Medio Oriente - Asia - Africa
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La fuerza de paz en Líbano, condenada al fracaso
Robert Fisk
Todo ejército extranjero, incluso el israelí, llega a sufrir en Líbano.
Entonces, ¿por qué George W. Bush y lord Blair de Kut-al-Amara -después
de sus inevitables desastres en Afganistán e Irak- creen que una fuerza dirigida
por la ONU va a sobrevivir en la frontera sur libanesa? Claro, a los israelíes
les encantaría que se desplegara -ya es hora de que Occidente sufra las bajas-,
pero es probable que Hezbollah la considere aliada de Israel y no, como ya los
libaneses se dieron cuenta, protectora de Líbano. El último ejército de la OTAN
que llegó a este país tuvo que abandonar su misión tras ser literalmente volado
en pedazos por atacantes suicidas.
Con qué ligereza han borrado los gobiernos estadunidense y británico los relatos
de la vieja fuerza multinacional que llegó a Beirut para escoltar la salida de
los guerrilleros palestinos de Líbano, en agosto de 1982, y luego, después de la
matanza de más de mil 700 palestinos en los campamentos de Sabra y Chatila por
la milicia libanesa aliada de Israel, regresó para proteger a los sobrevivientes
y extender la soberanía del gobierno libanés. ¿Les suena familiar? Y también
llegó para adiestrar al ejército libanés -una de las misiones encargadas al
nuevo ejército de Bush y Blair- y fracasó. Despedazados por atacantes suicidas
en su cuartel de Beirut, con pérdida de 241 vidas estadunidenses, los marines
se refugiaron en el subsuelo, cavando túneles bajo el aeropuerto de Beirut.
Y allí vivieron hasta que el recién adiestrado ejército libanés se disgregó en
febrero de 1984, momento en el cual Ronald Reagan decidió "reubicar" sus tropas
fuera de la costa. Como otras famosas reubicaciones -por ejemplo, la de las
tropas napoleónicas fuera de Moscú, o la última de Custer-, representó un
desastre nacional, un golpe colosal al prestigio estadunidense en la región y
una advertencia de que tales aventuras libanesas siempre acaban en lágrimas. El
contingente militar francés se fue poco después, y luego el italiano. Una
compañía de soldados británicos fue la primera en salir.
Entonces, ¿cómo puede alguien creer que el siguiente ejército extranjero que
llegue a la carnicería libanesa va a tener mayor éxito? Cierto, aquella fuerza
multinacional no gozaba del respaldo de una resolución del Consejo de Seguridad
de la ONU. Pero ¿desde cuándo ha sido Hezbollah susceptible a las demandas de la
ONU? No se ha desarmado, como ordenó la resolución 1559 del consejo, y uno de
los ejércitos guerrilleros más recios del mundo no va a entregar sus armas a un
puñado de generales de la OTAN.
Pero la mayor parte de la fuerza será musulmana, según nos dicen. Puede que sea
cierto y que los turcos cometan la imprudencia de participar. Pero, ¿van a
aceptar los libaneses que los descendientes del odiado imperio otomano gobiernen
parte de su nación? ¿Permitirá el sur chiíta de Líbano que soldados musulmanes
sunitas sean sus nuevos amos?
En realidad, ¿cómo es que no se ha consultado a la población del sur de Líbano
acerca del ejército que supuestamente vivirá en sus tierras? Porque, desde
luego, no acude para protegerla. Irá porque los israelíes y los estadunidenses
quieren que los ayude a dar nueva forma a Medio Oriente. Eso sin duda tiene
sentido en Washington -donde el autoengaño rige la diplomacia casi tanto como en
Israel-, pero los sueños estadunidenses por lo regular se convierten en las
pesadillas de Medio Oriente.
Y esta vez observaremos muy de cerca la desintegración de un ejército dirigido
por la OTAN. Afganistán e Irak, en el sureste, son hoy tan peligrosos que ningún
reportero puede atestiguar la carnicería y las atrocidades que se perpetran como
resultado de nuestros proyectos para la región, condenados al fracaso. Pero en
Líbano habrá cobertura en vivo de un desastre que sólo podrá ser evitado por el
único paso diplomático que Bush y Blair se niegan a dar: hablar con Damasco.
Así pues, cuando este último ejército extranjero llegue a Líbano, cuenten los
días -o las horas- antes de que reciba el primer ataque. Luego volveremos a
escuchar que combatimos el mal, que "ellos" -Hezbollah, los guerrilleros
palestinos o cualquier otro que planee destruir "nuestro" ejército- detestan
nuestros valores, y luego, por supuesto, nos dirán que todo esto forma parte de
la "guerra al terror"... la estupidez que Tel Aviv ha estado pregonando. Y
después quizá recordemos lo que George Bush padre dijo cuando los aliados de
Hezbollah lanzaron ataques suicidas contra los marines en 1982: que la
política estadunidense no sería doblegada por una partida de "insidiosos y
cobardes terroristas".
Ya sabemos lo que ocurrió después. ¿O lo hemos olvidado?
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya