Medio Oriente - Asia - Africa
|
Una guerra con más dudas que certezas
Marcelo Cantelmi
Tanto a nivel político como militar la guerra que apenas ha comenzado acumula
aquí una montaña de dudas. En apenas dos semanas el bombardeo que convirtió en
ruinas al Líbano, no parece haber tenido efectos concluyentes sobre la milicia
de Hezbollah, que sigue castigando al norte de Israel. Por lo tanto, y aunque
oficialmente le apuntaban a la guerrilla ultraislámica, hoy sólo quedan a la
vista los cimientos descarnados de Líbano. Y poco más que eso.
En Israel, aunque no sólo aquí, hay un gran debate sobre si la medida de lanzar
el ataque y la invasión ahora limitada al sur de ese país, fue acertada. Ehud
Olmert, el primer ministro recién elegido y obligado a mostrar fortaleza,
decidió el ataque casi inmediatamente después de conocer que la guerrilla le
había atrapado a 2 soldados en un puesto fronterizo.
Todo iba a ser aéreo. Pero como el notablemente destructivo ataque de la
aviación sólo acumuló bajas civiles, generó un veloz desgaste internacional y no
alcanzó resultados, incluso en el intento de asesinar en Beirut al líder de
Hezbollah, el jeque Nasrallah, se lanzó la operación terrestre que hasta ahora
ha mostrado un saldo no menos negativo que el otro.
El diario Haaretz citó ayer al ex ministro de defensa Moshe Arens, quien afirmó
que la campaña militar está mal manejada y sólo acabará por fortalecer a la
guerrilla. "Esto será un desastre para Israel", resumió. El desastre de ayer en
la frontera binacional sólo agrega más combustible a este fuego.
Es interesante notar la evolución de este conflicto para advertir el filo de
cornisa por el que se marcha. El propósito inicial fue obligar a la guerrilla
ultraislámica a desarmarse. Esa era una de las condiciones que incluían la
devolución inmediata de los soldados en el plan general para un cese del fuego.
Pero la búsqueda de objetivos más realistas llevó, pocos días después del inicio
de la guerra, a plantear que a lo que se apuntaba era a correr hacia al norte a
Hezbollah. Primero a unos 30 kilómetros del borde. Luego a 8, según dijo un alto
jefe militar. Y ayer a sólo 2, de acuerdo al planteo de Olmert que va con la
idea de armar una franja de seguridad en la frontera. Ese cinturón lo manejaría
un equipo internacional al mando de la OTAN. Si no puede ser construido, Israel
advirtió que lo haría con sus tropas, es decir una toma territorial provisoria.
Esta iniciativa que planteó al mundo el gobierno israelí, es precisamente lo que
jamás aceptó este país para detener la violencia en los territorios palestinos
ocupados. La instalación del precedente puede ser grave: si admite en una parte
por qué no se admitiría en la otra.
Pero el perfil más delicado es que la guerra misma está alimentando un viejo
furor nacionalista en el mundo árabe que no está vinculado con la retórica
antiterrorista de EE.UU. ni con el absurdo de guerras religiosas. En la región
hay un océano de pobreza cuyas poblaciones fatigadas acabarán por montarse en
esta crisis para presionar a sus gobiernos "moderados" y pro occidentales. Esa
es la advertencia que el rey de Arabia Saudita lanzó al mundo para que se
imponga un alto el fuego total e inmediato a riesgo de que todo este espacio
acabe en una conflagración de la cual nadie podrá apartarse.
Fue un mensaje de sobrevivencia lanzado hacia la cumbre de Roma, pero al
establishment planetario. Sin embargo el mundo, como otras veces antes del
arrepentimiento, parece alzarse de hombros