Medio Oriente - Asia - Africa
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Líbano y la jauría de Olmert
Angel Guerra Cabrera
La carnicería de niños, mujeres, ancianos, familias enteras y la demolición
de la infraestructura de Gaza ha sido extendida por Israel a Líbano. El nuevo
genocidio se disfraza de operación de rescate de dos soldados sionistas hechos
prisioneros por Hezbollah. "¡Márchense!", fue la orden israelí a los habitantes
del sur de Líbano, para después ametrallar a los que huían. Las ciudades y
aldeas de ese sector y barrios populosos de Beirut han sido bombardeados sin
clemencia. El nuevo aeropuerto de la capital, termoeléctricas, los puentes en
las principales carreteras han sido arrasados por los F-16 que suministra
Estados Unidos a la entidad sionista.
Con el descomunal monto de la ayuda militar estadunidense a Tel Aviv en un año
se podía haber edificado un eventual Estado palestino próspero con Jerusalén
oriental como su capital que conviviera en paz con sus vecinos judíos. Habría
bastado que Washington y sus socios europeos exigieran a Israel retornar a las
fronteras de 1967, como ordenan varias resoluciones del Consejo de Seguridad de
la Organización de Naciones Unidas (ONU). Pero, ¿qué digo? Si esa ayuda persigue
justamente lo contrario: forzar a los palestinos que no mueran destripados por
la metralla a escapar de Gaza y Cisjordania y lo mismo a los libaneses
residentes en el sur para por fin cumplir el sueño de crear el Gran Israel.
La alharaca de Washington y Tel Aviv contra el "terrorismo" de Hamas y Hezbollah
obedece a que son los dos contingentes más importantes y combativos de la
resistencia antisionista en Medio Oriente. Hezbollah fue la primera fuerza árabe
que derrotó a la maquinaria militar de Israel cuando la forzó a retirarse del
sur de Líbano, lo cual le granjeó enorme prestigio interno y entre los pueblos
árabes. Hamas tiene tal apoyo en Palestina que consiguió, acaso sin
proponérselo, una arrolladora victoria en las últimas elecciones. Ello expresaba
la censura de los votantes a la fracasada política de concesiones a Tel Aviv y
su reconocimiento a la eficaz labor social, cultural y educativa de la
organización integrista. Si Hamas y Hezbollah no han podido ser derrotadas
militarmente por Israel se debe, en primer lugar, a su fuerte arraigo en la
población.
Es esto lo que explica, en parte, el sadismo de la jauría de Ehud Olmert contra
los civiles palestinos y libaneses en una redición de la doctrina nazi del
castigo colectivo frente a las acciones de resistencia.
En el caso de Líbano el asunto es más complicado. Allí uno de los propósitos de
la cruel agresión israelí es arrastrar, como en Irak, a cristianos y sunitas a
una guerra confesional contra los chiítas, que constituyen la base fundamental
de apoyo a Hezbollah. Es natural que Irán y Siria -únicos estados de la zona que
se oponen al expansionismo de Israel y a los planes estadunidenses de
restructuración "democrática" de Medio Oriente- apoyen la resistencia de Hamas y
Hezbollah. Pero de allí a considerar que esta última, como se le escapó a Bush,
actuaría como un pelele de Damasco hay una gran diferencia. La mente
nazifascista del inquilino de la Casa Blanca concibe los movimientos de
liberación nacional como títeres de los estados que los respaldan, cuando en
realidad forma parte de una valiosa tradición de solidaridad y colaboración
entre estados y movimientos populares que resisten la agresión imperialista. Es
la antítesis del tipo de relaciones de subordinación existentes entre las
potencias occidentales y sus vasallos.
La ofensiva sionista no derrotará a Hamas ni a Hezbollah ni a otras fuerzas de
resistencia. Del enorme sufrimiento que ocasiona a los civiles nacerán nuevos
combatientes contra Israel. Sin embargo, la agresión a Líbano podría involucrar
directamente a Siria y, por tanto, a su aliado Irán, creando un escenario bélico
de alcance global. Al fin y al cabo eso es lo que andan buscando hace tiempo los
neoconservadores y sus aliados del lobby israelí en Estados Unidos, cuya
influencia fue muy importante en la decisión bushista de atacar Irak. Bush logró
sacar las tropas sirias de Líbano mediante una resolución impuesta al Consejo de
Seguridad de la ONU, que también pedía el desarme de Hezbollah, punto que nadie
se ha atrevido a hacer cumplir. Pero el emperador insiste y ahora arrancó del
G-8 una exigencia en ese sentido. Y es que para hacer de Líbano una colonia de
Israel habría que quitar del medio a Hezbollah. A quien lo intente le espera una
guerra larga y desgastadora con pocas posibilidades de éxito.
Publicado en La Jornada el 20 de julio de 2006
Angel Guerra Cabrera
Columnista de La Jornada de México
aguerra_123@yahoo.com.mx