria e iran y la respuesta de la calle arabe
son algunos de los ejes sobre la mesa.
Apesar de los cantos de sirena que apuntan hacia un alto el fuego, algunos
acontecimientos auguran el alargamiento del conflicto.
Probablemente, ni Israel ni Hizbula esperaban las reacciones de sus adversarios,
y tal vez sea Tel Aviv el que más tenga que perder si se alarga la ocupación, a
pesar de sus maniobras estratégicas no declaradas.
A pesar del genocidio desplegado por los estrategas militares israelitas, cada
día que pasa el fracaso sionista se acrecienta. A día de hoy ha sido incapaz de
acabar con la resistencia de Hizbula, ha logrado unificar a buena parte de la
sociedad libanesa en torno suyo, la sensación de inseguridad puede extenderse a
las ciudades de Israel, o incrementarse si la resistencia hace uso de misiles de
largo alcance, lo que hará saltar por los aires las ciudades y pueblos en Israel
y, sobre todo, la percepción de estado invulnerable e invencible. Sin olvidar el
alto coste económico que supone mantener movilizados durante mucho tiempo a un
número elevado de tropas y el desgaste físico (pérdida de vidas humanas) y
sicológico (recuerdos de la anterior ocupación) que conlleva.
Hizbula, por su parte, todavía no ha puesto sobre el tablero todos sus
efectivos, controla a la perfección la táctica de guerra de guerrillas, sus
armas más mortíferas permanecen intactas a la espera del momento de activarlas,
y sobre todo, el apoyo popular es casi absoluto entre la población chiíta del
país, y también se ha convertido en la referencia de parte de las otras
comunidades, locales y del mundo árabe y musulmán.
La calle
Paralelamente a la batalla de Líbano, en las calles de los países vecinos se
está desarrollando otro enfrentamiento soterrado, alimentado en buena medida por
los acontecimientos libaneses y por la incapacidad manifiesta de los dirigentes
corruptos de esos países para satisfacer las demandas de sus ciudadanos. Al
comienzo de la ocupación, los líderes de Egipto, Jordania y Arabia Saudita
acusaron a Hizbula de provocar la reacción sionista, sin hacer ninguna mención a
la criminal actitud de Israel. Sin embargo las imágenes de la masacre libanesa
no tardaron en llegar a esos países, y sus dirigentes debieron maniobrar para
buscar recolocarse ante el nuevo contexto.
Frente a esa tibieza, «la calle árabe» se ha manifestado contra la política de
Israel y EEUU, cuya imagen se ha deteriorado aún más si cabe, y al mismo tiempo
también protestaban contra los gobiernos que apoyan a éstos. En esta línea los
llamamientos a apoyar a Hizbula se han sucedido, desde los Hermanos Musulmanes
de Egipto, de Siria o de Jordania se apela a la unidad contra la agresión
sionista. Otro tanto hacen las organizaciones políticas islamistas en Pakistán o
la Península Arábiga, e importantes clérigos sunitas también se han sumado a
esas proclamas. Estos movimientos escenifican por un lado la importante brecha
que está creciendo entre los regímenes aliados de Washington y sus poblaciones,
que cada vez se posicionan más en torno a alternativas islamistas y que
adquieren visos de poder cambiar el panorama político local y regional. Y por
otro, esas reacciones muestran, al menos coyunturalmente, una imagen de unidad
en el mundo musulmán, superando de momento las diferencias entre chiítas y
sunitas.
Y esos mismos protagonistas se muestran cada día más enojados con la llamada
comunidad internacional, y el papel que desempeña en la actual crisis. La calle
árabe sabe muy bien que tras los llamamientos de»ayuda humanitaria» están los
mismos que venden las bombas que arrasan estos días a la población civil
libanesa. «Es como si nos mandasen bombas con mantequilla, lo único que pedimos
es que nos dejen vivir en paz», aseguran.
Los ejes
Frente a quienes señalan a Siria e Irán como los «patrones» de Hizbula, es
preciso hacer unas matizaciones. Esas mismas fuentes olvidan intencionadamente
que el movimiento libanés tiene su propia agenda, toma sus propias decisiones y
actúa según esa lógica. Si esos países han aportado algún tipo de ayuda
económica o logística a la resistencia libanesa, ésta no ha condicionado ni
variado los objetivos de Hezbollah. En esa clave, parece que el régimen de
Damasco necesita más a la organización chiíta que ésta a Siria. Y en el caso de
Irán, es evidente que a pesar de toda la propagando vertida desde Washington,
finalmente Teherán volverá a jugar un importante papel de mediación para
resolver el conflicto, tal y como ha hecho en los escenarios de Irak o
Afganistán.
En ese escenario entra también en acción el verdadero eje del mal que conforman
en estos momentos las políticas agresivas y unilateralistas de EEUU e Israel.
Los ideólogos neoconservadores y cristiano-sionistas llevan tiempo maniobrando
para rediseñar el mapa en la región, y la unión de los intereses de los halcones
estadounidenses e israelitas ha desencadenado esta situación. Los argumentos
para justificar la agresión de Israel se caen al descubrir un documento
elaborado hace años por varios neoconservadores, donde ya dibujaban la nueva
estrategia que debían seguir sus gobiernos y el papel central de Tel Aviv.
El despliegue de tropas extranjeras en el sur libanés tampoco está exento de
dificultades. Las experiencias del pasado, cuando las tropas internacionales,
francesas o estadounidenses, tuvieron que abandonar el país con un importante
número de bajas, la actitud actual de los gobiernos que estarían dispuestos a
mandar tropas y la negativa libanesa a soportar otra ocupación militar son
importantes obstáculos en el camino para solucionar la situación.
Además están los intereses ocultos de algunos de esos estados, el francés
(recuperar su protagonismo), Italia (en clave interna para reforzar a Prodi),
Turquía (a cambio de concesiones diversas), Alemania (un puesto en el Consejo de
Seguridad)... son tan sólo algunos ejemplos donde todos buscan beneficios sin
importarles la situación de la población libanesa.
Solución negociada
En la actualidad, Hizbula se ha convertido en inspiración y «fuente de
esperanza» para movilizar a buena parte de las voluntades populares del mundo
árabe. Y sus detractores ven con temor que esa posición se asienta cada día que
pasa y la suya se debilita. Por eso probablemente la solución venga de la mano
de una negociación donde se busque solucionar el tema de los prisioneros
libaneses en Israel o la ocupación de Israel en la región. En esa clave sería
lógico pensar que el alto el fuego se englobe dentro de «un paquete negociador»
de más calado.
Y mientras esta solución se demore la población civil seguirá sufriendo la
carnicería israelí, y otros aspectos colaterales como la catástrofe ecológica o
la situación en Iraq también se agravarán. Y finalmente, la estabilidad regional
y mundial terminará pagando esa prepotencia militarista de Washington y Tel
Aviv. -
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Intenacional (GAIN).